Análisis de la Fertilidad del Suelo: Reduciendo la aplicación de fertilizantes
Suelos y dosis adecuadas de fertilizantes: un problema de difícil solución. Fuente: Phys&Org
Ya os hemos comentado que la agricultura convencional (es decir la que promueven nuestras autoridades) de los países industrializados suele aplicar dosis excesivas de fertilizantes inorgánicos, lo cual hurta beneficios económicos a los granjeros a la par que fomenta la contaminación de suelos y aguas. La noticias sobre la que hablaremos hoy, y que lleva por título “Reduciendo el uso de fertilizantes con una prueba más precisa del suelo” versa sobre este tema, señalando que parte del problema podría solucionarse si los análisis actuales para estimar los nutrientes del suelo fueran sustituidos por otros más adecuados. Se trata de una línea de investigación sobre la que debería haberse profundizado más desde hace décadas, con el consiguiente ahorro económico para los agricultores, y beneficios en lo concerniente a la conservación del medio ambiente y la salud pública de los ciudadanos. La nota de prensa habla por sí sola, por lo que tan solo deseo redactar algunas consideraciones adicionales sobre los protocolos al uso que se llevan a cabo en números países y servicios de extensión agraria, ya que me generan cierta preocupación.
Cuando en una época concreta ciertas metodologías analíticas son consideradas idóneas, aceptándose su uso generalizado, suele deberse a que los científicos, técnicos y entes gubernamentales las consideran adecuadas. Sin embargo, con el paso del tiempo, nuevos hallazgos detectan anomalías, comenzándose a sospechar que “no es oro todo lo que reluce”. Sin embargo, una vez el protocolo analítico, ha sido por así decirlo institucionalizado, resulta harto complicado reemplazarlo por otro mejor. Tal patrón tiene su razón de ser, “hasta cierto punto”. Me explico.
Si una metodología es aceptada, y sus protocolos devienen en oficiales, debe detectarse una muchísimo mejor para poder sustituirla. Si tan solo ofreciera una escasa ventaja, nos veríamos obligados a estar alterando los protocolos estandarizados cada dos por tres (en breves plazos de tiempo), y así los laboratorios enloquecerían, los datos de diferente procedencia y obtenidos años atrás tendrían serios problemas para poder cotejarse con los nuevos, etc. En otras palabras, los presuntos beneficios de reemplazar un procedimiento por otro, serían neutralizados por contrapartidas muy negativas. Una cuestión es que en ciencia se propongan nuevos avances constantemente y otra bien distinta que estos lleguen a ser considerados estándares aceptados.
Sin embargo este modo de proceder tiene en contrapartida su lado oscuro cuando transcurren décadas durante las que se han acumulado múltiples evidencias de que tales técnicas no ofrecen los resultados apetecibles y que deben ser sustituidas por otras mejores que ahorraran tiempo, dinero, etc. No obstante, a menudo no ocurre así, como el caso que mostramos en la nota de prensa que he recibí del Boletín ARS, que en ningún caso debe considerarse singular, sino como un avatar muy extendido en ciencias agrarias. Todo esto me recuerda los quebraderos de cabeza que sufría durante los análisis de laboratorio que llevaba a cabo personalmente al realizar mi tesis doctoral. Hablo por ejemplo, de la determinación de la denominada caliza activa, nutrientes asimilables o materia orgánica, entre otros. Centrémonos en los nutrientes asimilables, a los que se les supone que son los que directamente pueden extraer las plantas del suelo para su sustento. Pues bien, al leer sobre el tema, detecté que la técnica se basaba tan solo en los experimentos llevados a cabo en una o unas pocas plantas de cultivo bajo condiciones de clima templado. Resulta lógico pensar que no todas las especies absorben los nutrientes del suelo con igual eficacia, y más aun en condiciones ambientales muy dispares. Nadie dudaría que es un disparate defender que el metabolismo de todos los seres humanos resulta igual de eficiente y más aún bajo cualquier condición ambiental. Empero obviamente sería inviable, aun con los conocimientos suficientes, tener tantas técnicas instrumentales normalizadas en los laboratorios como combinaciones de plantas y ambientes existen en el mundo. Debe llegarse pues ineludiblemente a una situación de compromiso.
Finalmente, veamos otro ejemplo, el de la determinación de la materia orgánica del suelo, tal como se llevaba a cabo hace algunos decenios (ahora no lo sé). Generalmente, lo que determinan los químicos en el laboratorio no es la cantidad de materia orgánica del suelo, sino el carbono orgánico. La primera incluye al segundo pero atesora otras elementos/moléculas. Pues bien, se aceptaba que el carbono orgánico analíticamente determinado equivalía a un porcentaje X de materia orgánica (MOS) en los suelos cultivados por lo que había que multiplicar el valor analítico obtenido por un determinado número (llamémosle constante) con vistas a obtener el contenido de MOS. Sin embargo, si la muestra procedía de suelos forestales tal operación multiplicativa requería otra constante mayor. Dicho de otro modo, un valor determinado de carbono orgánico equivalía a diferentes porcentajes de materia orgánica en función de que la muestra procediera de suelos agrícolas o forestales. Y todo ello se basaba en unos datos bastante escasos, sesgados, y, como no, generalmente procedentes de ambientes templados. Tal extrapolación debía basarse necesariamente en la asunción de todos los suelos agrícolas por un lado y los forestales por otro funcionaban conforme a los mismos patrones, lo cual se me antoja un dislate. Corto aquí la desiderata ya que si no me adentro en asuntos aún más escabrosos.
