Diseño de Reservas Naturales de Suelos (Biodiversidad y Geodiversidad) 1

La Conservación de los Recursos y los Métodos de Selección de las Áreas a Preservar. Introducción (1). Como Hemos comentado hasta la fecha, solo se ha prestado atención a la conservación de la biodiversidad sobre el suelo, no a la que acaece en su seno, a pesar de que el Consejo de Europa, en sus comentarios a la futura directiva de protección de suelos, menta el interés de mantener tanto la última, como la de los propios edafotaxa. Por su parte las metodologías para el estudio de la geodiversidad no han pasado de contemplar el interés de conservar ciertas estructuras geológicas singulares. En esta sección de contribuciones intentaremos abordar el tema en profundidad.

Uno de los problemas esenciales en biología de la conservación son los recursos limitados, de todo tipo, de los que se dispone con vistas a llevar tales iniciativas a buen puerto. A tal respecto, Vane-Wright y colaboradores han trabajado intensamente sobre el tema del diseño de reservas naturales desde principios de la década de los 90. Estos autores reconocen una serie de principios a seguir:

 

(i)                 eficiencia y complementariedad (la eficiencia deseada se alcanza cuando se maximiza la complementariedad (ver más abajo)

(ii)               vulnerabilidad y «triagle«

(iii)             viabilidad e imperativo ecológico y

(iv)              flexibilidad y redes orientadas al objetivo, en donde la flexibilidad podría definirse como el grado en que diferentes configuraciones de una red pueden satisfacer los objetivos de conservación, para un determinado número de sitios o el área total a preservar.

 

Existe una abundante literatura en lo concerniente a la optimización del diseño espacial de reservas individuales o redes de reservas (Shafer 1990; Usher 1991; Vane-Wright, 1996). Lamentablemente, sin embargo, una buena parte de dicha literatura se basa acríticamente en la Teoría de la Biogeografía Insular y su premisa del equilibrio de las comunidades ecológicas). Como hemos visto, no hay razón alguna para continuar manteniendo tal teoría en lugar de la denominada «Hipótesis de Heterogeneidad de Hábitat». La cual nosotros y algún autor más ha corroborado ampliamente.

 

Sin embargo, dada la gran cantidad de situaciones que pueden acaecer en la naturaleza y la sociedad, así como la idiosincrasia inherente a cada ecosistema y taxa (cada río, bosque, pradera, suelo, etc., pueden atesorar elementos únicos merecedores de protección), una metodología que integre simultáneamente todos estos factores, es muy difícil, por no decir imposible, de elaborar.

 

La forma de una reserva, ha sido considerada por muchos expertos como una propiedad importante. Nosotros no pensamos que esta aseveración sea válida para todos los taxa, comunidades, y menos aún para el caso de los suelos u otras estructuras abióticas. Con vistas al diseño de reservas extensas la forma no suele ser importante. Por el contrario, cuando se requiere el diseño de una red de pequeñas reservas, especialmente en los países industrializados, esta propiedad puede ser crítica en muchas ocasiones. La paradoja con que se encuentra el experto es que, en la última situación, suele encontrarse con muy pocas alternativas, debido al conflicto por los usos de un recurso limitado, como lo es el suelo. Y al contrario, en las áreas más remotas del mundo, donde las reservas de suelos pueden ser muy grandes y por ello no generar tales conflictos, la forma carece de importancia. Ya Game en 1980 escribió:

 

«la diversidad de los suelos y otras heterogeneidades del hábitat (p. ej. geomorfología) deben ser maximizadas, mientras que ninguna forma a priori es mejor que otra«.

 

El criterio de rareza o singularidad da más valor a aquellos taxa que son infrecuentes en el área de estudio. Se han propuesto varios criterios al respecto, por autores tales como Van der Ploeg en 1986. El criterio de naturalidad o representatividad, por el contrario, hace énfasis en conservar el mayor número posible de elementos de cualquier ensamblaje a preservar (p. ej. las especies de los ecosistemas o los edafotaxa de un paisaje de suelos) en un territorio  o región concretos. De este modo, la representatividad se despreocupa de aquellas especies que no se desarrollan de forma natural en el área de estudio (p. ej. especies invasoras, astrosuelos y tecnosuelos, en el caso de los sistemas edáficos, etc.). Sin embargo, a largo plazo, la percepción de estas últimas puede cambiar e incluso invertirse en sus términos, como apuntó Usher en 1991. Así, por ejemplo, en ciertos países como EE.UU., hoy se conservan los viejos vertederos humanos por su valor para los estudios antropológicos. Del mismo modo, ciertos antrosuelos indígenas milenarios deben conservarse, debido a la información que atesoran. Por tanto, los criterios de rareza y representatividad también son importantes, al contrario que el de la forma, con vistas al diseño de redes naturales de suelos (o de otros recursos abióticos) en una determinada región.

 

Juan José Ibáñez

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3 comentarios

  1. Gracias por el esfuerzo de escribir sobre esto que siendo tan importante y prioritario, es muy difícil de encontrar buena información. Y su resumen me ha aclarado esto antes de una exposición para los miembros de una Ong en la que participo.

    Saludos desde Chile.

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