Me encontraba buscando información relacionada con la La Teoría de la Biogeografía Insular, con vistas a cumplir los requerimientos que me enviaron los referees sobre un trabajo que remití a una de esas revistas denominadas de impacto, cuando exclamé: “Hay que fastidiarse, ¡otra vez!”. Y es que resulta que la atribución de un gran descubrimiento a su verdadero autor es un tema más que espinoso, escabroso. Por mucho que hablemos de objetividad científica, la literatura en esta materia, deja mucho que desear. Por tanto, os narraré exclusivamente este caso en concreto, aunque existen muchísimos más. La mencionada teoría fue atribuida a MacArthur y Wilson por sus publicaciones realizadas en los años sesenta. Empero la realidad es que su primer proponente resultó ser  un tal Eugene G. Munroe en 1948 (Tesis Doctoral), y posteriormente vuelta a proponer por escrito en un acta de congreso (1953). Ni tan siquiera yo, que trabajo en estos temas, tenía noticia de ello. Sin embargo, los reconocidos biogeografos norteamericanos Brown y Lomolino descubrieron tal confusión en un artículo publicado en 1989. Se trataba de una revista importante, por lo que todos los expertos en la materia han tenido tiempo suficiente para leerla ¿No? Pues bien, si uno busca en el ciberespacio, puede constatar que casi nadie se acuerda de la proposición de Don Eugenio, mientras que siguen rindiendo tributo a MacArthur y Wilson. ¿Qué hace la comunidad científica en estos casos? La mayoría de las veces, nada de nada. En esta ocasión, al menos, el tema salió a la luz. Y así el profesor Munroe, recientemente fallecido, pudo ver parcialmente recompensada su genialidad, es decir, la paternidad de esa criatura conceptual que se la otorgaron a otros que la redescubrieron 15 años después. Lamentable. Si se tratara de casos aislados…., pero no es así. Ya he leído demasiados.    

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Kayangel Atoll, Belau, Palau Islands

 

En una revista de gran prestigio, Brown y Lomolino pusieron el dedo en a llaga. El artículo llevaba por título: “Independent discovery of the equilibrium theory of island biogeography”. ¿Descubrimiento independiente? Bien pudiera ser, aunque tal vez no ¿Quién puede probar que los reconocidos MacArthur y/o Wilson no leyeron los estudios de Munroe? Ahora bien, con frecuencia, los verdaderos progenitores fueron olvidados (que no soslayados) debido a que sus estudios aparecieron escritos en otros idiomas, y/o publicados en revistas de menor reconocimiento, mientras que ellos no eran valorados como “investigadores de excelencia”. Pero resulta que este no es el caso.

 

Munroe se formo académicamente en la Universidad de Cornell y trabajo casi toda su vida en una prestigiosa universidad canadiense. Su figura y aportaciones científicas en los ámbitos de los lepidópteros fueron altamente valoradas. Wilson también era biogeógrafo y trabajaba fundamentalmente sobre hormigas y otros temas que prefiero olvidar (como la fascistoide sociobiología).  Todo este asunto resulta muy extraño.

 

Posiblemente Eugenio fuera una buena persona y prefiriera no entrar en batallas sucias y escabrosas. Sin embargo, la comunidad científica y sus instituciones deben velar por el bien de todos, no solo de los afamados integrantes del establishment (muchos de los cuales tan solo son “excelentes” por tal razón). De ellos depende, poner orden y “dar al Cesar lo que es del Cesar”. Empero no es así. Peor aun, con demasiada frecuencia, se afanan más a esconder la basura debajo de la alfombra que hacer valer el principio de paternidad de las teorías científicas. Se me antoja injusto, triste y doloroso.

 Veintiún años después del trabajo de Brown y Lomolino, si uno busca en la Web, detectará cientos de miles de páginas en las que se asigna la paternidad de tal teoría a la obra de McArthur and Wilson, mientras que la tardíamente detectada contribución de Eugene G. Munroe solo aparece de modo anecdótico en algunos cientos. Por tanto, de facto, el trabajo de Eugenio se encuentra en el baúl de los recuerdos para la mayor parte de los expertos. Si la comunidad científica desea ser valorada por la ciudadanía, debería dar muestra de su tan cacareada objetividad. Sin embargo, su ejemplo no invita al optimismo, ¿verdad?

