Cuando se habla de biodiversidad, edafodiversidad, geodiversidad o cualquier otro tipo de diversidades, no solo debiera tenerse en cuenta el número de taxa, sino su contraste taxonómico. Pero ¿que se quiere decir cuando se utiliza este concepto? Expresémoslo en palabras sencillas. Imaginaros una comunidad vegetal en donde las especies de gramíneas constituyen el 90% del total inventariado, mientas que el 10% restante fueran leguminosas. Ahora pensar en otro con un 25% de leguminosas, 25% de gramíneas, 10% de crucíferas, 10% de fagáceas (robles, hayas, etc.), 10% de ericáceas (brezos en sentido amplio), 10% de coníferas y un 10% de otros grupos taxonómicos muy dispares. ¿Cuál sería más diverso? Obviamente el segundo. Lo mismo ocurre en un inventario de edafotaxa. Ahora bien, cuando se habla, por ejemplo de biodiversidad, siempre se hace referencia al número de especies, pero no a su heterogeneidad taxonómica en el sentido aludido. El concepto de contraste taxonómico pretende dar cuenta de este sesgo. No se trata de una idea nueva, ni mucho menos. Sin embargo a menudo parece soslayarse, cuando resulta ser de gran importancia. ¿Puede estimarse objetivamente? La respuesta no es trivial.

 

 

 

Árbol filogenético de la Vida

 

Comencemos indicando que este tema acaba de sacarlo a la palestra en edafología uno de los defensores de las taxonomías numéricas del que por desgracia me he visto obligado a hablar en muchos post, como en este último. Ya seguiremos comentaremos las perversiones de este edafometra otro día. Centrémonos ahora en lo que significa contraste taxonómico.  

 

Obviamente los expertos en biodiversidad son muy conscientes de este dilema. Por su parte, en el ámbito de la edafología encontré un algoritmo que pretendía estimarlo, propuesto por edafólogo ruso Fridland (creo que entre la década de los sesenta y setenta), y recogido después por los americanos Hole y Cambell (en los ochenta). Recuerdo que el israelita Yaalon algo tuvo que ver también. Seguidamente, yo personalmente lo saqué de nuevo a colación en 1995, citando estas referencias. De nuevo, el edafometra aludido intente soslayar todos estos antecedentes. Pero como científicos, la pregunta que deberíamos hacernos es: si es tan interesante, ¿por qué no se ha aplicado?

 

En la figura que encabeza el post se muestra el árbol filogenético de la vida. Digamos, para empezar, que cuando dos taxa pertenecientes a determinados grupos taxonómicos tienen sus ramas muy separadas, atesoraran  un contraste taxonómico mayor que si están muy próximas.    

 

El mundo de los índices para estimar la diversidad es bastante confuso y confundente (ver post de 2005 y primeros meses de 2006 en la Categoría Diversidad, Complejidad y Fractales). De hecho, los expertos ni tan siquiera se han puesto de acuerdo en cual es el mejor de los cientos propuestos hasta la fecha. Si esto ocurre sin tener en cuenta el contraste taxonómico, imaginaros lo que podría ocurrir de hacerlo. Tal dilema no significa que la literatura existan propuestas al respecto, sino que los biólogos no han querido complicar innecesariamente la estimación de la biodiversidad sin tener una propuesta cabal, firme y rotunda. Digamos también de paso que muchos de los informes que realizan sí que contemplan, de una manera u otra, en comentado “contraste”. Nosotros mismos, anunciamos en esta bitácora los resultados que obtuvimos al analizar la edafodiversidad del archipiélago Hawaiano (datos aun pendientes de publicación) en donde la estimación de las islas con más edafotaxa a nivel de series de la USDA Soil Taxonomy, se daba de tortazos con la que obteníamos al usar rangos jerárquicos superiores (órdenes y subórdenes). Dicho de otro modo, la diversidad de los rangos jerárquicos superiores e inferiores se encontraban negativamente correlacionados.

 

¿Qué hacer en estos casos? Digamos que se puede hacer buena ciencia o mala ciencia. La buena ciencia consiste en estimar la diversidad de cada uno de los niveles jerárquicos y explicar lo que pasa. La mala induciría a proponer sin más un índice de diversidad que incluyera en contraste taxonómico, dando por buenos los resultados sin testarlo en otros ambientes y circunstancias. En este último caso, la norma suele ser desarrollar un complejo aparátale matemático que de apoyo al índice, con vistas a aparentar rigor científico. Los expertos en biodiversidad ya han asumido las perversiones de los índices excesivamente complejos, más aun cuando no dan mejores resultados que los sencillos. Algunos edafometras siguen descubriendo la dinamita y borrando las huellas de los antecedentes en actos palmarios de mala praxis científica.

 

Dentro de poco tiempo tendré que publicar los resultados de las islas de Hawai. ¿Qué debería hacer? En mi opinión cuantificar las diversidades para cada uno de los distintos niveles de la jerarquía, explicar luego esta anomalía y finalizar proponiendo una estima del contraste taxonómico sencilla y no vinculante (el uso de leyes de escala como ya os explicaré en su momento). ¿Por qué hablo de anomalía? Simplemente debido a que en la inmensa mayoría de los casos las estimaciones de la diversidad para los diferentes niveles de una taxonomía suelen mostrar correlaciones positivas y no negativas como en las Islas de Hawai. Y me refiero tanto al mundo vivo como al inerte. No hay que complicar ¡¡jamás!! innecesariamente el instrumental matemático, como nos indica el criterio de la navaja de Occan, aunque algunos colegas se empecinen por hacer justamente lo contrario ya que no tienen ni idea de cómo debe funcionar la ciencia.    

 

Juan José Ibáñez     

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2 comentarios

  1. Por añadir algo de información te comento que un problema en biología es que los niveles taxonómicos son excesivamente arbitrarios como para tomarlos en serio e incluirlos en una estimación de diversidad multinivel. Por ejemplo, en aves, uno de los grupos más conspicuos y más conocidos, los géneros son frecuentemente sólo tentativos, las familias una broma y algunos órdenes cajones de sastre. Incluso a nivel específico hay problemas. Con otros grupos ni te cuento. En suelos no se si teneis los criterios más claros y razonablemente organizados. Saludos.

  2. Lo mismo pienso yo, y más aun en edafología. Por esa razón no he hecho uso de alguno de los índices que he visto. De aquí mi alusión al edafometra de marras que primero rechazaba mis trabajos sobre edafodiversidad cuando los enviaba a la revista del que el era editor (ya que los edafotaxa dividen el continuo en clases "arbitrarias") y ahora propone este uno (que incluye al contraste) como mejor que los que no tienen en cuenta el contraste ¿tu lo entiendes?. Ya abundaré sobre el tema.

    Gracias por tu comentario

    Juanjo

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