Agua-Chile-Crisis

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Hoy no añado una nota de prensa cerca de los problemas de un país, sobre el que se basa la noticia que os muestro, sino un ejemplo de lo que acaece en muchas partes del mundo. Más aún, muchos de los hechos narrados también ocurren en EspañaTanta estupidez resulta muy triste, incluida la de la actitud del campesinado. Difícil entender que en un país que ha privatizado el agua, cuestión de por sí más que recriminable, existan tantos pozos ilegales, por ejemplo. ¿Cuántos pozo ilegales hay en España, en donde la gestión del agua la llevan las denominadas Confederación de Cuencas Hidrográficas?.  Pues veamos en España se calcula que existen “un millón”. Y pinchando en ese mismo enlace podréis leer:»La sobreexplotación que viene, en buena medida, por explotaciones y regadíos ilegales, se agrava por el hecho de que se han concedido concesiones legales muy por encima del límite de sobreexplotación de las aguas subterráneas, por ejemplo, en Doñana. Por otro lado, el principal usuario del agua es el regadío. Pero claro, si damos pie a planificaciones en las que se prevén crecimientos del regadío, legales e ilegales, estamos justamente agravando el problema de la sobreexplotación de recursos y la imposibilidad de reaccionar ante futuras sequías (La sobreexplotación que viene, en buena medida, por explotaciones y regadíos ilegales, se agrava por el hecho de que se han concedido concesiones legales muy por encima del límite de sobreexplotación de las aguas subterráneas (…). Al cambiar la ley, el legislador no se atreve a hacer retroactiva la consideración del agua, que pasa a estar bajo dominio público. Por tanto, los pozos que estaban antes de 1985 siguen siendo privados. Y mucha gente se piensa que los que se van perforando posteriormente son tan legales como los anteriores. No hay un antes y un después para ellos. El propio legislador y la autoridad competente no se atreven a ejecutar el nuevo principio legal. Se siguen haciendo pozos ilegales con el argumento de que el de al lado lo hizo, en muchos casos para la modernización de regadíos apoyados por los gobiernos autónomos correspondientes. Ha habido una complicidad por parte de todos los partidos políticos. También ha habido concesiones legales que terminan con un acuífero sobreexplotado. El Estado tiene la obligación de intervenir y de revisar las concesiones que están operando, pero esto es muy impopular.

La mayoría de los acuíferos en España se encuentran sobreexplotados. Varios de ellos eran la fuente de vida y alimentación, de parques naturales, patrimonios de la biosfera y otras figuras legales bajo severa protección muchas de las cuales se encuentran ahora en vías de colapso. Empero ni, aun así. Del mismo modo, la superficie regada en España, a pesar de los pesares, sigue aumentando, mientras la sequía y ha vaciado durnte las sequías gran parte de los embalses y la recarga de acuíferos. “Crónica de una gran crisis anunciada”, más aún cuando una parte importante de la producción agroalimentaria procede de zonas deficitarias en recursos hídricos, que sobreviven de acuíferos casi agotados y de onerosos trabases entre cuencas hidrográficas distantes.

Hasta las décadas de los años 60 y setenta, muchos agricultores vivían modestamente de cultivos en secano.  Ciertos espacios geográficos comenzaron a irrigarse de uno u otro modo. Durante las últimas décadas (antes de la crisis energética y el conflicto bélico Rusia-Ucrania, con la subida de los carburantes y los bajos precios que se ofrecen a los agricultores) sus ingresos fueron aumentando considerablemente hasta niveles que no se alcanzaban en otros muchos trabajos, incrementando las necesidades de mucha mano de obra estacional a la hora de recoger las cosechas. Más aun, con el tiempo, los ciudadanos terminan acomodándose a su nuevo estado de bienestar, deseando seguir aumentando sus ganancias (o al menos conservarlas en momentos de crisis). Y así sus protestas han conducido a varias confrontaciones durísimas entre partidos políticos que defienden la expansión del agro frente a los que priorizan la protección de la naturaleza, pudiendose decantar hasta el curso de las elecciones regionales y generales. Eso sí, y todo a pesar de que más del 70 por ciento de los regadíos ha mejorado su eficiencia en el uso del oro azul ostensiblemente.

Empero las protestas del campesinado y sus manifestaciones en grandes cuidades surgen por doquier en muchos países de la Unión Europea (Francia, Holanda, etc.), mientras observamos también los dramas, desabastecimientos y medidas urgentes que acaecen en el suroeste de los EE.UU. por razones en parte similares. Obviamente siempre existirán diferencias entre lo que ahora se denomina Norte Global y Sur Global (riqueza/ pobreza). Sin embargo, existen patrones comunes. Entre ellos suele existir una tendencia a rechazar el cambio climático (negacionismo) y con ello las medidas para alcanzar una agricultura más sostenible. El cortoplacismo deviene en un meme que nos hundirá a todos en la miseria.

