Resulta difícil entender como el ser humano, que tanto alardea de sus progresos científicos y tecnológicos, no sea tan solo una pesadilla para el resto de la biosfera, sino que también resulte ser también el principal enemigo de sus propios intereses como especie. No dudamos a la hora de vanagloriarnos de nuestra “racionalidad”, ahora bien como especie no alcanzo a vislumbrar otra tan estúpida. Una y otra vez atentamos contra nuestra supervivencia. Un día, a base de intentarlo una y otra vez, lograremos extinguirnos. Tranquilos tan solo es cuestión de seguir perseverando. Para este objetivo contamos con nuestra tecnología. Hoy, 24 de octubre de 2007, el boletín de noticias de mi+d se hacía eco de una noticia aparecida en “Público” que nos daba cuenta como el abuso de la fertilización nitrogenada junto con la inestimable colaboración  de la contaminación, está poniendo en riesgo la biodiversidad de una buena parte de la flora europea. En otro post que editamos hace pocos días, mostrábamos como nuestros sesudos expertos en cambio climático se habían percatado de lo ya sabíamos los edafólogos desde hace décadas: que el incremento del CO2 en la atmósfera no generará las expectativas que neciamente habían proclamado algunos colegas: Un aumento de la concentración de este gas en la atmósfera debería incrementar la producción de biomasa en la biosfera, que de este modo contrarrestaría “en parte”, el efecto de sus emisiones, al secuestrarlo en la materia viva. Su gozo en un pozo y todo por su resistencia a aprender un poco de edafología. Cuanto dinero malgastado por desconocer que el nitrógeno del suelo asimilable por las plantas es un recurso muy limitado. Ahora resulta que en Europa lo derrochamos de tal forma, con vistas a incrementarlas producciones agropecuarias, que ponemos en riesgo nuestra biodiversidad, cuando la naturaleza ya ha ideado mecanismos ingeniosos para disponer de un poco más de N2. Vamos, que tanto esperpento se antoja a los estúpidos y dramáticos problemas que generamos en nuestra sociedad. Mientras una buena parte de la humanidad padece hambre, en la otra los problemas de obesidad devienen en pandemia. La glotonería de los países llamados desarrollados no tiene límites. Ricos seremos pero estúpidos bastante más. Veamos de nuevo  como nos las apañamos para poner la casa “patas parriba” como un niño perverso que solo pretende fastidiar.

 

 

 

Prados naturales hiperdiversos de los

Picos de Europa (España)

 

Hoy no tendré más remedio que reproducir casi entero el artículo aparecido en “publico” y escrito por Manuel Ansede, haciéndose eco de un estudio de la Fundación Europea de las Ciencias (Europen Sciences Fundation). Eso sí, iré intercalando comentarios un tanto satíricos, ya que como edafólogo os puedo decir que no es para menos. Adelantemos que, una vez más, no se trata de una noticia novedosa. Pero mostremos primero el contenido de la nota de prensa Un viejo enemigo de la flora europea” para explicar después el tema con un más detenimiento. Eso si el enemigo no es el nitrógeno sino el abuso que de el hacemos los humanos.

 

EL nitrógeno es el terminator de la flora (ya comenzamos ha inculpar a la naturaleza de suestros abusos). En Gran Bretaña, la cuarta parte de las especies vegetales están afectadas por la excesiva presencia de este elemento, que contribuye a su eliminación. Según un estudio de la European Science Foundation (ESF), el fenómeno puede estar teniendo lugar en todo el continente.

 

Los científicos saben quiénes son los culpables de esta pérdida de biodiversidad. Por un lado, los compuestos nitrogenados que emiten los tubos de escape de los vehículos, a causa de la combustión de los carburantes fósiles. Y por otro, la metamorfosis que ha vivido en las últimas décadas la agricultura, apoyada hoy en la ganadería intensiva y el abuso de los fertilizantes. (Pues eso, la responsabilidad la tiene un sistema agrario productivista basado en el abuso de los agroquímicos)


El ciclo es conocido (y nuestra estupidez también). El nitrógeno generado por el hombre contamina la atmósfera y una parte de él se deposita en la tierra. Según el estudio de la ESF, por cada 2,5 kilogramos extra de nitrógeno que se depositan en una hectárea al año, desaparece una especie de ese terreno. En las regiones más densamente pobladas de Gran Bretaña, se pueden fijar hasta 35 kg por hectárea cada año.


