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Fuente: Colaje imágenes Google

Se que muchos de los lectores de este blog son latinoamericanos. Yo comencé tarde a viajar al continente, pasados los 45 años. ¡Me enamoré!  Seguí viajando durante años, hasta que en 2013, una grave afección me impidió seguir con un viaje ya programado y pagado para impartir una conferencia en Brasil, tras lo cual, ya de vacaciones, me permitiría, como en ocasiones precedentes, visitar ese maravilloso país y pasar a Uruguay. Me apasionaban sus paisajes y las formas de gestión agraria de las culturas precolombinas, como bien sabéis los asiduos a nuestra bitácora dada la cantidad de post que dedicamos a este tema. Allí he disfrutado, y también he pasado momentos comprometidos, como no despeñarme subiendo por un canchal, en el descenso del volcán Chillán, o también observar atónito como cuatro individuos con sus escopetas, escondidos entre matorrales, apuntaron con ellas y a pocos centímetros, justamente a mis genitales. Lo que no me interesaron jamás fueron las Plazas de Armas, y otros vestigios de las culturas y arquitecturas postcoloniales. Logré entablar conversación con entrañables campesinos de culturas aborígenes en vías de extinción, como esta, y un largo etcétera.

Leo con tristeza, en los noticieros científicos, paro también en le prensa general y televisiones, las penurias que sufren una ingente cantidad de sus moradores incluidos en sus infructuosos intentos de alcanzar en EE.UU. lo que se les niega en sus amadas tierras. He realizado y publicado algunos artículos bibliométricos y de opinión, acerca de la investigación científica en Latinoamérica (ver al final del post). Hago lo que puedo, que no es mucho, dicho sea de paso.

No es nada extraño que los países del sur global sufran graves penurias, crisis alimentarias y otro tipo de desventuras. También es cierto que los afortunados que vivimos en el norte global comenzamos a padecer el declive del estado del bienestar, retrocediendo hacia otra precariedad necesariamente. El Ultra-capitalismo neoliberal está siendo un azote para casi todos bajo el lema de la ley de San Mateo. La diferencia entre unos y otros países del sur global estriba en que, en Latinoamérica, el continente más húmedo del mundo, se producen muchos más alimentos de los que se consumen, por cuanto ingentes cantidades son exportados, seguramente a ese norte global. ¡Políticos y economistas! Empero a diferencia de otros países del sur global la falta de recursos naturales no es el problema fundamental. De hecho, en una reciente noticia se muestra una valoración global de los recursos hídricos, y aun a pesar de los problemas de acceso y calidad de las aguas de muchos países de  Latinoamérica, se trata de uno de los territorios en donde la crisis del agua debiera ser menos preocupante (El mundo se enfrenta a una crisis de agua 4 poderosos gráficos muestran cómo).

Sin embargo, y a pesar de las dificultades, no debemos resignarnos. Dicen que, a río revuelto, ganancia de pescadores,  y efectivamente la corrupción política y económica  medran por doquier, aunque no es lo mismo, ya quea perro flaco todos son pulgas”. Personalmente considero tras décadas de echar la culpa a los sistemas económicos, las políticas, etc., que el mal (avaricia, codicia, carencia de dignidad y honradez, etc.) los llevamos todos dentro. Forma parte de la condición humana. ¡No tenemos remedio! Pero quien sabe, quizás un día seamos realistas y pidamos lo imposible. Y es que el sistema geopolítico mundial no funciona, es extremadamente tóxico.

En cualquier caso, con vistas a paliar en la medida de lo posible, la situación de pobreza y falta de alimentos, debemos comenzar a entender primero que nos pasa a nosotros, que está en nuestras manos enmendar antes de culpar a otros, que indudablemente también forman parte del problema.

Los latinos, incluidos los países europeos del entorno mediterráneo, hablamos mucho, somos demagogos, mientras que las “obras son amores que no buenas razones”. En una de mis publicaciones sobre la ciencia en Latinoamérica, vertía lo que entiendo que es una vía de escape. “La Unión Hace la Fuerza”. El reto estriba en soslayar las diferencias ideológicas entre los gobiernos de los diferentes países, bajo el mandato de una futura Unión Latinoamericana que vele por todos y defienda sus intereses frente al resto de los bloques geopolíticos.

Es muy latino estar peleándose continuamente con los vecinos, para la alegría de los instigadores foráneos. Solo una Latinoamérica unida, al tipo de la Unión Europea, será capaz de afrontar los retos que a cada país por sí solo les resulta imposible, con independencia de ideologías y colores.

Hoy me llegaba una noticia de “Foodtank” que llevaba por título “La paradoja alimentaria de América Latina”, No voy a debatir sobre el tema. Posteriormente buscando en Internet he encontrado otros documentos de la misma guisa. He escogido algunos de ellos y os expongo sus contenidos abajo.

Eso si no puedo, ni debo olvidar que las agriculturas precolombinas demostraron ser muy sustentables, por lo que habría que investigarlas y retomar nuestra mirada hacia ellas (Mirando hacia el pasado para mejorar el futuro: Un viaje por las culturas precolombinas), por cuanto son mucho más sustentables y económicas que la desenfrenada e insostenible agricultura industrial.

Resumiendo, Latinoamérica produce suficientes alimentos y no hay a nivel continental insuficiencia de agua, por lo que se marca una clara diferencia con otras regiones del sur global. El problema resulta ser geopolítico y de gobernanza entre sus gobiernos y de todos ellos frente a la tiranía de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Esta es justamente la paradoja. La política debe servir para el bien de los ciudadanos no de unos pocos, y más aun cuando no escasean los recursos esenciales. El futuro está en vuestras manos. No dejéis que otros tomen decisiones por vosotros.

