Figuras Legendarias de la Ciencia por los Suelos: 2. Einstein Hurgando en sus Más Terrenales Meandros

Está claro que don Alberto, tras dejar la oficina de patentes comenzó a relativizar muchas cosas de este mundo cruel (tanto del terrenal como del cosmológico). El ser de raza judía, nacer en Alemania y vivir el holocausto le ayudó sobre medida. Finalmente también hincó la rodilla en el suelo. Veámoslo.

Albert Einstein (14 de marzo de 187918 de abril de 1955), como Darwin, es conocido hasta por los niños a la temprana edad en la que les salen los dientes. Por tanto, no necesita mayores presentaciones. Como ocurre con Darwin, de Einstein se ha escrito hasta la saciedad. No se si por casualidad o no,  el último parece quedar peor parado que el primero en la pluma de muchos de sus biógrafos. Sinceramente no lo entiendo. La verdad no nos incumbe sí su armario consistía en varios ejemplares de los mismos atuendos para no molestarse en pensar con que indumentaria podía ataviarse cada mañana (no dice nada bueno de sus preferencias estéticas), o si maltrataba o no psicológicamente a su mujer. Se trata de chismes más propios de la prensa rosa que de genuinas biografías científicas. Aquí nos interesan especialmente sus veleidades científicas. No trataré el tema de su turbulenta relación con la mecánica quántica, a pesar de que le otorgasen el “nobel” por lo que el considerara que fue uno de sus errores científicos más importantes No me acuerdo si tal pensamiento le acechó antes o después de recibir tal distinción, aunque tiene mucha importancia, por cuanto de ser así no hubiera sido muy ético recogerlo.  Vamos a hurgar, dada la temática de esta weblog,  en otra de sus debilidades: el interés por los meandros (meanders en anglosajón).

 

Uno realmente no sabe si Einstein, como buen alemán, era un gran bebedor de cerveza. No parece que fuera el caso, aunque no conocemos bien sus relaciones con el alcohol. Ahora bien, el que relacionara la génesis de los meandros con la denominada  ley de la cerveza”, nos hace sospechar que quizás ocultara algún vicio que otro. Indagar vosotros en: Causas de la formación de meandros en los cauces de ríos y la llamada ley de Beer (1926). Como todos sabéis “beer” significa cerveza. Al parecer la cita original proviene de su: Einstein A (1926) Die Ursache der Mäanderbildung der Flussläufe und des sogenannten, y como todos conocéis sobradamente este idioma (¿verdad?), no me entretendré en traducir la frasecita. También apareció posteriormente en un libro escrito en inglés, que es (¡como no!) el que se suele citar, por lo que os añado la referencia: Essays in Science (como de inglés sabréis bastante menos, os lo traduzco: Ensayos en Ciencia, por Alberto Einstein).

 

Realmente no es un tema que ataña a esta bitácora, por cuanto la génesis de los meandros y la razón de sus formas conciernen a una subdisciplina de las ciencias del modelado terrestre denominada geomorfología fluvial. Ahora bien geomorfología y suelos son disciplinas hermanas. En consecuencia, me aventuro a escribir esta nota.

 

Pues sí, a Einstein los meandros le intrigaban, tanto o más que la cerveza (The World as Einstein Saw It). No se porqué, pero el vocablo cerveza me evoca también el de meandro. ¡A saber! Tras buscar en la Web no he encontrado muchas referencias explícitas y en castellano, prácticamente ninguna. Descubrí tan pavorosa vergüenza, generalmente oculta por sus adoradores, en un maravilloso libro que versaba sobre la razón de las formas de la naturaleza. Lo escribió un arquitecto llamado  Peter S. Stevens, y lleva el título de “Patterns in Nature” (os lo traduzco otra vez: Patrones y Pautas de la Naturaleza, también editado en castellano por Salvat). Peter S. Stevens pareció adivinar que ciertas formas son ubicuas en la naturaleza por “memoles”, y dio cuenta tanto de ello como de las presuntas razones y mecanismos subyacentes. Se adelantó a la teoría del caos con tal intuición que asombra, especialmente por su formación (arquitecto).

 

Mucho más recientemente, mí venerado  Jordy Wagensberg  ha escrito un libro titulado La Rebelión de las Formas, con tal insistencia en describir la obra arquitectónica de Gaudí, que parece un texto calcado del de Stevens, pero ya bajo la óptica de las CC. de la Complejidad. Como Wagensber anda “sobrao” como para hacer trampas, no me queda la menor duda que las llamadas “coincidencias” (ver la obra de Merton, uno de los padres de la sociología de la ciencia), también denominadas “sincronicidades” en círculos más esotéricos, es un hecho sorprendentemente reiterado en la historia de la ciencia. Os recomiendo la lectura de ambos para que juzguéis por vosotros mismos.

 

Sigue siendo un misterio el porqué Einstein se interesó por tan rastrera estructura. Albertito pues, también cayó abruptamente al suelo, tras pasearse por los confines del cosmos, por lo que merece la pena ser recordado. ¿Tuvieron sus raíces alemanas algo que ver? (lo digo por lo de la cerveza). Hurgo una y otra vez en mi conciencia pero no logro adivinar por qué vinculo meandros y cerveza.   Tras denodadas búsquedas he encontrado el menú que ingirió durante una cena en Barcelona gracias a los esfuerzos de historiografía gastronómica de nuestro querido y afamado bioquímico Santiago Grisolía . Aunque en este último enlace podéis aprender muchas más cosas sobre Albertito, no me resisto a exponer el citado menú:

 

Homo platonicus secundum Diogenem cum jure Michelsoniense, Malum parvum cum Doppler effectu, Fructus Galilei, Caffea sobraliensis cum spirituosibus liquoribus et vectoribus tabacalibus

 

Tremendo. ¡Qué envidia! Sin embargo, nos sigue asaltando la duda de si bebía cerveza o no. Si alguien tiene alguna noticia al respecto, le ruego que nos lo haga saber. Eso sí, los comentarios de Grisolía nos muestran como, en 1933, la Universidad de Madrid le ofreció una cátedra a Alberto tras la ascensión de Hitler al poder. Albertito, en cualquier caso, no tenía un pelo de “tontito”, la rechazó por motivos obvios: vislumbró que pocos años después tendría que vérselas con él personaje asociado a las “confabulaciones judeo-masónicas”. Esto me recuerda que, por aquel entonces, la política de captación de cerebros intentó por lo menos ser más seria que la actual. Lástima, ya que no tuvimos ningún éxito.  Poco después, la guerra civil terminó dejando al suelo patrio convertido en un “solar” (fuga masiva de cerebros), como acertadamente relataron hasta la saciedad los propagandistas del régimen: “solar hispano”.

 

 

Juan José Ibáñez



Comentario de Carmen: definitivamente se le ha ido la “hoya” al “hoyo”. A él sí que la última neurona se la ha caído al suelo con gran estruendo.

Comentario de Antonio: Tras lo de Darwin y Einstein no albergo duda.

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