Cuando la CAM nos comunicó el interés de que escribiéramos sobre el accidente de Chernóbyl, dado que se cumple la celebración (este vocablo no me resulta afortunado dado el tipo de evento), la idea no me atrajo en absoluto. Por un lado, no soy experto en un tema tan especializado como este. Por otro, en bastante líos me meto como para abordar un asunto tan espinoso, tanto más, por cuanto soy un recalcitrante enemigo de la industria nuclear. No me duele tomar postura desde el principio. Seré de todo, pero no hipócrita. Más aún, nuevamente pretende relanzarse la obtención de energía por la vía atómica tomando como pretexto la crisis energética y vendiéndonos que la última generación de reactores (la cuarta, creo recordar) es más que segura. ¿Segura de qué? Pero aquí no termina todo. Una vez comenzado a documentarme, comencé a ponerme furibundo, dado el baile de cifras. Tanta confusión resulta a todas luces tendenciosas y está sesgada, con toda seguridad, por ideologías, lobbies económicos, etc.  Veamos que hablo y de quien hablo.

Entendiendo que principalmente era un tema que afectaba a la salud pública, le rogué a mi hermana, experta en la materia y funcionaria de la CAM, que me escribiera algo desde ese punto de vista.  Se alteró lo mismo que yo y eso que es bastante sosegada.

 

¿Qué es lo que ocurre? Sencillamente que no hay nada claro, excepto que el accidente ocurrió y la contaminación por radionucleidos se dispersó por toda Europa. Sin embargo, tanto el número de afectados, el daño que se generó al medio ambiente, el resultado de las medidas paliativas, si los efectos aún persisten, etc., es otro cantar. Aquí las cifras varían en órdenes de magnitud.  ¿Quién está en posesión de la verdad? ¿Realmente la tiene alguien? ¿Puede ser posible que veinte años después, tras gastarse indecorosas cifras de dinero, andemos sin saber la magnitud de la tragedia? ¿Quien pone el dinero? ¿No somos los ciudadanos?

 

En una contribución anterior he abordado la contaminación de  los suelos por radionucleidos y he apuntado los aspectos más generales. Demasiado general diría yo. Rocío Millán, del CIEMAT, experta en el tema de la contaminación radioactiva, está escribiendo otra contribución que seguro será del máximo interés. Rocío parte mañana de viaje, son las 23 horas del día 25 de abril de 2006. Quisiera de todos vosotros un aplauso virtual para ella, que además estuvo allí descontaminando. Muchas Gracias Rocío. Bueno pues vamos a empezar e intentar ser breve.   

 

Tras lo sucedido, habrá un ¿renacimiento de la energía nuclear?. Resulta que 20 años después de la tragedia nos encontramos con tal dilema político, económico y social. Por tanto, el meollo de la cuestión no está en decir ¡nunca más! (como siempre). Más bien se esta manoseando y manipulando la información de la manera mezquina y ruin. ¿Y los afectados que? ¿Las miles o cientos de miles de vidas destrozadas que? Debemos pues proclamar ¿energía nuclear o cambio climático? ¿Es eso? Sinceramente me niego a aceptarlo.

 