Juan José Ibáñez

Continua……………

Artículos del Autor relacionados con el Tema

Ibáñez, J.J. 2015. Mirando hacia el pasado para mejorar el futuro:Un viaje por las culturas precolombinas. En: La Sociedad, la Agricultura y el SueloTello, J.J. Jaizme-Vega, M.C. y Porcuna, J.L. (Eds). La Sociedad, La Agricultura y el Suelo. Sociedad Española de Agricultura Ecológica. SEAE gobierno de Canarias, pp.247-270. Libre acceso. https://www.researchgate.net/publication/286379741_Mirando_hacia_el_pasado_para_mejorar_el_futuroUn_viaje_por_las_culturas_precolombinas

Ibáñez, J. J. 2017. Revista de la Facultad de Ciencias. Universidad Nacional de Colombia. Artículo Editorial. 6 (2): 8-10. Rev. Fac. Cienc., Vol 6, Número 2, p. 8-10, 2017. ISSN electrónico 2357-5549. ISSN impreso 0121-747X.

DOI: https://doi.org/10.15446/rev.fac.cienc.v6n2.68651. Libre acceso desde https://revistas.unal.edu.co/index.php/rfc/article/view/68651/63043

Ibáñez, J. J. 2018. La Ciencia en Latinoamérica: Tendencias y patrones.  Rev Fac. Cienc Vol. 7 (1): 23-39. Universidad Nacional de Colombia. Artículo Invitado. DOI: https://doi.org/10.15446/rev.fac.cienc.v7n1.69409. Libre acceso desde: https://revistas.unal.edu.co/index.php/rfc/article/view/69409/63680

Ibáñez, J. J. 2018. Revista de la Facultad de Ciencias. La Unión Hace la Fuerza: Bases para un pleno desarrollo de la indagación científica en Latinoamérica. Univeridad nacional de Colombia Artículo Invitado. Rev. Fac. Cienc., 7(2): 44-61, 2018. ISSN electrónico 2357-5549. ISSN impreso 0121-747X. https://doi.org/10.15446/rev.fac.cienc.v7n2.72721.

Ibáñez, J.J. 2019. Los suelos y la agricultura ecológica en la era de la postverdad (artículo de reflexión) Suelos ecuatoriales 49 (1 y 2): 96-110 ISSN 0562-5351 e-ISSN 2665-6558. http://unicauca.edu.co/revistas/index.php/suelos_ecuatoriales/article/view/109.

Post de muestra de este blog, ante la gran cantidad ya editada. Pero…… ver nuestra categoría: Etnoedafología y Conocimiento Campesino – Un Universo invisible bajo nuestros pies (madrimasd.org)

La Ordenación Territorial de las Culturas Indígenas y Cartografía Social Mediante las Nuevas Tecnologías

El mundo se enfrenta a una crisis de agua 4 poderosos gráficos muestran cómo

La paradoja alimentaria de América Latina

La región más biodiversa del planeta, América Latina es una superpotencia agroindustrial que exporta completamente una cuarta parte de su producción total. Por el contrario, otra superpotencia agrícola, Asia, exporta sólo el 6 por ciento de su producción. Sin embargo, América Latina nunca ha logrado aprovechar su riqueza agrícola para alimentar adecuadamente a su población. En este momento, al menos seis países de la región están en medio de una crisis alimentaria, con casi 268 millones de latinoamericanos sintiendo actualmente los efectos de la inseguridad alimentaria, y muchos millones más seguramente se unirán a sus filas en los próximos meses.

Los países en crisis —Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Haití y Venezuela— se encuentran en esta situación como resultado de recesiones económicas, desastres naturales o relacionados con el clima, olas de violencia o delincuencia generalizada. Además de eso, la invasión de Ucrania y el aumento resultante en los costos de la energía, así como los efectos persistentes de la pandemia de coronavirus y una serie de choques climáticos han provocado una tormenta perfecta más que está sumiendo a millones de latinoamericanos más en el hambre.

La inseguridad alimentaria se disparó en muchos países de América Latina y el Caribe en los últimos años. En 2014, el 24,6 por ciento de la población de la región padecía inseguridad alimentaria en 2014, en comparación con el 40,6 por ciento en 2021, en gran parte como resultado de los confinamientos por COVID-19 y sus consecuencias económicas. Sin embargo, la vulnerabilidad de América Latina a las crisis externas es sintomática de problemas más profundos en los sistemas alimentarios de la región y el modelo de desarrollo más amplio adoptado por la mayoría de sus naciones.

¿Cómo es que, dada nuestra riqueza de recursos agrícolas, siempre parecemos encontrarnos en el precipicio del hambre? Después de todo, de los 12 países llamados megadiversos del mundo, cinco de ellos —Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú— están en América Latina. La región también cuenta con tres de los centros más importantes de origen y biodiversidad. Mesoamérica es el lugar de nacimiento de la milpa, el trío de calabaza, frijoles y maíz (uno de los productos más consumidos en la tierra), así como de los aguacates u oro verde. La papa, y una gran variedad de otros tubérculos, se originan en los Andes, al igual que la quinua, los chiles y el tomate. La cuenca del Amazonas es el hogar de la piña, el anacardo y el cacao. Además, las vastas pampas de Argentina son ideales para el pastoreo de ganado, y las frías aguas de la costa de Perú se encuentran entre los mares más ricos del mundo. Casi la mitad de los bosques tropicales y un tercio del agua dulce del planeta se encuentran en América Latina.

Estos factores hacen de América Latina un lugar ideal para cultivar una amplia variedad de cultivos, ayudando a convertirla, en muchos aspectos, en un granero clave del mundo. Las exportaciones agrícolas han sido una fuente importante tanto de orgullo como de ingresos de exportación y han atraído una atención significativa de nuestra clase política. Brasil y Argentina se encuentran entre las principales superpotencias agrícolas del mundo. Perú, Chile y México, otro peso pesado agrícola de escala mundial, se han convertido en los principales exportadores de frutas y verduras frescas. Junto con Ecuador, Costa Rica y Colombia, llenan el frutero del mundo. Y durante décadas, Perú ha estado entre los principales exportadores de aceite de pescado y harina de pescado (gran parte de ella destinada a alimentar peces de cultivo, una industria que ha estado creciendo exponencialmente desde la década de 1980).

