La Edafodiversidad: Una historia Repleta de Grandes Científicos Olvidados 4. Parece que todo vale para defender la teoría vigente cuando se acumulan en evidencias en su contra

La Edafodiversidad: Una historia Repleta de Grandes Científicos Olvidados 4

Edafodiversidad y Biodiversidad 20d. Antecedentes sobre Geodiversidad como ejemplo de las voces silenciadas de los científicos que se adelantaron a su tiempo

Desde otra perspectiva, el norteamericano Cody, en 1983, observó que la diversidad de la avifauna en las islas del Golfo de California se incrementaba conforme lo hacía el área de la isla muestreada, lo cual es un resultado normal en la bibliografía ecológica. Este autor sugirió que sus resultados podrían deberse a la geomorfología de las cuencas de drenaje, es decir a causas abióticas. Según Cody, las islas de mayor tamaño albergan cuencas de mayor rango (más estructuradas y jerarquizadas), en las que aparece un mayor número de unidades geomorfológicas de origen fluvial que en las cuencas de menor rango, características de las islas más pequeñas. Se trata de un hecho reiteradamente constatado en la bibliografía sobre geografía física.  En esta contribución analizaremos como parece que todo vale para defender la teoría vigente cuando se acumulan en evidencias en su contra.

Por tanto, las islas de mayor tamaño también disfrutarían de más tipos de comunidades riparias. Esta misma hipótesis fue defendida y demostrada posteriormente por nosotros, como ya hemos mentado, para las cuencas de drenaje continentales (Ibáñez et al. 1990). Con posterioridad, en compañía de Carlos Carrera (1999), descubrimos que, para el conjunto de le Península Ibérica, persisten las leyes potenciales entre el rango y tamaño de las cuencas y la diversidad, tanto en lo que concernía a las fitocenosis potenciales, como a los ensamblajes de los paisajes de suelos. De nuevo, en 1990, con la colaboración de Saturnino de Alba (2000) postulamos que la relación potencial entre el área y la edafodiversidad potencial debería ser ubicua. Phillips (2001) encuentra evidencias empíricas en ese sentido, al analizar las relaciones edafodiversidad-área en una cronosecuencia de terrazas en EE.UU., alegando que había demostrado la conjetura de Ibáñez (de hecho ya había sido previamente corroborada por nosotros en publicaciones que no había leído).

 

Por su parte, los ingleses Rafe, en 1983, y Usher, en 1985 exploraron las relaciones especies-área en ambientes cársticos del Reino Unido, concluyendo que las clasificaciones micro-edafo-geomorfológicas de los hábitats analizados, eran mejores predictoras del número de especies vegetales que el área per se.

 

Desgraciadamente, una vez más, las evidencias de Cody, Rafe y Usher pasaron inadvertidas. Como ya comentamos en una contribución anterior, resulta palmario que a los ecólogos, este tipo de comparaciones entre estructuras bióticas y abióticas les generara una fuere «alergia». Nosotros mismos, como analizaremos posteriormente, hemos sufrido ataques demenciales por referees anónimos. Parece que todo vale para defender la teoría vigente cuando se acumulan en evidencias en su contra.  

 

 

Juan José Ibáñez

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