La Ambigüedad Ecológica de los Climas Submediterráneos y los Regímenes de Humedad y Temperatura de los Suelos

El clima, como los suelos y otros recursos naturales, varía de un modo continuo más que discreto. En consecuencia, toda  clasificación y representación cartográfica de los tipos climáticos es una abstracción sujeta a incertidumbres e interminables discusiones. Ya abundaremos sobre este tema pronto, cuando hablemos de los regimenes de humedad y temperatura de los suelos. Como todos los demás climas, la definición de los mediterráneos genera grandes polémicas. Hoy veremos, como en la Península Ibérica nos aparecen subtipos cuasi-subtropicales, que si bien no cubren grandes extensiones del espacio geográfico mentado, si ponen a prueba la bondad de las perspectivas tradicionales. Algunos colegas latinoamericanos me han indicado también como, en regiones reconocidas como subtropicales de su continente, se encuentran enclaves que se ajustan a la definición de clima mediterráneo, al menos haciendo uso de ciertas clasificaciones. En esta nota mentamos el caso de las laurisilvas (bosques de niebla) de la Cuenca Mediterránea. Para los españoles tal explicación tiene un evidente interés ecológico. Para los lectores de otros países sirve de introducción al tema de la ambigüedad de aplicar taxonomías de suelos que usan los regímenes de humedad y temperatura de los suelos. Este es el caso de la USDA-Soil Taxonomy. En otra contribución hablaremos de lo espinoso de este último asunto.

La laurisilva canaria se presenta bajo unas condiciones mediterráneas caracterizadas  por el predominio de las precipitaciones verticales en el periodo frío, pero también por abundantes aportaciones de origen horizontal, motivadas  por los vientos alisios, durante el estío. Por estas razones, también es denominada bosque de niebla. En contraste con otros subtipos climáticos mediterráneos, la laurisilva canaria y otros ecosistemas macarronésicos poseen una temperatura invernal lo suficientemente alta como para inhibir su paro fenológico durante esta estación. A su vez, la abundancia de lluvias estivales evita que los bosques de laureles sufran stress hídrico estival. Por lo tanto, su actividad fotosintética persiste a lo largo de todo el año. Bien podríais alegar, pero no hablamos de la Península Ibérica sino de Canarias que, por estas razones, son denominadas “islas afortunadas”, en las que por cierto también se da un régimen de temperatura cryico en la cima del volcán del “Teide”. Este último hecho fue presentado por ciertos colegas de la Universidad de la Laguna en el Congreso Mundial de Suelos de Filadelfia.   

 

Sin embargo, la provincia de Cádiz si esta en la Península ¿verdad? En las sierras gaditanas también se presentan enclaves con abundantes lluvias horizontales (nieblas) en los meses de verano, disfrutando, a su vez, de temperaturas suaves en invierno (la temperatura media de las mínimas del mes más frío oscila entre 6.7 y 4.3 ºC, mientras que la de las máximas para el mismo periodo lo hace entre los 16.5 y 16.4 ºC). Estos ecosistemas podrían muy bien ser considerados como bosques de niebla (pinchar aquí pdf.), y son denominados por algunos botánicos laurisilvas gaditanas. Las formaciones mencionadas se componen de laureles, alcornoques, robles (Quercus canariensis) acebos, helechos arborescentes, etc., albergando un gran biodiversidad y verdaderas reliquias de la flora terciaria.  En consecuencia, tanto unos como otros, pueden alcanzar su máxima actividad fotosintética en verano. Por estas razones, los análisis satelitales realizados por Agustín Lobo y publicado en 1996, con mi colaboración, constatan que las laurisilvas gaditanas se encuadran también en el dominio submediterráneo, pero no poseen paro vegetativo ni en invierno ni en verano. 

 

Blumer, en 1993, mencionaba como también el sur de Francia recibe una cantidad nada despreciable de precipitaciones estivales, a pesar de albergar una vegetación de encinares y coscojares. En el mencionado artículo de Lobo et al. (1996) constatamos también que estos ecosistemas poseen su máxima actividad fotosintética en el estío. Otros autores como Freitag (1971) y el ya mencionado Blumer (1993) resaltan que otras regiones submediterráneas con abundantes precipitaciones estivales (p. ej. en las áreas de Afganistán con lluvias monzónicas) se encuentran vegetadas con maquis a base de quercíneas esclerófilas (del tipo de las encinas y coscojas). Algo parecido aparece en la bibliografía a cerca de ciertos chaparrales del mediterráneo californiano (Mininich, 1985 y Blumer, 1991). Quézel y colaboradores (en Suc, 1984) mentan la existencia de fitocenosis que albergan especies típicamente mediterráneas (Phillyrea media, Quercus ilex, Rhamnus alaeternus, etc.) junto con taxones caducifolios (Quercus, Pterocarya, fagus orientalis, etc) en enclaves del este del mediterráneo caracterizados por concentrar sus precipitaciones en “verano”.