Resulta criticable, pero lógico, que con vistas a no generar alarma social, quizás tras la tragedia de Chernóbyl (accidente se queda coro para narrar lo que pasó) se “matizaran un poco las cifras”. Pero es que ahora nos hablan de reactores de cuarta generación. Y mientras tanto, lean ustedes lo que ocurre en Bielorrusia. Según algún partido político de allí: más de 1,7 millones de personas (360.000 niños), cerca del 20 por ciento de la población, aún sufren las consecuencias de la radiación. Otos hablan de más de 30 millones de personas afectadas por toda Europa. Al mismo tiempo, la  OMS los reduce a unos pocos miles y lo que es peor insulta a una nación al acusarles de neurosis de renta. Hay límites que no deben sobrepasarse. ¿Cómo es posible que estos viejecitos de la OMS, que viven como reyes, cobran primas indecorosas por asistir a sus reuniones, y se hartan con suculentas comilonas, acusen a un pueblo de querer vivir de las rentas, cuando parecen autorretratarse? Resulta pues curiosa la actitud de estos venerables “maduritos de la OMS”. Por un lado, según muchos expertos, han generado una excesiva alarma social (a falta de más datos) sobre la gripe aviar, por otro, se les denuncia de estar vendidos a las farmacéuticas, y ahora para arreglar las cosas arremeten con un pueblo que ha padecido un gran sufrimiento. La OMS contradice muchos estudios que abundan en la gravedad de lo sucedido en Chenóbyl, y lo que es peor, sus secuelas ambientales y humanas. ¿De que van? ¿Son estos Organismos Internacionales los realmente deben velar por nuestra salud? ¿Que intereses defienden realmente?

 

Al parecer, también el FMI y sus controles financieros andan a refriegas con las epidemias que azotan a los más desheredados, como es el caso de la malaria. ¿En que gobierno o desgobierno danza este mundo globalizado y globalizante? ¿Es que no tienen el mínimo decoro?  Supongo que deben pensar que unas cuantas decenas de miles de muertos más en el tercer mundo pasarían inadvertidas. Pues ya ven que no.

 

Ante tanto despropósito, la opinión al respecto de Domingo Jiménez Beltrán e Ignacio Pérez Arriaga son hiato de sensatez ante tanto despropósito.  Con el primero tuve el placer de platicar en Copenhague, cuando era Director de la Agencia Europea de Medio Ambiente (aunque saliera tarifando de ella, no por Domingo, sino por sus Manager Projects). Insisto, al menos es una opinión sensata; algo de cordura entre tanta basura tendenciosa. ¿Pero que pasó en Chernóbyl?  ¿Cuál fue la magnitud del problema? Ríos de tinta  se han escrito sobre el problema. Países como Suecia fueron gravemente afectados. Las opiniones son de lo más variopintas (busquen en Google noticias, y pinchen Chernóbyl).

 

En este momento, con mi motor de búsqueda me salen 20.500.000 ítems sobre Chernóbyl en Internet. Resulta que ayer, sino recuerdo mal (que todo puede ser), eran alrededor de 18.000.000 millones. Osease, que en este momento debemos estar diciendo lo mismo “tropecientos mil” Vamos pura basura electrónica. Ayer, por mucho que lo intenté no logré encontrar casi nada decente entre tanto documento “pendejo” (incluido este).

 

¿Dirá este documento sobre Chernóbyl algo que se aproxime a la verdad? ¿Será en este otro? Vayan ustedes a saber.  Una cosa si que tengo clara:

 

Si mañana hablamos de crisis energética y cambio climático en lugar de recodar la tragedia humana que sigue padeciendo un pueblo, y quizás muchos que no lo sepan, es que la especie humana no tiene remedio.

 

PD. He añadido una foto sobre la distribución de Cesio en perfiles de suelos tras el desastre de Chernóbyl.

 

 

 

Juan José Ibáñez

 

 

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2 comentarios

  1. Después de leer al post no puedo más que agradarte que lo hayas hecho.

    Poner un común una reflexión tan sensata y tan necesaria sobre una tragedia tan monstruosa en la que se antecede a las personas es admirable.

    Denunciar la manipulación de la ciencia cada vez que nos cruzamos con intereses económicos es una obligación, de todo científico que quiera ser digno de usar este nombre. Basta ya de silencios cómplices, basta ya de ambigüedades consentidas.

    Si los científicos quieren un lugar respetable en nuestra sociedad, deben luchar por el, y como tu haces recordarnos que el resto de los ciudadanos los pagamos gustosamente su sueldo y los medios que necesitan para sus experimentos, pero que el precio que deben pagar es el de luchar por nuestro bienestar y defender su método, el científico, y su rigor para las cuestiones de verdad importante.

    Necesitamos el clamor de los científicos.

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