Modelos Conceptuales y Representaciones del Sistema Suelo 6: Componente del Ecosistema

Modelos Conceptuales y Representaciones del Sistema Suelo 6:

El Suelo como Componente del Ecosistema (con los ecólogos hemos topado)

 

El objetivo de la perspectiva eco-edafológica consiste en la comprensión del suelo desde una perspectiva ecológica. Se trata de un modelo relativamente reciente y multidisciplinar. Aborda el estudio del suelo y sus interacciones con los restantes componentes de los ecosistemas. Sin embargo el suelo, en si mismo también podría, en primera instancia, ser considerado como un ecosistema. Esta representación se ha centrado preferentemente sobre los ciclos de nutrientes, las biocenosis edáficas, los flujos de energía y materia y las redes tróficas. Así pues, se diferencia de los modelos anteriores por su énfasis en los aspectos biológicos y bioquímicos de los suelos, incorporando adicionalmente diversos conceptos originados en el ámbito de la ecología. La escala temporal adecuada para el estudio de los procesos implicados es muy amplia (de un día a millones de años).

Esta perspectiva, aunque de indudable interés científico, posee actualmente escasas posibilidades de aplicación a los inventarios y bases de datos de suelos. Debe tenerse en cuenta que, el suelo, es uno de los subsistemas de los ecosistemas terrestres cuya estructura y dinámicas son menos conocidas. De aquí que los estudios denominados de «calidad del suelo» partan de bases científicas poco sólidas, en especial a la hora de encontrar bioindicadores de «amplio espectro». Del mismo modo, el vocablo funciones del suelo posiblemente se origine por permeabilidad desde la ecología (aunque en esta última ha sido substituido por el más apropiado vocablo de «servicios» ecosistémicos). Ahora bien, es permisible hablar, «hasta cierto punto», de las funciones de los organismos vivos individualmente, en su interacción mutua y quizás incluso en su contexto biocenótico. Al fin y al cabo un depredador, cuando se despierta por las mañanas, tiene propósitos (comer, reproducirse, sobrevivir, etc.). Lo mismo puede decirse de las plantas. Ahora bien, algo muy distinto es sostener que las estructuras abióticas tengan funciones.  Puro biocentrismo. Y lo que es peor «antropocentrismo«. Son los seres humanos los que proyectamos nuestros intereses sobre los suelos y les denominamos «funciones». Sin embargo, conforme cambian los intereses de la sociedad  y progresa la tecnología, un edafotaxa que no tuviera con anterioridad, por ejemplo, una vocación agraria en un contexto sociotecnológico determinado, pueden tenerlo en otro más avanzado. Incluso en una sociedad bajo extrema pobreza pueden darse estas situaciones. Imaginemos el siguiente ejemplo:

 

En ciertas regiones subtropicales el incremento de la densidad demográfica ha generado la expoliación de la cubierta arbórea hasta dejar el terreno yermo. Existen un cierto tipo de suelos denominados Plintosoles que, al entrar en contacto con la atmósfera, se «petrifican» literalmente siendo útiles como «ladrillos», para la construcción. Por tanto, si bien al principio el nativo pudiera pensar que la «función del suelo» fuera el crecimiento de sus cultivos, o generar buen pasto para el ganado, luego puede cambiar y percibirlo como material para la edificación.  Dicho de otro modo: «las funciones del suelo cambian con nuestros intereses, lo mismo que su calidad». Supongamos que un nativo tenía con anterioridad a una gran hambruna y la subsiguiente deforestación (desertificación) un suelo poco productivo con horizontes endurecidos de plintita. Su comunidad pensaría que el valor y calidad eran nulos. Sin embargo, quizás tras el desastre (que entre otras secuelas esquilma el material edificable de naturaleza vegetal) opinarían lo contrario. Su «función» cambiaría del destinado de sustrato para el desarrollo vegetal al de material para la construcción. Siempre habrá quien objete que hago demagogia y encuentre un contra ejemplo «ad hoc». Empero el problema persistiría. Los entes abióticos no tienen funciones (propósitos), mutatis mutandi no tienen calidades. Esto es lo que dicta la lógica de la filosofía de la ciencia y no un capricho personal.     