El investigador de la Open University de Reino Unido, David Gowing, afirma: «Había evidencias experimentales de que esto podía ocurrir, pero hemos sido los primeros en mostrar que los efectos son reales y se están produciendo ahora».

 

Vamos a ver “alma de cántaro”, que no te enteras. Cuando se fertiliza en exceso (y se añade abundante nitrógeno), o en las cunetas de las carreteras por ejemplo”, aparece una flora que denominamos arbense, muchas de cuyas especies son conocidas por los botánicos como “nitrófilas”. El exceso de nutrientes desplaza a la vegetación natural. Y esto es de primero de carrera “chaval”. Del mismo modo, el abono y la introducción de especies más productivas generaron la desaparición de las praderas de siega naturales por otras antrópicas cuya consecuencia fue la pérdida de biodiversidad de vuestros prados. Por esas razones, los británicos venís a las mismas formaciones naturales de Picos de Europa entre otras, en donde sí permanecen sin perturbaciones, con vistas a intentar averiguar lo que habéis perdido por el abuso de los agroquímicos. Dar cuatro cifras de unos pocos lugares (de extrapolación dudable)  no constituye una gran aportación a la ciencia. ¡Vende motos!


Para proteger la flora del impacto del nitrógeno, los autores del estudio proponen calcular los valores críticos de cada ecosistema. Es decir, qué cantidad puede acumular un hábitat antes de que comience a perder especies.


Misión imposible dada la enorme variedad de suelos, y ecosistemas en Europa.


PRADERAS SIN PLANTAS (O atmósfera sin aire, océanos sin agua, etc.)


Los ecosistemas más vulnerables en el caso inglés son las ciénagas y los brezales, pero el estudio muestra que en algunos lugares se ha registrado una pérdida de biodiversidad incluso por debajo del umbral crítico de nitrógeno.

 

 

 

Prados de siega

 

Los ecosistemas que mentas son marcadamente ácidos y sus plantas se denominan “acidófilas”. Cuando se abona con N, P, K, asciende el pH, por lo que la que buena parte de la flora perece y es reemplazada por otra adaptada al nuevo ambiente más rico en nutrientes del suelo. Igual hasta encaláis. Es como hacerle beber un litro de aguardiente a una persona que padece intolerancia al alcohol.


La principal autora de la investigación, Carly Stevens, insiste en que «las especies no se van a extinguir». «Pero si esto está ocurriendo en todas partes, en el futuro tendremos praderas con muchas menos especies, y no tenemos ni idea de cuáles serán las consecuencias de esta pérdida de biodiversidad», advierte.


Manuel, vamos a ver si nos aclaramos, el que desaparezcan algunas especies no significa que se pierda la cobertura vegetal o descienda el número de individuos. Lo de praderas sin plantas es una solemne estupidez.


Stevens ya publicó algunas de sus conclusiones en 2004 en la revista Science. Ahora, ha retomado el estudio dentro del programa Eurodiversity de la ESF. Su objetivo es examinar un amplio rango de praderas del litoral atlántico europeo. Gowing, por su parte, sostiene que «los Países Bajos y el norte de Alemania son el epicentro de la deposición europea de nitrógeno». Los investigadores van a estudiar 70 dehesas de al menos nueve países para ver el alcance de esta contaminación.

 

 

Prados de siega en fresnedas

 

Seamos realistas tan solo la provincia de Madrid atesora mucha mayor biodiversidad que Holanda. Allí aprender la flora se hace en un par de semanas, con o sin abonos nitrogenados. Y no sigo hablando porque (…..) Pero lo de las dehesas ya es demasiado. ¡Dios!, ¿Qué habrá traducido por dehesas! Estos son ecosistemas genuinamente mediterráneos que no se abonan (salvo en algunos enclaves privilegiados). En la Europa templada ¡no hay dehesas amigo!, ni toros tampoco, ni flamenco autóctono.


