Lo lamento pero no puedo engañaros por más tiempo: soy un ingenuo irredimible. No hay ningún día en el que la prensa “científica” me sorprenda con una nueva estupidez. La que vamos a abordar hoy se me antoja descomunal, hilarante, aunque de llevarse a la práctica sumamente peligrosa, excepto a los ojos de los amantes del hormigón y del ladrillo. Sí, de esos que se han encargado de sumergirnos en una nueva crisis económica. La noticia nos informa de que avezados aprendices a “toca genes” han modificado una bacteria del suelo que a la postre resulta ser capaz de segregar carbonato cálcico y cola (pegamento), de tal modo que pueden sellar las grietas de las estructuras en el cemento. ¿Qué ocurriría si proliferaran en el medio ambiente, debido a que su gen de  destrucción fallara? Pues nada, ¡fabuloso! Se imaginan gran extensiones de suelos selladas “a cal y cola” (si al menos fuera “coca cola” (…)). El sueño de los constructores. Los chavales jugaban en una competición. Nada que objetar. Se llevaron la fama y la gloria. Nada que objetar. Desde luego, no se puede negar que imaginación tenían. Ahora bien, que los mayores consideren que esta travesura puede ayudar a solucionar problemas de gran calado y, como no, ayudar a reducir el calentamiento climático, tan solo constata que sus profesores son más peligrosos que un grupo de terroristas anti-ambientales. En un principio desvariaron sus científicos, luego les mostraron como hacerlo a los adolescentes y finalmente: ¡eran pocos y parió la abuela! (Historia del Fin de un Planeta, Capítulo 17888996949153004). Veamos de qué hablo.

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El asombrosos trabajo de la BaciFIilla. Fuente: Blog Interartix

Cuando leáis la noticia que os muestro al final del post, os quedaréis más que sorprendidos, por no decir patidifusos. Los que no sepan mucho como se las gastan las bacterias cuando les tocan los genes (…), que recuerden la resistencia a los antibióticos que generamos en ellas (gracias a la encomiable e infatigable labor de la farmaindustria), gracias a nuestra dantesca manera de entender la biotecnología. Son tan peligrosos como los defensores de la geoingeniería planetaria, cuyas geniales ideas (algunas de afamados premios nóveles) se constatan día a día ser más dañinas que las que albergan los maléficos estrategas de Al Qaeda (hoy nos dará tiempo para hablar de estos últimos aunque la prensa el día que escribo este post (…)).

Se cultiva una bacteria del suelo, enredamos, trastocamos su genoma y ¡eureka!; una potencial arma de destrucción masiva. Empero algunos listillos, maestros de estos aprendices de brujos (que no tienen la culpa de nada), consideran que el gen de la autodestrucción que han colocado en sus entrañas, deviene en garantía suficiente como para que estos bichitos de nueva generación no perjudiquen el medio ambiente. Habría que recordar que el flujo horizontal de genes es la norma en el mundo de los procariotas, así como que trozos de cemento aparecen en muchos suelos antropogénicos en las cunetas de la carretera, etc. etc. ¿Quién  puede garantizar que los fragmentos modificados de DNA no se transfieran a otros microorganismos del medio de donde procede la bacteria madre que ha dado lugar a esta travesura?. No debería ser así, pero el “principio de precaución” es un concepto que parece ser detestado por buena parte de aquellos responsables de hacer tecnología con todo lo diminuto (desde lo “nano” a lo “bio”).

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La BacillaFIlla Milagrosa. Fuente: Blog Robotics

Supongo que algunos de vosotros pensaréis que soy un viejo gruñón que detesta todo atisbo de novedad “biotecnológica”. Empero el problema no deviene de las disciplinas, sino del uso que hacen de las mismas, en un mundo económica y globalmente bobalizado, ciertos colegas que ya lo están.

Es de esperar que se hagan las pruebas pertinentes, no sea que nos quedemos sin  suelo para producir alimentos y los consabidos “grupos de sabios” deban tocar nuestros genes con vistas a que podamos alimentarnos de él. Lógicamente, el suelo, uno de los ambientes más biodiversos del planeta atesora un casi infinito arsenal de genes como para deshacer este nuevo simulacro de entuerto del Homo stupidus. Pero como nunca se sabe como puede reaccionar, el primero que no el segundo (…).

Muchos de los más jóvenes quizás desconozcáis que muchas de esas peligrosas y dañinas especies denominadas invasivas o invasoras, lo son gracias a que ciertos genios de la ciencia, que creían saberlo todo, las introdujeron “deliberadamente” en otros espacios geográficos, con vistas a solucionar algunos problemas ambientales. ¿Resultado? ¡Muchísimo peor el remedio que la enfermedad! Eso si, no aprendemos de nuestros propios errores, sino más bien todo lo contrario: los reforzamos en una espiral de retroalimentación positiva que parece crecer exponencialmente ¿? (por definición no puedo escribir negativa, en este caso).

Las grietas de las estructuras son un gran problema, nadie lo niega y quizás este nuevo bichito pueda llegar a sellar hasta las fracturas de las fallas, librándonos así de terremotos, volcanes, etc. ¿¿??. ¡Basta de demenciar por hoy!. Es más que suficiente. Es como para escribir un guión de cine totalmente hilarante. (…) Y un paisano se apoya sin percatarse del riesgo en la pared cuyas grietas se están sellando y queda convertido en una estatua, eso sí bien pegadita al soporte. Ufff, todo lo que se me ocurre (…). ¿A caso los políticos no inventaros ya hace siglos un ingenio parecido, con vistas a no despegarse de las sillas que denuncian (ostentan) sus cargos?

