En este post hablaremos de los procesos de formación de suelos. No vamos a hacer un análisis pormenorizado de todos ellos, pues no es el objeto de este trabajo, aunque sí enunciaré, como ejemplo, aquellos que tienen mayor incidencia en los suelos desarrollados en el ámbito mediterráneo. Me referiré especialmente a los procesos que tienen lugar en su interior, y se produce transformación de compuestos. Una vez que la materia orgánica llega al suelo (1), bien en superficie (hojas, ramas, frutos, restos de animales), bien en profundidad (penetración por las grietas, restos de animales muertos), después de un proceso de alteración física (troceado, suspensión, etc), comienza el proceso de la “humificación”, por el cual la materia orgánica es transformada en compuestos de estructura distinta a la de su origen. Se diferencia dos tipos de sustancias, las denominadas sustancias no húmicas (materia orgánica de características químicas conocidas: glúcidos, proteinas, aminoácidos, etc.) y las denominas sustancias húmicas (materia orgánica sin características específicas, constituidas fundamentalmente por núcleos aromáticos de elevado peso molecular). Este conjunto de sustancias estructuran el suelo y determinan su comportamiento.

 

 

Suelos de tonalidades rojas típicos de los ambientes

 mediterráneos Acuarelas del Profesor Kubiena (CSIC 1952)

Otro proceso que afecta al suelo, en este caso en su constituyente inorgánico, es el proceso de la “rubefacción”. Consiste en una deshidratación de los óxidos de hierro liberados por la alteración de los minerales. Esta deshidratación, que es casi irreversible, se debe a desecaciones estacionales muy bruscas y confiere al suelo un color rojo muy intenso.

 

En regiones de clima atlántico templado o semicontinental, con medios biológicamente activos y con buena aireación, se da el proceso de “empardecimiento”, por el cual, el hierro liberado sirve de enlace entre las arcillas y los compuestos húmicos, favoreciendo  una buena estructuración. La mayor humedad del clima no permite la deshidratación de los óxidos de hierro y por tanto el color del suelo es pardo.

 

Otro proceso de especial importancia en climas mediterráneos es el de “calcificación”, por el que se produce una acumulación de carbonato cálcico en algunos horizontes subsuperficiales (2). La caliza que existe en el material original o la que se genera como consecuencia de la alteración de minerales (plagioclasas, piroxenos, etc.), se solubiliza en forma de bicarbonato durante los periodos húmedos. Desciende a través de las grietas por el perfil y precipita, nuevamente como carbonato, en profundidad en las épocas secas. Este proceso da suelos con pH alcalinos y en ocasiones concreciones calizas en los distintos horizontes.

 

Estos son algunos de los procesos más característicos que tienen lugar en el interior del suelo, por ellos, los materiales se transforman en función de reacciones químicas, reguladas por la presencia de agua y contraste de temperatura. Ahora bien, en el interior del suelo no solo se producen reacciones de “transformación”, también hay procesos de “translocación”, según los cuales la materia se moviliza en sentido vertical dentro del suelo. Como indicamos anteriormente estos también son muy numerosos, por lo que definiré únicamente aquellos que son más frecuentes en los suelos de la Península Ibérica (3).

 

 

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Comenzamos con el proceso de “argiluviación”, consiste en la acumulación de arcilla en horizontes subsuperficiales. Para que la iluviación (transporte) pueda tener lugar es necesario que la arcilla este dispersa, es decir no puede estar unida a carbonatos u óxidos.

 

Queluviación” es el proceso por el cual hierro, aluminio y humus es desplazado de la superficie al interior del suelo. Forma parte de un proceso más complejo que es el de la “podsolización”, por el se forma un horizonte de color blanquecino donde se acumula cuarzo y otros minerales resistentes a la alteración.

 

“Eluviación”, “lavado”, “lixiviación”, son procesos que definen distintos mecanismos de migración de componentes a lo largo del perfil.

 

Por último señalaremos el proceso de “erosión” que consiste en la pérdida de los horizontes superficiales por arrastre de los elementos que los constituyen.

 

 

 

Bloque diagrama de un suelo

 

Todos estos factores y procesos son necesarios para la formación del suelo, el conjunto y su interrelación determinan las características de la edafosfera, y como ya dijimos al principio, si falta no sería posible la existencia de vida como hoy la conocemos. En ella no solo encontramos los nutrientes para el alimento de las plantas, también es el universo de multitud de animales que lo habitan: grandes vertebrados (ratones, topos, conejos), invertebrados artrópodos y no artrópodos (hormigas, termitas, lombrices), insectos, arácnidos, nematodos, etc. Todos constituyen la fauna del suelo (4), que junto a la flora, conviven y desarrollan una intensa actividad que permite la existencia de una gran variedad de especies necesarias para mantener esa capa superficial que es la casa donde nosotros habitamos.

