Quizás el grave problema al que nos enfrentamos a la hora de darnos cuenta de las verdaderas dimensiones del problema que se avecina sea el que: “la urbe no le sienta bien al cerebro”. Como veremos hoy, numerosos “urbanistas”, seguramente “urbanitas”, se encuentran emocionados con el reto de planificar las nuevas megapolisinteligentes” en lo que nos hacinaremos cientos de millones de personas, como ratas. Posiblemente, hasta los lúgubres escenarios del film Blade Runner se queden cortos, por cuanto lo de exportar la población “sobrante” de este planeta a otros parece, hoy por hoy, un reto quimérico, al menos a corto y medio plazo. No se trata ya de su dudosa viabilidad científico-tecnológica (unos pocos habitantes si, pero miles de millones …), sino esencialmente económica. Eso sí, los científicos, cada uno desde sus reduccionistas atalayas, en sus respectivas torres de marfil, analizan tal problema, como si de hecho vivieran en otras de babel. Nadie perece reconocer la dimensión global y holística del drama al que nos veremos obligarnos a hacer frente, tarde o temprano. Cada uno, desde la óptima de su disciplina, analiza la parcela de su competencia sin entender nada de las restantes (o sin prestar atención alguna) ya que “el todo es más que la suma de las partes” Se trata del principio más elemental de la teoría de sistemas. Y así, aparecen noticias como la de hoy, la cual soslayo calificar. Los urbanistas no tienen ni idea de ecología, como tampoco del significado de una pirámide de población (ver nuestro post: “ecosistemas: redes tróficas, redes energéticas, cadenas alimentarias y pirámides de población”). Los “tocagenes”, tan arrogantes como miopes, consideran que los transgénicos lo solucionarán todo. Podemos demostrar que no es así.  Como defendimos en su día, nos dirigimos hacia una situación de no retorno, hecho que denunciamos en nuestra entrega “una sociedad insustentable: sobre demografía, estilos de vida y envejecimiento”. Tengo la impresión de que en esta sociedad, ante los graves retos del futuro, adoptamos la postura del avestruz. Desde nuestra óptica de edafólogos, cabría denunciar que no dispondremos de suelos con el potencial agrícola adecuado como para hacer frente a la creciente demanda alimentaria, como de otros bienes de consumo, que un mundo superpoblado demandará. Como ecólogos, es nuestra obligación hacer entender al ciudadano que: ¿o la biosfera o un planeta superpoblado? Ambos entes, hoy por hoy resultan ser irreconciliables, por mucho que nos empecinemos en intentar soslayar tal dilema o salirnos por la tangente, como en la nota de prensa que os ofrecemos hoy.

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Ciudadano verdemente inteligente de una futura ciudad superinteligente. Fuente: Wellcome to foodgilr

Uno de los problemas más graves de la expansión urbana estriba en que suele devorar los suelos con mayor potencial productivo. La cobertura de este recurso natural a escala mundial (edafosfera) es extensa, empero los buenos suelos para la producción agroalimentaria no, estando la mayor parte de ellos en uso. Las urbes no se ubicaron en sus posiciones actuales al azar, sino porque sus tierras proporcionaban asentamientos con agua, suelos productivos, así como accesibilidad a otros bienes naturales de consumo. Empero al ir creciendo, tanto las ciudades en si, como sus infraestructuras periurbanas, hemos destruido irreversiblemente una buena parte de los suelos fértiles, a pasos agigantados. Por tanto, poner en cultivo otros de mala calidad se plantea como un reto harto difícil, por cuanto, aun con la tecnología actual más avanzada, se requerirían incalculables esfuerzos económicos, así como una ingente mano de obra. Si adicionalmente los “sabios” nos vaticinan que  gran parte de la población vivirá en las ciudades, realmente resulta difícil imaginar un escenario viable, a no ser que impidamos que tal hecho ocurra, mejorando ostensiblemente las condiciones para una sana vida rural y, espacialmente lejana del mundo urbanita. Por supuesto, el capitalismo neoliberal no haría ascos ante la posibilidad de una esclavitud más o menos soterrada, ¿verdad?

