Existe una abundante literatura respecto a la valoración de la materia orgánica almacenada en los horizontes superficiales de los suelos. Sin embargo, en contra de lo que suele asumirse, los horizontes profundos también albergan una ingente cantidad, que a veces es mayor que la del horizonte superficial. Hasta que no se comprenda bien este hecho, no se podrán diseñar estrategias de secuestro que mitiguen el calentamiento climático. De acuerdo a la FAO, en el ciclo terrestre del carbono orgánico, aquel que se almacena en el suelo constituye la mayor reserva, en interacción con la atmósfera, y se estima en cerca de 1.500 Pg C a 1 m de profundidad (cerca de 2.456 a dos metros de profundidad). El carbono inorgánico representa cerca de 1.700 Pg, pero es capturado en formas más estables, tales como el carbonato de calcio (caliza). Por su parte, la vegetación almacena tan solo 650 Pg, mientras que la atmósfera 750 Pg, es decir mucho menos que en el denominado compartimiento suelo. En consecuencia, el suelo  alberga la mayor cantidad de carbono terrestre, no la biomasa, como suele pensarse y, como corolario, resulta ser el principal recurso terrestre con vistas a secuestrar el carbono atmosférico. Para los que no estén acostumbrados a estas métricas, tan solo decir que: Pg = 1015 g = Gt =109 toneladas métricas.

 

Tan solo tenemos noticias de dos trabajos a tal respecto, en contraposición con la abundante bibliografía que concierne a los horizontes superficiales. Los datos de la FAO, publicados por Batjes en 1996 ya han sido expuestos en el párrafo anterior. Sin embargo, las cifras más recientes estimadas por E. G. Gobbágy y R. B. Jackson, en el año 2000, que tienen en cuenta los tres metros superficiales de los suelos en lugar de tan solo analizar 20 o 30 cm. superficiales, constatan que la tasa de carbono orgánico almacenado en el suelo es superior a la atmosférica en 842 Pg. Como podemos observar, y acerca de lo que ya abundaremos en otras contribuciones posteriores, los datos obtenidos por estos autores son inferiores a los que sugiere la FAO para los dos metros superiores del perfil edáfico. Como hemos dicho, ya explicaremos las razones en otros post.

 

Continuando a la citada fuente FAO, la velocidad  de mineralización de la materia orgánica del suelo (COS) depende ante todo de la temperatura y de la disponibilidad de oxígeno -drenaje-, el uso de la tierra, los sistemas de cultivo, el manejo del suelo y de los cultivos (Lal et al., 1995). En un tipo de suelo dado, expuesto a prácticas constantes, se alcanza un casi-equilibrio -situación estable- de la materia orgánica del suelo después de 30 a 50 años (Greenland, 1995). Empero el susodicho informe soslaya varios hechos de interés que no suelen ser tenidos en cuenta.

 

Por un lado suele olvidarse que las fluctuaciones de la temperatura del suelo decrecen rápidamente con la profundidad, siendo prácticamente despreciables a un metro, en donde resulta extraño que alcancen los aperos de labranza. Muy poco se sabe acerca de la ecología de la humificación-mineralización y los contenidos de carbono de los horizontes profundos del suelo. Tal laguna, están llevando a subestimar en gran medida la potencialidad de los suelos en el secuestro de carbono. Lo mismo podemos decir de la carencia de estudios y datos en todo lo concerniente a la génesis de carbonatos edáficos. Resulta difícil entender la razón por cuanto se tiene la información suficiente como para reconocer que se trata de un hecho totalmente corroborado. Tal vez, el denominado el carbono faltante, es decir el que los expertos no encuentran, bien pudiera estar en las profundidades del suelo, y no exactamente en las regiones septentrionales del hemisferio norte, tal como apuntaba Schindler en 1999.

 

Otro hecho que debemos señalar es que, como apuntamos con anterioridad, la falta de oxigeno inhibe la mineralización de la materia orgánica, aunque también su humificación. Si bien como ya apuntamos en el post anterior, debe tenerse en cuenta la calidad, por cuanto suele acarrar una mayor residencia media del carbono del suelo, así como ayuda a mejorar las propiedades biológicas y físico-químicas de los suelos. Todo ello redunda en sistemas edáficos más fértiles, resistentes a la erosión y mayor capacidad tampón frente a los contaminantes. Sin embargo, tampoco debemos olvidar, que los suelos mal drenados, aunque humifiquen mal la materia orgánica, secuestran  mucho carbono al inhibir la mineralización. Por tanto los suelos hidromorfos (o la generación de hidromorfía en los suelos), tales como las turberas (Histosoles), Gleysoles y ciertos tipos gleycos en otro tipo de pedotaxa deben ser tenidos en cuenta, a pesar de que sus propiedades, fertilidad y “calidad” sean bastante deficientes.

 

Lamentablemente, las zonas húmedas del planeta se han reducido drásticamente, por cuanto eran (y aún son en muchos países en vías de desarrollo) fuente de problemas para la salud (como es el caso de la malaria). En consecuencia se han liberado a la atmósfera ingentes cantidades de C02, aspecto que habría que añadir a los ya mentados en el post anterior. Tal circunstancia no impide tener este hecho en cuanta con vistas a detectar zonas potencialmente aprovechables para el secuestro CO2 atmosférico.

 

Juan José Ibáñez

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4 comentarios

  1. Juanjo sigo con la excursión por el blog, me parece que el único bioma que pudiera sobre pasar al suelo en su contenido de C es el de la selva cálido húmeda o alta perennifolia.

    Régulo.

  2. Probáblemente o quizás. No sé que responderte Régulo. Para mi sorpresa los datos de otros post posteriores a este y uno que me queda dice que la cantidad ¡a tres metros! del carbono de los suelos de los biomas que mentas es elevadísima. Yo siempre habia leído que bajo los cm superficiales los suelos tropicales son muy pobres en carbono orgánico, pero parece que esta idea muy generalizada no es correcta. Mira los post que siguen a este y ten en cuenta que nos queda uno por editar.

    Saludos Juanjo Ibáñez

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