Cuando se hablaba de la revolución verde de los años sesenta, siempre se comentó que el gran incremento que generó en las producciones agrarias, favoreciendo el desarrollo de muchos países y paliando parte del hambre en el mundo. ¡No lo discuto! Las consecuencias de aquél modelo de desarrollo las sufrimos hoy en forma de una pandémica contaminación y degradación de suelos y aguas, enfermedades causadas por los agroquímicos etc.  Por estas razones, a uno de sus impulsores se le otorgó el Premio Nóbel. Sin embargo, cada vez se descubren más prácticas tradicionales que ofrecen mejores prestaciones que la agricultura industrial. Entendamos que las ventajas a las que aludimos no siempre se estiman en ganancias monetarias a corto plazo, que es lo que suele apreciarse en la economía capitalista, y más aun hoy bajo los criterios de la “bobalización económica”. Y ya estamos sufriendo las consecuencias esta última forma que de proceder: “una crisis mundial alimentaria y crediticia” que afecta ya no solo a la población de los países más pobres sino al 99.99% de los habitantes del planeta. Los economistas hablan de la importancia de la diversificación de las inversiones con vistas a que el inversor corra menos riesgos. Sorprende que no se promueva el mismo patrón en la agricultura mundial (pero a escala regional: piensa en lo global y actúa en lo local). Antaño, los policultivos cumplían tal función. Empero la agricultura industrial promovió el monocultivo, siempre mucho más arriesgado para las poblaciones rurales que las antiguas prácticas diversificantes.  Y es que bajo la óptica capitalista la producción prima sobre cualquier otro aspecto agrario. Mal asunto. Usted planta un monocultivo, surge una peste y todo se va al carajo. El policultivo tiene muchas ventajas, produces menos, pero alcanzas una mayor estabilidad de los insumos familiares, y en el peor de los casos garantiza una economía de subsistencia casi autárquica, independizándolas en parte de las veleidades del mercado. Se logra así una sostenibilidad de los recursos que emplean (suelos, agua, aire). Hoy analizaremos dos meros ejemplos, en los que científicos, tras analizar las prácticas tradicionales agropecuarias tradiciones frente a las industriales detectan que las primeras son mucho mejores que las segundas.    

  

 

La frondosidad y biodiversidad de los cafetales

bajo un sistema agroforestal. Fuente: Google Images

 

 

Cafetales tradicionales agroforestales frente a los industriales

El primer ejemplo proviene de los sistemas cafetaleros tradicionales de Latinoamérica frente a los que se propician en la actualidad. No soy experto en el tema, por lo que me remito al contenido de la noticia. Eso si, sobre impacto de los sistemas agroforestales sobre el suelo y el ambiente en general sí se un poco más. Al parecer, el cultivo tradicional del café en Latinoamérica se realizó bajo la sombra de una canopia forestal más o menos diversa en especies. Sin embargo, esta comenzó a ser reemplazada por el monocultivo en aras de extraer mayor rendimiento. Pues bien, las investigaciones sobre el tema, de las que abajo reproduzco en la primera nota de prensa del boletín Terradaily, nos informa que las prácticas tradicionales mejoraban la resiliencia de los agroecosistemas cafetaleros frente a las fluctuaciones del clima (ahora ya siempre se habla de cambio climático, aunque sus beneficios son muy amplios y trascienden a este problema). De hecho, nos hablan también de su mayor resistencia a las sequías, tormentas, etc. Del mismo modo, los autores del estudio señalan que requieren menos abonado, pesticidas, herbicidas, etc. En consecuencia se propicia, tanto una disminución de la contaminación de suelos y aguas, como también un menor gasto pecuniario anual para sacar adelante la cosecha.  Del mismo modo, los cafetales agroforestales mantienen una gran biodiversidad, entre la que desde el punto de vista agronómico debería destacarse la supervivencia de enemigos y antagonistas naturales de las posibles plagas e infecciones (un agroecosistema mejor dotado en términos eco-inmunológicos). La noticia nos recuerda que una buena parte de los cafetales latinoamericanos no son sometidos a irrigación, por lo que una mayor resistencia a la sequía y olas de calor resulta ser un gran beneficio a largo plazo. Los bosques siempre han tamponado las fluctuaciones meteorológicas, allí y en cualquier parte.

