Modelos Conceptuales y Representaciones del Sistema Suelo: 8. El Minimalismo de la WRB

Modelos Conceptuales y Representaciones del Sistema Suelo 8. ¿Minimalismo de La Nueva WRB o el Suelo Como Entidad Geológica?

 

Un modelo minimalista, Como mola ¿verdad? ¡Pues va a ser que no!  La nueva versión de la WRB (FAO, 2006) será sin ninguna duda una revolución en el sentido popular del vocablo (que no en el epistémico; ya que habría que hablar de cambios de paradigma, etc.) que dará mucho que hablar. Como toda revolución, al iniciarse, carece de lagunas e inconsistencias, a la par que atesora aspectos muy positivos y prometedores. No escribiremos aquí las bondades y debilidades de este nuevo producto. Lo haremos cuando sea publicada (se está finalizando su redacción y comenzando su impresión). Tan solo abundaremos aquí en algunos aspectos preocupantes, en lo que concierne a si la WRB-2006 presentará un nuevo modelo o representación del sistema edáfico, o si por el contrario es viejo vino en nuevas botellas. Algo hay de ambos. Comenzaremos con la definición de suelo que presenta (no sabemos si provisional o definitivamente). Como colaborador en su elaboración este administrador posee en sus manos el último borrador que data de septiembre de 2005, en la que se puede leer (traducido del inglés):

 

«El Suelo en la WRB es definido como: cualquier material no consolidado, pero estable, con 1 cm. o más de espesor, que se encuentra en contacto directo o indirecto con la atmósfera, o sumergido bajo el agua a menos de dos metros de profundidad. Se reconoce que el límite de 1 cm es artificial, pero es cuantificable en campo y, de este modo, se evitan discusiones sobre el tema del grosos de los suelos. La definición incluye suelos urbanos pavimentados, sedimentos o sistemas edáficos de cuevas, así como también los que subyacen el en fondo de aguas someras. Materiales por debajo de tal límite de grosor (1 cm) y sus rocas subyacentes no son clasificados como tales suelos, pero constituyen la litodermis de la superficie terrestre«. 

 

¿Porque es minimalista? Simplemente porque, a priori, no hay propiedades no triviales que estimar con vistas a saber si es un suelo, un sedimento o una roca. Esto implica desnaturalizar la concepción clásica pero, aún vigente del suelo como cuerpo natural que debe atesorar unos procesos de autoorganización que hemos mentado en comunicaciones precedentes. Para los lectores no versados en suelos, esto podría constituir un alivio, pero para los expertos, como mínimo será materia de una intensa polémica. ¿Entonces que somos nosotros cuando decimos que edafólogos? Grave dilema. Sinceramente no creo que tal definición prospere entre los científicos, aunque conlleva, también hay que reconocerlo, aspectos muy positivos para la ciencia y las demandas sociales en materia de información de suelos. Véase también que introduce el concepto de litodermis. ¿Por qué? Simplemente porque los inventarios que se deriven de la nueva WRB pretenden describir toda la superficie terrestre, con sus cuerpos correspondientes, sean naturales o no (suelos de ciudades sobre asfalto, vertederos de toda índole, etc.).

 

La idea de inventariar y cartografiar toda la litodermis ya fue propuesta por este autor (en un informe escrito dirigido al Plenario del Buro Europeo de Suelos), hace aproximadamente 5 años. Por supuesto no prosperó. Sin embargo yo no fui tan lejos como para tener que describir los suelos (mejor llamarlos materiales) entre el bordillo de un acera y la calzada (la WRB lo enfatiza explícitamente). Sinceramente, desde el punto de vista científico me parece una aberración. Sin embargo desde la óptica de la demanda social en materia de suelos (sensu lato, por supuesto) puede ser de interés, debido a que estos «entes» son frecuentemente fuente y depositario de materiales altamente contaminantes y organismos patógenos peligrosos para la salud (ver las contribuciones que el amigo López La Fuente viene escribiendo en esta weblog al respecto). Recordemos, por ejemplo, que nuestros críos recogen cualquier cosa comestible que se les cae y tienden a volver a ingerirlas. Del mismo modo, localizar, clasificar e inventariar cualquier tipo de vertedero resulta ser una tarea necesaria. ¿En que consiste pues el problema? Tan solo en la definición.  Se pierde cualquier referencia a la estructura y procesos edáficos. Una definición de esta guisa es por tanto científicamente vacua.