Los gobiernos de toda la región dieron un gran impulso a estos sectores, a través de amplias reformas estructurales a lo largo de los decenios de 1980 y 1990. Parte de estas reformas dieron lugar a una era de estabilidad económica muy necesaria en muchos países. Pero también hicieron que la deferencia hacia los mayores fabricantes de dinero fuera casi automática, en detrimento de otros sectores y jugadores menos generadores de efectivo. Por lo tanto, la agricultura orientada a la exportación en América Latina recibió un trato preferencial, con una inversión pública masiva en riego e infraestructura, así como exenciones fiscales especiales y acuerdos comerciales destinados a abrir nuevos mercados, además de otras medidas favorables.

Hacer de la agricultura orientada a la exportación una prioridad política no es nada nuevo en la región. Desde la colonización, los españoles favorecieron la producción de productos básicos de exportación, como el azúcar, sobre los alimentos básicos destinados a alimentar a la población local. Una lógica similar se aplicó a una serie de otros productos básicos, incluidos los plátanos, el café y el cacao, así como los granos y la carne. Más recientemente, la agricultura al estilo de la Revolución Verde se ha afianzado en gran parte de la región, con grandes franjas de tierra dedicadas a esta producción pesada de fertilizantes y pesticidas. Argentina y Brasil han apostado fuerte por la soja y el maíz genéticamente modificados, que se exportan para alimentar cerdos y ganado en los países desarrollados y China. También predominan los monocultivos, como el azúcar, que se utiliza para producir etanol, y el aceite de palma, un ingrediente clave en los alimentos ultraprocesados.

Y, al igual que en siglos pasados, la priorización de las exportaciones en América Latina sigue afectando terriblemente a los pequeños productores, agricultores y pescadores, que no solo constituyen un gran porcentaje de la fuerza laboral agrícola (las estimaciones varían entre el 57 y el 77 por ciento), sino que también son responsables de producir entre el 27 y el 67, según la estimación, de todos los alimentos consumidos en la región. Pero a pesar de su papel clave como guardianes no solo de nuestras mesas sino también de nuestra biodiversidad, estos pequeños productores son desproporcionadamente pobres y, en una cruel ironía, sufren de inseguridad alimentaria. Su ya precaria situación no ha hecho más que agravar por la falta de inversión pública en infraestructura y asistencia técnica. Los acuerdos comerciales han significado un desastre, dejando a estos pequeños productores vulnerables e incapaces de competir contra las importaciones agroindustriales subsidiadas de los Estados Unidos y Europa.

Aún así, no sorprende que la región más desigual del mundo no haya priorizado la inclusión económica de sus pequeños productores. Tampoco es sorprendente que el costo ambiental haya sido ignorado en gran medida: la insaciable sed de agua y tierra de la agricultura industrial, y la deforestación y la pérdida de biodiversidad que han resultado de la cría de ganado y la agricultura intensiva, sin mencionar el uso excesivo de pesticidas y herbicidas que contaminan las vías fluviales.

Del mismo modo, está lejos de ser sorprendente que la dependencia de la región de los alimentos básicos importados, en particular los granos básicos, se haya disparado, haciéndonos vulnerables a las crisis externas. En la misma región donde estamos homogeneizando nuestras dietas y desperdiciando nuestra rica biodiversidad, dos de cada cinco personas sufren de inseguridad alimentaria y también estamos lidiando con una serie de otras enfermedades relacionadas con la dieta, como anemia, deficiencias vitamínicas y obesidad. Las dietas saludables también tienden a ser tan caras que tienen un precio para unos 130 millones de personas.

A pesar de todo eso, América Latina también nos da razones para la esperanza. Es el lugar de nacimiento de grandes avances en la lucha contra los alimentos ultraprocesados, con Chile, Perú, Uruguay, México, Argentina y Colombia adoptando etiquetas de advertencia claras para estos productos nocivos. México ha estado trabajando para priorizar y ampliar la agroecología, un modelo ecosistémico alternativo a la agricultura industrial que se anuncia como una mejora no solo de las vidas de los pequeños agricultores y sus familias, sino que también tiene un efecto positivo en la biodiversidad, el medio ambiente y la nutrición.

Sin embargo, está claro que se necesita mucho más. Debemos dejar de pensar en la producción de alimentos de una manera unidimensional, centrándonos exclusivamente en lo que contribuye al PIB, y adoptar un enfoque sistémico de los alimentos. Debemos considerar no solo el efecto de la producción de alimentos en el resultado final, que es tan crucial para reducir la pobreza y fomentar la inclusión social, sino también tener en cuenta la nutrición. En particular, debemos considerar a los más vulnerables entre nosotros y su acceso a dietas saludables y asequibles, así como la conservación y la salvaguardia de la biodiversidad.

El desafío, en la región más flagrantemente desigual de la tierra, es invitar a la mesa a aquellos que han sido olvidados durante mucho tiempo. Esto significa una mayor representación de pequeños agricultores y pescadores artesanales, que durante mucho tiempo han sido excluidos de la toma de decisiones, y poner sus necesidades por encima de las de los productores a gran escala, que han sido priorizados durante siglos. Sin estos cambios fundamentales, las venas de América Latina seguirán abiertas y seguiremos alimentando al mundo con nuestras riquezas, sin alimentar a nuestra propia población.

* Marcela Cavassa contribuyó con la investigación.

La versión en español de este artículo será publicada por Nexos Magazine (México) en marzo de 2023, en un número digital especial dedicado a la crisis alimentaria en México y América Latina.

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José Luis Chicoma

José Luis Chicoma se desempeñó como Ministro de Producción en Perú. Actualmente, asesora a organizaciones internacionales sobre sistemas alimentarios mundiales, incluido el equipo de Sistemas de Productos Alimentarios y Agrícolas del PNUD. Anteriormente, fue director ejecutivo de Ethos, un grupo de expertos con sede en la Ciudad de México que trabaja en gobernanza y desarrollo sostenible. Con frecuencia escribe y habla internacionalmente sobre la intersección de la política, la sostenibilidad y la alimentación. Tiene una maestría en políticas públicas de la Universidad de Harvard. Es miembro de Yale World 2017 y Stanford Draper Hills Fellow 2018.