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Todo se contagia excepto la inteligencia. Un mundo feliz en una factoría China. Fuente. Chima Mike

Los “tocagenes” insisten en las bondades de las plantas modificadas genéticamente, augurando que, tarde o temprano, podrán suministrar alimento a una gigantesca población hambrienta. Habría que recodar que los transgénicos son clones a los que se les añaden algún gen con vistas a defenderlos de tal o cual enfermedad, estrés hídrico, salinidad, o incrementar la producción de biomasa.   Sin embargo, los organismos clónicos adolecen de otros problemas. Así, por ejemplo, si una nueva plaga emerge, arrasa tales cultivos inexorablemente, ante su déficit de variabilidad genética. Del mismo modo, suelen requerir grandes dosis de fertilizantes y pesticidas que envenenan el ambiente. Tal  hecho, a gran escala, genera contaminaciones monstruosas, que lesionan gravemente tanto la salud de la biosfera como de los ciudadanos. Más aun, se requieren cuantiosas inversiones a la hora de implantar tales productos en el mercado. Por esta razón, tan solo las multinacionales más poderosas, con sus patentes, son capaces de comercializarlos. Soslayando detalles, el resultado final son millones de campesinos sujetos a la esclavitud de estas empresas y una pérdida de la soberanía alimentaria de los países menos desarrollados. Podríamos alegar mucho más a este respecto, pero lo dejaremos para otro post. Sin embargo, es palmario que no existen clones resistentes a todas las enfermedades y estreses ambientales que acechan u un cultivo concreto. Resumiendo: «los genes les impiden visualizar el genoma completo«

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Trasporte inteligente para una ciudad inteligente. Fuente Knowledge is power

Ahora los urbanitas, nos hablan de convertir nuestras urbes en grandes huertos, utilizando terrazas y/o cultivando minúsculas parcelas en sus contaminadas periferias.  Se trata de una práctica encomiable y que animaría a llevar a cabo ¡ya!. Sin embargo, tal actividad tan solo paliaría una ínfima parte de la demanda alimentaria de las propias urbes. Eso si, no podemos negar que si sustituimos tales cultivos por bioreactores que produzcan algas comestibles, habría que replantearse lo hasta aquí mentado. No obstante, alimentarse devendría en una actividad monótonamente tediosa. Buena parte de los edificios de nuestras grandes ciudades no se encuentran diseñados para cumplir con tales menesteres. En consecuencia, deberían demolerse con vistas a sustituirlos por otros más adecuados. ¿Una nueva oportunidad para los amantes del “ladrillazo”?. Empero a pesar de todo, debido a que unos habitáculos (denominados casas) se reducen de tamaño conforme crece la población, difícilmente dispondrán del espacio para lograr en razonable autoabastecimiento de las nuevas familias urbanito-agrarias. Más aun, al pensar en las huertas sembradas en terrenos periurbanos de gigantescas megapolis ve veo comprando un boleto de un tren de alta velocidad con vistas a desplacerme cotidianamente para cultivar mis valiosos e imprescindibles alimentos (¿decenas o centenas de Km.?) Y todo ello, en una sociedad en la que se exige al ciudadano que trabaje más y más horas diarias, para ser “competitivos” y no perder el empleo.

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Una ciudad  inteligente a lo Blade Runner. Fuente Bula Water exchange

Por otro lado, para mantener una sociedad con una pirámide demográfica saludable, se requiere que existan más infantes que jóvenes, jóvenes que personas adultas, y más adultos que ancianos. De no ser así, el sistema se inestabiliza. Por tanto, tomar medidas a tiempo (si es que disponemos del mismo) y no esperar a que seamos 9,00.000.000 o 10,000.000 individuos, resulta imperativo. En el “mejor” de los casos, nuestros sabios pretenden construir una sociedad de viejecitos, sustentadas por unos pocos jóvenes, lo cual pervierte cualquier escenario de una demografía razonable. De cualquier modo, seguiríamos devorando tierra y devastando la biosfera. Se trata de soluciones someramente paliativas, no de alternativas contundentes. Y que conste que no estoy en contra de tal actividad, pero reitero que no soluciona el dilema al que nos enfrentamos.