 

Este miserable administrador fue moderador de un foro de la FAO en Internet sobre la WRB, en el Grupo Especial de Trabajo sobre la racionalidad de la WRB. El debate que generó superó al de los restantes grupos de trabajo con creces. Como ya manifesté entonces, el problema no es el producto, sino la definición de suelos (y por tanto la descripción de su identidad). Por otro lado, la WRB es una clasificación plana (paupérrima desde el punto de vista de maximizar su eficiencia como sistema de información). Pero esta es otra historia de la que hablaremos en su momento, al abordar el tema de las clasificaciones. Finalmente, al solo considerar el metro superficial de suelos o lo que sea, soslaya de nuevo al regolito, permitiendo que permanezca la laguna de materiales que impide analizar correctamente el flujo del agua en los ecosistemas terrestres hasta que se alcanzan las aguas freáticas o corrientes.     

 

Como novedades dignas de mención, cabe mentar que, por primera vez (desde Kubiena) se tienen en cuenta los suelos sumergidos. Ante la resistencia de ciertas escuelas edafológicas, incluido la norteamericana, ya comenzaban a elaborarse clasificaciones independientes de los suelos de lagunas someras y aguas estancadas por su interés social (ambiental y para la salud humana).  El problema, como ya manifesté a los principales arquitectos de la WRB, podría evitarse de clasificar la litoderma, en categorías muy genéricas, una de las cuales consistiera en los suelos (definición clásica de cuerpo natural) y otras que concernieran a los restantes cuerpos no estrictamente edáficos. Reitero que los suelos, tal como los presenta la WRB dejarían a la edafología como una disciplina sin sentido, en muchos aspectos. Algo parecido a lo que ya mentamos cuando hablamos del modelo de los suelos «para el desarrollo vegetal y la visión de los geoestadísticos». Por favor miren vuestras mercedes la galería de gráficos de suelos urbanos y analicen los croquis de los «suelos» sobre asfalto (¡que marcha!), cementerios (necrosoles: ¡que miedo!) y los que acaecen en una estación de ferrocarril. Sois libres (faltaría más) de extraer vuestras conclusiones.

 

Por considerar juntos a la litoderma y a los suelos, este modelo recoge aspectos claramente ligados a la representación del suelo como entidad geológica (los sedimentos lacustres también lo son). Empero por incluir, materiales y estructuras urbanas también se aleja de aquél y muestra aspectos novedosos no contemplados en los modelos anteriores. Una visión ligada a esta representación del sistema edáfica proviene del concepto de «antropoceno«, vocablo introducido recientemente en la bibliografía edafológica, y que en mi opinión, sí tiene sentido y consistencia científicas. El «Homo industrialis«  ha llegado a alterar tanto la faz de la tierra que su consideración parece pertinente. Desde un punto de vista edafológico, los nuevos materiales de construcción, los vertederos, etc. son verdaderos experimentos edafológicos sobre materiales parentales inéditos. Como corolario, los suelos que se generen sobre ellos tendrán posiblemente propiedades y estructuras inéditas.  Recuerdo una charla a cerca de los suelos sobre los antiguos enterramientos (sepulturas) de la Edad del Bronce en Dinamarca. Nuestro colega Danés, apellidado Madsen, nos mostró como debido a los materiales naturales utilizados en aquellos rituales religiosos, se generaban costras de hierro que ahora aparecen en solums como diminutos montículos (pocos metros de diámetro) resaltando sobre las llanuras de aquél país. Aquello podría considerarse una singularidad. Las enormes superficies ocupadas por ciudades e infraestructuras y nuestros desechos ocupan ya, sin embargo, enormes extensiones. 

 

Para lo bueno y para lo malo, la polémica está servida.

 

Juanjo Ibáñez (el maximalista)

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