«Hemos acumulado nitrógeno durante los últimos 40 años, así que debemos estar al borde del precipicio en el que las especies cambiarán», apunta Gowing. «Tenemos unos cinco años para seguir contaminando a este ritmo, es tiempo de actuar», advierte.


Actualmente nos creemos que por poner cifras progresamos en ciencia. Y yo os digo más vale acertar aproximadamente que errar con precisión. ¿Cinco años? Todo lo dicho hasta aquí lo sabían nuestros geobotánicas y fitosociólogos de campo, especies a extinguir (como los edafólogos) bajo la política de “publica o perece”. Más vale que releyerais sus libros y artículos que seguir redescubriendo la dinamita (¡porca miseria!). Aprenderíais mucho y nos gastarías los heraldos públicos en estudiar o que ya se sabe. ¿Y después de cinco años que? Ni idea, ¿verdad?

 


CINCO MILLONES DE TONELADAS DE FERTILIZANTES


El problema:

En unos pocos decenios la agricultura se ha convertido en un sector tan contaminante como la industria. Según la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes, en España se utilizaron 4,8 millones de toneladas de fertilizantes en 2006.

 

El problema es la codicia e intentar extraer mayor productividad a costa de generar prácticas no sustentables. Por cierto, los fabricantes de fertilizantes están tan orondos y quieren vender más (recordemos de paso que la producción de estos agroquímicos consume mucho petróleo y emite generosas cantidades de CO2 a la atmósfera).


La normativa:

La UE obliga a los agricultores de las zonas más vulnerables, con concentraciones de nitratos superiores a 50 miligramos por litro en los acuíferos, a disminuir la utilización de fertilizantes.

 

Pero ya sabemos en Europa que contra el vicio de legislar leyes y más leyes, se contrapone el de no cumplirlas, bajo en propio beneplácito de los gobernantes que se divierten firmándolas. Pero en cualquier caso, no mezclemos churras con merinas (el agua con el aceite). Una cuestión son los acuíferos y otra que el exceso de nitrógeno cause una perturbación de los ecosistemas y pérdida de biodiversidad. No hace falta llagar al segundo caso para que ocurra el primero. ¿Y entonces que?

 

La solución:

Un reciente estudio de la Universidad Politécnica de Madrid sostiene que se puede reducir un 20% la filtración de nitrógenos a los suelos agrícolas mediante la combinación del riego por goteo, el uso adecuado de los abonos y el nitrógeno del propio terreno.

 

Pues manos a la obra colega, ¡reguemos nuestros ecosistemas naturales!, incluso asi padecen excedentes de agua (encharcamiento e hidromorfía) ¡Olé torero! ¿Pero que tiene que ver la agricultura con la deposición de nitrógeno en los ecosistemas naturales alimentados por agua de lluvia? Si el problema es el exceso de tráfico, el consumo de combustibles fósiles y, especialmente el abuso de las enmiendas nitrogenadas, nos desviamos de la cuestión. Aunque la acumulación de nitratos en los acuíferos es un problema muy serio, aquí se está mezclando el hambre con las ganas de comer. Hablando en cristiano, y al objeto de no confundir al ciudadano, digamos que en UK y Holanda existen enormes extensiones de prados intensivos de producción pecuaria. Para que produjeran más se han abonado e introducido especies forrajeras foráneas, todo ello en detrimento de la diversidad de los ecosistemas tradicionalmente sustentados. Y eso lo sabemos muchos de sobra, y desde que llevábamos chupete. Ahora hay un exceso en donde el problema era la carencia. Vamos como matar a un famélico niño del tercer mundo después de que se le obligara a comer 100 kilos de habichuelas el mismo día.  

 

 

 

Prados de siega empobrecidos

Por la polución nitrogenada que

Causan los fertilizantes

 

Ahora bien, sabiendo como la prensa trata estas noticias veamos la noticia original de la propia Fundación Europea de las Ciencias, que podéis encontrar en este enlace, aunque hay un artículo relacionado en este otro.

 

12. October 2007 10:55

Nitrogen – the silent species eliminator

Nitrogen pollution from agriculture and fossil fuels is known to be seriously damaging grasslands in the UK. A new European study is starting to show that the effect is Europe-wide, confirming that current policies to protect ecosystems may need a re-think.