Del mismo modo, el incremento del turismo y la expansión de áreas urbanas ha aumentado la demanda de agua en numerosas regiones de España (y en otros países), entrando en conflicto con la agricultura por este recurso tan escaso.  Y para echar más leña al fuego, con la necesidad de cumplir con el aumento de las energías renovables ante las fósiles surge otro obstáculo adicional. España es. en este sentido, es un ejemplo para el resto de la UE, ya que se ha logrado que el 55% sea ya renovable. Sin embargo,para ello, al margen de los huertos solares y molinos eólicos se derivan ingentes cantidades de agua con vistas a la generación energías mediante embalses de “hidroeléctricas”.

No hay agua para todos, todos protestamos, bajo las dramáticas consecuencias del aumento de la temperaturas y sequías de enorme duración, debidas al calentamiento climático.  Empero todos, incluidos los ciudadanos, actuamos de forma egoísta. El cortoplacismo,  de políticos y ciudadanos en un mudo que puede cambiar por una simple guerra regional, es la peor de las políticas posibles. El origen de las protestas del campesinado chileno, español, holandés, británico, etc., y de otros muchos países, aunque con diferentes estados del bienestar hunde sus raíces en los mismos comportamientos.

Curiosamente sobre las zonas a las que alude la noticia que nos llega de Chile hemos redactado muchos posts acerca del bien hacer de sus agriculturas sustentables en el manejo del agua ubicados en la categoría “Etnoedafología y Conocimiento Campesino” Volvemos pues a la fábula de la chicharra y las hormigas

Las insólitas lluvias de marzo: los embalses suman en tres semanas el equivalente al consumo urbano de año y medio de España | Clima y Medio Ambiente | EL PAÍS

Sin embargo, tiempo después, en marzo de 2025, diluvió en gran parte de España generando inundaciones, recargando muchos acuíferos y acabando con la sequía, a pesar de las predicciones. ¿Aleluya? Y como somos cortoplacistas la mayoría de los previamente afectados por la falta de agua dirán ¡punto y final!. Empero no es así. Justamente cuando debiera ser el momento en el que debiéramos corregir errores precedentes, ahora que el agua nos desborda, soslayaremos en tema hasta la próxima megasequía. Un error tras otro.

En fin no veo un futuro esperanzador para los moradores de este planeta.

Juan José Ibáñez

Continúa (….)

La ley contra la sequía se enfrenta a la escasez de fondos

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El colapso del valle de Azapa, la huerta de Chile: “Cuando llegué aquí esto era puro río”

El crecimiento desmesurado de cultivos y la pertinaz sequía ponen en riesgo la sostenibilidad de una fértil franja de 58 kilómetros en medio del desierto de Atacama

MARTA MAROTO

Arica (Chile) – 04 JUL 2023 – 05:35 CEST

Tierra bendita, lo llaman los lugareños. El valle de Azapa, en el norte de Chile, es un hilo de oro verde de 58 kilómetros en medio del desierto más árido del planetaAtacama. Cuando Ramón, agricultor de 62 años que prefiere no dar su apellido, llegó a trabajar a este campo en los ochenta, en las apenas 1.000 hectáreas cultivadas abundaban el riego y los olivos centenarios, traídos de la época colonial. Ahora que los invernaderos trepan por las laderas de arena como oasis suspendidos en mitad de la nada, “de esta tierra ya no brota el agua”, sostiene el agricultor. “Las mallas están matando nuestro vergel”, dice, en referencia a los cobertizos de tela que se levantan en torno a los huertos, “y los pozos de 20 metros ahora hay que cavarlos hasta los 50”.

De manos gruesas y piel de cuero, sin levantar la vista de la azada con la que arranca de la tierra pimientos amarillos echados a perder por los malos precios, Ramón —“cuando llegué aquí esto era puro río”— recuerda los caracoles y los surcos que dibujaba el cauce del San José, el río que atraviesa el valle de Azapa. Se detiene un segundo para apuntar: el agua viene de las lagunas Cotacotani, de las más altas del mundo. Las lluvias que caen ahora en Los Andes, las únicas del año, pronto regarán este valle sediento que no ha parado de crecer en los últimos años, convirtiéndose en una de las zonas agrícolas más relevantes de Chile.

La introducción del riego por goteo traído de Almería en los noventa permitió un mayor aprovechamiento del agua. En 2004 la región de Arica, donde se encuentra Azapa, fue declarada libre de mosca de la fruta, lo que propició el crecimiento de la superficie cultivada hasta las casi 4.000 hectáreas actuales. La aceituna, a quien le salió un fuerte competidor en Perú, empezó a ser sustituida por el tomate o el pimiento, alimentos básicos cada vez más demandados. Estos factores, junto a un clima benigno de temperatura cálida y estable, abrieron la producción del valle a todo Chile: en invierno, cuando el frío no permite la cosecha en la zona central y del sur, los supermercados de todo el país se abastecen gracias a Azapa.

