Los suelos almacenan en su seno trescientas veces más carbono orgánico que el que se emite anualmente a la atmósfera por las emisiones antropogénicas. Se trata de la única frase que os puedo ofrecer de interés de la noticia científica que vamos a analizar hoy. El resto……… ya me diréis vosotros

 

 

 

Algunos investigadores sostienen que la ingestión

de ácidos fúlvicos por el ser humano es beneficioso

para la salud (de hecho los ingerimos desde siempre

cotidianamente). Fuente: Holistic health care for people

& aninmals

 

La irracionalidad de la racionalidad Científica ofrece una imagen de la ciencia actual bastante desoladora. Y el ejemplo con el que lo vamos a ilustrar hoy es palmario. Ya hemos venido hablando en numerosos post incluidos en nuestra carpeta “Biomasa y Necromasa de los Suelos” que la comunidad científica subestimaba el contenido de carbono en los suelos. Que era irracional seguir por ese camino. Os comentamos que había estudios que avalaban que estimar el carbono de los 20 o 40 cm superficiales de los suelos significaba al menos ofrecer cifras inferiores a las reales que oscilaban entre un 30-50% de la cantidad real. Jamás puede llevar a cabo un proyecto que diera cuenta de tan craso error debido a que la mayor parte de la comunidad científica consideraba que los muestreos superficiales daban buena cuenta de la capacidad de almacenaje de carbono por los suelos, ya que por debajo de las profundidades mentadas su cantidad era considerada despreciable. También os mostramos las cifras obtenidas por otros autores, basados en premisas teóricas más plausibles, que ponía en evidencia el grave error que se estaba cometiendo. Hace pocos meses, los autores del estudio del que da cuenta la noticia que abajo ofrecemos de Sciencedaily y que lleva por título: “Soils Contain Huge Amounts Of Ancient Carbon When Does This Carbon Enter The Atmosphere?” vuelven a redescubrir la dinamita, como también acaba de ocurrir con los suelos de las zonas subsolares sobre permafrost (Criosoles) hace unas semanas. Eso sí se trata de otra manera de atacar paupérrimamente el problema que analizaremos más adelante.

 

¿Porque se ha llegado a este punto, cuando se disponía de información científica más que suficiente desde hace muchos años como para haber advertido que se estaban llevando a cabos malos inventarios dilapidando el dinero de los ciudadanos? La razón os la ofrecimos en el siguiente post, mientras que en este otro dábamos cuenta de otro ejemplo. Se trata de lo que llamamos tópicos impregnantes, es decir, asunciones que consideran que ciertas conjeturas científicas son realmente hechos corroborados, cuando no es así. A posteriori, alguien se percata de ello y da la voz de alarma. Seguidamente, comienzan los estudios pertinentes para corroborar o refutar la teoría cuestionada. Al demostrarse que es falsa, la comunidad científica cambia de “chip” y empieza una nueva etapa.

 

 

 

Mineralización y humificación del carbono orgánico en los suelos.

 

Sin embargo, la presión ejercida por el dogma central de la sociología de la ciencia contemporánea: “publica o perece” comienza a causar estragos, induciendo a que muchos científicos crucen la línea que separa la buena conducta de la mala praxis científica.  ¿A que me refiero? Cuando comienza a reconocerse que un hecho concreto no era una verdad científica, sino un tópico impregnante,  algunos colegas marean a perdiz para hacer creer a los demás que ellos son unos de los precursores de tal hallazgo, cuando no es así. Pero existen rastros que les delatan fácilmente detectables.

 

 

 

Figure 8.1.2. The carbon cycle: quantities and reservoirs. (units: 109 metric tonnes)

 (after Bolin, 1970).

 

·         Ellos mismos abordaban los estudios partiendo del contenido del tópico impregnante.

·         Soslayaron durante años la bibliografía que daba cuenta del problema.

·         Previamente, en foros públicos, escucharon hablar del tema, llegando incluso a ironizar sobre él o burlarse de sus proponentes.

·         En sus trabajos se soslaya gran parte de los descubrimientos precedentes, así como de procesos naturales, que de haber sido contemplados debidamente en sus publicaciones, disminuirían alarmantemente la imagen de novedad de la contribución en la que claman su excelencia. 

 

Pero comencemos por exponeros la noticia en suahili, para analizarla después debidamente.

 

Soils Contain Huge Amounts Of Ancient Carbon When Does This Carbon Enter The Atmosphere?

 

ScienceDaily (May 15, 2008)Knowing that soils are a potential climate change time-bomb is nothing new — but now, for the first time, a group of international scientists have found a way to distinguish just how much of these ancient carbon stores are being lost to the atmosphere as CO2. This means that in the future they may be able to accurately forecast how loss of soil carbon will impact on climate change.

 

Project leader Professor Pete Millard of Aberdeen’s Macaulay Institute explains: “Globally, soils contain over 300 times the amount of carbon released each year due to the burning of fossil fuels, and this carbon has until now, been safely locked up below ground.

 

As the planet is warming up, this carbon is being released from the soil into the atmosphere as carbon dioxide, but there are in fact two types of carbon —‘new’ carbon, which has recently entered the soil through vegetation, and ‘old’ carbon, which has been locked up in the soil for years.

