Los Científicos Españoles y las Revistas Científicas: Que Editen ellos, Que Piensen Ellos, Que Protesten Ellos

Hace tan solo tres o cuatro años, nadie cuestionaba en España el papel de las revistas indexadas y más cuando procedían las de las editoriales de mayor prestigio. Sin embargo, ya por aquél entonces en EE.UU, y otros países desarrollados, comenzó una marejada contra el sistema que padecemos de publicación y, como corolario, de promoción del personal investigador de acuerdo a sus méritos.  En 2008 (sin no recuerdo mal), durante el transcurso de una cena en Madrid, tuve la oportunidad de hablar con el responsable de informática del equipo de un reciente Premio Nóbel de Medicina. Se trataba de un joven biólogo español que emigró a USA tras terminar su carrera. Cuando le pregunté por el revuelo armado por los científicos de Estados Unidos respecto a los abusos de las editoriales multinacionales y el entusiasmo yanqui por promover las publicaciones en acceso abierto me comentó algo así: “somos muchos los partidarios de dejar tan solo unas pocas revistas científicas (léase Nature o Science) y colgar todo lo demás en depositorios institucionales. Con el sistema actual no gana nadie más que las multinacionales de la edición”. Empero en este país de charanga y pandereta tendemos a ser “más papistas que el papa”.  Y la noticia que os ofrecemos hoy recoge, tarde y mal, el inicio de un cierto malestar en España por de un tema que ya está siendo ardorosamente debatido en los países con una mayor producción científica desde hace años. Es decir que, al parecer, somos los investigadores españoles los que nos acogemos al slogan “que piensen ellos, que protesten ellos”. Y así nos va.

science_nature 

Sciene & Nature Portadas. Fuente: El País.com

En esta bitácora venimos defendiendo, al menos desde 2007, algunos de los postulados del autor de la nota de prensa sobre la que versa el post de hoy. Eso sí tan solo algunos, porque en otros nada en absoluto. Y todo comenzó cuando la comunidad científica internacional abrazó acríticamente el eufemístico sistema denominado de evaluación por pares (o iguales) de las revistas indexadas. A la larga, cualquier criterio por fomentar la  competitividad termina frustrándose, por no decir pudriéndose. En cierto sentido, aquí también vale el refrán de “quien hace la ley, hace la trampa”. En el caso que hoy nos ocupa y preocupa, la principal consecuencia fue confundir la calidad con la cantidad, así como los medios con los fines. Vamos, que me barrunto que, bajo los criterios actuales de la promoción investigadora, un joven Einstein o Heisenberg, o Kutr Gödell, entre otros emblemáticos “gurús” que jalonan la historia de la ciencia, no habrán logrado ni ser profesores de universidad, ni investigadores de centro científico español alguno, a poco concienzudos y cuidadosos que fueran a la hora de publicar sus indagaciones.  En realidad, casi ningún gran científico ha pasado a los anales de la ciencia más que por un puñado de artículos, eso sí, de una calidad descomunal.  Juan Arteaga acierta a medias en sus críticas, al menos en mi modesta opinión. Por un lado arremete con razón contra el cáncer del sistema actual, que padece todos los males de la globalización económica, si bien incluso puede alegarse que la antecedió en algunas décadas.

Este investigador también se lamenta, como hacemos otros, de haber abandonado a un destino lúgubre nuestras revistas y editoriales “patrias”. Hoy mandan las apátridas, hijas del capital. Ahora bien, como personalmente también estuve ostentando un cargo en materia de política científica, durante aquella revolución involucionista (en la que desaparecieron numerosas revistas españolas), debo alegar que la culpa debe recaer tanto en las instituciones, como en aquellos “investigadores de excelencia” que despreciaban todo lo ajeno al mundo anglosajón. Demasiado tarde para lamentarse.  Del mismo, cabe reseñar que el sistema vigente no propicia, en modo alguno, el relanzamiento de las revistas y editoriales de ámbito nacional (ni aquí ni en ningún lado). Por extrañas razones (algo huele a podrido en todo este asunto), las que no pertenecen a EE.UU., UK, y algún que otro país más, alcanzan valores de pírricos el ranking de los factores de impacto, cuando no has sigo “abducidas” por las susodichas multinacionales. Intentar que nuestras revistas sean internacionalmente reconocidas antoja como ir en búsqueda del Santo Grial. Ya no se trata de un problema Español, sino global.