Esta expansión coincidió con la llegada de mano de obra migrante, especialmente de los vecinos Bolivia y Perú, y con un cambio generacional que modificó la propiedad de la tierra, dando lugar a la figura del mediero. “Este terreno no es mío, pero yo soy quien lo trabaja y lo administra”, explica Asensio, quien también prefiere no dar su apellido, entre lechugas. Boliviano, tiene 74 años y lleva aquí desde los 15. Dice trabajar rodeado de compatriotas.

Ganarle terreno a las dunas aumenta sobremanera la presión hídrica de una tierra desértica en un país que tras 14 años de sequía ha convertido la falta de lluvias y el racionamiento en normalidad. “La gran pregunta es de dónde sale el agua y si alcanza para todos”, apunta Rayko Karmelić, miembro de una de las comunidades de aguas de la región. Ante un cielo que no conoce las nubes, Azapa cuenta con una canalización artificial trasvasada del altiplano que garantiza un abastecimiento regular, y con el acuífero sobre el que se asienta. Sin embargo, la sobreextracción está empeorando su calidad, explica Rodrigo Fuster, investigador de Ciencias Ambientales de la Universidad de Chile.

Es por eso que los ariqueños ya se atreven a hablar de “colapso”. “Todo el mundo quiere sobrevivir, y para eso vale todo. Cuando se hace de noche se desata la guerra del agua, porque como dicen muchos aquí: ‘solo es robo si es de día”, continúa Karmelić. Y a simple vista no parece muy complicado: además de los pozos ilegales, la canalización sigue un sistema rudimentario que apenas se ha renovado desde su construcción en los años sesenta. En el kilómetro tres de la carretera que atraviesa el valle, apoyado entre un sofá desgastado y un palo, don Mauricio Mamani custodia las compuertas que delimitan el camino del río.

En Chile el uso del agua está privatizado por la Constitución de Augusto Pinochet, y es independiente de la propiedad de la tierra. Así que a cada cual le pertenece una cantidadmedida en minutos en función del volumen— en relación con el derecho de agua que tenga. Con una libreta y un reloj, don Mauricio, quien todas las semanas hace el camino de ida y vuelta a Tacna, ciudad peruana fronteriza de la que es originario, anota y calcula el tiempo que debe abrir la compuerta para que el agua fluya a cada finca. Este sistema se ha tratado de modernizar con entubamientos. El Gobierno conservador de Sebastián Piñera terminó hace dos años un proyecto que cerraba el canal que distribuye las aguas superficiales, algo con lo que los agricultores esperaban evitar la evaporación, mejorar la calidad del agua y prevenir robos. La infraestructura, sin embargo, no funciona.

Nadie en Azapa discute que la zona ha cambiado mucho y es con el relato de sus trabajadores, de mayoría migrante, como se completa la historia de este valle tan bendecido como maldito. Junto a los invernaderos hay chabolas donde viven quienes cultivan la tierra, hombres y mujeres de Bolivia, Perú y Venezuela, cuya presencia se ha hecho más notable tras la crisis económica que desató la pandemia en América Latina. “Más mano de obra ha significado más producción, lo que se ha traducido en bajadas de precios e inestabilidad”, sostiene Luis, peruano, sin soltar la mano de su hija en la puerta de una iglesia improvisada a un lado de la carretera.

El proceso de urbanización en los cerros, en su mayoría construcciones irregulares en terrenos ocupados, es otro de los factores que han aumentado la presión hídrica en la zona, advierte la doctora Adriana Aranguiz, investigadora de la Universidad de Tarapacá. Los agricultores y comunidades de agua piden que se ponga en marcha el sistema de entubamiento y plantean soluciones como la instalación de desalinizadoras o mejoras tecnológicas que permitan la reutilización de aguas residuales.

Estas medidas no convencen a muchos expertos, que, aunque cautelosos a la hora de hacer proyecciones alarmistas a largo plazo, reconocen que el modelo actual no es sostenible en este valle que no solo alimenta a Arica, sino a todo Chile. “Las predicciones a nivel global de cambio climático amenazan la resiliencia del valle y de sus comunidades. El agua no es infinita, y si no está lloviendo arriba, no va a haber agua. Es la ley del todo y nada. No significa que esté acabado, pero hay que pensar colectivamente”, sostiene Eugenia Gayó, académica del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile y del Centro del Clima y la Resiliencia. La solución tiene que pasar por “bajar el pie del acelerador” y reducir la superficie cultivada, apunta la investigadora.

Los modelos actuales de Chile, que en 2019 iba a albergar la Cumbre del Clima, proyectan una reducción de un 10% en las precipitaciones en Los Andes, además de un aumento de la temperatura que los agricultores ya notan en la zona. “El sol es demasiado fuerte y la tierra se seca más rápido. En los últimos cinco años el río solo ha bajado una semana”, comenta Manuel, presidente de una comunidad de aguas de la región. “Nadie quiere hacer ese cálculo, pero con el cambio climático… esto tiene un mal presagio”.

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