Como profesional de la ciencia, todo lo relacionado con la tecnología me despierta un gran interés. La tecnología no es ni positiva ni negativa, todo depende del uso que hagamos de ella. En una sociedad más justa, pacífica y “razonable” que la actual, no cabe duda que los avances tecnológicos ni debieran cuestionarse. Sin embargo, las filias y las fobias van reñidas con una valoración crítica de la ciencia y la tecnología. Dos aspectos se me antojan preocupantes en este sentido. El primero reside en pensar que los desaguisados actuales generados en el medioambiente, así como las desigualdades sociales que ha causado a escala planetaria no deben preocuparnos, por cuanto futuros avances tecnológicos los corregirán. Del mismo modo, me pregunto que pensarán los ciudadanos del planeta a los que las demandas tecnológicas les han generado muchos más perjuicios que beneficios (léase, por ejemplo, los problemas derivados de la moda de los combustibles agroenergéticos).      

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Jano: las dos caras de la tecnología. Fuente: Jano 2.0

 

Tecnofilia, Tecnocidanos, Tecnoadictos, Tecnofobia, etc. son términos de moda. Considero que la tecnofilia es tanto o más peligrosa que la tecnofobia, por cuanto la última tan solo suele afectar a quien la padece. Empero considerar que no debemos preocuparnos por el mal uso de la tecnología me genera estupor. No consiste en mirar atrás. La historia del progreso humano ha sido posible gracias a los avances de la tecnología, nadie lo duda. Sin embargo, actualmente tenemos a nuestra disposición un arsenal cuyo poder benefactor y destructivo no tiene precedentes.

Cuando se pretende explicar al ciudadano las bondades del desarrollo tecnológico, debieran tanto mostrarles los pros y los contras de tales progresos. Casi siembre, los últimos devienen del mal uso que podemos hacer de tales innovaciones. Sin embargo, todos sabemos que entre los seres humanos abundan tanto los bien intencionados como los perversos, que tan solo atienden a su beneficio personal, caiga quien caiga. ¿Qué ocurre y/o puede ocurrir cuando algunas tecnologías poderosas caen en manos de los últimos?

Si pensamos en el caso de la biotecnología, por citar un ejemplo entre otros muchos,  mediante procedimientos similares se pueden salvar muchas vidas o generar patógenos devastadores que atenten potencialmente la seguridad de los ciudadanos. Lo mismo ocurre con la energía nuclear o la propia IA. ¿Se imaginan arsenales nucleares en manos de “Al Qaeda”?. Del mismo modo, la aplicación militar de muchas tecnologías me infunde pavor. Falta total de privacidad, insectos espías que pueden colarse por cualquier sitio y husmearlo todo, hombres bajo una capa de invisibilidad que pueden actuar impunemente, despiadados robots soldados, etc., etc.

Por lo que respecta al medio ambiente y la biosfera, la situación es también muy preocupante. Jamás hemos vivido en un planeta tan degradado a causa de la tecnología. Hasta ahora lo ya dañado no ha sido reparado y, en muchos casos, no tiene visos de serlo en el futuro. Ya os escucho a algunos alegar que los grandes desastres naturales, como los impactos de meteoritos devastadores o actividades volcánicas inusuales, cambiaron varias veces la faz de la tierra. Cierto, pero se trataba de eso, desastres naturales” a menudo imprevisibles. Ahora bien, que seamos nosotros los que podemos generar tales cataclismos no dice mucho a nuestro favor. Actualmente, algunos colegas pretenden también realizar experimentos globales cuyos resultados, de fracasar, podrían ser aterradores. No hablamos de experimentar en laboratorios, sino de aplicar ciertas tecnologías para paliar el cambio climático, sin vuelta atrás. No toda la geoingeniería conlleva tales riesgos, pero como ya nos hemos explicados en algunos post, otras sí. No retornaremos sobre el tema.

