El día 28 de Julio de 2006, en el Boletín de Noticias de la CAM, aparecía la noticia titulada: “La masa de la Tierra se incrementa en 40.000 toneladas al año debido al polvo extraterrestre”. Ya hablamos en comunicaciones precedentes sobre “Los Suelos Rojos Mediterráneos” y en especial en la concerniente a: Lluvias Rojas, Polvos Rojos, Suelos Rojos, como se está empezando a entender que las deposiciones eólicas pueden añadir material a la edafogénesis de ciertos suelos, y como de otro modo no podía comprenderse la presencia de ciertos edafotaxa en determinados ambientes. Las teorías edafogenéticas actuales no tienen en cuenta este hecho y suele pensarse que el material parental fundamental proviene de la roca madre subyacente. El reconocimiento de las deposiciones eólicas como factor a tener en cuenta en el desarrollo y evolución de suelos se encuentra en su infancia, a pesar que los expertos en erosión eólica y geomorfología lo habían estudiado desde hace tiempo. Como ya hemos mentado, el establishment raramente modifica sus teorías a no ser que las evidencias sean incontestables. Obviamente, además de las deposiciones eólicas, la noticia citada en primer lugar nos induce pensar hasta que punto los materiales de algunos suelos poseen un porcentaje importante de “polvos” que vinieron del espacio. Y teniendo las dos fuentes en cuenta, también habría que preguntarse: ¿debemos cambiar algo de las teorías edafogenéticas clásicas?

Si es cierto que el establishment es reacio por definición a cambiar su percepción de la ciencia que guía y defiende, más lo es aún cuando la información a “digerir” es difícil y laboriosa de corroborar. Tanto si el material edafogenético proveniente de deposiciones eólicas terrestres o extraterrestres puede ser un factor de importancia en la génesis de ciertos suelos es una tarea pendiente. Sin embargo, ¿Cómo estimarla? Algo se avanzó con los denominados suelos rojos mediterráneos, pero queda mucho por trabajar en este tema.  Hay que hacer uso de dataciones y técnicas mineralógicas sofisticadas. Tampoco suele financiarse este tipo de investigaciones. Más aún, debido al régimen cambiante del clima, una zona sumidero de materiales en un momento dado, puede convertirse en fuente (exportadora) tras ciertos cambios en la circulación de la atmósfera. Dicho de otro modo, sumideros y fuentes lo son durante un cierto lapso de tiempo. Si aparece alguna anomalía, como la mentada de los suelos rojos, algunos aventureros se adentran en el tema. En caso contrario, no suele ser así. Digamos que la reacción de los que defienden el Corpus Doctrinal vigente tiene una actitud más reactiva que preactiva.

 

40.000 toneladas anuales sobre todo el globo terráqueo no puede considerase mucho material, más aun cuando se tiene en cuenta que, más o menos 2/3 de la superficie terrestre corresponde a los océanos (y los que caen allí no cuentan, en principio). Ahora bien, muchos procesos edafogenéticos se prolongan por cientos de miles de años y eso ya es harina de otro costal. Las cantidades cambian en órdenes de magnitud. Todo se complica si tenemos en cuenta las susodichas “fuentes y sumideros” dinámicas. Es decir, una vez depositados, son redistribuidos en función de los vientos dominantes imperantes en cada lugar. Empero el problema permanece sin resolver. No me atrevo a hacer cálculos, sinceramente. Desconozco si tales “polvos cósmicos” serían fácilmente discernibles de los terrestres (composición, isótopos, etc.), de tal modo que pudiéramos valorar sus cantidades por algún método, más o menos económico y fiable. No soy experto en la materia.

 

Resumiendo el problema queda ahí, pendiente de ser resuelto. Si algún navegante tuviera información sobre tales materiales venidos del espacio le agradecería que me lo hiciera saber. Quizás algún día tengamos que cambiar nuestra percepción de la edafogénesis, restar importancia al material parental subyacente y tener que valorar el tipo de deposiciones mentado ¡Quien sabe!

 

Juan José Ibáñez  

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