También coincido con sus frases sobre el “retraction index” por cuanto demasiados artículos publicados en revistas de la guisa de Science o Nature, deberían ser rechazados hasta de las que denominamos parroquiales, si nos atenemos a su verosimilitud, calidad y originalidad. Lamentablemente, como en otros ámbitos de la ¿cultura?, ciencia epatar la audiencia resulta ser más imperativo que afanarse por dar a luz a criaturas sanas y robustas (léase estudios que, con independencia de su impacto mediático, atesoran una meritoria calidad). Las modas priman, mientras que la importancia de los contenidos da paso a los índices de ventas-audiencia. Y hasta aquí todo correcto.

Sin embargo, no puedo estar más en desacuerdo con Juan Arteaga cuando desprecia soberanamente el genuino movimiento en acceso abierto (en casi todas sus modalidades) que pretende acabar con muchos de estos males, al poner a disposición de todo el público los avances de la ciencia de modo gratuito, segando un negocio del que se benefician muy pocos. Tal empeño emergió en USA, desde muchas de las universidades y centros tecnológicos de mayor prestigio y con un gran apoyo de nuestros colegas norteamericanos. Arteaga confunde el “falso acceso abierto” promovido por las editoriales multinacionales, a precios escandalosamente desorbitados para los autores, con lo instigado por el movimiento Open Access.  Eso sí, tampoco se puede negar que parte de este último fuera corrompido por esas empresas globalizadotes a las que les importa la ciencia lo que a los especuladores financiaros el futuro de las economías nacionales.

Reiteremos que, por aquellos años, mientras afamados científicos de EE.UU., unión sus voces junto a la de investigadores más modestos, en Europa (y especialmente en España) seguíamos adorando con un pertinaz retraso intelectual publicar bajo el sistema que hoy comienza a denunciarse en este país. Se trata de las nefastas consecuencias de una comunidad científica reactiva en lugar de preactiva, es decir que siempre reacciona a toro pasado. Dicho de otro modo, que piensen ellos, que protesten ellos. Luego ya nos arrimaremos, servilmente: “tarde, mal o nunca”, en función de nuestros mezquinos intereses personales, que no nacionales. Protestar ahora, como director de una revista científica española, puede entenderse (equívoca o inequívocamente, lo desconozco) como mera frustración de un afectado, aunque desde luego, tal queja se encuentre justificada en buena medida. Eso sí, no confundamos churras con merinas.  

Juan José Ibáñez

Los españoles y las revistas científicas… ¡Que editen ellos!

JUAN ARÉCHAGA 15/09/2011

 Desde hace años, la bibliometría basada en las citas a las revistas profesionales ha sido muy positiva para estimular la actividad investigadora en España. Sin embargo, debe resaltarse su carácter complementario y, también, los frecuentes errores de su aplicación indiscriminada. Es muy habitual, por ejemplo, confundir el valor científico de un artículo con el de la revista. Igualmente lo es el uso del factor de impacto (FI) entre áreas con distinto número de investigadores activos (a más por área, más citas), la influencia de las modas científicas o las autocitas de algunas publicaciones para aumentar ficticiamente su importancia. Por otra parte, hay manuscritos publicados en revistas de alto copete, como Nature o Science, que no ha citado -ni citará nunca- nadie y, a veces, un sólo artículo ha catapultado el FI de la revista en un año determinado (Acta Cristalographica-A ha subido su FI a 54,3 en el 2010/Journal Citation Report, cuando tenía sólo 2,0 en el 2008/JCR), ejemplos llamativos de lo que puede ser tomar el rábano por las hojas. Incluso un informe de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Parlamento Británico, publicado el pasado 18 de Julio, ha mostrado su preocupación por la mala aplicación y los vicios asociados a la utilización del FI en la evaluación de la Ciencia.

