De sobra es conocido por todos vosotros que los contenidos en la Web española son más que escasos, en comparación con los que se ofrecen en inglés, por ejemplo. La responsabilidad es de todos los hispanoparlantes. En cualquier caso, los que saben del tema no dudan de que están cambiando los hábitos de los estudiantes, empero ni docentes ni instituciones se han percatado de la magnitud del problema. ¡Siempre retrasados, siempre vagos y siempre protestando! ¡Aspectos criticables del carácter latino! Afortunadamente también atesoramos virtudes. Sin embargo, existe otra seria dificultad añadida. Y esta no solo afecta exclusivamente a la Web española, sino al mundo de Internet en su conjunto. Y es que a pesar de todo, la Web atesora muchos más contenidos de los que los cibernautas suelen encontrar con los buscadores (hecho que nadie lo duda). Ya sabemos que, desde ciertos puntos de vista, la WWW es un caos. Ahora bien, los diseñadores de páginas Web y los que alimentamos la información del ciberespacio tenemos parte de la responsabilidad. Los buscadores tipo Google, tienen una lógica, (muy bien guardada como un tesoro por sus responsables, aunque si se saben los criterios básicos) pero nosotros la soslayamos y luego protestamos. Tal hecho no sólo afecta a los blogs, redes sociales y modestas páginas institucionales, sino también a las grandes y más visitadas. Veamos unos pocos ejemplos, y proporcionemos algunos consejos.

 

 

 

Caos en Internet: Fuente Blog Letterbommb

 

El Título Importa Tanto como el Contenido (para ser leído)

Si uno no entiende la lógica de los buscadores, difícilmente puede encontrar exactamente lo que desea, o esperar a que otros encuentren lo que personalmente pretendes ofrecer. Y uno de los primeros y persistentes problemas surge cuando se dan títulos a los contenidos. Nos gusta epatar con los encabezamientos. OK. Ahora bien, tengamos en cuenta que cuanto más original sea, el titular “probablemente” más difícil de detectar será. Nos guste o no, una buena parte de las webs y blogs académicos son visitados por ciudadanos que desean saber de un cierto tema y con un nivel determinado de dificultad. En otras palabras, no son seguidores asiduos, sino ocasionales. Pensar y redactar títulos que se ajusten a los temas que deseamos publicitar resulta ser pues de vital importancia (la prensa científica se obstina por hacer todo lo contrario). También debe entenderse que numerosos cibernautas son menos expertos que nosotros en los contenidos que buscan, por lo que un cierto nivel de redundancia en los vocablos que anuncian un tema es recomendable. Pongamos un ejemplo.

 

Pensaba desde hace tiempo escribir un par de post sobre los suelos de la Pampa Húmeda, junto con mi amigo Gustavo Moscatelli. Resulta, que bajo su verdor subyace una geomorfología (y por tanto unos tipos de suelos condicionados por ella) muy singular. Se trata de enormes extensiones de campos de dunas que pueden rivalizar con los mayores de la actualidad a nivel mundial. Empero se encuentran maquillados por la vegetación. Pues bien, si los títulos sugerentes sirvieran, yo encabezaría el primer post como: “Lo que la Pampa Esconde”. Ahora bien, bajo este título, tan solo los lectores habituales y algunos cibernautas fanáticos de los misterios entrarían vía buscadores. Muchos de los últimos además nos insultarían, por cuanto resultarían defraudados por el tema tratado. Por tanto, uno debe recapacitar de estrategia y explicitar lo mejor posible el estudio que se va a exponer. Mejoraríamos cambiando el título  por: “Los mares de Dunas Fósiles que la Vegetación de la Pampa Esconde”. Pierde gracia pero es más efectivo. Obviamente se puede ser aun más contundente, pero también mentiroso. Se trata de una actitud que, consciente o inconscientemente, aparece también en los encabezamientos de muchas notas de prensa científica. Y así. podríamos titular el mencionado post de esta forma: “Descubiertos Inmensos Mares de Dunas bajo la Pampa”. Efectivamente tal hecho es así, pero fue primicia hace muchos años. Tendencioso a todas luces, aunque también útil. A todos aquellos que atesoren un poco de honradez yo se lo desaconsejaría, por cuanto fomenta el caos, pero también las falacias. Resumiendo, si uno quiere ser leído debe entender que para la racionalidad de los buscadores, el continente es casi tan importante como el contenido, mal que nos pese. Esperemos que la futura Web Semántica  (o Web 3.0) solucione este problema.  Sin embargo, hoy por hoy, ahí está y es insoslayable.

 

Los Libros de Libre Acceso y los Contendidos Electrónicos en la Web  

En otras ocasiones se está interesado en colgar un libro o monografía. Aquí el título no se puede alterar, lo cual cuando es un tanto esotérico devendrá en problema. Sin embargo, existe también una estrategia para soslayarlo. El procedimiento consiste en colgarlo en Internet tal cual, para luego en la misma página desglosarlo en “trocitos temáticos”. Supongo que pensaréis en el índice. ¡Pues va a ser que no! Con harta frecuencia los encabezamientos de los capítulos también son ambiguos. Así pues, yo recomendaría hacerlos más claros y explícitos para poner después (al final) de ellos el cacareado “capítulo X”, “Capítulo Y”…… Pero para ser más contundente, defiendo que los anexos en los que se expresan al final de la monografía los vocablos que aparecen en el texto, tras ciertas “modificaciones”, serán un mejor reclamo. Es decir, a la hora de colgar un contenido científico-técnico en Internet hay que analizar más estos últimos productos que los índices por capítulo al uso para los libros en formato papel. Muchos cursos on-line adolecen de este problema, recibiendo muchas menos visitas que las que merecerían.