 

When Carly Stevens finished her PhD in 2004, her findings were so significant they were published in Science. Not only that, they were selected as contributing to one of the top ten scientific breakthroughs of that year – quite something for a PhD student. Stevens had found the first evidence that nitrogen deposition from the atmosphere was depleting numbers of plant species in British grasslands. “There was experimental evidence that this could happen, but we were the first to show the effect is real and happening now,” says David Gowing, one of Stevens’ PhD supervisors at The Open University in the UK.

 

Stevens studied acid grasslands – upland pastures with relatively infertile soils. She found that in places where more nitrogen is deposited, there are fewer plant species. The gradient was so pronounced that one species has been lost for each additional 2.5 kg of nitrogen per hectare deposited every year. Nitrogen from man-made sources, like intensive farming and cars, causes significant air pollution in the UK, and some is deposited from the air on to the land. Deposition is highest in densely-populated areas, and in Britain ranges from about 5 to 35 kg of nitrogen per hectare per year.

 

The approach to protecting wildlife from nitrogen pollution is to calculate critical load values for different ecosystems – how much nitrogen a system can accumulate every year before damage occurs. Infertile habitats, like heathlands and bogs, are the most vulnerable. But Stevens’ research showed that species are being lost even where deposition is ‘beneath’ the critical load for grasslands.

 

“The species aren’t going extinct,” Stevens stresses, “but if this is happening everywhere, we are moving towards much more species-poor grasslands, and we have no idea what the knock-on effects of that will be.” . So last year, Stevens, her UK colleagues David Gowing, Nancy Dise and Owen Mountford, and a team of experts from Germany, the Netherlands and France, embarked on a Europe wide project, part of the European Science Foundation (ESF) EuroDIVERSITY Programme. The project’s aim is to see if the effects are the same on a wider range of grasslands, across the entire Atlantic side of Europe. “The low countries and northern Germany are the epicentre of European nitrogen deposition,” says Gowing.

 

70 new grasslands in at least nine countries have been added to the picture, including different types of grassland. So far, the first year’s field results seem to adhere to the pattern, showing that species loss is directly related to long term deposition of nitrogen. “The loss in Great Britain is much larger than people had imagined,” says Dise. “It’s almost 25% of species at the average deposition rate. If this is occurring across Europe, it will be a very important find.” Wildflowers and other broad-leaved species, rather than grasses, are the hardest hit.

 

The team has started experiments to see if they can establish how extra nitrogen has these effects. They hope to predict what will happen in the future. “Nitrogen deposition in Europe probably peaked in the 1990s, and is coming down now in many places,” says Gowing. But it may not be appropriate for policymakers to relax. “Having been accumulating nitrogen for 40 years,” he continues, “we might be near the edge of the cliff where communities will suddenly change. Perhaps we’ll be able to say: you have another five years of accumulating at this rate, so now is the time to act.”

 

What should be done? “We are hoping for a clear signal that you can maintain species richness [under nitrogen deposition] by biomass stripping,” says Gowing. That means extra mowing and grazing. “If we find one, we can offer a management strategy for nature conservation.”


Information for editors:


1. This project is called Biodiversity of European grasslands – the impact of atmospheric nitrogen deposition (BEGIN). It is funded under the European Science Foundation’s (ESF) EuroDIVERSITY Programme, which fosters pan-European collaborative research on biodiversity.

 

De lo que se desprenden algunas cuestiones básicas, aparte de que de las dehesas no se dice absolutamente nada, como era de esperar. La principal de todas, y como ya he expuesto con anterioridad, es que se hablan de pastos y matorrales ácidos (no de todo tipo de ecosistemas naturales), no de los que se desarrollan sobre otros más calcáreos. Obviamente al eutrofizar tales habitats, ya que no suele añadirse tan solo nitrógeno, obviamente se altera el ecosistema, eliminando las especies que no toleran (o son escasamente  competitivas) bajo las nuevas condiciones edáficas. Por tanto, la perdida de biodiversidad se produce al transformar un ecosistema natural en otro artificial, cuestión que se soslaya para generar mayor impacto entre el público. Se trata una vez más de una práctica reprochable por los vendemotos de la ciencia. Visto de este modo, es palmario que los estragos que se desprenden del encabezamiento solo afectan a unas comunidades vegetales concretas y no a la mayor parte de los europeos. Y esto ya se sabía desde hace décadas. “Once again” redescubriendo la dinamita y generando el síndrome del “catastrofo” que tanto gusta a la prensa y a los científicos de excelencia, que no a los excelentes científicos. 