Los excesos referidos han derivado peligrosamente, además, hacia una auténtica obsesión por las citas entre los científicos de todo el mundo, acusándose a las revistas con mayor FI de ser promotoras del fraude por estimular la publicación de resultados arriesgados (para ello, se ha propuesto el llamado retraction index, que penaliza a las revistas que se ven obligadas a retirar artículos ya editados, retractándose de su contenido; ¡New England Journal of Medicine, Nature, Science y Cell están a la cabeza de la «lista negra»!). Pero lo más grave de esta situación aquí es su efecto deletéreo sobre la actividad editorial española; me refiero a la imparable invasión de las multinacionales de la edición científica y, en consecuencia, a la progresiva desaparición de nuestras pequeñas editoriales privadas (para las grandes, las revistas profesionales no son negocio…¡gran error a corregir en nuestro país!). Así, la firma anglo-holandesa Reed-Elservier se ha hecho ya con casi un centenar de revistas médicas españolas y otras, como la germano-holandesa Wolters Kluwer-Springer, la anglo-americana Wiley-Blackwell, la norteamericana Taylor & Francis o la suiza Karger, van siguiendo sus pasos en todas las áreas de la Ciencia, además de llevarse la parte del león de los presupuestos millonarios de nuestras bibliotecas. Sin olvidar los gastos de edición de manuscritos que han de pagar sus autores a través de proyectos de investigación (hoy día se cobra ya por conceptos como revisión por pares, número de páginas, ilustraciones, acceso abierto, publicación rápida, etc.) costos que siguen creciendo de manera exponencial, superando, en algunos casos, los 5.000 euros/artículo. En líneas generales, a mayor FI factura más elevada a pagar y todos tan contentos, con tal de que nos publiquen algo en tal o cual revista.

Más sorprendente aún es el deprimente papel que juegan nuestras numerosas editoriales públicas. Cien revistas nada menos tiene la Editorial Complutense de Madrid con escasa o nula trascendencia internacional. La Editorial del CSIC no le va a la zaga, mientras que duerme allí el sueño de los justos la revista fundada por Santiago Ramón y Cajal, una de las pocas españolas que adquirió en su día gran prestigio internacional. Entre todas ellas, se turnan para hacer el papel de Don Tancredo al paso de los morlacos editoriales extranjeros. Renuncian así al saludable mercado al que podrían tener acceso, si acertaran a constituir un consorcio de ventas al exterior para competir con las citadas multinacionales de la edición científica. Por el contrario, regalan lo que producen mediante ediciones electrónicas en acceso abierto -con la ilusa pretensión de aumentar así sus citas? o promocionan los intercambios con revistas de la misma enjundia, para justificar su producción y engordar mediocres curricula. Están además volcadas en las Humanidades y en los temas sociales -en detrimento de los científicos? y andan aún muy lejos de acometer la ingrata, pero necesaria, labor de poda y fusión de sus publicaciones en aras de una mayor calidad de las mismas. No son tampoco ajenas a este marasmo editorial español las grandes agrupaciones profesionales -como la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular y similares- que parecen incapaces de editar una revista profesional de prestigio y no pasan de hacer folletos de noticias con artículos de andar por casa. Otras piensan que, por tener el sello de Elservier o Springer en la portada de sus revistas, se les va a dar un crédito científico del que carecen, cuando lo único que buscan dichas editoriales extranjeras es hacer su negocio en España.

Como viene ocurriendo con otros sectores de la comunicación ante la penetración de la industria editorial foránea -y bien lo ha mostrado Juan José Fernández Sanz en su obra «Que informen ellos»- parece que todos se han puesto de acuerdo en considerar las revistas científicas españolas una realidad virtual y, parafraseando al conocido exabrupto unamuniano, gritan a coro ¡Que editen ellos!…y paguemos nosotros

Juan Aréchaga (juan.arechaga@ehu.es) es Catedrático de la Universidad del País Vasco y Director de la revista científica española «The International Journal of Developmental Biology» (www.intjdevbiol.com)

La noticia en otros webs

webs en español

en otros idiomas

Compartir:

5 comentarios

  1. […] Hace tan solo tres o cuatro años, nadie cuestionaba en España el papel de las revistas indexadas y más cuando procedían las de las editoriales de mayor prestigio. Sin embargo, ya por aquél entonces en EE.UU, y otros países desarrollados, comenzó una marejada contra el sistema que padecemos de publicación y, como corolario, de promoción del personal investigador de acuerdo a sus méritos.  En 2008 (sin no recuerdo mal), durante el transcurso de una cena en Madrid, tuve la oportunidad de hablar con el responsable de informática del equipo de un reciente Premio Nóbel de Medicina. Se trataba de un joven biólogo español que emigró a USA tras terminar su carrera. Cuando le pregunté por el revuelo armado por los científicos de Estados Unidos respecto a los abusos de las editoriales multinacionales y el entusiasmo yanqui por promover las publicaciones en acceso abierto me comentó algo así: “somos … [Seguir leyendo…] Compromiso social por la ciencia Master Site Feed Posts […]

