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Megafauna y ecosistemas prístinos. Fuente: Fuente Geocurrents: Pleistocene Re-Wilding: Environmental Restoration or Ecological Heresy?

 La mayor parte de los expertos en ciencias del suelo caemos en el “pecado mortal” de interpretar los procesos de descomposición de la materia orgánica en los ecosistemas naturales, soslayando la estructura de la cadena trófica que habita sobre el. Con harta frecuencia pensamos en la composición química de la vegetación y si sus propiedades resultan ser más o menos favorables como sustento de los organismos del suelo, el clima, los usos del territorio, y últimamente, para mi martirio, el soporífero cliché del cambio climático. Sin embargo, si deseamos “acercarnos” a entender que ocurría en los ecosistemas prístinos, faltan otros elementos, y en especial la estructura de las cadenas tróficas que atesoraban. Pero no es así. ¿A qué viene a cuento esta crítica? De eso versa este post, ya que el tema puede calificarse de cualquier forma menos de baladí.

 Como os hemos mentado en una serie de post, el hombre paleolítico generó la extinción masiva de la mayor parte de la megafauna de casi todos los continentes. Y al hacerlo, transformó los ecosistemas, afectando de paso al clima y a toda la biosfera. En consecuencia, los ecosistemas actuales, en su mayor parte, no corresponden a lo que cabría esperar sin la presencia humana. Hablar pues en general de ecosistemas prístinos carece de sentido en la mayoría de los casos.   Como  corolario, tampoco deberíamos usar el concepto de suelos prístinos, en lugar de naturales, salvo en contadas “excepciones”. Y reitero que todo reside en nuestra falta de atención a las cadenas tróficas. Simplificando mucho, podemos alegar que estas últimas se encuentran compuestas de depredadores (carnívoros), sus presas (mayoritariamente herbívoros), las plantas de que se alimentan los últimos, invertebrados, microrganismos, etc. En un ecosistema saludable (aunque lo mismo ocurre en la demografía de las sociedades) al razón número de individuos/unidad de biomasa desciende conforme escalamos eslabones a lo largo de la cadena trófica, por lo que también solemos referirnos a ellas como pirámides tróficas o poblacionales. Pues bien, el hombre paleolítico dio buena cuenta tanto de los carnívoros como de los herbívoros naturales de gran tamaño, colapsando  a menudo la estructura biocnóticas de los ecosistema, que dejo pues de ser prístina por definición. Debido a que los herbívoros son necesariamente más abundantes que sus depredadores, al erradicarlos, en la naturaleza dejaron de realizar una de sus principales funciones (aunque también necesidades), que a menudo, se soslaya; la digestión y transformación de gran parte de la biomasa vegetal, que finalmente era devuelta al suelo en forma de detritos, ya considerablemente descompuestos como para que los organismos del suelo terminaran de realizar su trabajo de humificación y mineralización con “normalidad”.  En términos coloquiales, uno puede entender que la dieta de los organismos del suelo, tras la desaparición de la megafauna de herbívoros, comenzó a ser mucho más indigesta y el metabolismo edáfico considerablemente lento y pesado (el atávico ardor de estómago).

 Tan solo hace falta observar los profundos y fértiles suelos de las estepas, pampas, praderas y otras formaciones pascícolas en las que abundan los herbívoros, cuando no son sobre-pastoreadas, para darnos cuenta de que, casi con total seguridad, el metabolismo del suelo y la humificación de la materia orgánica sufrió un severo impacto tras la desaparición de la megafauna. Cuando se cotejan los mapas sobre la fertilidad de los suelos del mundo, el lector observará que gran parte de ellos se encueran sobre esas formaciones herbáceas, salvo si estas medran sobre los viejos suelos de las formaciones cratónicas antiguas, pobres en nutrientes y sin apenas arcillas que colaboren en la retención de agua y nutrientes. De hecho, se necesitan muchos herbívoros con vistas a alimentar a los carnívoros, y tales bestias exigen una abundante fitomasa (biomasa vegetal) comestible, que no madera, leña y hojarasca. Tales circunstancias son más fáciles que acaezcan en espacios abiertos, semi-arbolados o no, que en bosques cerrados. De hecho, los estudios arqueológicos así lo avalan.  Pero también nuestro inconsciente. Se han realizado investigaciones acerca de los paisajes que más acogedores les parecen a los ciudadanos corrientes, habiéndose detectado  que las formaciones sabanoides o adehesadas (conceptos prácticamente sinónimos) las prefereidass. Posiblemente se trate de un vestigio escondido en nuestro subconsciente, reminiscencia de los ambientes en los que vivieron nuestros antepasados más remotos.

