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Gran Extinción de la Megafauna Holocena por el Hombre Paleolítico. Fuente: Ancient Origins

En post precedentes, cuyo listado tenéis al final de este, os hemos venido narrando como el Homo Sapiens paleolítico  resultó ser un arma de extinción masiva. También os comenté que hace unos quince o veinte años leí por primera vez un libro que me abrió los ojos. No recuerdo en donde está ahora, para mi desgracia, por lo que no puedo ofreceros la referencia, lo cual lamento (no obstante estaba escrito en suajili). Su lectura me hizo reflexionar acerca del papel de los cambios climáticos y del ser humano en la historia de la tierra reciente. Desde entonces han sido mayoría los científicos que han atribuido al clima la extinción de la magafauna del pasado, demostrando que es mejor vender un “paper” bajo el paraguas de un tema de moda que dedicarse a leer y reflexionar, para clarificar las ideas sobre el asunto a tratar. Un investigador iletrado no deja de ser más que un experto analfabeto. Pero lo importante para muchos colegas es publicar, más que aportar un granito de arena al progreso de la disciplina en la que trabaja.

Aquel tema quedó grabado en mi mente, pero como no soy experto en tales materias, tan solo lo recordaba de vez en cuando. Sin embargo, por casualidad, en 2014 cayó en mis manos el libro de divulgación que os he comentado de Tim Flannery y que lleva por título “Aquí en la Tierra”. Tras comenzar su lectura pronto me di cuenta que ya hace más de dos décadas teníamos las suficientes evidencias científicas como para no seguir echando al clima, la responsabilidad de las acciones de nuestros antepasados.  ¿Qué aportaba de novedad pues el libro de Tim?. En lo esencial nada. Ahora bien, desde entonces la paleontología ha ido descubriendo, con sus excavaciones más y más yacimientos, mientras que las técnicas de datación nos aportan una mayor exactitud temporal en lo que respecta a lo acaecido en el pasado. En consecuencia uno puede rememorar virtualmente un paisaje mental más claro y preciso: El hombre paleolítico fue una bestia que transformó buena parte de la biosfera, mientras que los llamamientos de sus descendientes, es decir nosotros, para atribuirnos los méritos de los abuelos resulta ser más que dudoso, por no hablar de un pavoroso y fraudulento mérito. Ellos se ganaron el éxito y debiera ser  ser reconocidos como los “firts one”, a base de un diabólico tesón y empeño. Ya sabéis que nos referimos a las consabidas sexta extinción, el Antropoceno y la más novedosa defaunación (el exterminio de los animales de gran tamaño). Eso sí, si utilizamos los tres palabros de moda en un paper o una nota de prensa, tanto mejor. Empero la verdad es que la atribuir todos los ¿méritos? de tal cataclismo ecológico a las sociedades industriales resulta ser rotundamente falso. Tan solo hemos continuado el trabajo iniciado por nuestros entrañables parientes del pasado. ¡Nada más!.

Con vistas a devastar parte de la biosfera, decapitando la megafauna de los ecosistemas, el Homo sapiens no sapiens, no necesito de ninguna tecnología, que fuera más allá de lanzas, arcos y flechas con puntas líticas (de piedra). Por lo tanto, nuestra innata insensatez, como arma de destrucción masiva se encuentra en la mente, que no en su tecnología. Por supuesto hablamos de tierra firme, que no de los océanos. En este último caso, los humanos bípedos actuales sí han demostrado una eficacia muy superior. ¿En algo hemos mejorado?.

Por mucho que persistamos en debates espurios, laa evidencias son contumaces. A penas ponían los humanos ancestros paleolíticos los pies en tierra virgen, arrasaban su megafauna. Y aquí ni tan siquiera resulta necesario aplicar la navaja de Ockham, que suelen recomendar los filósofos de la ciencia: en cualquier controversia, a igualdad de pruebas: la hipótesis más sencilla es la que debe aceptarse. No existe evidencia alguna de la implicación del cambio climático en los procesos de defaunación, ya que las extinciones a las que nos hemos referido (ver relación al final de este post) son asincrónicas, mientras que la relación entre las exploraciones paleolíticas y la masacre de la megafauna prácticamente simultáneas. Al  comentar a algunos colegas y amigos mis reflexiones, no han sido pocos los que inmediatamente han creído encontrar una contrarréplica o refutación. ¿Y las sabanas africanas actuales?. Una vez más debo insistir en que el ser humano moderno surgió de África, por lo que  sus grandes mamíferos y otros bichos se percataron inmediatamente de nuestro  irracional comportamiento e intenciones, tomando contramedidas vía evolución biológica.  Sin embargo, en los restantes continentes y archipiélagos, sus habitantes no nos conocían, por lo que no se encontraban preparados para defenderse. Tim lo explica  con rotundidad al contarnos las narraciones de los navegantes del siglo XVIII que tuvieron la ocasión de pisar, por primera vez, algunas islas que se les habían escapado a nuestros abuelos, miles de años antes. Los primeros Homo termonators que saliendo del continente africano decidieron o se vieron obligados a explorar nuevas terra incognita. Justamente buscando material para elaborar este post me he encontrado con una nota de prensa rescatada seis días antes y mostrada en la página Web Ancient Origins, que os muestro abajo con vistas a que constatéis que las tesis aquí defendidas comienzan a ser aceptadas por parte de la comunidad científica.  No soy ningún demente radical. ¡Lo son otros!.