Libro de la FAO PANORAMA DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA Y NUTRICIONAL EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE DESIGUALDAD Y SISTEMAS ALIMENTARIOS

La paradoja alimentaria

 

Bogotá; Septiembre 22, 2022 – 03:39 PM

 * América Latina: potencia agrícola con hambre

+ Reconversión productiva, social y económica

 América Latina es, definitivamente, el subcontinente de las paradojas. Difícilmente se puede encontrar una región en todo el planeta que tenga las potencialidades socioeconómicas, riqueza en recursos naturales, reserva de biodiversidad y capacidad poblacional resiliente. Sin embargo, he ahí la paradoja, también alberga varios de los lastres más graves en materia de necesidades básicas insatisfechas, violencia de alta y baja intensidad, el drama migrante más grave de este siglo y, como si todo lo anterior fuera poco, es una de las zonas más golpeadas por los efectos lesivos del cambio climático y que aportó más muertes y contagios por la pandemia de covid-19.

Lamentablemente esta no es una realidad nueva. Por el contrario, son muchos los informes a cada tanto recuerdan que Latinoamérica es una especie de hemisferio de oportunidades perdidas. La última prueba de ello la puso sobre el tapete la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), tras advertir que esta región es una potencia agrícola pero, a la vez, ha sufrido un fuerte aumento del hambre y la desnutrición en los últimos años.

De hecho, tras la crisis sanitaria el diagnóstico es más que alarmante: en América Latina y el Caribe las economías se redujeron dos veces más que el promedio mundial, la pobreza aumentó a su nivel más alto desde 2006, se perdieron millones de trabajos y 65,6 millones de personas pasaron hambre.

Otros informes de agencias globales también han advertido que el subcontinente, pese a contar con el más alto porcentaje de suelos fértiles, diversidad de productos, variedad climática y población rural, no ha podido posicionarse como la principal despensa agrícola del planeta, resignándose en no pocos casos a ser un exportador de materias primas sin mayor valor agregado ni capacidad de manufactura.

Esa falencia ha quedado más que comprobada en medio de la escasez de alimentos y agroinsumos producida por la invasión rusa a Ucrania que cumple ya siete meses. América Latina debería estar en capacidad de suplir una parte de la oferta de trigo, maíz y otros productos cuya oferta se vino al piso por la citada confrontación bélica. Por el contrario, el subcontinente americano es uno de los más afectados por la cresta inflacionaria y el duro coletazo social y económico de la guerra. De hecho, su capacidad exportadora se está viendo afectada por el alto costo de los agroinsumos, gran parte de los cuales provienen de las naciones en conflicto.

De acuerdo con la FAO resulta urgente transformar los sistemas agroalimentarios en Latinoamérica para que sean más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles. Ello llevaría no solo a mejorar los índices de seguridad y soberanía alimentarias en muchos de los países de la zona, frenando así el aumento del hambre, pobreza y malnutrición, sino que aumentaría su capacidad exportadora y competitiva en el mercado global de víveres.

¿Qué hacer? Son muchos los diagnósticos frente a cómo repotenciar la capacidad agrícola del subcontinente y aumentar la calidad de vida de sus habitantes, sobre todo de los de más bajos recursos. De hecho, desde finales del siglo pasado y corridas más de dos décadas del actual son múltiples las estrategias que se han formulado e incluso implementado al respecto, sin que el objetivo principal se haya conseguido.

Ahora la FAO plantea cuatro áreas prioritarias que necesitan una acción acelerada. En primer lugar, considera urgente proporcionar apoyo inmediato a las personas vulnerables a través de los sistemas de protección social, especialmente en las zonas rurales y entre los grupos vulnerables. En segundo término, debe impulsarse la producción agrícola garantizando que los agricultores familiares tengan un acceso asequible a semillas y fertilizantes, capital de trabajo y asistencia técnica, y vínculos con los mercados. A ello se suma el facilitar el comercio de productos e insumos agrícolas para evitar más interrupciones en la producción de alimentos. Y, por último pero no menos importante, se requiere invertir en una agricultura resistente al clima para afrontar y revertir los efectos de la crisis climática. La pregunta, sin embargo, es una sola ¿Cuándo se pasará de la teoría a la acción?

 

La transformación de los sistemas agroalimentarios puede ayudar a resolver la “paradoja” alimentaria de América Latina

La transformación de los sistemas agroalimentarios puede ayudar a resolver la “paradoja” alimentaria de América Latina

21/09/2022;REDACCION

Es necesario un desarrollo inclusivo y sostenible, dice el Director General de la FAO al CAF Banco de Desarrollo de América Latina

Nueva York – América Latina es una potencia agrícola y, sin embargo, ha sufrido un fuerte aumento del hambre en los últimos años, lo que pone de manifiesto la necesidad de llevar a cabo acciones contundentes para transformar los sistemas agroalimentarios de la región para que sean más eficientes, más inclusivos, más resilientes y más sostenibles, aseguró este martes QU Dongyu, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“El aumento del hambre, la pobreza y la malnutrición es una paradoja para una región que contribuye de forma significativa al suministro de alimentos del mundo y que produce suficientes alimentos para alimentar a toda su población”, dijo el Director General en un evento organizado por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) al margen de la 77ª sesión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.

Ninguna región del mundo se vio más afectada por la pandemia del COVID-19 que América Latina y el Caribe, donde las economías se redujeron dos veces más que el promedio mundial, la pobreza aumentó a su nivel más alto desde 2006 ya que el empleo fue arrasado, especialmente en la economía informal, y 65,6 millones de personas sufrieron hambre, con casi cinco veces esa cifra -o más del 40% de la población- enfrentándose a una inseguridad alimentaria moderada o severa, dijo Qu, añadiendo que las disparidades de género se han deteriorado.

