El Ambientalismo y los Problemas de Escala: Un Dilema de Difícil Solución

Es obvio, aunque no suela hablarse de ello, que la percepción de los problemas ambientales conlleva problemas de escala de difícil solución. Ocurre lo mismo con la denominada sustentabilidad. Este conflicto denuncia los egoísmos subyacentes e inherentes a todos los colectivos y pone en tela de juicio el supuesto altruismo de muchos movimientos ecologistas y ambientalistas. Pongamos un ejemplo que sirva de aperitivo. Muchos de tales colectivos locales saltan a la palestra cuando una iniciativa que conlleva riesgos ambientales va a ser instalada en un municipio, provincia, o unidad administrativa de su “competencia”, sea cual sea. Ahora bien, ¿Y si tal iniciativa se sitúa en otra localidad o región geográfica? Entonces ya no suele ser de su incumbencia. He leído múltiples noticias de tal catadura, como por ejemplo, cuando se pretende construir una central nuclear o escoger un enclave para el almacenamiento de residuos radioactivos. Del mismo modo, a ciertos movimientos ecologistas de mayor calado que aplauden por ejemplo las iniciativas de la UE con vistas a fomentar la agricultura de “biodiesel”, se les suele olvidar con demasiada frecuencia que ciertas soluciones de los problemas de los países industrializados, conllevan el riesgo de acarrear problemas en las regiones menos favorecidas del mundo. Hoy expondremos un caso concreto que, en teoría, debería ser menos inquietante: Se trata de la energía generada por fuentes eólicas. Veremos un palmario ejemplo de cierta insolidaridad ambientalista.

Ya hablamos en otra nota acerca de que los supuestos beneficios generados por el biodiesel son más que discutibles.  Ahora bien, los movimientos ecologistas lo aplauden por cuanto podría beneficiar a la mitigación del cambio climático, que es un problema de alcance global, aunque pudiera generar degradación a escalas más locales y en países menos favorecidos. Les recomendaría que estudiaran el asunto en profundidad y a todas las escalas, antes de pronunciarse precipitadamente en uno u otro sentido.

 

Pero resulta todavía más curioso lo que ocurre con la proliferación de los parques eólicos. Mientras el mercado de energía eólica crece en Europa un 35% anualmente, y ciertas regiones administrativas e industrias se lanzan a fomentarla al objeto de obtener beneficios económicos, los movimientos de índole más local, manifiestan claramente su malestar.

 

Entiendo a los movimientos ecologistas locales, por cuanto ciertas iniciativas les afectan negativamente, empero todos debemos sacrificarnos. En caso contrario, se llegará a un enfrentamiento entre los ambientalismos, locales, regionales y globales. Se constata por tanto, la diferente percepción del ambiente, así como de posibles soluciones, conforme cambia la escala desde la que es percibida. Lamentablemente, el egoísmo subyace a cualquier actividad humana. Y a veces una cierta histeria también. Porgamos un ejemplo que se me antoja patético.

 

Sabemos que los gatos se reproducen muy rápidamente. Mucha gente los alimenta en las urbes hasta generar un grave problema de superpoblación en ciertos solares. En las instalaciones del CSIC, por las noches, salían manadas de gatos demandando alimento (ciertos vigilantes nocturnos se lo ofrecían: hay que entretenerse), hasta que periódicamente desaparecían por completo tras la visita de silenciosos y cautelosos exterminadores.

 

Actualmente, en las instalaciones del Canal de Isabel II del centro de Madrid, muy a menudo, se manifiestan un grupo de ciudadanos sonoramente contra el exterminio de gatos que se realiza dentro de sus instalaciones, cuando comienzan a generar problemas a su personal. Como en el caso de las palomas, a las que les damos de comer en nuestras plazas, un día su población es insostenible y genera un problema de degradación ambiental concreto  (en el caso de las palomas: el deterioro de monumentos de un gran valor histórico y cultural, entre otros). Lo que no se puede hacer en el caso de los gatos, es darles de comer para que se multipliquen de un modo que generen problemas en las ubicaciones en donde residen. Entonces se actúa, y los movimientos para la protección de los derechos de los animales se tornan coléricos. Tal hecho me recuerda, como hay que diezmar en muchos parques naturales el crecimiento de ciertas faunas autóctonas de herbívoros, aun cuando se encuentran protegidas por ley. ¿Cuál es la razón?: Simplemente que su demografía se dispara en ausencia de cazadores, una vez quebrada su pirámide trófica (carencia o escasa población de depredadores, como los lobos). 

 

Muchas veces, a uno le da por pensar de que “no es oro todo lo que reluce” en los movimientos ambientales. Con demasiada frecuencia prima el egoísmo local y regional. En España los nacionalistas recalcitrantes también echan leña al fuego: En mi Comunidad Autónoma no quiero esta Industria “X”, ahora bien en otras (…) ¿Son personas verdaderamente concienciadas?, o utilizan el medio ambiente para sus reivindicaciones nacionalistas: Por defender su medio ambiente sí, pero no por el de los demás, que lo hagan otros. Sinceramente, lamento todo esto. Lo mismo ocurre, con demasiada frecuencia, en los colectivos de los países desarrollados sobre lo que acaece en el tercer mundo. Del mismo modo los urbanitas desviamos nuestros problemas hacia el mundo rural.  Menos demagogia y más compromiso y solidaridad.  En mi agenda de compromisos sociales, la vida de un niño que no veré jamás vale mucho más que la de un gato que se me cruza a diario, por citar un ejemplo. Y no hablo de las palomas que, además causan problemas de salud pública. A la hora de ahorrar energía, entiendo que un parque eólico sea estéticamente molesto a la par que pueda perjudicad a la fauna local y los habitantes humanos que moran allí. Empero si no dejemos todo como está y que el capitalismo galopante siga su curso.

 

Los políticos también generan tensiones en muchas ocasiones. Así, por ejemplo, cuando las sequías se agudizan los urbanitas siguen llenando sus piscinas en áreas residenciales, y el agua riega generosamente  sus los campos de golf, mientras en ciertos pueblos comienzan las restricciones de agua potable. Claro el número de votos es francamente asimétrico. Luego nos regalan con anuncios sobre ahorro del tal tesoro líquido. Hipocresía a todo tren.

 

Una parte del ambientalismo de los países desarrollados es pura hipocresía, alcanzando a veces una histeria irracional. Centrémonos en el ambiente global, todos tenemos que pagar un precio. Ahora bien, que el reparto de molestias sea equitativo. En este país, las CC.AA. más pobres y menos pobladas, terminan por albergar todo lo que no desean las ricas. Y este problema parece invariante a los cambios de escala, ya que lo mismo ocurre a los países pobres respecto a los más industrializados.

 

Reflexionemos

 

Juan José Ibáñez

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