No intento ni crear escuela, ni llamar la atención. Se trata de reflexiones y experiencias personales que he ido adquiriendo en mi actividad de blogger. Obviamente tras 30 años de quehacer científico he escrito varios centenares de publicaciones en la más variada índole (hasta 5 en ruso y dos en chino……, va en serio, aunque los tradujeran otros a esos idiomas). Ayer andaba pensando como corregir el borrador de un capítulo de libro evaluado con referencia por ¿iguales? (“peer review”) “Advances in Geoecology”. El documento había sido bien valorado, no obstante los evaluadores se quejaron de lo profusa, extravagante y extraña bibliografía que contenía. Más concretamente incidían en que parte de este último material era de muy difícil acceso, por lo que no podía constatarse si me apoyaba correctamente en las referencias que citaba. Me animaban a que la reformara sin modificar a penas el texto, tan solo haciendo las cosas “como es debido” y que el color de la redacción del manuscrito fuera todo en negro y que no intercalara nada en azul. Tras leer sus comentarios observé que los hipervínculos no los entendían como tales. De esto hablaremos más adelante. Al recapacitar me acorde del primer y único Cyperpaper que había escrito hace unos 14 meses. Pero, ¿que es un “Cyperpaper o Cyberartículo?

 

 

 

Textos flotando en el cyberespacio

Fuente: Theatrum Belli

 

La verdad es que la bibliografía adolecía de bastantes errores. Yo había redactado la mayor parte del texto, pero algunos coautores que debían rematarlo y enviarlo no realizaron  debidamente sus deberes, y eso que no era la parte más difícil de un texto, como la mayor parte de vosotros comprenderéis. El editor lógicamente me instaba a eliminar la literatura en ruso y chino, así como artículos difíciles de encontrar (revistas nacionales, actas de congresos, etc.).  Justamente los hipervínculos en azul referían a las páginas Web en donde los mismos autores habían traducido al suahili el texto, ya fuera entero, parcialmente modificado, o un resumen extenso del mismo. Como saldría en formato papel, los fragmentos coloreados eran las direcciones adecuadas de Internet para bajárselos y cotejarlos con los contenidos que yo escribí. Por lo tanto resultaban ser los más accesibles. Debía incluir este material, ya que aludía con frecuencia a decisiones de la UE, Directivas Comunitarias, decisiones del Parlamento Europeo, etc., difíciles a su vez de ser asequibles en libros o artículos, pero de libre acceso en el ciberespacio. Es obvio que: (i) me estoy contagiando del estilo blogger y (ii) la mayor parte de mis colegas no saben de que va esta vaina. Pero vayamos al grano.

 

Como os comentaba, una amiga y colega me invitó a impartir una charla sobre contaminación de suelos en un workshop  “semi”-internacional. Sin embargo, como nos suele ocurrir a los latinos, unos 10 días antes me avisó que se iban a publicar los textos en un CD. Cuando acabé mis otras tareas pendientes me restaban tres días para presentar tal documento. Eso sí, ya tenía un guión mental de lo que deseaba escribir. Al tratarse de un libro electrónico, que permite en pdf retener los enlaces, no tuve trabas para acudir al material por el ciberespacio. Y (…) súbitamente me vino la idea de ver si era capaz de escribir un texto científico sin acudir para nada a libros o revistas que no fueran de libre acceso en Internet. Los norteamericanos ya habían comenzado a colocar sus “papers” indexados en depositarios, ocultos unos e institucionales otros. Tal circunstancia me ayudaba sobremanera.

 

La experiencia fue tremenda y el resultado sorprendente. Durante tres días trabaje intensamente buscando por la Web “a la vez que escribía el texto”. El producto final está bien conseguido (teniendo en cuenta que era primerizo, así como que tenía un plazo tan breve de tiempo) aunque difería completamente de lo que podía haber escrito mediante los procedimientos convencionales de un científico. Tuve la impresión de que en parte era autor de aquél texto, y en parte no. Una sensación muy extraña y un tanto perturbadora.