Es palmario que sobre-fertilizamos nuestros cultivos, perjudicando los suelos, aguas, ecosistemas y salud humana. Sin embargo poco se ha avanzado con vistas poder llevar a cabo la aplicación de enmiendas más adecuada, eficiente y razonable, lo cual genera también despilfarros económicos que paga el agricultor. Es hora pues de que todos nos ahorremos disgustos y dinero. La noticia de hoy va en esta dirección, sin que con ello quiera decir que sus autores ofrezcan los procedimientos más adecuados (lo desconozco).
Tan solo deseaba expresar que, en estos asuntos, siempre nos enfrentaremos a dilemas entre aceptar cualquier cambio que mejoren los valores de las analíticas y un necesario conservadurismo con vistas a que no proliferen nuevos procedimientos que aportan poco y perturben en demasía estos necesarios quehaceres. El nudo gordiano de la cuestión estriba en que resulta ser tan pernicioso abrazar acríticamente cada novedad que se publique, como enquistarse/anclarse acríticamente en protocolos caducos y que, sobretodo, se ha constatado que no son los adecuados, lo que se traduce en cuantiosas pérdidas económicas, serios impactos ambientales, etc. Lean por favor la noticia de la que hemos extraído la fotografía ya que también resulta ser indirectamente muy ilustrativa.
Juan José Ibáñez
Reduciendo el uso de fertilizantes con una prueba más precisa del suelo
Por Dennis O’Brien; 10 de julio de 2014
Pruebas de suelo que determinan la necesidad de aplicar fertilizantes típicamente miden la cantidad de nitrato en el suelo, pero no consideran suficientemente la actividad de los microbios en el suelo, los cuales mineralizan el nitrógeno orgánico y aumentan la disponibilidad del nitrógeno para los cultivos. Como resultado, los agricultores a menudo aplican demasiado nitrógeno a sus campos.
Richard Haney, quien es un científico del suelo con el Servicio de Investigación Agrícola (ARS) en Temple, Texas, ha desarrollado una prueba de suelo que reproduce algunos de los procesos naturales que ocurren en los campos y que toma en consideración esa actividad microbiana, además de medir los niveles de nitrato, amonio y el nitrógeno orgánico.
Haney trabaja en el Laboratorio de Investigación de las Praderas, el Suelo y el Agua mantenido por el ARS en Temple. ARS es la agencia principal de investigaciones científicas del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA por sus siglas en inglés).
La nueva prueba se llama la Herramienta de la Salud del Suelo. Esta prueba involucra secar y mojar el suelo para imitar los efectos de precipitaciones. También usa los mismos ácidos orgánicos utilizados por las raíces de plantas para adquirir nutrientes del suelo. La prueba mide el carbono orgánico y otros nutrientes, toma en consideración los efectos de usar cultivos de cobertura y las prácticas de la cero labranza, y puede ser usada con cualquier cultivo producido con nitrógeno u otros tipos de fertilizante de nitrógeno.
La nueva prueba ya está disponible a los laboratorios comerciales y universitarios que prueban el suelo, y Haney ha trabajado con agricultores para promoverla. Los agricultores que utilizan la prueba reciben una hoja de cálculo que enseña las cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio disponibles a los cultivos. Por término medio, estos agricultores reducen sus costes de fertilizante por 10 a 15 dólares por acre. Con menos uso de fertilizante, hay menos probabilidad del escurrimiento del fertilizante a las aguas de superficie.
Haney y Daren Harmel, quien es ingeniería agrícola en el laboratorio en Temple, evaluaron la herramienta en campos de trigo, maíz, avena, y sorgo en nueve sitios en Texas por cuatro años. En algunos campos, no usaron ningún fertilizante; en otros campos, aplicaron o las tasas tradicionales de fertilizante o las cantidades ordenadas por las pruebas desarrolladas por Haney. Los investigadores sembraron y cosecharon los cultivos en la misma fecha en cada sitio, y anotaron los costes y fechas de aplicación de los fertilizantes, el precio de los cultivos, y las ganancias totales.
Ellos descubrieron que la herramienta redujo el uso de fertilizante por el 30 al 50 por ciento y redujo los gastos de fertilizante por hasta el 39 por ciento. La nueva prueba tuvo solamente un poco de efecto en las ganancias de la producción del maíz, pero sí aumentó las ganancias por el 7 al 18 por ciento en el trigo, la avena y el sorgo. Los resultados del estudio fueron publicados en ‘Open Journal of Soil Science‘ (Revista Abierta sobre la Ciencia del Suelo).
Lea más sobre esta investigación en la revista ‘Agricultural Research’ de julio del 2014.