 

Retornemos ahora a la otra noticia mentada, también por la fundación Europea de la Ciencia. Aunque entiendo que estoy redactando un post excesivamente largo, no me resisto a reproduciros el mismo:

 

Making more hay – what farmers can learn from ecology

Farmers all over Europe could get higher yields and fewer weeds in their intensive grasslands, if they planted more species. A new European study has shown that this basic ecological pattern holds true for planted pastures.

It is now well established in biodiversity science that when you lose species from an ecosystem, it becomes less productive. Simple communities, with only one or two species, cannot grow as much biomass as combinations of species. So why do farmers who grow grasses for animal food persist in planting only one or two species of grass, when they could get a higher yield by planting a few extra species? Perhaps ecological research does not seem relevant to farmers, who work with highly artificial plant communities, mostly monocultures. A research project involving more than 20 European countries, coordinated by the European Science Foundation (ESF), has bridged the gap, and demonstrated that the effect can work for farmers too.

 

The research had a similar set up to other large-scale ecological experiments looking at how important the number of species is to the working of ecosystems. It was the largest ever experiment of its kind and was carried out by scientists from 26 different universities and research institutes under the umbrella of the European Science Foundation’s EuroDIVERSITY Programme. There were 28 sites, dotted all across Europe, from the far north to the hot, dry south. At each site, experimental plots were planted with different combinations of four species that farmers of the region are familiar with. In central Europe, they were red clover, white clover, rye grass and cock’s foot, another grass. Some plots had just one species, some had equal quantities of all four species, and some had a different balance, such as mostly one species and smaller amounts of the others.

 

The big difference, compared to the ecological experiments, is that the plots were treated as they are on farms. They were fertilised, they were harvested by machine and yields were calculated in tonnes per hectare, instead of the normal grams per square metre. “If you want to communicate to farmers, you have to speak their language,” says John Finn, an ecologist from the Teagasc Environment Research Centre in Ireland, who presented these results to a conference of European biodiversity scientists in early October.

 

The results show that on average, if you plant four species instead of one, you get an additional 3.5 tonnes per hectare of food for your livestock. You also get fewer weeds in the field. At most sites, the yield from a mix of species exceeded the yield from a monoculture of the most productive plant, an effect known in ecology as ‘overyielding’. And the best mix uses equal quantities of each of the four plants.


Large areas of
Europe are covered with intensive grasslands,” says Finn. He argued that if these grasslands had four plant types, instead of one or two, there would be definite benefits for wildlife. “The research showed that more insects associate with the species-rich swards.” More insects means more food for wild birds and small mammals.

 

There is still work to do, to convince farmers. The scientists now have to find out how the quality of the forage changes if you add more species, and how the mixtures do when their environment is tough, as it often is in Mediterranean countries. “Our biggest challenge, though, is to communicate the

 

Sintetizando el suahili, los atores vienen a decir que es más estable y ecológicamente sano la creación de policultivos de herbáceas forrajeras que los que se generan plantando tan solo una especie.

 

De nuevo se confirman mis argumentos precedentes (os aseguro que no he hecho trampa). Ahora insisten en emular la práctica de los pastos mediterráneos en donde coexisten muchas especies, como en las dehesas. Sin embargo no se habla de pastos naturales sino depolicultivos de herbáceas” para la alimentación del ganado. Del mismo modo, entre las pocas especies introducidas, aparecen los tréboles, es decir plantas nutritivas (palatables para el ganado), ricas en nitrógeno y fijadoras del mismo mediante sus simbiosis con bacterias que lo extraen de la atmósfera y lo depositan en el la rizosfera de forma asimilable para las plantas. Tan solo se sustituye el abono polucionante por el natural de las leguminosas, por lo que el ambiente tampoco es afectado.

