¿Qué es ser europeo? Para la superación de formas de pensar coloniales y románticas, de Dag Nikolaus Hasse

«Nos consideramos europeos, pero nuestras ideas tradicionalmente arraigadas sobre la cultura europea son cuestionables, porque arrastramos puntos de vista de la época colonial y la época romántica que distorsionan nuestra percepción de la historia y la geografía, y que pesan en el futuro de nuestro continente. Dag Nikolaus Hasse anima a reflexionar de manera más abierta sobre Europa, cuyas raíces intelectuales son más amplias y cuyas conexiones con los vecinos continentales son más intensas de lo que muchos creen.»

Sirva este texto de contracubierta para presentar este breve ensayo, con el que Dag Nikolaus Hasse propone una mirada original y erudita a la cuestión de qué es europeo. Mientras que las historias convencionales sobre la idea de Europa suelen arrancar de algún punto entre la Edad Media y la Modernidad, y basarse en una angosta nómina de autores célebres del Reino Unido, Francia, Alemania o Italia, el autor propone una visión más amplia y que incorpore múltiples perspectivas y autores a menudo no tenidos en cuenta. No en vano Hasse es profesor de historia de la filosofía y ha escrito principalmente sobre la filosofía y la ciencia árabe, así como su influencia en la Europa latina medieval, cuestiones que se reflejan claramente en este libro publicado en 2021 en la editorial Reclam (Was ist Europäisch? Zur Überwindung kolonialer und romantischer Denkformen).

Dag Nikolaus Hasse (DFG/David Ausserhofer)

Hasse comienza examinando la idea geográfica de Europa, destacando que es una convención que ha perdurado a lo largo de la historia, a pesar de los cambios en las concepciones culturales y políticas sobre el continente. A continuación, el autor examina la transformación que sufrió la idea de Europa en la Edad Moderna, cuando dejó de ser definida como un espacio y pasó a ser entendida como una cultura. Para Hasse, los intentos de definir culturalmente a Europa surgieron en gran parte a raíz del colonialismo y la percepción de superioridad europea en el siglo XVIII. Fue en el tránsito a la Modernidad cuando Europa (es decir, los europeos) se vio a sí misma, por primera vez, superior a Asia, que hasta entonces se consideraba la mejor parte del mundo – la más rica, culta, refinada, fértil, con el clima óptimo,  y el lugar donde estaban Jerusalén y el Paraíso terrenal bíblico. Frente a ella, la “fría Europa” era un “second best”.

Pero la Europa Ilustrada alteró las perspectivas, redefinió desde la superioridad material su relación con el resto del mundo, y asentó entre otras cosas la idea de que solo en este continente reina la Razón – una nación que Hasse critica, echando mano de abundante artillería histórica. A esta autoconcepción de Europa, estrechamente vinculada a su despliegue colonial sobre el resto del mundo, se le sumó en el Romanticismo una visión que enlaza con la perspectiva humanista y cristiana: la que vincula la identidad de Europa con la herencia de Jerusalén, Grecia y Roma, es decir, con la cultura de raíces exclusivamente judeocristianas y clásicas. Para el autor, ambas son concepciones igualmente simplificadas y excluyentes, deudoras de tradiciones históricas distorsionadas y de una «mirada de túnel» que distorsionan la verdadera diversidad de Europa al seleccionar unas partes y dejar fuera otras, en particular el aporte de numerosas culturas encabalgadas entre Asia, África y Europa.

Tabula Rogeriana, creada por Al-Idrisi en 1154, uno de los mapas más detallados del mundo antiguo. Este mapa ha sido rotado para mostrar su similitud con los mapas modernos. Fuente: https://muslimheritage.com/maps/

En busca de “lo europeo” tal y como ha sido definido en tiempos recientes, Hasse pasa también revista a diversas propuestas, como los lugares de memoria de Europa incluidos en una obra colectiva de 3 volúmenes publicada en Múnich en 2012 (editada por Pim de Boer), así como los conceptos de Europa propuestos en sendos ensayos por Milan Kundera (1983), Rémi Bragues (1992) y George Steiner (2004, en concreto los cinco “axiomas” de su famoso “Café Europa”). Para Hasse, todas estas propuestas terminan resultando reductivas y, en su afán de dar con la esencia de Europa, acaban traicionándola al sacrificar la diversidad inherente a la cultura europea. Su conclusión es lapidaria: “partidistas, excluyentes, arrogantes, distorsionadoras – las concepciones culturales de Europa, hay que constatarlo, son una plaga”.  

En lugar de adoptar concepciones coloniales y románticas de Europa, el autor propone un enfoque descriptivo y de abajo a arriba que considere la diversidad de formas culturales y prácticas en Europa en diferentes momentos de la historia. ¿De qué manera? Hasse sugiere que Europa se puede entender como una red de innumerables espacios culturales superpuestos y variados. Por ejemplo, solo en Europa coinciden la sonata como forma musical hacia 1790, los capiteles jónicos hacia el 300 a.C. y la lengua litúrgica sefardí hacia 1820. O por citar otro ejemplo, solo en Europa en el siglo XV había a la vez literatura epistolar humanística, teoría médica de los humores en las universidades, arquitectura palaciega andalusí, sagas nórdicas, mezquitas otomanas, escolástica hebrea y motetes polifónicos latinos. “La cultura europea no tiene entonces ningún ser, ninguna esencia, pero aún así se puede determinar, como red de formas y prácticas culturales de un tiempo concreto”. (p. 79) 

Para el futuro, Hasse propone enlazar con la tradición europea de diversidad de las ciudades multiétnicas medievales como Kiev, Praga, Córdoba y Constantinopla, donde convivían gentes de distintas lenguas, religiones y etnias, sin presiones asimilacionistas. Cabe destacar que Hasse encuentra algunos de los mejores ejemplos de convivencia multicultural en la historia de la Europa central y oriental y en el Mediterráneo, y no en la Europa occidental. La Córdoba califal y Constantinopla, por cierto, ocupan un papel destacado en su exposición,  como grandes metrópolis y centros culturales europeos que definieron la cultura del continente.

Es una derivada lógica que Hasse proponga inspirarse en el pasado y proponga la comunidad de derecho y la igualdad jurídica como base de la convivencia en Europa (con mención explícita a la Unión Europea) con el objetivo de crear “comunidades funcionales”, sin la imposición de una cultura dominante (Leitkultur) ni la negación del pluralismo cultural. La Unión Europea, concluye Hasse, no debería pretender que sus habitantes le correspondan con el tipo de lealtad emocional y subjetiva que relacionamos con la identidad, sino que debería aspirar a cosechar y promover la clase de compromiso cívico y racional que corresponde a la ciudadanía.

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