 

Cuando se escribe normalmente en ciencia, con independencia de que sea para una revista, libro o acta de congreso, ya se ha pensado el contenido y tienes la documentación, tablas y gráficos previamente preparados a mano. Se trata pues de ordenar las ideas y de redactarlas acertadamente para convencer a los evaluadores que merece ser publicado. Pero este no era el caso, me dejé abducir por el ciberespacio y deambulaba de aquí para allí, a la par que redactaba párrafo tras párrafo. Por momentos tenia una cierta angustia, ya que no encontraba lo que buscaba, o las fuentes podían considerarse dudosas. Sin embargo al final me dejé arrastrar sin resistencia por la frenética actividad que estaba desplegando, olvidándome de todo. Aprendí muchas cosas (en materia de ciencia) que desconocía y que posiblemente no huera sido capaz por los cauces “normales” (hoy por hoy. También el estilo literario no resultó ser el habitual en mí. Pero lo más curioso es que, tras revisar unas 20 páginas (incluidas figuras que bajaba y copiaba) en unas dos horas quedó visto para sentencia.

 

El resultado final fueron 15 páginas sin aparente bibliografía al final del texto, por cuanto los incluía como hipervínculos en las frases precisas. No conté al final el número de páginas a las que enlazaba mi documento (me refiero a las estimadas del modo convencional: un libro de 200 pp equivalen a 200pp, y no a una página Web). Sin embargo eran miles, con muchas referencias de artículos indexados o ISI papers  (gracias a los hijos del Tío Sam) que se podían bajar libremente. 

 

Reitero que, resulta curioso todo lo que aprendí, así como el autoensamblaje parcialmente espontáneo de los contenidos del documento. Pero lo más extraño fue esa hibridación entre el guión original,  y el azar de los buscadores (que hoy por hoy sabemos que son tontos) aderezados por la intuición que uno utiliza (y adiestra) al hacer uso de ellos. Cuando he escrito “entre la Ciencia y el Arte” me refería a la inclusión de la espontaneidad, intuición, azar y creatividad con la rigurosa y concienzuda manera a que estamos acostumbrados a escribir los científicos.

 

Incluso tal modo de proceder podría servir en un futuro para examinar a los alumnos (hay que enseñar a como se debe aprender, y no a que memoricen para un examen final cientos de cifras, ecuaciones, sin entender muchas veces su significado). Pero también puede servirnos como divertimento personal, o para escribir ensayos científicos, etc. ¿Un nuevo estilo de literatura científica?. Sinceramente no lo sé. No se trata de que yo la inventara, por cuento había visto algunos textos de la misma guisa, aunque orientados al usuario de internet. Tampoco descarto que otros lo intentaran previamente. ¿hay gente pa tó”

 

Estaba relativamente contento del resultado, por lo que envié el manuscrito también a algunos amigos. Varios de ellos me comentaros a posteriori que no estaba nada mal, pero que al no incluir las referencias…… (¡sin comentarios!)

 

Pruébenlo algún día sin temor, si no lo han hecho ya.

 

Juan José Ibáñez 

Compartir:

Un comentario

  1. Me encuentro inmersa en la labor editorial de una revista dedicada a la Complejidad, Ciencia y Estética, y me enfrento a la encrucijada entre rigor en las refrencias a las fuentes utilizadas y la emergencia actual de la información y la utilidad que puede tener, tanto para autores como para los lectores, un método más orgánico de referencias que se correspondadn a la diversidad de modos en que la información circula por las redes actualmente, virtuales y no virtuales. En el sentido más ‘academicista’ considero que una referencia útil en este sentido es la normalización del MLA de Obras consultadas.

    No obstante, el interesante ejercicio práctico que nos relata en este artículo me ha ayudado a vislumbrar cómo aportar flexibilidad a la concepción de nuestros requisitos editoriales en este sentido.

    De esta manera le quedo agradecida,

    Un cordial saludo.

    Vanesa.

Deja un comentario