 

Pero pongamos otro ejemplo, en este caso de España. Los mapas aplicados con información de suelos denominados de «vocaciones de uso» que han venido realizándose pierden actualmente sentido. En zonas muy áridas y con gran input de insolación anual, bajo suelos más o menos salinos y someros, las susodichas cartografías de los años 60 y 70 ya no atesoran valor. Un suelo artificial sobre otro natural (los famosos «enarenados» del SE Español,) bajo cubierta de plástico, puede hoy día ser muy valorados y onerosos de adquirir en términos monetarios. Pues bien los mismos eran considerados carentes de valor hace dos, tres o cuatro décadas. Pongámonos ahora en un escenario futurible (ya en ciernes). Si Marruecos, y otros países del Magreb comienzan a adoptar esta tecnología (lo están haciendo), su mano de obra es más barata y a los países industrializados desean interrumpir al máximo el flujo migratorio procedente de ellos, el valor de los enarenados del SE descendería, y como corolario también el precio del suelo, etc. (sin contar el gasto creciente generado en el abuso del consumo de agua y la necesidad de su reciclado). Finalmente podría llegar el caso en que ya no fueran rentables las inmensidades de los mares de plástico que hoy salpican la región.  Un mapa de vocación de uso actual nos diría ¿qué?: (i) si no se consideran los factores climáticos, diríamos que los suelos son marginales; (ii) que si estos son tenidos en cuenta, su valor es muy alto y si (iii) aún siendo marginales, comienzan a ser urbanizados, tendríamos nos encontraríamos obligados a considerar una nueva función: substrato para la especulación urbanística. Todo esto resulta un tanto absurdo y más desde criterios estrictamente científicos.

 

Pero el problema del modelo de suelo como ecosistema va mucho más allá. Un ecosistema terrestre compete a la vez a su porción aérea como telúrica. No podemos imponer nuestros límites de lo que son y no son estas entidades atendiendo a las especializaciones de los científicos que los estudian. Durante décadas los ecólogos han analizado los ecosistemas terrestres desatendiendo una de sus mitades: el suelo y la vida que alberga. La naturaleza no entiende de estas zarandajas y maniqueísmos. Como ya mentamos en una nota precedente, en muchos ecosistemas la biomasa aérea es inferior a la que yace en el seno del suelo. Del mismo modo, la biodiversidad del último puede ser mucho mayor. Del mismo modo, muchos grupos tróficos (como los descomponedores, por ejemplo), vitales en la dinámica de los ecosistemas, habitan fundamentalmente en el suelo. Pues bien ¿alguien podría explicar a este timorato administrador el porqué la mayoría de los ecólogos parecen pensar que con estudiar la parte visible o epigea es suficiente para comprender su estructura y dinámica? Es que en mi cortedad mental no alcanzo tales vuelos (debe ser porque estudio el suelo, y por tanto soy rastrero). El afamado ecólogo Sir Robert May (más lúcido que la mayoría de sus colegas coetáneos) critica esta actitud denominándola el «chauvinismo vertebrado«. Yo prefiero referirme a ella como «el sesgo de lo conspicuo«. De cualquier modo la ecología no progresará por estos derroteros. Hasta que el suelo no se considere como un elemento clave de la ecuación, la ecología no progresará.  

 

Suele decirse que solo se ve lo que sabe. Aquí también valdría considerar si los ecólogos no han dado la  vuelta al dicho y exclaman solo se sabe de lo que se ve y (.) basta.  Y lamentablemente la financiación de los proyectos de investigación va por los mismos caminos. Cuando ni tan siquiera somos capaces de cuantificar la diversidad taxonómica de los suelos como podemos hablar de la «comprensión de los ecosistemas», del «funcionamiento de los ecosistemas»  o de la «dinámica de los ecosistemas». Y mientras tanto la ecología del suelo es considerada como una hermana pobre de la ecología de lo aérea. Echen una mirada a los manuales de ecología y entenderán palmariamente mis comentarios.

