La noticia que analizamos hoy resulta ser lo suficientemente clara como para no extendernos innecesariamente sobre la misma. Se han descubierto fragmentos del virus de la viruela dentro de cadáveres congelados en el seno del parmafrost siberiano. Personalmente he presenciado conferencias de la escuela rusa de edafología en donde se estudiaban y clasificaban los suelos de estas “necro”polis a las que llamamos cementerios (aunque no heladas). Empero numerosas bacterias también pueden persistir en el seno del permafrost y los suelos que los recubren: “Criosoles”. Algunos de los virus y bacterias allí escondidos, podrían poner en riesgo la salud pública, como también la de los animales y plantas, especialmente si el calentamiento climático siguiera su curso actual, deshelándose amplios espacios geográficos de estas estructuras superficiales terrestres.  Los restos de la viruela han sido detectados por científicos, por lo cual la preocupación que muestran algunos expertos pudieran ser exageradas, si bien la Organización Mundial de la Salud suele quitar hierro en situaciones similares con vistas a evitar alarmas, ya estén ajustadas o no.  Ahora bien, los paisanos siberianos que urgen en el suelo deshelado buscando algún tipo de hallazgo (arqueológico/paleontológico) que le proporcionase beneficios en una superficie tan extensa como despoblada e inexplorada, pudieran topar con algún bichito/patógeno virulento, enfermándo y contagiando de paso a sus vecinos. Y así pudiera comenzar una epidemia inesperada que retornara del frio pasado. Se trata de un riesgo que debe valorarse. Sin embargo, desde otro punto de vista, tales hallazgos también pueden ser analizados desde otras perspectivas, interesantes a la hora de avanzar en la comprensión de la expansión de las epidemias en el pasado (humanas, ganaderas o que afecten a las plantas) en las enormes extensiones de estos espacios helados.  Ya os comentamos que los suelos son bloques de memoria de los ambientes del pasado, ocultando numerosos secretos. La mayoría de ellos permitirán el progreso de le ciencia, empero si no somos precavidos la humanidad también puede llevarse alguna que otra sorpresa desagradable. Reiteremos que los comentarios de los expertos que, abajo os exponemos, resultan tranquilizadores, pero tan solo “en parte”, por la razón previamente aludida. No olvidemos tampoco que otros edafotaxa, como los Histosoles o turberas, especialmente en sus capas profundas, son potencialmente capaces de albergar reservorios de microrganismos patógenos. Se trata de un hecho que no podemos ni debemos soslayar aunque tan poco airear de forma sensacionalista. El futuro, conforme sopesemos este tipo de descubrimientos, ofrecerá un panorama más objetivo acerca de los problemas potenciales der tal guisa. Pd. Sin embargo, días después de escribir este artículo, Miguel Ángel Jiménez Clavero, en su blog nos ofrece una versión más tranquilizadora respecto a los virus: “¿Lo que había en una momia enterrada en Siberia hace 300 años era viruela?«. Esperemos que así sea.

Juan José Ibáñez

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Riesgos ocultos en el permafrost Fuente: Climate Force

 La viruela ‘reaparece’ en unas momias congeladas en Siberia

Uno de los enemigos más aterradores que ha tenido la humanidad, culpable de la muerte de hasta 600.000 personas al año y de cinco reyes europeos sólo en el siglo XVIII, ha reaparecido en una fosa común de Siberia sepultada hace tres siglos.

FUENTE | Materia Publicaciones Científicas 23/11/2012

Allí, un grupo de arqueólogos ha desenterrado cinco momias congeladas, pertenecientes a dos mujeres, un hombre y dos niños inhumados juntos alrededor del año 1714 en Churapcha, a pocos cientos de kilómetros del Círculo Polar Ártico. Una de las momias presentaba huellas de hierro en sus pulmones, vestigio de que se encharcaron de sangre antes de morir.