 

Pues bien, muchos pastoralistas españoles que “no publican o publicaban en revistas de impacto, pasado desde el ya comentado Pedro Montserrat Recoder, hasta mi amigo José Luis Gonzáles Rebollar, entre otros muchos, han reiterado hasta la saciedad  en revistas españolas lo que ahora dicen “descubrir” los anglosajones ¡zopencos!. Otros vendemotos. Ya vemos la originalidad del material de las revistas de impacto, así como se malgasta el dinero por los científicos de excelencia. ¿A que nos lleva entonces la política de pública o perece? Simplemente a denostar nuestra ciencia y borrar de la memoria el valor de investigaciones divulgadas en castellano para otorgarles el mérito a los anglosajones. Con todo mi respeto resulta que somos imbéciles de remate. En lugar de valorar nuestra ciencia y hacerla valer en Europa sepultamos nuestros logros. Luego nos quejamos de la mala visibilidad de la ciencia española. Del mismo modo, los científicos de excelencia, que no excelentes científicos, minusvaloran a los que publican en su propio idioma, sin atender a sus argumentos y resultados, sino al idioma.  ¡triste y lamentable!.

 

Un comentario más, en esta última noticia se critica a los ganaderos de persistir en una práctica escasamente rentable y poco ecológica. Se olvidan estos sabios que tales sistemas fueron impuestos por los gobiernos y multinacionales, ya que “en la revolución verde” (siempre el verde que te quiero verde”) se les instó a que así lo hicieran, por cuanto que “las evidencias científicas” de la época así lo constataban (mientras los pastoralistas españoles defendían lo contrario). De nuevo siempre se le achaca la culpa al que menos responsabilidad tiene, es decir al ciudadano. Pues no, fueron científicos, empresas y administraciones los responsables, y no el propio granjero. Bien hubieran hecho los científicos de hace pocas décadas en aprender el por que de las prácticas autóctonas en lugar de cargar contra ellas. Ahora vuelve a repetirse la arrogancia de los investigadores. Por mucha revista indexada y publicidad que pretenden darse no se trata más que de ciencia basura y de borrar nuestro legado. Y los españolitos dándoles cuerda a los anglosajones y a vueltas con el “publish o perish”. Con todo respeto, tan solo puedo decir que es una política científica nefasta, por no decir de mierda, sustentada por miopes arrogantes y como podemos observar “paletos” por no leer la investigación que se publicó en castellano en su momento. ¡Así nos va!

      

 

 

 

Resumiendo, nada nuevo bajo el sol: ni en materia de naturaleza ni en lo concerniente a vanagloriarse de la propia estupidez humana.  

 

Dedicado A Chone García Gonzáles, pastoralista española y entrañable amiga que dedico su vida (hasta su desgraciado fallecimiento prematuro) a demostrar a los anglosajones la biodiversidad y estabilidad de las culturas pastorales españolas, y en especial de los prados de siega (y en suahili)

 

Juan José Ibáñez

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3 comentarios

  1. me impresionó su artículo acerca del nitrógeno, pero quisiera que por favor pudiera hablar un poco más del mal uso de los suelos en los sectores del Sur del Ecuador ya que aquí el problema se agudiza mas cada día con el mal uso de sales minerales en el suelo y a la vez la acumulacion que esta presenta en corto plazo, lo cual a hecho que los suelos pierdan su capacidad de producción, le doy un ejemplo en el sector de Zapotillo cantón de la Provincia de Loja Ecuador la producción de maíz por hectárea era de 130 quintales, pero sin ningún uso de biofertilzantes, ya que ahora se a visto disminuída la producción en estas zonas, por favor podría darme un consejo para evitar este tipo de perdida.

  2. eXTRAORDINARIO EL ARTICULO ME SERVIRA MUCHO PARA LA CARRERA, ESTDIO TECNOLOGIA AMBIENTAL EN LA UTEQ DE QUERETARO, MEXICO.

    GRACIAS HAGAN MAS POR SI ACASO LOS NECESITO OTRA VEZ 🙂

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