 Con la desaparición de la megafauna, la foresta de aquellos ecosistemas se cerraró dando lugar a hermosos y densos bosques. Sin embargo, la descomposición de la materia orgánica y su mezcla con la materia mineral con vistas a generar los agregados del suelo se vio obstaculizada/ralentizada por pura necesidad. Y todo debido a que la desaparición del eficiente microbioma rumiante de los herbívoros dejo huérfanos a los organismos del suelo, que se vieron obligados a hacerse cargo de la mayor parte del proceso de la descomposición de la biomasa y la formación de sustancias húmicas, Y ya se sabe, cuando desaparece un eslabón de la cadena trófica es como si ocurriera lo mismo que en una cadena industrial: el trabajo resulta ser más duro e ineficiente. Los edafólogos necesitaríamos reflexionar sobre este tema, en lugar de considerar que la megafauna es irrelevante en nuestros estudios, a la hora de extraer conclusiones de las pesquisas que llevamos a cabo. No se trata de cultura general, por cuanto al soslayar los contextos, no es infrecuente que nuestras perspectivas se desvíen del camino correcto.

En su momento os expuse este maravilloso ejemplo, que puede serviros para recapacitar: Fertilidad del Suelo y la Cadenas Tróficas: Un Sorprendente Cuento sobre el Mar, Placton, Krill, Salmones, Ríos, Osos y Suelos. Bajo os muestro una relativamente reciente nota de prensa sobre lo que actualmente sucede en reservas naturales de Veracruz. Lo he escogido no porque sea el mejor/peor), sino simplemente agradará a nuestro colaborador Régulo León Arteta que vive por aquellos lares. Cuando se decapita la cadena trófica, incluso en bosques…….

 Juan José Ibáñez     

Ecosistemas: Redes Tróficas, Redes Energéticas, Cadenas Alimentarias y Pirámides de Población

 Confirmado la actividad humana alrededor de las reservas selváticas daña a la biodiversidad

Las actividades humanas en la periferia de las reservas de selva tropical amenazan la biodiversidad al interior de las mismas y comprometen los esfuerzos de conservación, según un estudio llevado a cabo en el sureste de México durante cuatro décadas.

FUENTE | Agencia EFE;13/04/2016

El estudio señala que la pérdida de fauna y la deforestación alrededor de la Estación de Biología de Los Tuxtlas, en el estado de Veracruz, ha resultado en un incremento exponencial de la población de una especie llamada palma espinosa, Astrocaryum mexicanum. Esta planta tiene una altura de 1,5 a tres metros y su expansión va en detrimento de los árboles dominantes de la selva.

«Por un lado, los cazadores de la región han acabado con varios herbívoros que son muy apreciados como alimento, como el pecarí de collar y el tapir, que comen brotes o frutos de la palma», explicó a EFE el investigador José Sarukhán, quien encabezó el estudio divulgado por la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Como los animales que se alimentan de los brotes y los frutos con semillas ya no están, «lo que tenemos es una explosión de la población de palmas que acaba modificando profundamente el ambiente lumínico del piso de la selva, que es donde germinan las semillas de los árboles dominantes, de 30 o 40 metros de alto«.