La guerra en Ucrania, junto con otros conflictos, han exacerbado el golpe de la pandemia y han añadido más desafíos imprevisibles, especialmente para los países de la región que son importadores netos de trigo, maíz y aceites vegetales, todos los cuales han estado sujetos a las crisis de precios en el último año.

Incluso la capacidad de la región como exportadora neta de alimentos está en peligro debido al aumento del costo de los fertilizantes, que podría afectar a la producción y al rendimiento de los alimentos básicos y desencadenar una crisis de disponibilidad y asequibilidad de los alimentos, añadió el Director General.

Áreas prioritarias para una acción acelerada

El Director General de la FAO señaló cuatro áreas prioritarias que necesitan una acción acelerada:

1) Proporcionar apoyo inmediato a las personas vulnerables a través de los sistemas de protección social, especialmente en las zonas rurales y entre los grupos vulnerables; 

2) impulsar la producción agrícola garantizando que los agricultores familiares tengan un acceso asequible a semillas y fertilizantes, capital de trabajo y asistencia técnica, y vínculos con los mercados;

3) facilitar el comercio de productos e insumos agrícolas para evitar más interrupciones en la producción de alimentos; e

4) invertir en una agricultura resistente al clima para afrontar y revertir los efectos de la crisis climática.

Aseguró a los presentes que la FAO está comprometida a trabajar con los miembros de la región y de fuera de ella para lograr “un desarrollo inclusivo y sostenible a largo plazo”.

El discurso de apertura de Qu se produjo en el marco de una conferencia organizada por la CAF para identificar los desafíos, las estrategias y las acciones urgentes de coordinación necesarias para promover la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.

Qu intervino junto a Sergio Díaz-Granados, Presidente Ejecutivo de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina; David Beasley, Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, y Manuel Otero, Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

Los discursos principales del evento fueron pronunciados por Guillermo Lasso, Presidente de la República de Ecuador, e Irfaan Ali, Presidente de Guyana.

El Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), integrado por 18 países de la región, así como por España, Portugal y 13 bancos privados latinoamericanos, está en proceso de ampliación de capital por valor de 7.000 millones de dólares para ampliar sus actividades de promoción del desarrollo sostenible y la integración regional en una serie de sectores. 

La paradoja de la alimentación en América Latina: entre la hambruna y la obesidad

Julio Berdegué, representante regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, explica que la región vive un contraste con relación a la forma en la que se alimenta. Por un lado, existen casi 50 millones de personas en condición de hambre, y por otro, un exceso de ciudadanos con obesidad. Berdegué comenta que el problema de la región no es la falta de alimentos, sino la desigualdad económica que no permite que todos los habitantes puedan acceder a la misma calidad alimentaria.

Por Carmen Aristegui, CNN; Publicado a las 23:12 ET (03:12 GMT) 27 octubre, 2020

La paradoja del hambre

Millones de latinoamericanos siguen sin poder acceder a una adecuada alimentación. Un fenómeno inexplicable en un continente que produce más comida de la que necesita.

Redacción AN / GS; 21 Feb, 2022 13:05. Leonardo Oliva*

 LEONARDO OLIVA

Periodista argentino. Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Licenciado en Comunicación Social. Integró la primera promoción del Programa de Formación Intensiva Editores CONNECTAS. Editor de Política en diario Los Andes. Allí lidera además desde 2017 la sección Infodatos, ganadora del segundo premio en los INMA Awards 2019 como “Mejor nuevo producto impreso”. Co-fundó en 2015 el primer equipo de periodismo de datos de un medio en Mendoza, Argentina, para el portal Unidiversidad. Como parte del mismo proyecto produjo y co-condujo el programa de TV “Hackeando el periodismo” en 2016 para el canal Señal. Desde 2012 es docente de periodismo en la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.

En su libro “El hambre”, el cronista argentino Martín Caparrós cuenta la historia de la Flaca, una joven que en las afueras de la opulenta Buenos Aires busca el alimento diario en una montaña de basura junto a cientos de personas obligadas a lo mismo: comer lo que otros desechan. Caparrós recogió la voz de esa mujer en 2014, pero en 2022 hay pocas chances de que la Flaca haya dejado de revolver desechos cada día para llevar comida a su casa. Porque su país, Argentina, es hoy más pobre que hace una década, en un recorrido a contramano de un mundo que desde 1990 logró reducir 15% el hambre, según cifras de la ONU.

¿Por qué un país como ese y en general una región como América Latina, que produce comida para alimentar al doble de su población, no sólo no ha solucionado el problema del hambre, sino que además lo ha agravado? De Ciudad de México a Puerto Príncipe, de Caracas a Lima, de Managua a Buenos Aires, pasando por Bogotá o Río de Janeiro, las historias de quienes no logran comer más de dos veces al día se repiten desde hace décadas como una llaga que el subcontinente no puede (ni sabe cómo) cerrar.

Esa herida abierta sangra aún más en estos días, luego de que un informe de la FAO incluyó a Colombia, junto a Haití y Honduras, en una lista de 20 países con riesgo de padecer “hambre aguda”. Tras las protestas del gobierno de Iván Duque, la agencia de la ONU reconoció que había errores de apreciación en el informe. Sin embargo, esto último no borra el hambre que padecen millones de colombianos. Y muchos más latinoamericanos.

La propia Organización de las Naciones Unidas acordó trabajar para que en el mundo haya “hambre cero” para 2030, pero sus recientes estadísticas muestran cómo nuestra región no sólo no ha logrado avanzar hacia ese objetivo, sino que está cada vez más lejos. Según el nuevo informe de la FAO, el hambre en América Latina y el Caribe está en su punto más alto desde el año 2000, con un alarmante aumento del 30% de 2020 a 2021, lo que eleva a 59,7 millones el número de afectados. Son 13,8 millones más, de un año al otro, de personas sin acceso a una correcta alimentación. Y aunque la pandemia es la razón principal no es la única, ya que estos datos no han parado de crecer en los últimos seis años.

¿Saben cuántas personas vivieron con hambre en América Latina y el Caribe entre 2019 y 2020?