 

Estos datos inducen a pensar que, lo que hemos convenido en denominar dominio submediterráneo, podría de hecho incluir varios tipos ambientes muy contrastados (ver también aquí), y como corolario, de fitocenosis ecológicamente dispares. Por un lado, estaría el dominio de elevadas precipitaciones y bajas temperaturas invernales (p. ej. la media y alta montaña con bosques caducifolios), mientras que el otro lo constituiría un paisaje de maquis y bosques exclerófilos bajo cálidas temperaturas invernales y adecuados aportes de precipitación estival. En estos últimos, durante la mayor parte de los años, la vegetación no sufriría paro vegetativo alguno (ni por los fríos invernales ni por el déficit de agua estival). La presencia de taxones testigos de los antiguos bosques lauroides terciarios (Rivas Martínez, 1987), los asemejaría ecológicamente más a las laurisilvas canarias que a las formaciones forestales eurosiberianas. Quizás, la ausencia de verdaderas formaciones lauráceas de estos enclaves se deba exclusivamente a su extinción plio-pleistocena, y por tanto los Quercus exclerófilos, que actualmente albergan, serían el producto de la ocupación de un nicho que quedó vacío como consecuencia de las bruscas fluctuaciones climáticas del cuaternario. Las causas de la masiva extinción de especies forestales en Europa respecto a las acontecidas en Norte América, durante las glaciaciones cuaternarias, es detalladamente explicada y cuantificada por Tallis en su monografía de 1991. Si no hay paro vegetativo en verano y sí abundantes precipitaciones, ¿se podría hablar de edafoclima údico o xérico?. En cualquier caso las máximas precipitaciones coinciden con los periodos fríos, por lo que (…), pero la sequía estival no es acusada, por lo que (…)

 

Resulta curioso que las zonas sin paro vegetativo estival o invernal (con abundancia de lauroides), aparezcan, por un lado, desde la provincia de Girona hasta el norte de Italia en la franja costera (con suaves temperaturas, gracias al efecto del mar), pero también en las Rías Bajas de la Costa Gallega. Recordemos que estas últimas son consideradas como ambientes templados propicios para los bosques caducifolios. En consecuencia templen podríamos considerar que los robles de hoja caduca reemplazan el nicho ecológico vacío que dejo la extinción Cuaternaria de las laurisilvas, como ocurre con los bosques exclerófilos en Girona. Resulta curioso que, en esta última provincia existan muchos topónimos en lengua catalana que hacen mención al laurel. Por su parte, en cierta isla de la Ría de Pontevedra, el abandono del cultivo no dio lugar a su invasión por el bosque caducifolio, sino por el laurel en formaciones densas. Así pues, cabe preguntarse: bajo estas condiciones, ¿Cómo deberían clasificarse los suelos con la USDA Soil Taxonomy?

 

Ya vimos en otra contribución que nuestros paisajes vegetales, bajo el clima actual podían ser muy diferentes a los actuales y no podemos hacer sinónimo clima mediterráneo y la presencia de bosques exclerófilos, maquis y garrigas y otros pluriespecíficos diezmados por la frutalización neolítica.

 

Desde luego si la filosofía de los edafometras (pedometricians) cuajara en el ámbitos de la geobotánica y la fitoclimatología, nos obligarían a descartar cualquier clasificación bioclimática, por artificial e incorrecta e indecorosa. Muchos sabéis de lo que estoy hablando (pinchar en el último enlace).  Que no nos digan que el dilema del continuo solo parece en suelos es signo de un analfabetismo colosal. Y son ellos los que rechazan los trabajos de aquellos que hacemos uso de los tipos de suelos a la hora de analizar la edafodiversidad. Así de rogante y paleto es el establishment de ciertos “lobby” científicos.   

 

Juan José Ibáñez

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