Pero hasta aquí hablamos del lado de los “ganadores” (¿?), es decir de los que vivimos en el estado del bienestar, por llamarlo de alguna forma. Sin embargo, en la actualidad, hay más pobres que ricos y explotados que explotadores. No viene demás, por tanto, ponernos del otro lado de ese telón invisible que separa a unos de otros. Si me expulsan de mi tierra con vistas a que una multinacional implante la agroenergética, si por explotar los recursos minerales que atesora mi terruño envenenan mis tierras y aguas, si en aras del progreso utilizan a mis hijos como mano de obra infantil trabajando en condiciones insalubres, si en pro de la salud de los ricos prueban fármacos experimentales en mis infantes, etc. etc., ¿Qué pensaría usted de la tecnología occidental y sus secuaces?

Parece que no nos damos cuenta que las noticias que recibimos se encuentran siempre sesgadas en función de unos intereses concretos. ¿Ha visto usted a un político aseverar que sus iniciativas tan solo benefician a los más poderosos? ¿A leído usted a un empresario alegar que la tecnología de la que hacen uso dañará a un segmento de la población, pero que persevera por mero beneficio económico?. ¡Pues no! ¿Verdad? Empero existen, y todos los sabemos. La prensa denuncia los casos detectados, aunque sabemos que hay muchos más que no lo son.

No es cuestión de ponerse melodramáticos, aunque nos enfrentamos a riesgos muy serios. La tecnología tiene, lo queramos ver o no, esa dualidad jánica.  Por todo ello, me preocupan noticias como las que os expongo a continuación, que dan cuenta de la opinión de un famoso divulgador científico. ¡Lo que estropeemos ya lo arreglaremos!, viene a decir veladamente, aunque el título irónico lo encubra. Mi respuesta sería ¡o tal vez no!. Y lo que más me exaspera deviene de que cualquier actitud o reflexión “crítica” (que no ataque), a la hora de hablar de los avances de la ciencia y la tecnología, genere inmediatamente una respuesta hostil, furibunda, y despiadada, por parte de muchos científicos, tecnólogos y profesionales de la información. Y sinceramente tal reacción visceral, que no meditada, no parece ser la más adecuada para aquellos que dicen ser “fervientes” “creyentes” en las bondades del progreso. Vísceras, creencia y razón son malas compañeras…………  

Ser crítico, reflexionar, rechazar el pensamiento único, etc., es lo que nos lleva al libre pensamiento, ese que parece molestar a tantos. Su enojo se parace tan peligroso como el mal uso de ciertas tecnologías.                         

Juan José Ibáñez

 

Eduardo Punset: La tecnología no resolverá los problemas a los que nos enfrentamos

Entrevista a Eduardo Punset, economista y divulgador que  (…) charlas que la Fundación (…) inicia sobre distintos aspectos de la sostenibilidad del Planeta. Fuente | La Razón digit@l; 07/04/2010

 

El equilibrio de la Tierra será el centro de las conferencias que la Fundación (…) inicia de la mano del economista y divulgador Eduardo Punset. Cada uno de los ponentes abordará semana tras semana distintos aspectos de la sostenibilidad del Planeta, desde el consumo responsable, a los cultivos transgénicos, pasando por las diez claves para abordar el futuro.

En la primera charla, que lleva el mismo título que el ciclo de conferencias «El equilibrio de la Tierra», Eduardo Punset reflexiona sobre el tema consciente de que «la vida existe solo cuando se genera un desequilibrio», y aduce que, «el objetivo no es evitar ese desequilibrio sino saber gestionarlo». En opinión del divulgador científico, director del programa de televisión «Redes», la gente nunca ha acabado de creerse el impacto trascendental de la tecnología para resolver los problemas con que nos enfrentamos, por eso nos cuesta creer que en el siglo XIX la opinión pública estuviera convencida de que el estiércol de caballo y el humo de las chimeneas, típico de la revolución industrial, acabarían con todo».

El escritor estima que «las causas del impacto medioambiental son diversas y no todas impactan en sentido negativo. A veces se compensan. ¿Cuáles son esas causas? En primer lugar el crecimiento de la población que -aunque cueste creerlo-, es inferior al crecimiento de la productividad agrícola; en segundo lugar el aumento del PIB o la riqueza nacional; en tercer lugar los cambios ocurridos en las preferencias del consumidor», y pone un ejemplo Punset: «la predilección repentina en Occidente por la comida japonesa está impidiendo la protección adecuada de especies como el atún». (…).

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