– 58 millones 700 mil.
– 13 millones 800 mil más que lo registrado anteriormente

¿Las razones? No sólo la pandemia. Esto dice la @FAOAmericas pic.twitter.com/n9PD8JEZmr

— Jennifer Montoya (@JMontoyaCNN) December 1, 2021

Otro informe, el Latinobarómetro 2021, demuestra que las dificultades para alimentarse en nuestros países se habían agravado desde antes de la pandemia. En 2018, un 27% en la región decía que no tenía suficiente comida para alimentarse “algunas veces y seguido”, lo que aumentó al 30% en 2020. Pero lo que llama la atención es que el aumento entre 2017 y 2018, de 21% a 27%, fue superior a los tres puntos que creció entre 2018 y 2020. No podemos culpar por todo al coronavirus, sobre todo por problemas preexistentes.

“El fenómeno del hambre es multicausal”, dijo a CONNECTAS Juan Carlos Buitrago, director de la red Banco de Alimentos de Colombia, organización que salió a respaldar el reciente informe de la FAO. “Tiene que ver con el acceso a agua potable, con la educación de los padres, con acceso a servicios de salud, con la disponibilidad y el acceso a alimentos”, continúa. Y cierra con una afirmación que no por obvia deja de ser contundente: “En América Latina, en términos generales, no hay problema de disponibilidad de alimentos; el problema es el acceso a los mismos. Podemos tener los supermercados llenos pero si no podemos comprar, no vamos a poder alimentarnos de la manera adecuada. Entonces esencialmente el problema es de pobreza”.

Más de 5 millones de Colombianos tienen actualmente las consecuencias de la Desnutrición crónica: 14 puntos menos de coeficiente intelectual, 5 años menos de escolaridad y 54% menos ingresos🥴.https://t.co/UEnMLVo7OR

— AbacoCol (@Abacocol) February 14, 2022

Está claro que los alimentos sobran, así como las bocas para alimentar en una región condenada a lo que muchos llaman la “paradoja del hambre”: los que producen comida no pueden alimentarse lo suficiente. Porque mientras en 2020 doce países de América Latina y el Caribe aumentaron las exportaciones agrícolas, según datos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, la pobreza —que conduce directamente al hambre— también creció.

El fenómeno revela un sistema profundamente desigual, como analiza Monserrat Salazar, directora ejecutiva de The Hunger Project México. Para ella, esto “se manifiesta en la diferencia de ingresos a los que tienen acceso las personas y las familias. Y también en que es la región en donde una alimentación adecuada es más costosa con respecto a otras del mundo”. Así lo demuestra un mapa de El Orden Mundial que grafica qué porcentaje de sus ingresos deben destinar los hogares para alimentarse: en América Latina, ese índice es cinco o seis veces más alto que en Europa o Norteamérica.

Ante este difícil panorama urgen las soluciones. Para Salazar, “los pasos más urgentes tienen que ver con institucionalizar el abasto de alimentos con leyes del derecho a la comida. Una medida de corto plazo sería promover apoyos para acceder a alimentación adecuada, no con subsidios, pero sí con formas de reducir los costos de dietas balanceadas”. Buitrago suma la necesidad de “una gran articulación de todos los sectores: gobiernos, empresas, sociedad civil, medios de comunicación”, y pone como ejemplo “procesos de educación alimentaria y nutricional que son vitales para ayudar a acabar con el hambre”.

Mientras tanto, algunas señales de acción están en marcha, sobre todo para acabar con el desperdicio de alimentos, un lujo que un mundo con hambre no puede darse. El 40% de la producción mundial termina desechada, de acuerdo con un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Si todo eso se recuperara, alcanzaría para alimentar a 1.000 millones de personas, según los cálculos. De ahí al “hambre cero” que quiere la ONU para 2030 hay solo un paso.

En este camino hay que contar la experiencia de Valora Alimentos, una iniciativa de la Universidad de Antofagasta, Chile, que busca reducir los desperdicios de frutas y verduras en esa región, que como está en el desierto de Atacama no produce alimentos, sino minerales. “Es fundamental visibilizar los desperdicios alimentarios, tanto a nivel doméstico, como en centros de elaboración, producción y comercialización”, explica María José Larrazábal a CONNECTAS.

La directora del proyecto detalla que “gran parte son totalmente aptos para el consumo humano y terminan en la basura”. Y concluye que recuperar alimentos y usarlos eficientemente no solo contribuye a la seguridad alimentaria, sino que tiene un triple impacto: nutricional, económico y ambiental.

Este proyecto no solo recupera directamente los alimentos. También concientiza a la comunidad sobre la necesidad de hacerlo por medio de recetas elaboradas con comida rescatada y también de iniciativas que permitan darle un uso alimentario (salsas, harinas, mermeladas) y no alimentario (compost, biogás, entre otros).

Ese granito de arena parece invisible ante el mar inconmensurable del hambre, el “mayor fracaso del género humano”, como lo llama Caparrós. Protagonistas de ese fracaso, cómo víctimas y victimarios, los latinoamericanos seguimos sembrando y cosechando alimentos, aunque esos productos terminan en mesas lejanas. Mientras tanto quienes los cultivan siguen con hambre, alimentando la inexplicable paradoja del fenómeno en la región.

Cada semana, la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS publica análisis sobre hechos de coyuntura de las Américas. Si le interesa leer más información como esta puede ingresar a este enlace.

La paradoja del hambre | Aristegui Noticias

Millones de latinoamericanos siguen sin poder acceder a una adecuada alimentación. Un fenómeno inexplicable en un continente que produce más comida de la que necesita.

Redacción AN / GS; 21 Feb, 2022 13:05; Leonardo Oliva*

En su libro “El hambre”, el cronista argentino Martín Caparrós cuenta la historia de la Flaca, una joven que en las afueras de la opulenta Buenos Aires busca el alimento diario en una montaña de basura junto a cientos de personas obligadas a lo mismo: comer lo que otros desechan. Caparrós recogió la voz de esa mujer en 2014, pero en 2022 hay pocas chances de que la Flaca haya dejado de revolver desechos cada día para llevar comida a su casa. Porque su país, Argentina, es hoy más pobre que hace una década, en un recorrido a contramano de un mundo que desde 1990 logró reducir 15% el hambre, según cifras de la ONU.