Por lo que sabemos hasta ahora, los neandertales sí que supieron aprovechar la caza de grandes animales sin llevarlos hasta la extinción o, como mínimo fueron menos devastadores que nosotros. De ser así, de confirmarse este hecho, me veo obligado a pensar que el nacimiento de los conscientes/inconscientes humanos modernos fue uno de esos gatillazos o errores que se producen en la evolución, algo que nunca debió medrar por el bien de la biosferas. Sin embargo, también desconocemos si ya los primeros Homo sapiens demostraron ser seres tan despiadados, o alguna insidiosa mutación, acaecida en su trayectoria evolutiva, terminó por hacernos como somos, el tipo de virus que se describe en Matrix.

Supongo que algunos de vosotros pensareis: ¡Vale Juanjo, no te pases! ¿Y qué decir de otras formas de vida?. ¿También fueron las culturas cazadores recolectoras más bestias que nosotros?. ¡De acuerdo!, entre bestias anda el juego, aunque utilicemos paradójicamente tal calificativo a la hora de mentar a las criaturas que exterminamos. Sin embargo, existe otro elemento en esta ecuación que no puede soslayarse. Hablo del impacto creado al truncar la cadena trófica, o en este paso mejor decir la pirámide trófica, en sus eslabones superiores. Efectivamente, en esta absurda competición logramos encaramarnos hasta la cima: ¡Hemos vencido!. Las evidencias científicas encontradas hasta la fecha muestran con contundencia que al exterminar los grandes mamíferos, colapsamos los ecosistemas, por lo que los paisajes primigenios colapsaron para dar lugar a otros nuevos, muy diferentes. Mientras en Australia aunque también en el SE asiático, polinesia s.l.: polinesia, micronesia, melanesia) hace decenas de miles de años, acarreamos una intensa desertificación, (al menos en el continente mentado) paradójicamente, y en plena glaciación, las productivas estepas del mamut fueron dando paso a las escasamente consumibles tundras actuales. ¡Un hecho contraintuitivo si tan solo se considera el clima! Y así, si en el primer caso ocasionamos una enorme emisión de CO2 a la atmósfera, en el segundo lo secuestramos en el suelo. Sin embargo, desde un punto de vista edafológico, todos ellos, que gozaban de suelos fértiles, los convertimos en infértiles. Lo que ya os narramos en mis últimos post sobre este tema (ver relación al final de éste) corrobora una vez más mi tesis de que lo que existía, por ejemplo en la Península Ibérica, o al menos abundaba, eran Sabanas mediterráneas, relegando los bosques a las zonas montañosas. Pero sigamos (…)

(…) Como visteis en esta serie de post que termina con esta entrega, parte de las “nobles bestias” lograron escapar hacia las “Américas”, aunque poco después las “diabólicas bestias» humanas llegaron hasta allí, para dar buena cuenta de las primeras. Y esto me recuerda una entrevista que escuché en la radio a luchadoras (es) de Survival Internacional, cuando intentaba conciliar el sueño, justamente ayer (escribo estas líneas el 19 de agosto de 2014). Os narro la tragedia en el último párrafo, ya que antes debo espetar un recadito contra un honorable Premio Nobel.  Como Wikipedia nos recuerda: “El término Antropoceno fue acuñado en el año 2000 por el ganador del premio Nobel de química Paul Crutzen”. Pues bien. Pablito sería un científico notable en el ámbito de la química, pero ello no quiere decir que pueda hablar con autoridad de cualquier tema, y su Antropoceno “industrial” no deja de ser un dislate de primera magnitud. El que al amparo del “nefasto criterio de autoridad” las pirañas se lancen, no ya a redescubrir la dinamita, sino a distorsionar las evidencias científicas disponibles, dice muy poco del modo de proceder de una buena parte de los científicos contemporáneos.  Hay que documentarse, antes de nadar en la ignorancia iletrada, por la que se abren camino los oportunistas al amparo de las modas: colegas que carentes de creatividad, intentan alcanzar fama y gloria de forma irresponsable bajo los cánones científicos.  No entro en el debate de si debemos reconocer el Antropoceno o no,. Lo que refuto es la falsa premisa de que la actual defaunación sea una evidencia.