Juan José Ibáñez

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Años después la BacillaFilla mutó, se adaptó al ambiente y su cola a pegar cualquier agente a la madera. Juanjo Ibáñez y su hermana visitaban un parque natural, se hicieron una foto y quedaron irremisiblemente adosados a (…) forever. Días después murieron congelados de frió.

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¡No si ya lo dije yo hace años en mi blog!. ¿Por qué no te callas profeta de M (…)¿?

PD. Observar el espíritu crítico del género humano al poner la etiqueta de la nueva marca de bacteria en Internet.

La bacteria que puede sustituir al cemento

FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A. 23/11/2010

Científicos de la Universidad de Newcastle ha modificado genéticamente una bacteria que se encuentra en los suelos de casi todo el mundo para que adquiera la capacidad de rellenar las aberturas y grietas que se producen en estructuras de concreto. Cuando se encuentra en contacto con el cemento, esta bacteria se reproduce y segrega carbonato de calcio y una especie de pegamento que, juntos, poseen una solidez semejante a la del concreto. Sus creadores afirman que es el fin de las grietas, pero ¿no podrían resultar peligrosas?

¿Quién no ha visto una grieta en una pared? Las estructuras rígidas, aún las que mejor han sido construidas, tienen una inconveniente tendencia a rajarse. Por eso los ingenieros refuerzan sus obras más importantes con hierros, buscando la manera de proporcionar mayor solidez al conjunto. Pero aunque no lleguen a poner en peligro la estabilidad de un puente o edificio, las fisuras que se presenten en muros y fachadas deben ser selladas, ya que la acción de la lluvia y demás elementos puede convertir una pequeña grieta en un gran problema. Es difícil estimar cuánto dinero se gasta en el mundo reparando ese tipo de daños, pero seguramente no debe de ser una cifra pequeña.

Un grupo de nueve estudiantes de la Universidad de Newcastle podría acabar con este problema, gracias al «trabajo» de una pequeña bacteria modificada genéticamente. Estos alumnos, procedentes de carreras tan dispares como la informática, la ingeniería civil, la microbiología y la bioquímica, participaron en el concurso Internacional Genetically Engineered Machines (iGEM, o Máquinas Manipuladas Genéticamente), que organiza el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en Cambridge, Boston. El objetivo del iGEM es incentivar a los estudiantes para que desarrollen organismos -generalmente bacterias- mediante técnicas de ingeniería genética para que puedan hacer algo nuevo y útil. Más de 130 equipos participaron en el evento de este año y es la tercera vez que la Universidad de Newcastle consigue el oro. El trabajo de estos estudiantes ha producido una bacteria, llamada BacillaFIlla, que es capaz de sellar grietas en estructuras de hormigón.

EXCRETAN CALCIO Y COLA

Los microbios originales, una bacteria común que vive en los suelos, fueron modificados genéticamente para introducirse en las delgadas grietas existentes en el hormigón. Una vez allí, comienzan a reproducirse y excretar una mezcla de carbonato de calcio y cola, que al endurecerse adquiere una rigidez semejante a la del cemento, sellándola. Esto contribuye de forma directa a prolongar la vida útil de las estructuras expuestas al medio ambiente, a un costo ridículamente bajo. Además, estas reparaciones podrían tener un positivo impacto ecológico.

La Doctora Jennifer Hallinan, instructora del equipo ganador del iGEM, explica que «alrededor de cinco por ciento de las emisiones de dióxido de carbono provocadas por el hombre provienen de la producción de hormigón, siendo esta actividad una importante contribución al calentamiento global. Encontrar una forma de prolongar la vida útil de las estructuras existentes significa que podríamos reducir este impacto ambiental, y trabajar hacia una solución más sostenible». En este contexto, la BacillaFilla con su utilísima habilidad podría convertirse en el invento del año.

GEN DE AUTODESTRUCCIÓN

Hallinan cree que la bacteria «podría ser particularmente útil en zonas de terremotos, donde cientos de edificios tienen que ser derribados porque no disponemos de una forma simple de reparar las grietas y devolverles sus buenas condiciones estructurales.» Sin embargo, hay otros factores a tener en cuenta. Por ejemplo, es lícito preguntarse qué ocurre con estos bichos una vez que la grieta en la que tan a gusto se han reproducido como conejos está sellada. ¿Adónde van? ¿No existe el peligro de que se multipliquen peligrosamente, sellando ranuras que en realidad no son grietas sino partes necesaria de la estructura? Dada la importancia de estas cuestiones, los integrantes del equipo han previsto que la BacillaFilla sólo comiencen a reproducirse cuando están en contacto con el hormigón -«reconocen? el pH específico de este material- y le han adosado un «gen de autodestrucción» que impide que puedan sobrevivir en el medio ambiente.

Todo parece haber sido previsto. Las bacterias llegan a un muro, comienzan a introducirse en las grietas, y «saben» que han llegado al fondo de la misma debido al incremento del número de bacterias a su lado. Esta situación activa el funcionamiento de la colonia, que está compuesta por tres tipos de individuos: los que producen cristales de carbonato de calcio, los que se convierten filamentos de refuerzo y las que producen un pegamento que actúa como agente de enlace y llena el vacío. Sin dudas, se trata de un gran avance que posee el potencial de solucionar un gran problema a la vez que protege el medio ambiente. Solo habría que comprobar a fondo la eficacia del «mecanismo de autodestrucción» incorporado en sus genes para no terminar con enorme problema entre manos.

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