Posiblemente, la mujer, de unos 23 años, sufrió dolores de cabeza y fiebre de hasta 40 grados durante tres días. Entonces aparecerían en su boca y su lengua pequeñas manchas rojas, que rápidamente se convirtieron en llagas, mientras su cuerpo se llenaba de pústulas. La mujer, confirma su autopsia tres siglos después, murió por la viruela, la única enfermedad que ha sido erradicada de la faz de la Tierra, gracias a una campaña de vacunación de dos siglos.

35 años después del último caso de viruela en el mundo, el del somalí Ali Maow Maalin, restos del virus asesino han vuelto a aparecer, agitando el temible fantasma de un brote. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. consideran esta posibilidad como «aterradora». La reserva estratégica de la OMS apenas dispone de 30 millones de vacunas.

ORO, DIAMANTES Y VIRUS

La historia se remonta a 2004, cuando una expedición de arqueólogos franceses y rusos husmeó en varios yacimientos del noreste de Siberia, en la República de Sajá, una región rusa del tamaño de India preñada de oro y diamantes. En uno de ellos aparecieron varias tumbas de madera llenas de cadáveres congelados, procedentes del puente entre los siglos XVII y XVIII, cuando la peste de la viruela se extendía a sus anchas por Europa.

Un equipo de científicos dirigidos por el virólogo Philippe Biagini anuncia en la revista The New England Journal of Medicine que en el tejido pulmonar de la momia hay fragmentos del ADN del virus mortal. Al menos unos cientos de pares de bases de un genoma de 186.000. Son inofensivos, pero advierten de un riesgo improbable pero teóricamente posible: que el virus reaparezca con capacidad infecciosa en una momia congelada y provoque una plaga. «Creo que es improbable, pero queremos estar preparados», explica Inger Damon, uno de los mayores expertos del mundo en el virus de la viruela. Damon es jefe de la unidad de poxvirus de los CDC en Atlanta, uno de los dos únicos lugares del mundo que custodian las últimas muestras del virus, a salvo de posibles bioterroristas.

«Nuestra experiencia hasta la fecha, estudiando restos momificados con lesiones similares a las de la viruela, es que el ADN aparece con poca frecuencia bien preservado», detalla Damon. En las cámaras frigoríficas de los CDC, vigiladas como si se tratara del botón rojo nuclear, los últimos virus de la viruela se mantienen a 80 grados bajo cero o en nitrógeno líquido, inmersos en un suero adecuado. Nada que ver con las condiciones de un cadáver humano enterrado desde hace tres siglos en el permafrost, los hielos perpetuos del suelo siberiano.

A FALTA DE UN ANÁLISIS MICROSCÓPICO

Sin embargo, los expertos desconfían. Sergei N. Shchelkunov investiga con el virus en el otro fortín que custodia las últimas muestras de viruela: el Centro Estatal de Investigación en Virología y Biotecnología VECTOR, en Koltsovo, un asentamiento de bloques de hormigón de unos 10.000 habitantes levantado en Siberia para los científicos. «Teóricamente todo puede ocurrir, pero es este caso nadie ha sido infectado y sólo se han visto pequeños fragmentos de ADN del virus«, tranquiliza Shchelkunov.

El investigador ruso, no obstante, recomienda analizar los tejidos pulmonares de las momias con un microscopio electrónico para buscar viriones, partículas víricas completas y con capacidad infecciosa. Todavía no se ha hecho, según reconoce el hombre que ha dirigido el análisis de las momias, jefe de la Unidad de Virología Molecular en Marsella del Établissement Français du Sang Alpes-Méditerranée (EFS), la organización pública que controla las donaciones de sangre en Francia. «Llevaremos a cabo esos análisis en un futuro próximo», avanza. Ante la pregunta de si es posible que se encuentre algún día un virus activo en un cadáver congelado, Philippe Biagini es contundente: «Mi respuesta es no».

El virólogo español Antonio Alcami es uno de los pocos científicos que han tenido en las manos fragmentos de ADN del virus de la viruela. Se los enviaron por correo vigilado desde los CDC de Atlanta hasta su laboratorio en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid. Ante el hallazgo de restos del virus en las momias siberianas, Alcami recuerda el caso de otro virus, el de la gripe española, que se llevó por delante a 50 millones de personas en 1918 y desapareció. En 2005, un médico y un genetista militar de EE.UU. reconstruyeron el genoma del virus a partir de los pulmones de una mujer enterrada en el permafrost del cementerio de la aldea de Brevig Mission, en Alaska. El ADN estaba en pedazos. Fue como reconstruir un puzle.