 Reitero que al intentar conciliar el sueño fui pululando hasta dar con una entrevista a responsables de Survival Intenacional, cuando en realidad buscaba música relajante.  Los errores se pagan, y el precio del mío fue desvelarme. Al parecer en el mundo quedan 100 pueblos indígenas denominadosno contactados”, es decir que han poido continuar sus vidas al margen de la civilización, y sin cruzarse con ella. El 80% de los mismos se encuentran en Suramérica (mayoritariamente en Brasil, pero también en Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela). La alarma ha saltado en esta ONG, ya que, según la siguiente nota de prensa que he logrado rescatar de Internet:  Más indígenas aislados emergen en Brasil huyendo de ataques en Perú”. Como se explica en la página Web de Survival Internacional, los pueblos indígenas aislados son las sociedades más vulnerables del planeta. La razón es obvia, el “Homo tecnologicus” además de ser una infame bestia puede considerarse como un saco de carne cargado de gérmenes infeccionas que ha ido coleccionando en su pulular por los continentes de l planeta . La estrategia de sus depredadores “civilizados” es palmaria. Ya que si se les aniquila directamente, el escándalo sería colosal, van arrasando sus hábitats amazónicos de tal forma que, les obligan a desplazarse hacia territorios en donde necesariamente se encuentren con otros indígenas “civilizados”. Un simple contacto puede bastar para aniquilarlos, o como mínimo diezmarlos inmisericordemente. Ya sean rozadores de selvas amazónicas para asentar ranchos o cultivos,  ya empresas mineras o de explotaciones petrolíferas, ya cosechadores de “maderas nobles”, inducen el exterminio de inocentes de la manera más sibilina. Cabe pues preguntarse, ¿en que hemos progresado?.  

Lo dicho; el Homo sapiens o los herederos de alguna mutación desafortunada no estamos dejando títere con cabeza en la biosfera. Algún día pagaremos por ello.

Juan José Ibáñez

Os dejo con la reciente noticia que avala lo escrito en esta serie de post, y que me inducen a pensar que somos un pavoroso error de la evolución (…)

5 June, 2014 – 23:52 aprilholloway

New study blames humans for megafauna extinction

A new study published in the journal Quaternary International has added fuel to the long-running debate about how megafauna, such as woolly mammoths, giant sloths, and mastodons, became extinct, an article in Live Science reports.  Various theories have attributed the extinctions to human hunting, climate change, disease, impacts from asteroids, or other causes. However, the latest research places the blame firmly on the shoulders of the humans.

A well-known mass extinction of megafauna, the Holocene extinction, occurred at the end of the last ice age glacial period and wiped out many giant ice age animals, such as woolly mammoths, in the Americas and northern Eurasia. However, this extinction pulse near the end of the Pleistocene was just one of a series of megafaunal extinction pulses that have occurred during the last 50,000 years over much of the Earth’s surface, with Africa and southern Asia being largely spared.

According to the new study, the loss of species correlates more closely with the arrival of humans than with changes in climatewith megafaunal extinctions following a distinctive landmass-by-landmass pattern that closely parallels the spread of humans into previously uninhabited regions of the world.

«The evidence really strongly suggests that people were the defining factor,» said study leader Chris Sandom, co-founder of the consulting firm Wild Business Ltd., who completed the work as a postdoctoral researcher at Aarhus University in Denmark.

Sandom and his team gathered records on individual species known to have gone extinct between 132,000 years ago (at the beginning of the last interglacial period) and 1,000 years ago. They focused their analysis not on the continent level, as many studies have, but country-by-country or even state-by-state, in large nations like the United States. All told, the researchers analyzed 177 extinct mammals.

They found that the lowest numbers of extinctions occurred in sub-Saharan Africa, followed by Eurasia. The most extinctions occurred in Australia and the Americas, where humans are believed by most scholars to have arrived later. Overall, the results demonstrated that humans’ arrival was responsible for 64 percent of the variation in extinction rates around the globe, while temperature changes explained 20 percent of the variation, mostly in Eurasia.

Sandom explained that climate change can stress animals, but do not always spell doom for species — animals may simply alter or restrict their range in order to find a habitat that sustains them. Humanity may have disrupted this adaptive process for large mammals, he said. «That was the final straw,» Sandom said. «They couldn’t handle the new predator turning up.»

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