 

“It is the amount of this old carbon being lost as CO2 that has the biggest climate change effect,” he added, “as it signifies the soil changing from being a carbon-store to a source of carbon — a carbon-emitter.”

 

Measuring the loss of carbon from soils is relatively straightforward, but determining how much is from this old carbon has up to now proved very difficult. Now this joint project between the Macaulay Institute, Aberdeen and Landcare Research, New Zealand, has developed a method to measure the release of old carbon from soils.

 

Their approach is based upon the measurement of very small differences in the amount of an isotope, carbon-13, which is naturally present in all carbon dioxide, including that released by soils into the atmosphere.

 

«We are excited because it’s very relevant at the moment. We need to predict how the climate is going to change and of course that’s related to the atmosphere, the vegetation and the soil,» said Professor Millard.

 

Funded by the Scottish government and the Royal Society of New Zealand Marsden fund, the researchers have been working on this for three years, and now for the first time, they have been able to differentiate how much old, historical carbon is being released from soils.

 

«The implications of knowing this are very important and it will enable us to determine for the first time what the consequences of changes in land use might be for climate change,» said Professor Millard. «As more CO2 is released from the soil, the temperature is going to increase further — it could almost be a runway reaction.”

 

Also working on the project are David Whitehead, John Hunt and Margaret Barbour from Landcare Research, NZ.


Adapted from materials provided by Macaulay Institute, via AlphaGalileo.

 

En primer la primera frase, comentan que con su “hallazgo” se podrá estimar mejor el carbono contenido en los suelos. Parecen olvidarse del hecho trivial conocido por cualquier estudiante de edafología que debemos discernir entre el reservorio de carbono orgánico e inorgánico, por lo que en ningún caso su propuesta puede ser tomada en serio. En el mejor de ellos, habría que parafrasearla al estilo de “se puede medir mejor”. Ahora bien, no tienen en cuenta la profundidad de muestreo, sino otro aspecto del que también hemos hablado: el tiempo de residencia del carbono secuestrado por los suelos. Por lo tanto, “tampoco” cuantifican mejor, como pretenden hacernos creer. Sin embargo, se atreven a criticar que con anterioridad a su hallazgo se hacía todo mal. ¡Olé toreros!, Lo que ocurre es que cuando un tópico impregnante es derribado, la comunidad científica critica no una vez, sino cientos, lo que con anterioridad defendía con toda la naturalidad del mundo. Pero pasemos a “deconstruir” su “impresionante hallazgo”.

 

En el tercer párrafo nos informan, como si de una gran novedad se tratara, que en el suelo existen dos tipos de carbono “orgánico”, uno nuevo y uno viejo (como en sus armarios, ropa antigua y comprada en la temporada). El primero consistiría en el que deposita en el sistema edáfico toda la biota (no solamente vegetación, como asumen falazmente estos investigadores) en el último o últimos años. Por el contrario, el viejo es el que fue retenido en tiempos históricos. Habría que recordarles que de hecho existen muchos tipos de carbono distinto, y que su composición determina su labilidad-resistencia a ser descompuesto en los horizontes superficiales del suelo.

 

Saltándome otra serie de comentarios vacuos, los autores nos “(des)informan” que han desarrollado “por primera vez” un método para estimar el carbono viejo que se emite a la atmósfera por el calentamiento climático o un mal uso del suelo.  ¿Verdad o mentira?.   En el mejor de los casos una verdad a medias, que en ciencia es tan peligroso como una falacia. Los bioquímicos del suelo fraccionan el contenido de humus del suelo en grupos como: materia orgánica libre, humina heredada, humina extraíble, humina residual, ácidos húmicos, ácidos fúlvicos, etc. etc. (supongo que la terminología se habrá renovado durante los últimos años) Pues bien hace ya unas dos décadas (si no recuerdo mal) que se calculó en varios estudios científicos la edad media de cada una de las fracciones mediante radioisótopos del carbono, mostrándose que variaba considerablemente según el tipo considerado. Por ejemplo, la materia orgánica libre era de promedio muy reciente, la residual (unida muy estrechamente a las arcillas) mucho más antigua, etc. etc. Entonces, ¿que atisbos de novedad aportan sus investigaciones? Sencillamente, parece que han desarrollado un nuevo método para estimar y discernir “lo antiguo” de lo “nuevo”, apelando al auxilio del isótopo C-13. Punto y pelota. ¿Qué puede ser un paso adelante?, ya veremos, por cuanto la nota de prensa no hace referencia a muchos aspectos que hay que valorar antes de saber si su propuesta analítica mejora lo que ya se sabe con las existentes, o es más sencilla de utilizar, o se puede aplicar en campo etc. etc. Resumiendo, que eso es todo. El resto del texto, es confuso, confundente, incurriendo en deslices que convierten a sus aseveraciones en falsedades. Nada nuevo bajo el sol. Pero el tema estriba en que no se salen del tópico impregnante, al cual denuncian. No nos dicen nada de la profundidad a la que muestrean, ni tienen en cuenta el carbono inorgánico de los suelos y otras cuestiones “imprescindibles” con vistas a acercarnos a ofrecer a la ciencia y la sociedad una perspectiva más correcta del potencial de los suelos para almacenar carbono. Todo ello se me antoja más que lamentable.

 

Juan José Ibáñez.      

Compartir:

Deja un comentario