 

Más aún, parece ser moneda de uso corriente considerar que el clima, las perturbaciones humanas o naturales y alguna variable edáfica (pH, y textura superficial, no nos herniemos ni malgastemos recursos) son suficiente para predecir el tipo de bosque de un determinado territorio (si el ambiente da lugar a este tipo de cobertura, por supuesto).

 

Consideremos, por ejemplo en Castilla el caso de los quejigales y encinares. ¿Qué determina que en un determinado enclave se presenten unos u otros? ¿Qué condiciona que en un bosque mixto de encinas y quejigos en un punto determinado crezca uno u otro? ¿El pH? ¡No!, la ¿textura?: desde luego la superficial raramente. Si analizaran la profundidad, estructura y horizonación del suelo entenderían que, en muchos casos, son los horizontes subsuperficiales en función de su capacidad de retener humedad. En la mayoría de los casos, los llamados Horizontes Bt o argílicos son más arcillosos y retienen mejor el agua que los que llamamos Bw o cámbicos. En los primeros tenderán a prosperar los quejigos, en los segundos los encinares, a igualdad de condiciones climáticas y perturbaciones. Como corolario o se conoce bien la estructura de la cobertura edáfica o difícilmente podemos predecir la presencia de uno u otro.  Pero no se hace.

 

Más aún ¿que pasaría si el suelo comienza a erosionarse? (perdida de espesor y en consecuencia de su capacidad de almacenar agua). Mi amigo y colega bioclimatólogo José Luis González Rebollar de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC, Franada), mediante su modelo de simulación llamado «Diagramas bioclimáticos» predijo que un quejigal sería sustituido por un encinar. Posteriormente demostró este hecho mediante detallados estudios de campo (creo que ya comenté con anterioridad algo de esto, pero mi amigo Alzheimer me ha escondido el texto; no lo encuentro). En un trabajo en el que firmamos los dos y nuestro mutuo amigo-castigo Avelino García Álvarez, postulamos que la erosión del suelo ha generado que muchos bosques caducifolios hayan ido sustituyéndose paulatinamente por encinares. Generalizando aún más, que las masas de caducifolios peninsulares han menguado en favor de los exclerófilos. Las simulaciones con el modelo mentado constatan que lo mismo ocurriría con un calentamiento de la atmósfera a igualdad de precipitaciones.  Lamentablemente en ciencia, como en otros ámbitos, «cada loco con su tema». Pero este dicho, de gran valor para las ciencias muy reduccionistas resulta ser un lastre para las que por naturaleza no es que sen pluridisciplinares, sino que requieren imperativamente la transdisciplinariedad.   Este es el caso de la ecología. Sin embargo, es habitual que muchos ecólogos naufragen al pretender analizar el mundo abiótico.

 

En el texto que tras su aprobación por las instancias comunitarias, significo el punto de partida para los posteriormente redactados con vistas a poner en marcha la futura directiva europea de protección de suelos, se mentaba que la biodiversidad edáfica podría ser un buen indicador de la calidad del suelo. «Mamma Mia ma que cosa«. Pero si nadie ha estudiado la biodiversidad taxonómica total de un solo suelo. Textos posteriores comentaban que los nematodos de vida libre (no los fitoparáitos) podrían ser buenos indicadores de la biodiversidad y calidad de los suelos. El problema estriba en que muchos nematodos que los expertos consideraron prematuramente fitoparásitos, se presume hoy que pueden ser herbívoros. Así andamos todavía en nuestro conocimiento de los sistemas edáficos en el momento que la futura directiva pretende monitorizarlos acudiendo al auxilio del concepto de  «calidad de los suelos». Que no se quejen nuestros gestores de la política científica si tras gastarse sumas ingentes en un programa de monitorización paneuropea tan solo obtenemos resultados paupérrimos. Y mientras tanto muchos colegas se quejan de mi actitud, por cuanto de ser escuchada (risas) podría reducir sus perspectivas de «alzarse del suelo» en un futuro inmediato. Parafraseando a Joaquín Sabina: supongamos que hablamos de suelos. Esta es la racionalidad de su investigación. Estas son sus miserias y las de los que dictan el futuro de la edafología.