 

Otro aspecto del estudio de los suelos lo constituye el análisis de procesos formativos en épocas diferentes a las actuales. Los suelos no solo son el almacén de nutrientes o nicho de vida, son además reservorios de nuestra historia, en ellos encontramos restos del pasado que nos ayudan a reconstruir la evolución del planeta. El estudio de paleosuelos fósiles puede resultar de gran interés para llegar a conocer ambientes de un determinado momento geológico. Así, por ejemplo, el estudio de “suelos rojos precámbricos” (paleosuelos fósiles con más de 600 millones de años) ha proporcionado información acerca del desarrollo de la atmósfera terrestre inicial. Análogamente, los “paleosuelos ordovícicos (paleosuelos pertenecientes a la Era Primaria con más de 400 millones de años) son indicadores útiles de la composición de la atmósfera en el tiempo en que se formaron.

 

Pero el estudio del suelo no es solo “lo que fue”, ni tan siquiera “como es”, el estudio del suelo en el futuro, es mucho más ambicioso, debe incluir el impacto que supone su utilización en todos los aspecto de la vida: técnicos, jurídicos, sociales, económicos, sanitarios, incluyendo, también, la calidad del ambiente. No se pueden hacer estudios del cambio climático, o de la gestión de residuos, o de la eutrofización, sin contar con el suelo. No podremos entender la contaminación de aguas superficiales o subterráneas, sin contar con el suelo, no podremos estudiar el impacto por metales pesados y fitosanitarios (fungicidas, insecticidas, etc.), en plantas y aguas, sin contar con el suelo. En una palabra, no podremos sustraernos a la trascendencia del suelo si queremos encontrar respuestas capaces de solucionar, no solo problemas ambientales, sino también problemas sociales.

 

Empezábamos este artículo preguntándonos, ¿qué hay debajo de este paisaje?, y no se si he acertado con la respuesta, pero he querido trasmitir la complejidad que supone analizar cualquier componente del medio natural. Hoy día no se puede entender la ciencia desde una óptica compartimentalizada y sin conexión entre las disciplinas, porque los límites cada vez son más difusos. Murray Gell Mann (5), premio Nobel de Física en 1969, afirma en su libro “Del Quark al Jaguar” “En la actualidad, la red de interrelaciones que conecta el género humano consigo mismo y con el resto de la biosfera es tan complejo que todos los aspectos se influyen mutuamente en grado extremo”. Sentimientos al contemplar un lugar, desarrollo económico, aspectos sanitarios, clima, geología, vegetación, suelos, se mezclan de manera que la naturaleza y el hombre son inseparables si queremos hacer que ambos sobrevivan. El deterioro de la naturaleza, en cualquiera de sus componentes, afecta directamente a la totalidad del sistema y si no mantenemos equilibrada la ecuación entre el gasto y la recuperación de recursos naturales, el hombre no podrá mantener su actual estado de comodidad.

 

Me permito terminar con unos versos de Antonio Machado (6), poeta que supo unir la estética de la palabra con la estética de la naturaleza, y donde recoge el peligro que supone para el hombre y el medio natural, perder su relación.

 

            El hombre de estos campos que incendia los pinares

            y su despojo aguarda como botín de guerra

antaño hubo raído los negros encinares,

            talado los robustos robledos de la sierra.

            Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;

            la tempestad llevarse los limos de la tierra

por los sagrados ríos hacia los anchos mares;

 y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.     

 

 

Tercera parte del artículo remitido por el Autor a la Revista de la Sociedad Española de Historia Natural. Publicado en el número 6 de Marzo de 2004, paginas : 67-74

 

Referencias

 [1] Ph. Duchaufour (1984). Edafología I: Edafogénesis y clasificación. Masson (Eds). Barcelona.

2 P. Driessen, J. Deckers, O. Spaargaren y F. Nachtergaele. (2001). Lecture notes on the major soils of the world. World Soil Resources Reports 94. FAO Roma.

3 J. Porta et al. 1994.

4 H. D. Foth (1985). Fundamentos de la Ciencia del Suelo. CECSA (Ed). México.

5 M. Gell-Mann (1985). The Quark and the Jaguar. Aventures in the Simple and the Complex. METATEMA. Tusquets (Ed). Barcelona.

66Antonio Machado (1917). Campos de Castilla. Poema “Por las Tierras de España”

 

Antonio López Lafuente

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