Hablar de ciudades inteligentes es un ejercicio intelectual, por cuanto para conseguirlas se demandan líderes inteligentes y éticos, empresas éticas e inteligentes, “sabios éticos e inteligentes y ciudadanos honestos e inteligentes. Empero hasta donde yo alcanzo a vislumbrar, la ética en la economía globalizada que sufrimos brilla por su ausencia y la inteligencia (…) depende de para qué (…).

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Los jóvenes inteligentes del futuro tras quitarse sus prótesis y demás utillaje tecnológicamente inteligentes. Fuente: Bea

Francamente, a gran parte de nuestros sabios parece que se les “ha ido la olla”, es decir que su cabeza no funciona muy bien.  Y recordar, nos estamos quedando sin buenos suelos agrícolas, a la par que la mala gestión de los que atesora la edafosfera los estamos salinizando, contaminando, erosionando, etc., etc. ¿Siempre nos quedará el mar verdad? ¿Podremos cultivar en el?  ¡Posiblemente!. Ahora bien, ante tanta ética e inteligencia, tan solo equivaldría a posponer una crisis que hunde sus raíces en la estulticia humana.  ¿Y en las nubes? ¿Por qué no mejor en las azoteas de neutros sabios y dirigentes? Nadie duda que de tanto pensar se están quedando calvos.

Juan José Ibáñez

¿Dónde metemos a 7.000 millones de personas?

Cualquier niño que nazca en aproximadamente cuatro meses puede convertirse en el habitante 7.000 millones de la Tierra, pero todo apunta a que ese hipotético bebé nacerá más bien en India, donde al año se producen 27 millones de alumbramientos. En poco más de un siglo la población de la Tierra se ha multiplicado por cuatro y seguirá creciendo de forma vertiginosa todavía otro medio siglo más, hasta alcanzar los 9.000 millones.

FUENTE | El País Digital; 20/06/2011

Hasta hace poco, Naciones Unidas consideraba que ese sería el cénit y que, a partir de esa cifra comenzaría una lenta y progresiva reducción de la población. Sin embargo, ahora sostiene que el planeta albergará 10.000 millones de personas a finales de este siglo. El desafío no es solo la alimentación sino muy especialmente organizar ciudades para darles cabida.

Urbanistas, arquitectos y decenas de miles de expertos estudian cómo hacer frente al reto de adaptar las urbes a semejantes volúmenes de habitantes. Cuentan, además, con otro flujo añadido: los 3.000 millones de personas que en las próximas décadas abandonarán el campo para buscar un futuro supuestamente mejor en la ciudad. Y todo ello dentro del temor cada día más generalizado al cambio climático y a las catástrofes naturales que desencadena, desde horrendas sequías a salvajes inundaciones que se vuelven más frecuentes conforme la Tierra se calienta y aceleran la huida del campo a la ciudad.

José María Ezquiaga, arquitecto, sociólogo y uno de los grandes urbanistas españoles, afirma que «el problema no es si cabemos, sino si nos alojamos bien«. Y esto supone que los recién llegados deben tener acceso a la educación, la salud, el agua potable y el saneamiento. Además, la autoridad local debe ser capaz de «mitigar el impacto medioambiental por la pérdida de suelo agrícola y la contaminación de la construcción«.

Hasta ahora, las ciudades solo ocupan el 2% de la superficie terrestre. Pero la alarma desatada por el aumento experimentado por los precios de la alimentación en los tres últimos años, al no haber crecido la producción tanto como el consumo, ha levantado las voces de quienes denuncian que el cemento arrasa suelos fértiles. Como Hans-Joachim Braun, director del Instituto mexicano de Trigo y Maíz, que afirma que la expansión urbana se come tierras de cultivo y compite con los agricultores por el agua.