UNA RECETA PARA BIOTERRORISTAS

Alcami, miembro del Comité Asesor de la OMS en Investigaciones sobre el Virus de la Viruela, cree que un bioterrorista podría ir a los cementerios de Siberia en busca de restos de ADN de la viruela, pero no tendría sentido, porque su secuencia, el libro de instrucciones del virus, ya está publicada. «El genoma del virus se puede sintetizar en un laboratorio, pero con eso no basta, porque su ADN por sí solo no es infeccioso«, explica. Para ser mortal, el virus también necesita sus proteínas, esenciales para burlar las defensas del cuerpo humano, y su envoltura lipídica, una doble capa que cubre su ADN. «El virus de la viruela es frágil, entre otras cosas por su envoltura lipídica», subraya el virólogo.

Alcami habla con una tranquilidad sorprendente sobre una amenaza que podría acabar con la humanidad tal y como la conocemos. «Si yo fuera terrorista, reconstruiría la secuencia del virus de la viruela humana en el laboratorio e intentaría preparar una mezcla con el virus de la viruela de las aves. Nadie lo ha hecho ni lo ha publicado, pero técnicamente se puede hacer si se tiene el suficiente dinero«, resume. «No hace falta ir a los cementerios de Siberia».

Sin embargo, Alcami es cauteloso. «Que aparezca un virus de la viruela con capacidad infecciosa en una momia congelada es muy improbable, pero ningún científico va a decir que sea imposible«, advierte.

El investigador español tiene permiso para trabajar con fragmentos de ADN del virus, pero no con partículas completas. Y, pese a que no son infecciosos, la OMS le prohíbe que un fragmento de ADN de la viruela coincida en la misma sala con otro poxvirus, la familia a la que pertenece, por si su mezcla es una bomba biológica. El riesgo es inasumible. La OMS no quiere que el virus renazca desde un rincón de la Tierra. Tampoco desde un cementerio siberiano del siglo XVIII.

Autor: Manuel Ansede

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Un comentario

  1. […]  En un post precedente ya comentamos que la bioprospección de los suelos y regolitos (en este caso Criosoles/Gelisoles y permafrost respectivamente) iba a deparar numerosas sorpresas, y entre ellas la identificación de abundantes especies, géneros, familias (…) desconocidas (o como se suele decir, nuevas para la ciencia). Y para corroborarlo, la noticia que reproducimos hoy nos informa que se ha encontrado una nueva familia de virus gigantes (que pueden visualizarse a simple vista) a la que le ha denominado “Pithovirus” que llevaba congelada 30.000 años, allí en Siberia, ¡tan fresquita!. Al parecer tal “bestia enana” infectaba a ciertas Amebas del suelo (y otros protistas), como las denominadas Acanthamoeba que suelen habitar en el medio edáfico. Se trata de una simple muestra de todas las sorpresas que nos depararía una bioprospección seria de ese universo invisible que existe bajo nuestros pies, al que la ciencia moderna soslaya con soliviántate insistencia. Como el contenido de la nota de prensa es bastante claro (por fortuna), no os castigaremos más con nuestras elucubraciones. Tan solo indicar que los investigadores implicados denuncian que un día podemos sacar a la luz “sin querer queriendo” algún patógeno que pueda depararnos desagradables sorpresas. En este post ya aventurábamos el riesgo potencial de explorar el permafrost, por lo que el contenido de la noticia de hoy sobre este asunto no nos sorprende en absoluto. ¡Cuidadito cuando metáis las manos en estos ambientes gélidos, ya que se pueden helar o infectar!, y la prensa podrá terminan elaborando titulares del tipo: “La Pandemia Bíblica que Resurgió del Submundo” (ya sabemos cómo son los plumillas). Pues nada, os dejamos con la noticia. […]

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