¿Por qué un país como ese y en general una región como América Latina, que produce comida para alimentar al doble de su población, no sólo no ha solucionado el problema del hambre, sino que además lo ha agravado? De Ciudad de México a Puerto Príncipe, de Caracas a Lima, de Managua a Buenos Aires, pasando por Bogotá o Río de Janeiro, las historias de quienes no logran comer más de dos veces al día se repiten desde hace décadas como una llaga que el subcontinente no puede (ni sabe cómo) cerrar.

Esa herida abierta sangra aún más en estos días, luego de que un informe de la FAO incluyó a Colombia, junto a Haití y Honduras, en una lista de 20 países con riesgo de padecer “hambre aguda”. Tras las protestas del gobierno de Iván Duque, la agencia de la ONU reconoció que había errores de apreciación en el informe. Sin embargo, esto último no borra el hambre que padecen millones de colombianos. Y muchos más latinoamericanos.

La propia Organización de las Naciones Unidas acordó trabajar para que en el mundo haya “hambre cero” para 2030, pero sus recientes estadísticas muestran cómo nuestra región no sólo no ha logrado avanzar hacia ese objetivo, sino que está cada vez más lejos. Según el nuevo informe de la FAO, el hambre en América Latina y el Caribe está en su punto más alto desde el año 2000, con un alarmante aumento del 30% de 2020 a 2021, lo que eleva a 59,7 millones el número de afectados. Son 13,8 millones más, de un año al otro, de personas sin acceso a una correcta alimentación. Y aunque la pandemia es la razón principal no es la única, ya que estos datos no han parado de crecer en los últimos seis años.

¿Saben cuántas personas vivieron con hambre en América Latina y el Caribe entre 2019 y 2020?

– 58 millones 700 mil.
– 13 millones 800 mil más que lo registrado anteriormente

¿Las razones? No sólo la pandemia. Esto dice la @FAOAmericas pic.twitter.com/n9PD8JEZmr

— Jennifer Montoya (@JMontoyaCNN) December 1, 2021

Otro informe, el Latinobarómetro 2021, demuestra que las dificultades para alimentarse en nuestros países se habían agravado desde antes de la pandemia. En 2018, un 27% en la región decía que no tenía suficiente comida para alimentarse “algunas veces y seguido”, lo que aumentó al 30% en 2020. Pero lo que llama la atención es que el aumento entre 2017 y 2018, de 21% a 27%, fue superior a los tres puntos que creció entre 2018 y 2020. No podemos culpar por todo al coronavirus, sobre todo por problemas preexistentes.

“El fenómeno del hambre es multicausal”, dijo a CONNECTAS Juan Carlos Buitrago, director de la red Banco de Alimentos de Colombia, organización que salió a respaldar el reciente informe de la FAO. “Tiene que ver con el acceso a agua potable, con la educación de los padres, con acceso a servicios de salud, con la disponibilidad y el acceso a alimentos”, continúa. Y cierra con una afirmación que no por obvia deja de ser contundente: “En América Latina, en términos generales, no hay problema de disponibilidad de alimentos; el problema es el acceso a los mismos. Podemos tener los supermercados llenos, pero si no podemos comprar, no vamos a poder alimentarnos de la manera adecuada. Entonces esencialmente el problema es de pobreza”.

👀Más de 5 millones de Colombianos🇨🇴 tienen actualmente las consecuencias de la Desnutrición crónica: 14 puntos menos de coeficiente intelectual, 5 años menos de escolaridad y 54% menos ingresos🥴.https://t.co/UEnMLVo7OR

— AbacoCol (@Abacocol) February 14, 2022

Está claro que los alimentos sobran, así como las bocas para alimentar en una región condenada a lo que muchos llaman la “paradoja del hambre”: los que producen comida no pueden alimentarse lo suficiente. Porque mientras en 2020 doce países de América Latina y el Caribe aumentaron las exportaciones agrícolas, según datos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, la pobreza —que conduce directamente al hambre— también creció.

El fenómeno revela un sistema profundamente desigual, como analiza Monserrat Salazar, directora ejecutiva de The Hunger Project México. Para ella, esto “se manifiesta en la diferencia de ingresos a los que tienen acceso las personas y las familias. Y también en que es la región en donde una alimentación adecuada es más costosa con respecto a otras del mundo”. Así lo demuestra un mapa de El Orden Mundial que grafica qué porcentaje de sus ingresos deben destinar los hogares para alimentarse: en América Latina, ese índice es cinco o seis veces más alto que en Europa o Norteamérica.

Ante este difícil panorama urgen las soluciones. Para Salazar, “los pasos más urgentes tienen que ver con institucionalizar el abasto de alimentos con leyes del derecho a la comida. Una medida de corto plazo sería promover apoyos para acceder a alimentación adecuada, no con subsidios, pero sí con formas de reducir los costos de dietas balanceadas”. Buitrago suma la necesidad de “una gran articulación de todos los sectores: gobiernos, empresas, sociedad civil, medios de comunicación”, y pone como ejemplo “procesos de educación alimentaria y nutricional que son vitales para ayudar a acabar con el hambre”.

Mientras tanto, algunas señales de acción están en marcha, sobre todo para acabar con el desperdicio de alimentos, un lujo que un mundo con hambre no puede darse. El 40% de la producción mundial termina desechada, de acuerdo con un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Si todo eso se recuperara, alcanzaría para alimentar a 1.000 millones de personas, según los cálculos. De ahí al “hambre cero” que quiere la ONU para 2030 hay solo un paso.

En este camino hay que contar la experiencia de Valora Alimentos, una iniciativa de la Universidad de Antofagasta, Chile, que busca reducir los desperdicios de frutas y verduras en esa región, que como está en el desierto de Atacama no produce alimentos, sino minerales. “Es fundamental visibilizar los desperdicios alimentarios, tanto a nivel doméstico, como en centros de elaboración, producción y comercialización”, explica María José Larrazábal a CONNECTAS.