  2. También resultó variable la velocidad de la luz.
    Para la Teoría de la Relatividad, Einstein se basó en la invariancia de la luz, ya que en ese momento se creía que la constante c era una verdad científica comprobada por el experimento de Michelson y Morley, el cual fue tan reconocido que se le dio el Premio Nobel.
    Einstein no tuvo la culpa del error, parece que Einstein apenas si conocía del experimento de M y M, los que se equivocaron fueron los que malinterpretaron los resultados del experimento, diciendo que con los resultados obtenidos se demostraba la invariancia de la luz.
    Hoy nos damos cuenta que el experimento demuestra todo lo contrario a lo creyeron los que en aquel momento histórico malinterpretaron los resultados del experimento, el cual realmente demuestra lo contrario: que la velocidad de la luz NO ES constante y que depende de la velocidad de la fuente que la emite.
    Las ecuaciones de Maxwell también, desafortunadamente, fueron mal interpretadas porque entre sus conclusiones está la invariancia de la luz y la velocidad de la luz resultó NO ser constante.
    ” La Teoría de la Relatividad es la consecuencia de un error interpretativo.” Y los errores interpretativos fueron sobre las conclusiones del experimento de M y M y sobre las conclusiones de las ecuaciones de Maxwell.
    La teoría de la relatividad fue una necesidad para poder explicar lo que sucedía en la realidad, después de creer que c era constante. La teoría de la relatividad es válida si la velocidad de la luz es constante.
    El experimento de Michelson y Morley se repitió muchas veces, incluso los nuevos interferómetros fueron con múltiples espejos y siempre se han obtenido los mismos resultados verdaderos y se han sacado las mismas falsas interpretaciones.
    El error interpretativo se presentó al considerar la velocidad de la luz con respecto a la tierra en su movimiento solidario con el interferómetro y no con respecto a un punto de referencia en el espacio, como debió de haber sido, por ejemplo con respecto a un punto fijo sobre la trayectoria elíptica de la traslación de la tierra alrededor del sol.
    Si se interpretan adecuadamente los resultados del experimento, nos damos cuenta que los fotones compañeros tienen que recorrer dentro de los brazos del interferómetro distancias diferentes en el mismo tiempo, lo que demuestra que la velocidad de la luz NO ES CONSTANTE, aunque las conclusiones de las ecuaciones de Maxwell también afirmen lo contrario.
    También sabemos que a lo largo de más de 100 años muchos otros experimentos han confirmado la teoría de la relatividad con base en una velocidad de la luz constante. Es que La teoría de la relatividad es válida si la velocidad de la luz fuera constante.
    Einstein hizo maravillas inventándose la teoría de la relatividad para poderle explicar lo que pasaba a todo el mundo, que estaba convencido de que la velocidad de la luz era constante.
    A los amigos que entienden del tema, si miran la demostración y amigablemente me corrigen y me muestras donde puedo estar equivocado, Yo les agradecería infinitamente.
    Cordialmente: Martín Jaramillo.
    Para conocer la demostración del error de Michelson y Morley, debes solicitarla a martinjaramilloperez@gmail.com ya que es una demostración geométrica que no se puede incluir en este comentario.

    Videos experimento M y M

    http://www.youtube.com/watch?v=qZpaLaJaCJc&feature=related
    http://www.youtube.com/watch?v=BMYSOlnmsNY&feature=related

    LO MÁS GRAVE E INEXPLICABLE DE ESTE ASUNTO es que todos (como en el video), Absolutamente todos los que examinamos el experimento de M y M aceptamos que los dos fotones compañeros recorren distancias diferentes a lo largo de LOS BRAZOS DEL INTERFERÓMETRO, aceptamos que salen y llegan iguales al espejo semirreflectante, o sea en igual tiempo.

    Los fotones compañeros salen del espejo semirreflectante en el mismo instante y regresan a el en el mismo instante y todos aceptamos que recorrieron distancias diferentes.

    Para mi, …. Recorrer distancias diferentes en el mismo tiempo significa: Hacerlo a velocidades diferentes, y CURIOSAMENTE para el resto de los humanos significa lo contrario y creen y quedan convencidos de que sus velocidades fueron iguales.

    Señores, el experimento M y M demuestra lo contrario: LA VELOCIDAD DE LA LUZ ES VARIABLE Y DEPENDE DE LA FUENTE QUE LA EMITE.

    Afortunadamente ya no me pueden condenar a la hoguera.

    Yo creo que ya es hora de que recapaciten.

    Martín

Deja un comentario