Reflexionando Sobre los Comentarios de Antonio y el Paradigma Agronómico

Reflexionando Sobre los Comentarios de Antonio y el Paradigma Agronómico

 

Hola A todos. Antonio, saca a la luz nuevas reflexiones sobre el concepto de suelos y su relevancia en la biogeosfera. Antonio, como Carmen habla en términos de procesos mientras yo insistía en sus estructuras. Como se puede observar, ambas aproximaciones son complementarias. Evidentemente son los procesos edáficos los que generan estructuras del suelo. Sin embargo, a la hora de clasificarlos, utilizamos las estructuras morfológicas y no los procesos que las generan. El problema consiste en que a veces, diferentes procesos generan una misma estructura.

 

En términos epistémicos diremos pues que estamos tratando dos aproximaciones

 

1.       Estructural o estructuralista

2.     Dinámica

 

Las dos son igual de válidas. La cuestión estriba, en que la mayoría de los procesos no son visibles, al contrario que las estructuras. Pero también es cierto, como comentamos, que diferentes procesos pueden generar la misma estructura.

 

En la «Galería de Acuarelas de Kubiena« podéis observar diversas capas u horizontes que suelen ser el resultado de procesos edáficos. Estas acuarelas no han sido etiquetadas con sus nombres científicos, por cuanto en el estado actual de nuestro debate no es relevante. Ya lo haremos más adelante.

 

Sin embargo, sí conviene resaltar, como ya comentamos en otra nota, que estos horizontes son el resultado de la evolución de un suelo. A menudo, partiendo de una roca inicial uniforme, la edafogénesis (génesis o evolución de suelos)  va incrementándose el número de horizontes, aunque también hay situaciones y materiales litológicos (rocas) que no darán lugar a diferentes capas (proceso denominado horizonación) sino que al contrario, puede darse la situación que la dinámica de un suelo tienda a mezclar los horizontes dando al perfil un aspecto homogéneo (este proceso es denominado haploidización).

 

Pero volvamos a la horizonación. El suelo está habitado por una plétora de organismos pertenecientes a muy dispares taxones biológicos. La mayor parte de ellos se encuentran en los centímetros superficiales (como también las raíces de las plantas) decreciendo, en general su número y diversidad biológica (número de especies) exponencial o potencialmente (aún no se sabe con exactitud) con la profundidad. Esto no significa que no existan que no se puedan encontrar organismos biológicos a gran profundidad, algunos de ellos muy singulares, que no acaecen en los centímetros superficiales. Este hecho, sobre el que volveremos reiteradamente en el futuro, nos retrotrae ineludiblemente, una vez más al concepto de suelo: ¿cuando un manto litológico alterado por los procesos biogeosféricos deja de ser un suelo?

 

Pero lo que nos interesa recalcar aquí es que cuando un suelo es homogéneo, su composición mineral y sus contenidos en nutrientes también lo son (¡más o menos!). Llamamos textura del suelo al tipo de minerales que clasificamos en función de su tamaño. Básicamente,  los edafólogos distinguen cuatro tipos de tamaños: (i) gravas y cantos, siempre mayores de dos milímetros; (ii) arenas, (iii) limos, y (iv) arcillas. Obviamente el tamaño de estos «objetos minerales» decrece desde el tipo (i) al (iv). Lógicamente su naturaleza o composición es también muy importante (pero es otro tema). Pues bien, el proceso de horizonación genera diferentes horizontes que se caracterizan por sus diferentes texturas (a parte de su color, pH, y otras características).   A su vez las texturas son de una importancia trascendental a la hora de retener agua, y por procesos en los que no nos vamos a detener aquí, también afectan a las temperaturas. Por tanto, cada horizonte va a tener un ambiente físico y químico diferente. Como corolario, los organismos del suelo pueden disfrutar de más hábitats, cuantos más horizontes tenga un suelo. Los ecólogos saben bien que hábitats distintos dan ligar a la constitución de comunidades biológicas distintas. De este modo se puede aseverar que: 

 

la horizonación de un suelo, con el tiempo, incrementa el número de hábitats y por tanto la diversidad que un suelo puede albergar. Así pues, la horizonación del suelo, consecuencia de su evolución, se asemeja a la sucesión ecológica en diversos aspectos. Cabe destacar que ambas suelen tender, sin perturbaciones humanas a incrementar la biodiversidad. Sin embargo es relevante resaltar, que ni la inmensa mayoría de los ecólogos del suelo no tienen en cuanto este hecho a la hora de estimar la edafodiversidad. Cabría pues preguntarse ¿porque?