«Y entonces esto se empieza a encaminar a una modificación profunda de la composición y la estructura de la selva, que es lo que ha estado pasado en los 40 años que hemos hecho observaciones en Los Tuxtlas», añadió Sarukhán (1940), biólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de la que fue rector de 1989 a 1997.

Otra de las formas en que las actividades humanas externas a las reservas afectan la composición de éstas es el uso del suelo circundante para producción de alimentos, que además de reducir el hábitat genera fragmentación de las selvas, lo que incide directamente en la viabilidad de las poblaciones de grandes carnívoros.

Esto a su vez altera el balance entre estos carnívoros y sus presas, que en la mayoría de los casos son los mismos herbívoros que dependen de las semillas y los brotes de las palmas y otras plantas, de acuerdo con el estudio.

UN DESEQUILIBRIO DESTRUCTOR

De persistir este desequilibrio durante períodos largos se afecta la viabilidad de los propios herbívoros, lo que una vez más propicia la sobreabundancia de plantas que antes no eran tan frecuentes. De acuerdo con Sarukhán, la fragmentación de la selva en Los Tuxtlas, en especial a través de la agricultura y una ganadería extensiva «muy ineficiente, en la que se puede tener una cabeza de ganado por hectárea», ha dejado a la Estación de Biología, de unas 800 hectáreas, «como una isla en un mar de potreros (terreno para el ganado)». El investigador, quien tiene un doctorado de la Universidad de Gales, Reino Unido, señaló que otro factor importante es que, con la fragmentación también aumenta el llamado ‘efecto de borde’.

Este ocurre cuando los linderos de las selvas quedan más expuestos a fenómenos como huracanes y fuertes vientos, que suelen coincidir con fuertes lluvias que saturan el suelo y que en conjunto propician la caída de árboles. Sarukhán refirió que una de las personas que más ha estudiado estos efectos tanto en México como en otros países es un ex alumno suyo llamado Rodolfo Dirzo, otro de los autores del artículo en PNAS y actualmente profesor en la Universidad de Stanford.

«Uno de los sitios que ha usado como referencia es Los Tuxtlas y otro es uno en Chiapas, en Chajul, y lo ha hecho en comparación con lugares en África central y el sureste de Asia», precisó. Al preguntársele si lo observado en Los Tuxtlas puede extrapolarse a otras zonas selváticas del mundo, el experto replicó: «Sí, claramente, en condiciones diferentes y con especies diferentes, obviamente». Advirtió que lo que está ocurriendo en Veracruz «es una especie de prostitución de la selva, una distorsión muy grande que va a llevar a una comunidad totalmente diferente de la que teníamos previamente«.

UNA ESCUELA DE ECÓLOGOS

Más allá de la importancia biológica de la Estación, que yace al interior de la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas, una área natural ‘protegida’ que constituye el mayor bastión selvático de Norteamérica con 155.000 hectáreas, el doctor enfatizó su papel «absolutamente crucial en la formación de la escuela ecológica mexicana tropical, que es muy reconocida en todo el mundo».

Señaló que es una estación de la UNAM desde 1967, que él utilizó mucho cuando regresó de su doctorado en Reino Unido para su trabajo de investigación. «Y ha sido fenomenal, porque ha sido un sitio en que hemos podido hacer investigaciones de esta longitud», expuso. Para el investigador, el centro es de suma importancia porque es «una escuela de formación de ecólogos y ecólogas», acotó.

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2 comentarios

  1. Gracias Juanjo, aunque no conosco personalmente al Dr. Sarukan, su biografia y curriculum académico son muy intertesantes. No menciona pero estuvo en Chapingo en la rama de botánica donde el lideer era el inolvidable Efraim Hernandez Xolocotzi. Tabién con el Dr. Pennington publicaron un libro sobre arboles tropicales de México.

  2. Estos son los temas que me agradan. Gracias Regulo por compartir nos tus conocimientos. Desde Guatemala
    Jorge Samayoa

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