 

Otra ventaja nada despreciable deriva de que la arboleda actúa como cortavientos, a la par que reduce tanto la evaporación del agua desde el suelo, como la transpiración de las plantas, por lo que son más eficientes en el consumo de agua. Más aun, ayudan a frenar la erosión en laderas pendientes. Ninguna de estas ventajas las atesora los nuevos modelos de producción. Realmente podríamos resumir las ventajas de los modelos industriales no agroforestales, parafraseando el refrán: “un poco más de beneficios económicos hoy, pero hambre asegurada para mañana”.  El estudio parece que se llevó a cabo en el sur de México.

 

 

Cafetal agroforestal Fuente:

Braz. J. Plant Physiol. vol.19 no.4 Londrina Oct./Dec. 2007

 

No hacía falta ser un genio para llegar a tales consideraciones. Ya os hablaré en su momento de las ventajas de los sistemas agroforestales adehesados en España, aunque ya os hice una breve introducción a los mismos en este post. En Francia e Inglaterra tenían otros modelos (adaptados a los ambientes templados y no a los mediterráneos) denominados Bocages en el primer país y hedgerow en el último. Los bocages eran sistemas agrosilvopastorales más sofisticados y de sumo interés, por cuanto su estructura como la de las dehesas puede exportarse a otros países. Pues bien, ambos casi perecen por la misma razón: en aras a obtener una mayor producción se cortaron árboles y matorrales que cercaban los campos. Tal hecho fue una práctica común en los años sesenta (recordemos la ya aludida “revolución verde”) de la que hablamos al principio de este post. Bastó un decenio para que al menos los franceses dieran marcha atrás, al darse cuenta de las ventajas de mantener la foresta. En el Reino Unido aun se lamentan de aquel destrozo ambiental que llevó aparejada una enorme pérdida de productividad, mayores gastos en la producción y unos suelos contaminados de plaguicidas y polucionados por el nitrógeno y el fósforo.      

 

Cultivo tradicional del algodón frente a los modernos sistemas agroindustriales.

La segunda noticia que exponemos (aparecida en Sciencedaily) deriva de estudios llevados acabo en EE.UU. acerca de las ventajas de los sistemas tradicionales de producir algodón frente a los que se usan hoy en día. En esta ocasión seré un poco más breve, ya que el contenido es más tendencioso.

 

 

Cultivo de algodón. Fuente: Rolling Hills

 

Se trata de un sistema de agricultura sostenible que ideó un agrónomo hace 110 años en Alabama y cuyo experimento aun se mantiene en pié. Edafólogos de la USDA han estudiado si era sostenible, comprobando que las calidades del suelo no se han deteriorado. Se trataba de un cultivo de algodón no irrigado con cobertera invernal de leguminosas. Bajo este sistema, se requiere mucho menos nitrógeno (quizás ninguno) para su fertilización, mientras que el suelo se enriquece en materia orgánica, dando lugar a una mayor  producción agraria que sin estas prácticas. Actualmente la agroindustria ha incluido variedades transgénicas, laboreo mínimo, e irrigación. Obviamente la producción actual es superior. Ahora bien, el agroecosistema consume mayores recursos hídricos y queda por mostrar si es sustentable.  

 

No lo dudéis el policultivo y al mejoramiento natural de las propiedades del suelo da lugar a una agricultura más sustentable y “estable” y ambientalmente amigable que la industrial. El tiempo dará y quitaré razones. Producir más no es la mejor solución si acarrea riesgos serios e innecesarios.  Y os dejo con las noticias en suahili, claro está.

 

Juan José Ibáñez

 

Green Coffee-Growing Practices Buffer Climate-Change Impacts

by Staff Writers; Ann Arbor MI (SPX) Oct 02, 2008


Chalk up another environmental benefit for shade-grown Latin American coffee: University of Michigan researchers say the technique will provide a buffer against the ravages of climate change in the coming decades. Over the last three decades, many Latin American coffee farmers have abandoned traditional shade-growing techniques, in which the plants are grown beneath a diverse canopy of trees. In an effort to increase production, much of the acreage has been converted to «sun coffee which involves thinning or removing the canopy.

 

Shade-grown farms boost biodiversity by providing a haven for birds and other animals. They also require far less synthetic fertilizer, pesticides and herbicides than sun-coffee plantations. In the October edition of the journal BioScience, three U-M researchers say shade-growing also shields coffee plants during extreme weather events, such as droughts and severe storms. Climate models predict that extreme weather events will become increasingly common in the coming decades, as the levels of heat-trapping carbon dioxide gas continue to mount.