 

Colgar Material No Basta: El Desinterés de las Instituciones

Muchas instituciones nacionales e internacionales se han acogido acertadamente a la política de colgar sus libros, documentos y material gráfico en Internet. Pero el problema reside en que, tras varios años, siguen sin ser visibles para la inmensa mayoría de los cibernautas. En mi caso, he podido constatar que la plétora de páginas Web que mantienen la FAO y la USDA, por citar tan solo dos ejemplos, son un caos en el peor sentido del palabro. Ni siendo experto puedes conocer todo el material que atesoran (y por lo que me he podido percatar ellos tampoco). Por tanto, la política de colgar debe ser seguida por otra que acentúe su visibilidad. Y eso es así por el bien de todos. Pero pongamos otro ejemplo.

 

En el ámbito de las ciencias naturales y el medio ambiente, la demanda de información (en particular por los estudiantes más jóvenes) sobre biomas, zonas ecológicas y regiones biogeográficas es impresionante. Juan Pedro Zaballos, asiduo colaborador de esta bitácora, se encarga de escribir post esporádicos sobre los biomas. ¿Razón?. O los colgábamos, o nos veríamos obligados a retirar muchos post sobre geografía de suelos del mundo, dado que ellos buscaban biomas y/o vegetación, encontrándose en su lugar con suelos (esa maldita edafología). No es que estos últimos no sean buscados y leídos, pero obviamente no con la misma intensidad y ansias. Poco o nada encontraba de interés sobre zonas ecológicas, hasta que descubrí, casi por casualidad, un libro de la FAO muy interesante que dio lugar a un post: “Zonas Ecológicas Globales: Libro de Libre Acceso en Internet”. Sin embargo, estaba escrito en la lengua del imperio, es decir en suahili, lo cual nos dejaba escaso margen de maniobra para redactar post destinados a los chavales de habla hispana. No entendía la razón de que no hubiese sido escrito en castellano. Pues bien, tardé más de 4 horas en dar con “un” capítulo aislado” y tan solo vía Google. Por las páginas institucionales de la FAO me fue imposible. Finalmente, conseguí al día siguiente (y no sin tenacidad) encontrar el material entero en castellano y desglosado, aunque no era exactamente equivalente a la versión inglesa, debido a que el título (que versaba sobre “recursos forestales”, en contraposición al inglés que explicitaba “zonas ecológicas”) y el contenido global de la monografía eran distintos. Ya he publicado en primer post sobre el tema “Zonas Ecológicas del Mundo por Continentes (FAO 2000)”. ¿Qué hacer con el material restante, sabiendo que muchos jóvenes se encontrarán ávidos de tenerlo a su disposición? Si fuera un tramposo, resumiría, quitaría párrafos, añadiría otros, citaría el texto original colateralmente y bla, bla, bla.  Pero no lo voy a hacer así. Hay ya demasiado fulero en este mundo, incluyendo el ciberespacio. La estrategia consistirá en señalar donde está el libro y su enlace, para a renglón seguido dividirlo en partes, cambiar los títulos y fusilar las partes del texto de nuestro interés tal cual está.  Muchos os preguntaréis: ¿Pero porque no citas el manuscrito original en Español y acabas con el asunto? Por la sencilla razón de que los jóvenes estudiantes son muy impacientes, pasando a la primera dificultad a otra página Web o blog que les evite (eso creen ellos) pérdidas de tiempo innecesarias. Una de dos o lo fusilo, o lo modifico sibilinamente, o lo cito. Si apuesto por la última solución, el post solo será bajado por un escaso número de personas adultas. Si tomo la primera, no puedo considerarme honesto. En consecuencia, si me propongo que el material tenga visibilidad debo aceptar la segunda posibilidad. Y no creáis que así me ahorraría mucho trabajo, aunque me reste méritos. Resulta que hay que borrar el formato original para adecuarlo al blog, colorear los párrafos interesantes, buscar fotos (trabajo tedioso a donde los hubiera), transponer filas y columnas de todas las tablas (son ampliamente apaisadas y el blog tan solo las admite alargadas verticalmente), etc. , etc.

 

Resumiendo, si mi “compromiso social por la ciencia es divulgar”, debo abandonar ciertas querencias, entender como funciona Internet y adecuar mis tareas a las constricciones que el sistema impone actualmente. Si todos hicieran lo mismo (incluidos títulos y demás), las búsquedas en Internet serían más fáciles, mientras muchos blogs y páginas Web que actualmente apenas reciben vistas las tendrán en aluvión. Espero que esta nota sirva de orientación a algunos.

 

Juan José Ibáñez

Compartir:

Deja un comentario