La directora del proyecto detalla que “gran parte son totalmente aptos para el consumo humano y terminan en la basura”. Y concluye que recuperar alimentos y usarlos eficientemente no solo contribuye a la seguridad alimentaria, sino que tiene un triple impacto: nutricional, económico y ambiental.

Este proyecto no solo recupera directamente los alimentos. También concientiza a la comunidad sobre la necesidad de hacerlo por medio de recetas elaboradas con comida rescatada y también de iniciativas que permitan darle un uso alimentario (salsas, harinas, mermeladas) y no alimentario (compost, biogás, entre otros).

Ese granito de arena parece invisible ante el mar inconmensurable del hambre, el “mayor fracaso del género humano”, como lo llama Caparrós. Protagonistas de ese fracaso, cómo víctimas y victimarios, los latinoamericanos seguimos sembrando y cosechando alimentos, aunque esos productos terminan en mesas lejanas. Mientras tanto quienes los cultivan siguen con hambre, alimentando la inexplicable paradoja del fenómeno en la región.

Cada semana, la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS publica análisis sobre hechos de coyuntura de las Américas. Si le interesa leer más información como esta puede ingresar a este enlace.

Lecciones para España

Transformar la educación de los jóvenes y regenerar la tierra

El Blackwood Educational Land Institute es una granja regenerativa con sede en Hempstead, Texas, que trabaja para involucrar a los jóvenes a través de la agricultura impulsada por la comunidad.

La organización comenzó formalmente en 2000 como un campamento de naturaleza, diseñado para inspirar a una nueva generación de agricultores, pero se convirtió en una granja educativa dedicada a la salud y regeneración del suelo. Con los años, lo que comenzó con un granero de metal y una casa de pacas de paja se convirtió en una granja educativa dedicada a la salud y regeneración del suelo. Hoy en día, sus operaciones incluyen gallineros y colmenas en la propiedad original en Hempstead y una granja urbana en la azotea en las cercanías de Houston.

La mayor parte de la programación del Instituto gira en torno a la participación de los jóvenes. Los estudiantes se beneficiarán enormemente del aprendizaje activo en tierras agrícolas, según informes del Instituto de Estrategias Ambientales Globales y los Colegios y Maestros de Agricultura de América del Norte. La inmersión en escuelas de campo como Blackwood puede ofrecer una experiencia de aprendizaje aplicado que entrelaza diferentes disciplinas.

«Los ojos de mucha gente se iluminaron cuando comencé a hablar de palabras de moda como conservación de la naturaleza porque simplemente no lo entienden«, dice Cath Conlon, CEO y fundadora del Blackwood Educational Land Institute, a Food Tank. El Instituto ofrece talleres, excursiones y campamentos diurnos semanales para estudiantes de primaria a secundaria y pasantías para estudiantes universitarios.

A través de estas oportunidades, los estudiantes tienen la oportunidad de aprender sobre el ciclo de vida completo de los alimentos, desde la granja hasta el plato. También se les enseñan lecciones de carpintería, ciencia, escritura, nutrición y polinizadores nativos. Los maestros pueden llevar sus clases a cursos sobre permacultura, aprendizaje de servicio y el proceso científico del crecimiento de los alimentos desde la semilla hasta la mesa, que son facilitados por el personal de Blackwood.

Conlon cree que los agricultores deben tener un conjunto de habilidades versátiles para sobrevivir, y mucho menos prosperar. Necesitan ser contadores, comercializadores, herbólogos, científicos del suelo y constructores comunitarios. «Una granja sin gente nunca tendrá éxito», dice Conlon a Food Tank. «Ese componente humano es cada vez más importante hoy de lo que ha sido antes«.

Otro componente integral de la filosofía de Blackwood Farm es la calidad del suelo. El Instituto protege la tierra a través de la rotación de cultivos, el compost y la administración de la tierra del ecosistema de las praderas costeras.

«Podemos hablar de la naturaleza todo el día y nunca tenemos que hablar de comida, pero si hablamos de comida todo el día, no podemos evitar hablar de la naturaleza. Tan pronto como puse comida frente a la naturaleza, fue un cambio de juego».

Blackwood Educational Land Institute está trabajando con The Land Institute para probar un cultivo de grano híbrido perenne, conocido como pasto de trigo intermedio. Si bien los cultivos anuales de granos representan el 80 por ciento del grano mundial producido para alimentos, tienden a exacerbar la erosión del suelo, la contaminación del agua y la dependencia de los combustibles fósiles, según una investigación de la Universidad de Cornell.

El Instituto se encuentra en un ambiente húmedo que tradicionalmente es un desafío para el cultivo de este tipo de grano. Sin embargo, las operaciones agrícolas de Conlon han sido capaces de producir pasto de trigo intermedio con éxito durante los últimos años. Y los cultivos perennes como este son eficientes para almacenar carbono en el suelo, minimizar los fertilizantes sintéticos y proporcionar alimento para el ganado.

«Lo que el suelo está tratando de hacer por nosotros es generar nutrición. Si estamos cultivando y usando agua tratada, entonces no estamos creando condiciones que conduzcan a una gran vida«, dice Conlon a Food Tank.

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Por Max Sano

Max Sano es un pasante de investigación y escritura con Food Tank con sede en Queens, Nueva York. Obtuvo una licenciatura en Gobierno, Estudios Ambientales y Árabe en Franklin & Marshall College, donde también coordinó un jardín regenerativo dirigido por estudiantes en Lancaster, Pensilvania. La tesis de pregrado de Max se centró en la relación entre la soberanía alimentaria y la soberanía estatal. Actualmente está cursando una maestría en Estudios de Alimentos en la Universidad de Nueva York mientras escribe de forma independiente para numerosas plataformas de noticias. Max es un apasionado de la intersección de la justicia alimentaria, las políticas públicas y la ética ambiental.

Informe ONU: 131 millones de personas en América Latina y el Caribe no pueden acceder a una dieta saludable

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