 “Independent discovery of the equilibrium theory of island biogeography

 Se trataba de propuestas casi idénticas basadas entre el la premisa de la existencia de un equilibrio entre migración y extinción de especies en islas, así como de la archiconocida relación entre la diversidad de aquellas y el área de las unidades insulares. No entraremos a explicar tales constructos por cuento lo hemos hecho en numerosos post precedentes.

 Insistimos que Munroe  aparece en muy pocas citaciones, como esta, en la que además se suprime cualquier referencia a “algún tipo de publicación que ratificara tal precedente”, lo cual no es cierto, como podéis observar en más abajo, en el material extraído de otro enlace.

 También aparece en otras escasas páginas como antecedentes, siendo este otro caso en el que al menos……..:

 Other important contributors to island biogeography:

 Eugene G. Munroe (1948)developed the equilibrium theory before MacArthur and Wilson, but ideas buried in doctoral thesis about Caribbean butterflies and never Publisher

 Frank Preston (1962) — One of his contributions was the idea that in any region, only a few species are extremely common, and most are moderately or very rare. He also pointed out that small, isolated islands have fewer species that are more prone to extinction because of their rarity.

 Pero analicemos el siguiente párrafo ya que no tiene desperdicio. Fíjense que también se cita la importante aportación de Frank W. Preston (1962), cuyo trabajo fue inmediatamente reconocido por la comunidad científica, si bien es cierto que abordó el tema más colateralmente que Munroe (lo he tenido que leer más de una decena de veces). Ahora bien, si uno incluye alguna cita que intente dignificar a estos héroes olvidados, no dude que al 95% de probabilidad, los denominados revisores anónimos de la revista, te obligarán a quitarlas, ya que suelen considerarlas espurias. Ya me ha pasado en multitud de ocasiones (como con la Curva de Willis, de la que tanto os he hablado). En realidad, son pocos los investigadores que disfrutaron de “la fortuna” de Eugenio, es decir, que otros dos colegas “desfacieran el entuerto”, aunque no sirviera de mucho.   

 Juan José Ibáñez

 Jianguo Wu and John L. V a nkat Island B i ogeography: Theory and Applications. Encyclopedia of Environmental Biology. Vol. 2. pp.371-379

Eugene G. Munroe (1948, 1953) first developed the concept of an island having an equilibrium species number when he examined species-area relationships in his study of the distribution of butterflies in the West Indies (Brown and Lomolino 1989). Unfortunately, Munroe’s ideas were unrecognized by biogeographers and ecologists until the 1980’s, partially because they appeared only as a small portion of his dissertation at Cornell University and as an abstract in the proceedings of a regional conference. Later, Frank W. Preston (1962) made a significant contribution to the early development of island biogeography theory. However, it was Robert H. MacArthur and Edward O. Wilson (1963, 1967), working independently of Munroe and Preston, who provided a coherent, comprehensive theory with elegant mathematical models in their seminal, landmark monograph “The Theory of Island Biogeography.”

 MacArthur and Wilson’s work triggered explosive growth in the scientific literature on insular habitat studies and essentially transformed research on island biogeography from largely descriptive works to a more quantitative and predictive new stage. Modified and extended by many others, the MacArthur-Wilson theory continues to occupy a central position in basic and applied biogeography and ecology.

 Many studies, inspired by the theory, have been conducted not only on oceanic and continental islands but also on a variety of other insular habitats, involving numerous different taxonomic groups of plants, animals, and microbes. The theory has also had a profound impact on conservation biology in both theory and practice. Although its inspirational role has been tremendous, the validity and applicability of the theory have been hotly disputed.

 Referencia

  “Independent discovery of the equilibrium theory of island biogeography”. James H. Brown and Mark V. Lomolino. Ecology Vol. 70, No. 6 (Dec., 1989), pp. 1954-1957; (article consists of 4 pages); Published by: Ecological Society of America; Stable URL: http://www.jstor.org/stable/1938125.

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