He pensado muchas veces compartir este secreto con vosotros. ¡No me he atrevido!, supongo que por pudor. Por mucho que penséis que soy un lenguaraz, siempre existen temas que, como todos, no me suelo atrever a narrar. Hace unos dos años, tras un largo destierro afectivo, conocí a “Ada”, que me devolvió a una vida que casi había olvidado. Libre por desgracia de ataduras familiares, en los últimos tiempos, mi hermana y yo pasamos las navidades en el “Parador” de alguna de esas muchas hermosas ciudades que disfrutamos en España. El año pasado, decidimos recalar en Córdoba. Y hasta allí, llegó mi “Ada” de imprevisto, por el ciberespacio. Os dejaré con su verso. Tan solo unas breves palabras. Cuando se habla de poesía y ciencia, tendemos a pensar sobre una oda al maravilloso mundo, que muchos de nosotros consideramos que nos muestra. Por esta razón, no es extraño que muchos amantes de este género literario soslayen tal minúsculo subgénero (con o sin rezón, al fin y al cabo debiera depender de su calidad). Sin embargo, no hay mayor consuelo para un científico vocacional que su compañera afectiva acepte ser cómplice de su amor por la investigación.  Y esta es “Ada”. Realizamos la misma carrera. Dedicó sus primeros años a la investigación, para alejarse después de ella y hacerse titiritera. Con el transcurso del tiempo devino en informática, y por lo que me han contado muchos de sus antiguos compañeros de las buenas. Eso sí, sin dejar de anhelar su vocación truncada. Pero un buen un día, cuando ninguno esperaba nada, se cruzaron nuestras vidas de forma súbita. En mi opinión, escribe como los ángeles, o mejor como las “Adas”. El poema es pura metáfora. Como tal debe entenderse, no puede ser de otra forma. La “otra” es la ciencia, hasta ahora el gran amor que tanto odiaron mis compañeras sentimentales precedentes. Córdoba es el contexto, es decir donde yo estaba. Por mucho que lo he intentado no he conseguido convencerla de que su narrativa puede gustar y debería ser divulgada, que le dedique más tiempo, que sea atrevida en este tema. Obviamente puedo obligarla. Cuando derrama la tinta sobre el papel a algunos nos parece que todo se torna en pura sensualidad. Describe sus pensamientos, ya sean sentimentales, de trabajo o de cualquier índole fundiéndolos en un mismo lenguaje. Ella, ama a la ciencia tanto como yo, aunque lamentablemente vio su carrera prematuramente truncada. Sin embargo, su nostalgia no la impide seguir estando muy bien informada. Entiende mi vocación y no le importa compartirla, más bien todo lo contrario. Gracias, mi “Ada” siempre soñada.  

 

Vaya este inusual post por todas aquellas mujeres u hombres que han soportado con estoicismo la distancia abismal que a veces separa, aun estando al lado, a un científico obsesionado de sus seres más queridos. Jamás recibí una ofrenda navideña que me conmoviera tanto. Nunca se lo dije. Al final de mi trayecto errático por esos universos efectivos llegó mi “Ada”. Os dejo con su verso e insisto que es pura metáfora.            

 

Otra…

 

Entre pena y pena,

el deseo,

se me ha declarado fugitivo

 

La sangre infértil

en inútil batalla derramada

es, mi dulce jinete,

sangre enamorada.

 

Úngete de ella,

que sepa de mí

tu otra amada

 

El aliento de clavo y limón,

otrora de anhelo,

ahora quema mi garganta.

Los cascabeles de los dedos,

suenan esta noche a saeta amarga.

 

Entre recuerdo y recuerdo,

el deseo

se me ha hecho furtivo.

Acechando por dónde no debe,

deambula el espíritu.

 

Vagando va,

por las callejuelas de la judería.

La luna mora,

prendida en su mejillas.

Del último aliento,

casi  abandonada,

llama a las puertas de la platería.

 

¡Sólo busco

dos navajitas bien aceradas;

las que de muerte

me han herido el alma!

 

Entre plática y plática,

el deseo

se me ha encendido.

El filo de la mirada

blandiendo la carne,

mientras de otra amada

me hablas.

Es carne enamorada.

 

Concubina insolente,

de la favorita embelesada.

Quién por negarle le negó

hasta un casto beso

de hermana.

 

En los baños del harén,

mil y una noches la espiaba.

Escribiendo

estos y otros versos,

en soledad se consolaba,

o en el abrazo

de otras concubinas desdeñadas.

 

Allí contemplé como otros la seducían.

Dolida ví, cómo se entregaba

a quién no debía.

Y qué placeres cautivan

a tu amada esquiva y fría:

 

Bésale la frente,

Desnuda de doctrina,

recorre su piel palmo a palmo.

Allá dónde esconde la canela,

detén tu mano.

Ya se estremece su cuerpo,

piden besos

sus trémulos labios.

Susúrrale

palabras que nunca haya oído.

Abierta como al atardecer

el azahar,

se te ofrecerá virginal.

Sólo entonces, penétrala.

Primero con calma,

después con la furia de un mar.

 

No te duelas,

insaciable saldrá corriendo

en pos de un amante nuevo.

Si quieres que vuelva,

rareza de hembra amada,

prométele contar tu hazaña.

Aunque buscando a otros,

caprichosa y lasciva vaya,

ella te lleva en sus entrañas.

 

Si llego al lecho aún caliente,

y te hallo exhausto,

duerme tranquilo.

Me conformaré con libar

el néctar de sus orgasmos,

soñando mecida

por su dulce láudano.

 

¿Te extraña?

Es un juego entre damas,

y cuando llegue al abismo del tablero,

jugaré a doble o nada.

Son las reglas

de la razón enamorada.

                                  

  A.L.

  20-XII-2006

 

Insisto, que se trata que de una metáfora sobre amor y pasión, en un triángulo que incumbe tanto a los protagonistas como a la propia investigación científica simultáneamente. Para entenderlo en profundidad, posiblemente que deba leerse más de una vez (yo lo tuve que hacer hasta en cuatro ocasiones, pero soy muy corto; todo hay que decirlo).

 

Gracias “Ada”, por todo . Tal solo una cosa más. Espero algún día ver un poema en esta bitácora sobre suelos, de los que tanto te hablo (o con los que tanto te castigo en nuestras interminables charlas nocturnas: mil perdones).

 

Juanjo Ibáñez

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