Tan solo una sólida formación física y/o matemática nos permite comprender las regularidades y patrones que emergen de estructuras y procesos muy dispares en su naturaleza. Empero no es necesario dominar los números, sino la manera de pensar de sus practicantes, algo al alcance la cualquiera. Las ciencias duras, es decir las previamente  mentadas, son las únicas del árbol del conocimiento en donde los científicos intentan ordenar, jerarquizar, clasificar, y comprender la estructuras y procesos de su incumbencia de una forma coherente y reproducible. Vivimos en un momento de la historia de las indagaciones en la cual la mayoría de las restantes ramas del saber formal se encuentra constituida por expertos que exclusivamente se interesan por lo que ocurre en sus respectivas áreas de especialización. Como corolario, existe escasa permeabilidad entre las restantes disciplinas científicas, por lo que los avances conceptuales que acecen en  unas tardan mucho tiempo, si es que ocurre, en ser apreciados y trasladados por los colegas de otras. De ahí una de las principales grandezas de la ciencia que suele ser soslayada por incomprendida. He sufrido tal situación en numerosas ocasiones. Como regla general, si intentas demostrar que los patrones o regularidades detectadas por un ámbito del conocimiento, coinciden con los que han sido demostradas en otro, sugiriendo que deben existir relaciones subyacentes dignas de ser estudiadas, los evaluadores de las revistas te techan de mentecato y/o “vendemotos”. Ya hemos escrito más de un centenar de post en nuestra categoría  “Curso Básico Sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia”  que dan fe que tal actitud deviene de una absoluta falta de conocimiento de lo que representa el método científico y la filosofía de la ciencia.

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Evolution de los mamiferos. Fuente: The Tree of Life: Tangled Roots and Sexy Shoots

Una de las variadas propiedades de los sistemas complejos estriba en que  pequeñas variaciones de las condiciones iniciales, como también las de  contorno que acaecen en la trayectoria de un sistema, generan un incremento de diversidad y complejidad con el tiempo. Un rasgo clave de la evolución biológica (el incremento de la diversidad) estriba precisamente en que la ramificación/bifurcación de las especies a lo largo de la historia crea una estructura semejante a un árbol que se ramifica sucesivamente en ramas y más ramas hasta las hojas (los individuos), como ocurre con los cauces fluviales si se observan desde la desembocadura hasta los nacimientos de los manantiales que la constituyen/alimentan. Por mucho que la mayor parte de los evolucionistas soslayen este asunto, durante el siglo XIX aparecieron diversas propuestas evolucionistas en distintos campos del saber. Más aún, Darwin no fue el primero en proponer una teoría evolutiva que fuera conforme a este simple patrón, como podrá apreciarse hoy y ya discutimos aquí sobre la teoría que a tal respecto propuso Herbet Spencer décadas antes que él. Recomendamos también que al visitante interesado que lean los siguientes post: El Origen y Evolución de la Complejidad y El Origen de la Diversidad Universal por cuanto le ayudarán a comprender mejor los contenidos de la presente entrega. La noticia que presentamos hoy, que pretende (…)

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Evolución y divergencia de las lenguas indoeuropeas , un mero ejemplo. Fuente: Español al día

La noticia que presentamos hoy,  al intentar sintetizar los resultados de un interesantísimo artículo en acceso abierto, resulta ser un ejemplo palmario de las tesis que hemos postulado en nuestra bitácora. Los autores dicen demostrar cómo, a partir de una lengua troncal común fueron naciendo y ramificándose durante 15.000 años todas las lenguas indoeuropeas. Empero sus indagaciones y el paralelismo con la evolución biológica no terminan ahí, como el lector avezado podrá entender. Ya comentamos que muchos patrones matemáticos son semejantes entre la evolución biológica y cultural, por no hablar de otras estructuras y procesos. Ambas se bifurcan y  diversifican con el transcurso del tiempo. Muchas lenguas y especies languidecen y desaparecen, mientras otras siguen ramificándose incesantemente. Ciertos rasgos permanecen, otros son volátiles, etc. También aquí la genética de poblaciones, así como la biología de la conservación, encuentran ciertos paralelismos en el mundo de la diversificación lingüística.  En cualquier caso, los rasgos esenciales de la diversidad de lenguas y especies son predichos a partir de unos pocos y elementales principios de los sistemas complejos (como hemos venido explicando en nuestra categoría “Redes Complejas, Ecológicas, Sociales”). No obstante los reduccionistas que no van más allá de los que les permiten sus gafas miopemente temáticasperseverarán en anteponer las diferencias más a las similitudes. Y así obstaculizarán por su cortedad de vista el progreso hacia la obtención de teorías más universales. Eso si: hoy por hoy, permanece el espíritu de físicos y matemáticos en la alta jerarquía del conocimiento científico. Esperemos que sus perspectivas de estructuración, cohesión y búsqueda no se extingan, en estos tiempos en donde las prisas y la  ignorancia lo impregnan todo, soslayándose las esencias. Resumiendo ¿Qué patrones conumes ateoran genes y nemes?. Si se leen el libro que recientemente he publicado junto con Luca Montanerella avanzarán un poco más en la comprensión de estos asuntos. Hablamos de los Números Mágicos.

