Hace unas semanas una editorial científica me envió un cuestionario sobre el tema que da pié al título de este post. No soy partidario de perder mucho tiempo ante el creciente alud de este tipo de solicitudes que atosiga a los investigadores. Pero el asunto me llamó especialmente la atención. Los demandantes comentaban que aquellos que contestaran recibirían una copia de las conclusiones. El otro día recibí un e-mail con los resultados, si bien se advertía que se prohibía hacer uso de estos. ¡Qué lástima! En cualquier caso os narraré los rasgos más sobresalientes, por cuanto resultan ser bastante jugosos. Espero que tal síntesis (muy somera y personal) no sea una violación del acuerdo

 

 

 

Mapa mundial de redes sociales

Fuente: Mujer TIC

 

La editorial en cuestión es una de las más importantes. Sin embargo, este tipo de sondeos me generan serias dudas, debido a que solo suelen contestar los “interesados”. Y este último vocablo debe entenderse desde dos puntos de vista distintos. Por un lado, si a un investigador no le interesa el tema, raramente suele responder. Como corolario, es lógico suponer que han contestado fundamentalmente los científicos que están al tanto sobre estos temas. Sin embargo, también es cierto que la información fue requerida por una editorial clásica y muy poderosa. Ellos tienen sus archivos sobre todos aquellos que publicamos allí. Por tanto, los más temerosos pueden responder pensando en lo que el organismo demandante desea escuchar. Pues bien, a pesar de estos datos, que no debéis olvidar, estas son “mis” conclusiones acerca de “sus” estadísticas.

 

Más del 50% de los investigadores encuestados reconocen la importancia que están adquiriendo las redes sociales durante los últimos cinco años. El 25% considera que adquirirán aun más protagonismo en el futuro. Un porcentaje similar dice que ya hace uso de las mismas en la actualidad. Estos últimos son fundamentalmente los más jóvenes (menores de 45 años), lo cual nos informa de una brecha generacional, como era de esperar. La mayor parte de los encuestados que contestaron afirmativamente señalan que seguirán publicando por las vías tradicionales de la revisión por pares en formato papel. Sin embargo, también reconocen que las redes sociales y el acceso abierto abre nuevas rutas de comunicación, colaboración e incluso pueden ser útiles para determinar la verdadera calidad de los artículos científicos. Suele considerarse que estos nuevos instrumentos que ofrece la Web tienen sus inconvenientes. A pesar de ello, la mayor parte de los consultados piensan que son resolubles a corto plazo.

 

Y aquí el interesado debe tener en cuenta la edad media de los “jóvenes investigadores” que acceden a una plaza fija en sus respectivos países. En España ronda los 40, siendo frecuente que se acerquen o sobrepasen el umbral de los 45. En consecuencia, ya se encuentran en el límite del grupo de edad más receptivo. En otras palabras, se accede una posición fija cerca de la ancianidad en la percepción de la relevancia de las TIC. Del mismo modo, a partir del 50, según la encuesta, casi nadie se encuentra interesado. Mutatis mutandi, este impresentable administrador adolece de un grave síndrome de Peter Pan (inmadurez afectiva y profesional). ¡Jesús, que panorama!.    

 

Como era de prever los investigadores que tuvieron a bien responder eran los más jóvenes, mientras que el número decrecía rápidamente con la edad (de nuevo observamos la brecha digital que ha generado el open access entre los científicos, en función de su edad. La procedencia de los encuestados era fundamentalmente académica, siendo muy escasos los que provenían de organismos gubernamentales y/o del sector privado.

 

Sorprenden un tanto las estadísticas sobre su actividad, ya que la mayor parte que apoyaba la redes sociales eran “investigadores”, que ya pertenecían al staff, mientras que los jefes de departamentos, profesores asociados y jóvenes estudiantes (doctorandos) soslayaron participar. Un dato intrigante proviene del hecho de que los participantes que se consideraban profesores (docentes) prestaron poco interés por el tema. Materia de reflexión, por cuanto serían los principales favorecidos de una ciencia asequible a todos. Los bibliotecarios tampoco resultaron ser muy participativos.

 

A la pregunta sobre las razones del interés sobre las redes sociales, en orden decreciente de importancia, las respuestas fueron las siguientes: encontrar información de interés > analizar la investigación que realizan sus de sus colegas > permanecer al día sobre las últimas novedades > buscar socios > mantenerse en contacto con amigos y colegas. Del mismo modo ¾ de los consultados comentaron que su interés por las redes sociales era estrictamente profesional. Desde luego no iban a alegar que buscaban pareja o páginas porno, ¡digo yo!.

 

Pero el dato más interesante, en mi opinión deviene del campo de investigación de los consultados, es decir de los interesados. Casi la mitad practicaban las ciencias duras, apareciendo en segundo lugar los ingenieros, así como los expertos en ciencias de la salud. A larga distancia quedaron los  practicantes de las ciencias humanas y sociales.  Sin embargo, la sorpresa mayúscula consistió en comprobar que, en la cola del pelotón, y muy retrasados respecto a todos los anteriores, estaban los expertos en ciencias de la vida (biólogos moleculares, y otra gente de mal vivir).

 

Este último hecho viene a ratificar el talante diferencial de los investigadores según la disciplina que profesen. Casi todos sabéis que los físicos son muy colaborativos, así como de su vital importancia en el surgimiento de Internet. También se han puesto a la cabeza del movimiento en acceso abierto. Del mismo modo vengo defendiendo que la política de publica o perece ha sido impuesto desde las ciencias de la vida. Son ellos los que más publican en revistas indexadas, a los que les beneficia preferentemente este tipo de sistema y del que sacan más provecho. Ya lo he denunciado en muchos post. Reitero que no tengo nada contra estas disciplinas (soy biólogo), pero si contra su manera de percibir la actividad científica. Digamos de paso, que son también el colectivo más denunciado por el fraude científico (parece que con vistas a publicar todo vale). Posiblemente sean ellos también los que más oposición opongan (y/o lo están haciendo en mi opinión) a la revolución del Open Access. Todos aquellos que creemos en él, debemos intentar de convencer a estos biólogos de que el futuro pasa por cambiar “su modelo de negocio”, es decir, la visión que tienen de la práctica social de la ciencia. Dada la situación de hegemonía que atesoran en la ciencia española, no debe extrañarnos el escaso apoyo institucional que ha recibido el movimiento “open access” (siempre a remolque de lo que se dicte por la Unión Europea).   

 

Pero, ¿que consideran los científicos sobre los Blogs y las Wikis? Este tema lo trataremos en otro post.  En cualquier caso, terminemos señalando que tal información no invita al optimismo, a no ser que se dicten normas desde arriba (políticos) hacia abajo (científicos). Diga lo que se diga, nuestra comunidad es muy conservadora.

 

Juan José Ibáñez

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