 

La respuesta no es trivial. Pero señalemos algún punto digno de mención, por cuanto afectan también a otras ramas del conocimiento. Se diga o no, la ciencia también está sujeta a «modas», mientras que los científicos podemos considerarnos (por térmico general) individuos conservadores. Se defiende la teoría vigente hasta que numerosas pruebas que la refutan nos obligan a aceptar otra nueva. Cuando el salto conceptual es grande (por ejemplo el tránsito de la mecánica clásica a la quántica) se habla de un «Cambio de Paradigma«, en el sentido que dio al término el filósofo de la Ciencia Thomas Kuhn en los años setenta.

 

Por razones asociadas al sesgo agronómico de la agricultura, la edafología se ha limitado a estudiar como máximo los dos metros superficiales. Se ha presupuesto también que como la mayor biodiversidad se encuentra en los horizontes superficiales, estudiar, la biodiversidad del suelo, más allá del horizonte más superficial (generalmente también el más rico en materia orgánica) era superfluo por cuanto aportaría poco más (en términos de individuos, biomasa y número de especies). Más aún la mayoría de los biólogos y ecólogos del suelo no poseen los conocimientos necesarios para detectar y clasificar los horizontes del suelo. Siempre se ha considerado «ortodoxo» recoger muestras de los 10 o 20 cm. superficiales para conocer su biología, y aún se sigue haciendo así; ¿correcto o incorrecto?; ¿verdadero o falso en (términos científicos, que no ontológicos): Rotundamente falso e incorrecto.

 

La ecología tradicional siempre ha considerado que el efecto de la vida sobre la alteración de los minerales acababa más o menos a los dos o tres metros. El paradigma agronómico de la edafología no lo desautorizó. ¡Más madera!: esta disciplina ha considerado que un suelo alcanzaba su límite en profundidad cuando la vida desaparecía. Sin embargo ahora sabemos que los efectos de la vida alcanzan, con frecuencia decenas de metros de profundidad incluida la presencia de especies biológicas.   Como corolario, deberíamos cambiar, en consonancia con nuestros conocimientos, el concepto de suelo. Sin embargo no ha sido así. ¿Porqué? La ciencia es una empresa humana, un constructo social que ha alcanzado su éxito por utilizar una metodología (la científica) que permitía la corroboración y refutación de los hechos observados por miembros de su comunidad. Sin embargo, esta visión idealizada, no se sostiene según muestran los filósofos, sociólogos, historiadores, así como los denominados «estudios sociales de la ciencia».

 

Actualmente se habla de «Sacerdotes de la Ciencia». Este vocablote causa pavor y da a entender que la ciencia debe reemplazar a la religión. Como se dice ahora (..) pues va a ser que no. La verdad científica del presente, suele ser falsa con el devenir de esta (en caso contrario no habría progreso científico, cuestión que solo defiende en filosofía la denostada escuela denominada «realismo ingenuo». Por otro lado la religión es la religión y la ciencia la ciencia. Mal que les pese a muchos científicos, de sacerdotes muy poco (al menos en el sentido idílico de este vocablo).

 

El concepto de suelo deberá ser cambiado, por cuento hay sobradas evidencias científicas para llevar a cabo tal salto, así como demandas sociales que lo aconsejan. Esta es mi opinión. Y seguiré aportando pruebas fehacientes, de cómo se despilfarra dinero abordando estudios basados en concepciones caducas de su objeto de estudio.  

 

Juanjo

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