 

Juanjo Ibáñez y su amigo Alzheimer 

Nota Del Administrador al Comentario de Jesús Pastor

 

Queridos masoquistas que tenéis la mala costumbre de leer esta weblog (¡Hay gente pa to!). Jesús Pastor nos ha enviado el siguiente comentario.

 

«Te leo muy a menudo. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, pero eso del amigo-castigo……?
Un abrazo y Felices Fiestas».

 

Sinceramente no sabía si eliminar este comentario, o cambiar lo de amigo-castigo como implícitamente Jesús sugiere. Prefiero dar respuesta a mi amigo-castigo Jesús y aclarar algunas cuestiones sobre mi «vocabulario» en esta weblog.

Tras pensar como debería hacer frente al reto de administrar esta weblog, consideré (y lo sigo haciendo) que debía desviarme del encorsetado y formal mundo de las publicaciones científicas y dar paso a un lenguaje más informal, provocativo y políticamente incorrecto (sabes que me encanta). Siempre he sido así y siempre lo seré. Avelino García ÁlvarezAve«) es uno de mis amigos más queridos.  Jesús Pastor es otro amigo y compañero (CCMA-CSIC-Madrid), tanto de Avelino como de este impresentable administrador. Por ciertas razones que no vienen al caso, Jesús considera que el apelativo en cuestión puede ser considerado como ofensivo. Pues efectivamente lo es si se saca del contexto, cuestión a la que se han aficionado algunos de mis detractores. Pero Jesús no lo es (eso creo). También me dices Jesús que estás de acuerdo en muchas de mis comentarios. Ahora bien, tras el tuyo me asalta la duda. No se si estás de acuerdo con mis argumentos o con los calificativos que hago de mi mismo.  Porque claro hay alguna diferencia. Insisto en que extraer comentarios fuera de contexto es habitual en algunos personajes bastante mezquinos y Jesús no lo es. La palabra impresentable nos las lanzamos Avelino y yo mutuamente en nuestras divertidas charlas de muchos viernes por la tarde. ¿Y porque digo amigo-castigo? Por muchas y divertidas razones. Así por ejemplo, cuando yo digo A el dice B. Del mismo modo, como íntimos que somos, a veces parecemos el perro y el gato. Y tú lo sabes. Y aunque contigo no mantengo la misma relación que con el, también podría decir que eres un amigo-castigo, ya que  a pesar de que nuestras opiniones no suelen diferir en muchos aspectos, como compañeros hemos tenido nuestros roces, por lo que y yo puedo exclamar: ¡Jesús! Que «castigo». Y sabes bien que se trata de una exclamación jocosa y entrañable. Entiendo a que viene tu preocupación, pero Avelino (al que espero pronto como colaborador asiduo de estas páginas) es madurito, sensato, buen investigador, pero sobre todo amigo. Pues bien Jesús, como castigo a tu «exceso de celo» te pongo la penitencia de cinco contribuciones y diez «AVE» Marías («Arias» se sobre entiende, ósea que a afinar tu voz). Para  las últimas puedes pedir exención a tus consejeros espirituales, para las primeras no hay misericordia ¿No decís que hay que defender la vilipendiada edafología del CSIC?. Pues bien en lugar de tan proteccionismo, deberías incorporarte a este foro de vez en cuando y contarnos tus valiosas opiniones y experiencias. Jesusito de mi vida tu también eres un amigo-castigo como yo, y por eso te quiero tanto y te doy este capón.

 

Tu amigo-castigo

Juanjo

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5 comentarios

  1. Te leo muy a menudo. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices,

    pero eso del amigo-castigo……?

    Un abrazo y Felices Fiestas

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