Anthony Townsend, director de investigación del californiano Instituto para el Futuro, señala por teléfono que una de las propuestas del IFTF para la sostenibilidad de las ciudades es «impulsar el cultivo urbano«. Se trata de crear edificios con terrazas y balcones que faciliten el cultivo de hortalizas y verduras y educar a la población para que tenga pequeñas huertas urbanas para sus necesidades.

La mayoría de los urbanistas consultados no ven el crecimiento poblacional como una lacra sino como una oportunidad para utilizar mejor y con más sabiduría los recursos que tenemos y para estudiar y aplicar las innovaciones tecnológicas. Además, apuntan que la ciudad actúa como un exitoso método de control de natalidad, ya que al mejorar el nivel de vida y tener acceso a la salud se limitan voluntariamente los hijos sin necesidad de medidas coercitivas, como en China, ni esterilizaciones forzosas, como las que llevaron a la primera ministra de India Indira Gandhi a perder el Gobierno en 1977.

En la actualidad, el 50% de la población es urbana y en 2050 ese porcentaje habrá aumentado al 75%. «Pero también es importante tener en cuenta que las ciudades ya crean 80% de la riqueza total«, destaca Ezquiaga.

Para el arquitecto Alejandro Zaera, curtido en numerosos proyectos internacionales, el urbanismo «es muy excitante porque afecta cada vez a un mayor número de personas». Zaera, que cuenta con uno de sus textos incluido en The Endless City, una de las principales obras teóricas de la arquitectura mundial, del británico Ricky Burdett y de Deyan Sudjic, afirma que «el gran reto es la sostenibilidad de las ciudades». Esto requiere de forma urgente «disminuir su consumo energético, fomentar el transporte público y eliminar el vehículo privado». En este sentido, apuesta por urbes con una alta densidad de población, como Nueva York, Shanghai, Tokio, Hong Kong o Barcelona.

Zaera apuesta por «modelos de vida con una mayor tolerancia al frío y al calor», de manera que con edificios «mucho mejor aislados, con un mejor comportamiento y que se verticalizan de forma natural» pueda prescindirse en gran medida de la calefacción y el aire acondicionado. Para luchar contra el cambio climático que nos afecta a todos defiende que la comunidad internacional imponga una tasa sobre las emisiones de dióxido de carbono, ya que, por ejemplo, «los ciudadanos de EE.UU. emiten cuatro veces lo que deben para ser sostenibles».

Ezquiaga señala que a la hora de preparar a las ciudades para la avalancha que se prevé hay que distinguir entre las del mundo desarrollado y las de los países emergentes. En el primero, habrá un mínimo aumento de habitantes. El problema es «contener la dispersión de la población».

En los países emergentes, por el contrario, la población urbana aumentará en un 91% entre 2010 y 2030. «Lo importante», afirma Ezquiaga, «no será tanto contener el crecimiento de las urbes como afrontar la pobreza y facilitar a todos agua potable, saneamiento, energía y transporte. Además, habrá que limitar el impacto medioambiental que provoca el paso del suelo agrícola a urbano».

La Unión Europea financia estudios y centros dedicados a investigar sobre las llamadas «ciudades inteligentes», en las que la conectividad desempeña un papel muy importante para garantizar «la creación de riqueza, la sostenibilidad social y el medioambiente», afirma Panagiotis Tsarchopoulos, director de Urenio, un instituto de Salónica (Grecia). Añade que ya tienen diseñado el proyecto de la futura Salónica inteligente, que incluye seis distritos con servicios diferentes y plena conectividad, a través de sensores y sistemas de software. Y lamenta que la crisis económica haya impedido a la municipalidad financiar la puesta en práctica del proyecto.

