Debido a que el Administrador sigue lanzando contribuciones repletas de argumentos metafísicos (luego se queja de los franceses), le interrumpo para todos aquellos que no estén interesados por tales “delicatesem” (por decir algo). En la contribución anterior, comenzamos a hablar de las relaciones suelo-planta-agua. Si bien mi intención consiste en ceñirme al binomio suelo-planta, debemos iniciar esta serie de pequeños artículos de divulgación de una forma lógica. Así pues continuamos.

 

Cuando la lluvia o el riego caen sobre la superficie del terreno,  una parte del agua comienza a infiltrarse en el suelo, mientras que otra puede empezar a deslizarse por su superficie. Esta agua que no se infiltra es el agua de escorrentía o agua de arroyada y es la principal responsable de la erosión del suelo. Esta agua de arrollada, junto al agua de los acuíferos profundos que aflora a la superficie en los manantiales, es la que da lugar a la formación de arroyos, ríos y lagos, tan importantes para los ecosistemas terrestres.

Hay un agua de escorrentía denominada hipodérmica o flujo intermedio que circula, dentro de los horizontes superficiales del suelo, paralelamente a la superficie y a favor de la pendiente. Suele ser importante cuando los horizontes superficiales son arenosos y en profundidad existen horizontes arcillosos o una capa de roca impermeable. Este flujo puede rezumar en la base de las laderas y es el responsable del empobrecimiento del horizonte superior del suelo por arrastre de las partículas minerales de menor tamaño.

 

Todos hemos observado los encharcamientos que se producen en los campos cuando hay una lluvia intensa y el terreno es llano, así como los regatos y torrentes que aparecen en los terrenos en pendiente. Más difícil es observar la escorrentía en las laderas cubiertas por praderas o céspedes, pues el agua discurre entre los tallos de las hierbas, o la que discurre por debajo de la hojarasca de las zonas boscosas. La mayoría de los suelos, bajo vegetación natural y sin alterar, pueden absorber lluvias débiles y moderadas sin que se produzcan encharcamientos o escorrentías apreciables. Cuando aumenta la intensidad o rapidez de caída del agua  – que se mide en milímetros (o litros por metro cuadrado) por hora – llega un momento en el que se comienza a formar una lámina de agua en la superficie del suelo. Esta intensidad límite de la lluvia o del riego se denomina capacidad máxima de infiltración del suelo.

 

La capacidad de infiltración o de absorción depende de la porosidad del suelo, fundamentalmente de los poros más grandes o macroporosidad, así como de la existencia de grietas o cavidades producidas por las lombrices u otros animales y por las raíces de las plantas. Durante las tormentas, cuando el suelo está sin cubrir por la vegetación,  las gotas de agua rompen y deshacen rápidamente los grumos y pequeños terrones de la superficie (agregados del suelo), produciéndose un incremento de las partículas finas que van tapando los poros y las pequeñas grietas. Se forma una fina capa superficial compactada y más impermeable que ralentiza mucho la infiltración. Tal estructura de degradación es denominada costra o sellado, según su espesor (no confundir con el sellado por asfaltamiento). Aunque posteriormente disminuya la intensidad de la lluvia ya han comenzado los encharcamientos y la escorrentía. Por eso es tan importante, para la rápida infiltración del agua y para evitar la escorrentía, la existencia de una capa de hojarasca o de vegetación que disminuya la fuerza de las gotas al caer al suelo.

 

La  escorrentía, además de producir erosión, hace que sea menor la cantidad de agua, procedente de las precipitaciones o de los riegos, que se puede infiltrar en el suelo y ser aprovechada por las plantas. En el caso de los encharcamientos, aunque una parte del agua estancada acaba infiltrándose en el suelo, otra se pierde por evaporación, sobre todo cuando las temperaturas son altas. Otra parte de la precipitación que no llega a infiltrarse en el suelo, y que se pierde por evaporación, es el agua interceptada por la vegetación y la hojarasca cuando las lluvias o los riegos son débiles y de corta duración.

 

Podemos resumir diciendo que la escorrentía superficial es más importante cuanto más intensa sea la precipitación,  mayor sea la pendiente y más compactado esté el suelo. Por el contrario, será menos importante cuando exista una buena cubierta de vegetación, que intercepte las gotas y frene el flujo de agua, y cuando el suelo mantenga una buena porosidad que favorezca la rápida infiltración.

 

Pos scriptum     

El agua de escorrentía es muy apreciada por las plantas que crecen en las cunetas, en las cuales se acumula el agua procedente de los compactados caminos y de las carreteras. Muy frecuentemente están ocupadas por herbazales donde predominan las plantas arvenses, que aquí alcanzan mayor frondosidad y desarrollo. Hago este comentario porque durante esta época del año, cuando se encuentran la mayoría en flor, se está produciendo el desbrozado de miles de kilómetros de márgenes de nuestras carreteras y caminos. Aunque esto ayude a evitar incendios y a mejorar la seguridad vial, hace menos alegres y entretenidos los viajes y paseos en primavera.

Juan Pedro Zaballos

 

 

Comentario de Juanjo: Que Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos me encargo yo.

Respuesta de JP: Así sea, aunque dudo que tenga interés por sacarte una y otra vez del atolladero, bocazas.

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3 comentarios

  1. SU TESIS DEL AGUA EL SUELO Y LAS PLANTAS ES MUY BUENO GRACIAS A USTED E TERMINADO MI TRABAJO

  2. megustaria conoser mas acerca de este temas ya que esdevital importancia para un proyecto de la u.

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