Juan José Ibáñez

La lengua ancestral de los eurasiáticos

Los lingüistas están siguiendo estrechamente los pasos de sus colegas los biólogos evolutivos para reconstruir el pasado del lenguaje humano, la forma en que una hipotética habla ancestral fue ramificándose de manera incesante hasta producir la babel actual de 5.000 idiomas irreconciliables.

FUENTE | El País Digital 09/05/2013

 Investigadores británicos y neozelandeses han hallado ahora sólidas evidencias de que todas las lenguas habladas actualmente en Europa y Asia, desde Lisboa a Pekín, provienen de una sola que se habló en el Mediterráneo hace unos 15.000 años, cuando la última glaciación empezó a remitir y las nuevas tierras emergidas del hielo perpetuo comenzaron a trazar las sendas que conectaron el gigantesco continente entero.

La primera teoría evolutiva, de hecho, precedió a Darwin en tres cuartos de siglo y no se refería a las especies biológicas, sino a los lenguajes. La formuló el jurista británico sir William Jones en 1787, en un discurso pronunciado ante la Sociedad Asiática de Bengala, y proponía que el sánscrito, el griego, el latín, el gótico, el persa y el celta provenían de un tronco común por divergencias sucesivas; nació así lo que hoy llamamos la familia lingüística indoeuropea, que seguramente hunde sus raíces en los primitivos asentamientos neolíticos que inventaron la agricultura en Oriente Próximo hace unos 10.000 años. La lengua eurasiática recién propuesta sería aún más antigua, de hace unos 15.000 años, y extendería su abrazo a lenguas no indoeuropeas como el chino o el vasco.

Al igual que los evolucionistas reconstruyen el pasado de las especies comparando genes de las especies actuales, Mar Pagel, Quentin Atkinson y sus colegas de las universidades de Reading (Reino Unido) y Auckland (Nueva Zelanda) han descubierto el eurasiático ancestral comparando palabras de las que se hablan en todo el continente actualmente. Esto no es nuevo para la lingüística. El problema para las reconstrucciones de largo alcance es que, según el conocimiento recibido en lingüística, las palabras cambian demasiado deprisa como para dejar trazas de su ancestro común más allá de unos 5.000 años.

La mayor aportación del nuevo estudio, presentado en Proceedings of the Nacional Academy of Sciences, es haber mostrado que, aun cuando eso sea cierto para la inmensa mayoría de las palabras, hay unos cuantos términos mucho más refractarios al cambio. Estas palabras ultraconservadas -que también tienen su equivalente directo en las secuencias ultraconservadas de los genomas biológicosincluyen los numerales (los nombres de los números) y otros ingredientes del ‘metabolismo central’ de la gramática del tipo de yo, tú, aquí, como, no, allí y qué.

Los investigadores también han conseguido unas reglas que les ayudarán a encontrar el conjunto de palabras ultraconservadas más útiles en estudios futuros de otras lenguas. Como norma general, las palabras que aparecen en el habla común con una frecuencia mayor del uno por mil tienen entre 7 y diez veces más probabilidades que las demás de aguantar intactas, o al menos reconocibles, durante 10.000 o 15.000 años.

«Nuestros resultados», dicen Pagel y sus colegas, «indican una considerable fidelidad de transmisión para algunas palabras, y ofrecen una justificación teórica para investigar características del lenguaje que pueden preservarse por grandes lapsos de tiempo y extensiones geográficas«. Los científicos no solo han comprobado este principio en las lenguas indoeuropeas, sino también entre los hablantes de las familias uránicas, chino-tibetanas, altaicas, austronésicas y el sistema Níger-Congo.

Las secuencias genéticas más refractarias al cambio a lo largo de las eras geológicas representan a menudo ‘interfaces’ de una molécula (por ejemplo, cierta zona de una proteína) que interactúan con tantos ‘partners’ que cualquier ligero cambio en la secuencia causaría un auténtico desmoronamiento de un amplio número de sistemas biológicos. Las palabras más frecuentes en el habla parecen ser su equivalente lingüístico, lo que puede bastar para explicar su resistencia al cambio. Sea como fuere, los lingüistas ya disponen de un juego de ‘genes’ ultraconservados para analizar la noche de los tiempos.

Autor:   Javier Sampedro

Resumen, título y enlace para acceder al artículo original

Ultraconserved words point to deep language ancestry across Eurasia

 Mark Pagel, Quentin D. Atkinson, Andreea S. Caluded, and Andrew Meadea

Abstract

The search for ever deeper relationships among the World’s languages is bedeviled by the fact that most words evolve too rapidly to preserve evidence of their ancestry beyond 5,000 to 9,000 y. On the other hand, quantitative modeling indicates that some “ultraconserved” words exist that might be used to find evidence for deep linguistic relationships beyond that time barrier. Here we use a statistical model, which takes into account the frequency with which words are used in common everyday speech, to predict the existence of a set of such highly conserved words among seven language families of Eurasia postulated to form a linguistic superfamily that evolved from a common ancestor around 15,000 y ago. We derive a dated phylogenetic tree of this proposed superfamily with a time-depth of ∼14,450 y, implying that some frequently used words have been retained in related forms since the end of the last ice age. Words used more than once per 1,000 in everyday speech were 7- to 10-times more likely to show deep ancestry on this tree. Our results suggest a remarkable fidelity in the transmission of some words and give theoretical justification to the search for features of language that might be preserved across wide spans of time and geography.

Enlace Artículo en Acceso Abierto http://www.pnas.org/content/early/2013/05/01/1218726110.full.pdf+html

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