En esta línea se encuentra también Agenda Futura: El mundo en 2020, un proyecto en el que participan numerosas empresas para estudiar las posibilidades que brinda el crecimiento de la población en los próximos 10 años. La idea fue lanzada en Estambul, la mayor megalópolis de Europa, con más 10 millones de habitantes, y, según el semanario The Economist, la ciudad de «mejor comportamiento» del año 2010, no solo por la mejora de su nivel de vida sino porque creó un 7,3% de empleo, uno de los grandes retos de las urbes. De hecho, la búsqueda de un empleo remunerado es la gran aspiración de quienes abandonan la vida rural por la ciudad.

Zaera señala que en el futuro «tal vez sea necesario prescindir» de los grandes templos que se construyen ahora, «como la Ciudad de la Cultura de Valencia», en aras de la «sostenibilidad y de dedicar los recursos financieros a estructuras urbanas que hagan las ciudades más vivibles». Este es el gran objetivo de urbanistas y expertos: que aunque se conviertan en megalópolis de hasta 100 millones de habitantes sigan ofreciendo a los ciudadanos trabajo y esperanza en un futuro mejor.

Autor:   Georgina Higueras

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La urbe no le sienta bien al cerebro

Que vivir en la ciudad aumenta significativamente el riesgo de padecer depresión, ansiedad y sobre todo esquizofrenia se sabe hace décadas, y el vínculo es tan claro que los expertos aceptan que debe de haber una relación causal: en la vida urbana hay algo que no le sienta bien al cerebro humano.

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5 comentarios

  1. […] Quizás el grave problema al que nos enfrentamos a la hora de darnos cuenta de las verdaderas dimensiones del problema que se avecina sea el que: “la urbe no le sienta bien al cerebro”. Como veremos hoy, numerosos “urbanistas”, seguramente “urbanitas”, se encuentran emocionados con el reto de planificar las nuevas megapolis “inteligentes” en lo que nos hacinaremos cientos de millones de personas, como ratas. Posiblemente, hasta los lúgubres escenarios del film Blade Runner se queden cortos, por cuanto lo de exportar la población “sobrante” de este planeta a otros parece, hoy por hoy, un reto quimérico, al menos a corto y medio plazo. No se trata ya de su dudosa viabilidad científico-tecnológica (unos pocos habitantes si, pero miles de millones …), sino esencialmente económica. Eso sí, los científicos, cada uno desde sus reduccionistas atalayas, en sus respectivas torres de marfil, analizan tal problema, como si de hecho … [Seguir leyendo…] Compromiso social por la ciencia Master Site Feed Posts […]

  2. los nuevos urbanistas están obligando a la población a vivir cada día en espacios más reducidos con el cuento de ciudades sustentables, calles sin un árbol, cuartos de 2 m por 2.50 m etc y por supuesto es lo último para la solución a al aumento poblacional, qué tal?

  3. Pues si Héctor, con variantes o sin variantes es más o menos lo mismo.
    Un cordial saludo

    Juanjo

  4. Buenas noches, sé que este no es el lugar indicado, pero soy habitual seguidor de este blog y respeto mucho sus opiniones. Me gustaría saber su opinión sobre un reportaje del programa de Tve «Documentos TV» titulado «Una dieta de desechos» porque yo trabajo en temas de compostaje, tecnosuelos y residuos.. y he alucinado literalmente con este reportaje en una televisión pública. Muchas gracias y disculpe las molestias.

  5. Hola Biólogo,

    Lamentablemente no vi el programa. Sin embargo se trata de documentos TVE tiene bastante credibilidad. No es la primera vez que se denuncian hechos lamentablemente ciertos aunque secuestrados previamente al público en algún sentido.

    Hace años vi uno del reciclado de las mercurio de las pilas y ponía los pelos de punta (de reciclado nada de nada). Hace menos de un año, se visionó otro «la obsolescencia programada» que denunciaba los delitos, al menos éticos del capital» y más de lo mismo. Son programas muy fiables ya que si no no los pondría la TV oficial del Estado.

    ¿Cual era el título del documento?

    Un cordial saludo

    Juanjo Ibáñez

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