 

The U-M scientists warn Latin American farmers of the risks tied to «coffee-intensification programs»—a package of technologies that includes the thinning of canopies and the use of high-yield coffee strains that grow best in direct sunlight-–and urge them to consider the greener alternative: shade-grown coffee. «This is a warning against the continuation of this trend toward more intensive systems,» said Ivette Perfecto of the U-M School of Natural Resources and Environment, one of the authors. «Shaded coffee is ideal because it will buffer the system from climate change while protecting biodiversity

 

Perfecto has studied biodiversity in Latin American coffee plantations for 20 years. The lead author of the BioScience paper is Brenda Lin, whose 2006 U-M doctoral dissertation examined microclimate variability under different shade conditions at Mexican coffee plantations. Lin is currently a Science and Technology Policy Fellow with the American Association for the Advancement of Science in Washington, D.C. The other author of the BioScience paper is John Vandermeer of the U-M Department of Ecology and Evolutionary Biology. The livelihoods of more than 100 million people worldwide are tied to coffee production. In Latin America, most coffee farms lack irrigation—relying solely on rainwater—which makes them especially vulnerable to drought and heat waves.

 

Shade trees help dampen the effects of drought and heat waves by maintaining a cool, moist microclimate beneath the canopy. The optimal temperature range for growing common Arabica coffee is 64 to 70 degrees Fahrenheit. Shade trees also act as windbreaks during storms and help reduce runoff and erosion.

 

Lin’s work in southern Mexico showed that shady farms have greater water availability than sunny farms, due in part to lower evaporation rates from the coffee plants and soils. More shade also reduced peak temperatures between 10 a.m. and 2 p.m., when southern Mexican coffee plants experience the greatest heat stress.

 

«These two trends—increasing agricultural intensification and the trend toward more frequent extreme-weather events—will work in concert to increase farmer vulnerability,» Lin said. «We should take advantage of the services the ecosystems naturally provide, and use them to protect farmers’ livelihoods.»

 


 Experiment Demonstrates 110 Years Of Sustainable Agriculture

ScienceDaily (Oct. 1, 2008) — A plot of land on the campus of Auburn University shows that 110 years of sustainable farming practices can produce similar cotton crops to those using other methods.  

 

In 1896, Professor J.F. Duggar at the Agricultural and Mechanical College of Alabama (now Auburn University) started an experiment to test his theories that sustainable cotton production was possible on Alabama soils if growers would use crop rotation and include winter legumes (clovers and/or vetch) to protect the soil from winter erosion

 

Today, his experiment on the campus of Auburn University is the oldest, continuous cotton experiment in the world and the third oldest field crop experiment in the United States on the same site. The experiment, known as “the Old Rotation,” has continued with only slight modifications in treatments and was placed on the National Register of Historical Places in 1988. Researchers at Auburn University and at USDA-Soil Dynamics Laboratory in Auburn, AL, have prepared the first ever comprehensive research publication covering the entire 110-yr history of this experimentIt was published in the September-October issue of Agronomy Journal, and provides insight into issues both past and present that effect sustainable crop production in the South. 

 

The thirteen plots in the Old Rotation include (i) continuous cotton, (ii) a 2-yr rotation of cotton with corn, and (iii) a 3-year rotation of cotton-corn-wheat-soybean.  These crop rotations include treatments with and without winter legumes (usually crimson clover and/or vetch) and with and without fertilizer nitrogen.

 

After more than 110 years, the Old Rotation continues to document the long-term effects of crop rotation and winter legumes on cotton production in the Deep South.  It provides growers, students, and faculty with a living demonstration of fundamental agronomic practices that result in sustainable crop production.  Long-term yields indicate that winter legumes are as effective as nitrogen fertilizer in producing non-irrigated, 10-yr average cotton yields of 1,100 pounds lint per acre. Winter legumes and crop rotations contribute to increased soil organic matter.  Higher soil organic matter results in higher crop yields

 

In 1997, the Old Rotation entered a new era of agricultural production where boll weevil eradication, genetically modified crops, and conservation tillage almost eliminated the need for the plow and pesticidesIn 2003, irrigation was added to half of each plot.  Yields of cotton, corn, wheat and soybean continue to increase far beyond the yields of Professor Duggar’s generation.  Since initiating conservation tillage practices in 1997, all-time, non-irrigated record yields have been made on all the crops grown on the Old Rotation:  1,710 pounds cotton lint per acre in 2006, 95 bushels wheat per acre in 2001, 236 bushels corn per acre in 1999, and 67 bushels of double-cropped soybean per acre in 1997 after wheat.

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