Como ya os hemos comentado, la historia de la humanidad se ha “labrado” en y sobre el suelo. Por tanto, no debe extrañarnos, que el suelo debas ser considerado como un bloque de memoria del pasado. Y tal hecho concierne tanto a las reconstrucciones geo-arqueológicas (paleoambientes del pasado) como a las de culturas y civilizaciones. Sin embargo, el uso del suelo por los seres humanos pone en peligro los tesoros que este recurso natural esconde.   El 6 de Julio de 2006, el boletín de noticias mi+d daba cuenta de una noticia aparecida en el País Digital y que llevaba por título: La actividad agrícola oculta el 90 por ciento de las piezas arqueológicas. Obviamente la labor del arado, y más aún de la maquinaria agrícola actual, al remozar el suelo, hace emerger (o por el contrario sepultar) utensilios y artefactos de los pueblos y civilizaciones que nos precedieron. Sin embargo, como vamos a analizar hoy, también los altera y/o destroza. El valor del estudio realizado por investigadores de la Universidad de Burgos no aporta nada nuevo a un hecho conocido por casi todos. Lo realmente importante de la investigación llevada a cabo por los autores concierne a la cuantificación de los procesos que generan la dispersión de los materiales de los asentamientos prehistóricos y, por tanto, a la alteración del “habitat original”. Todo ello dificulta la labor de los arqueólogos. Primero expondremos la noticia, para a renglón seguido comentar algunos aspectos concretos a los que hacen mención. Hablamos de la redistribución de suelos y de la erosión por laboreo.

 

 

Erosión por laboreo Fuente: Wind Erosion Control

 

Fuente: El país digital 6/7/2007

La actividad agrícola oculta el 90 por ciento de las piezas arqueológicas

La búsqueda y el estudio de piezas arqueológicas que explican las formas de vida de nuestros antepasados se ven dificultados por el uso de la maquinaria agrícola, que modifica las características originales de los asentamientos y la posición de esos objetos, llegando a enterrar entre el 80 y el 90% de las piezas

 

Es lo que asegura un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Burgos publicado en la revista Geoarchaelology y que recoge el Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC).


Los científicos de la Universidad de Burgos Marta Navazo y Carlos Díez dejaron 50 piezas en un metro cuadrado en dos campos agrícolas, uno llano y otro con pendiente. «De las 50 piezas, tan sólo cinco eran visibles una vez sembrada la tierra, lo que supone que sólo el 10% de las piezas de nuestro asentamiento se pudieron registrar mediante la inspección directa del terreno», ha señalado a SINC Navazo, autora principal del estudio.


Además, el arado de la tierra desplazó las cinco piezas de la superficie, a una distancia de 2,9 metros, a 110 metros, en la misma dirección que el arado. Como consecuencia, los yacimientos también aumentan su extensión. El metro cuadrado que simulaba un yacimiento pasó a convertirse en un asentamiento de 731 metros cuadrados.


Asimismo, los científicos han constatado que las piezas arqueológicas se mueven independientemente de su tamaño. Según el experimento, se desplazan en la misma dirección que las máquinas de arado, alejándose entre ellas y dificultando el trabajo de los arqueólogos. A esto se añade la fuerza de las máquinas agrícolas, que llegan a enterrar a gran profundidad los objetos más pequeños.

 

 

 

La importancia de los suelos en los estudios arqueológicos

Fuente: Terraeantiuae de J. L. Zantos Fernández

 

Los autores se refieren a un proceso bien conocido que, cuando ocurre en una ladera genera, el desplazamiento de los suelos y los artefactos que contienen, habándose entonces de la erosión por laboreo. Esta no requiere la acción del viento o del agua, sino la debida al propio laboreo. En el siguiente enlace nuestro amigo Saturnino de Alba nos explica en que consiste la denominada erosión por laboreo. Se trata de un problema de difícil solución, por cuanto los campesinos desconocen muy a menudo el valor de su terrazgo como patrimonio arqueológico y cultural. Una tarea de concienciación sería más que necesaria. Sin embargo dudo que exista voluntad política alguna para llevarla a cabo.

 

 

Juan José Ibáñez

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