Ya había cenado en el Hotel. Me cansa mucho atender en inglés muchas horas seguidas. Atardecía en Velence (Hungría). Pero aquella tarde-noche habían propuesto realizar una reunión adicionalAfterhours”. No me apetecía asistir para nada, pero lo hice. Llegué un poco tarde. Allí presidiendo la mesa se encontraba Dick Arnold (USDA, Soil Survey Staff, USA), uno de los mitos de la edafología contemporánea cuya magnifica mente tenía la tendencia a desplazarse hacia lo teórico y filosófico. De pronto espetó la frasecita de marras que tanto detesto: “la edafología es una ciencia aplicada”. En su momento levanté la mano y empezó la camorra…… En su momento, Luca Montanarella (secretario del European Soil Buro), en vista del cariz que tomaba la disputa, entró al trapo para echarme una mano…….. Yo no entendía como uno de los científicos-filósofos más respetados del momento albergaba en la cabeza tal concepción constreñida de su disciplina.  Dick se puso muy tenso ante mi intervención. ¿Quién será ese canijo?, debió pensar. Muchos le conocen como “Big Dick”, supongo que debido a su gran envergadura, como podéis observar en una de las fotos. Pero se mantenía cada vez más mal humorado, mientras yo insistía: “¿Cómo puede existir una ciencia aplicada sin otra básica que la respalde? Dos años después en la República Independiente de Karelia (Rusia), se produjo otro congreso internacional sobre clasificación de suelos. Sabía que llevaba dos conferencias, que de tener éxito (a pesar de mi espantoso acento suahileño), podían terminar revolucionando al público. Y así fue, cuando hablé de la estructura matemática de las clasificaciones edafológicas y el falso dilema del continuo. Dick se acercó (no debía acordarse de ese maldito canijo hispano) y comenzamos a charlar animadamente. Pavel Krasilnikov, uno de los organizadores,  se me acercó después y me comentó algo así como: “me han gustado mucho sus disertaciones (iban encadenadas) y ha demostrado que somos todos unos paletos”. ¡No es para tanto!. Hoy, a comienzos de 2009, Pavel, Dick y yo hemos trabado una gran amistad y estamos finalizando un libro sobre taxonomías de suelos (ahora parado por la rotura del fémur del “Tío Dick”. Siempre he pensado que una buena charla ante un público de reputados científicos te puede otorgar más fama que varios ISI papers. Dudo (tendré que preguntárselo) que “El gran Ricardo” defienda ahora que la edafología es una ciencia aplicada. Pero vayamos al meollo de la cuestión.

 

 

 

Fractales Wikipedia

 

La insistencia actual en primar la investigación aplicada sobre la básica (en aras de las cacareados vocablos de innovación y desarrollo tecnológico),  es uno de los errores más monumentales de la ciencia del siglo XXI. Y no se trata tan solo de mi opinión, como constatareis después, sino que lo han proclamado a los cuatro vientos numerosas figuras de la investigación, muchos de los cuales fueron galardonados con el premio Nóbel. La ciencia aplicada no puede existir sin otra básica que la nutra, de  igual modo que las fronteras entre una y otra son cada vez más difusas.

 

Sin embargo, nuestras autoridades persisten hasta la demencia en tal distinción, alegando que el tejido industrial requiere de científicos que desplacen su talento hacia los intereses de las últimas. Pero ese es otro problema que jamás debe confundirse con el primero. Si en ciertos países tal maridaje es paupérrimo, no se debe tanto al desinterés de los científicos como al miedo a las iniciativas de riesgo de los propios directivos del sector privado. Hablamos de la falta de cultura científica de un país. Y en eso los norteamericanos nos ganan por goleada, no solo a los españoles (aunque somos de lo peorcito al respecto), sino a casi todos los Estados de la UE. Tal hecho es conocido por los expertos como la paradoja europea, por lo que España podría entrar en la categoría de la paradoja de la paradoja Europea. ¡Desafortunado galardón!. Sin embargo, en USA, no existe, ni mucho menos un debate tan acalorado acerca de primar la ciencia básica sobre la aplicada, ni mucho menos. Incluso los militares (al margen de los mecenazgos procedente de las fundaciones de sus magnates, que cumplen la función de incentivar las investigaciones de alto riesgo a la perfección) otorgan generosas financiaciones a proyectos de pura investigación básica, cundo vislumbran desafortunadas aplicaciones militares aunque sea a largo plazo. Por tanto, sugiero que se reemplace el término de la paradoja europea por la paranoia europea. Mejor así. Más acorde con la realidad.

 

 

 

Dick y Juanjo dos años después en Karelia, Rusia, Tan amigos

 

¿Puede existir una ciencia aplicada en ausencia de otra básica subyacente?  

Ya barruntáis mi respuesta. ¡No, Jamás!. Incluso me atrevería a decir que tal ramplona división de las ciencias es más que perniciosa ¡nefasta!. ¿Por qué Big Dick defendía pues tal dicotomía? Sospecho que, por la sencilla razón de que casi todos los colegas pensaban como él. La edafología creció bajo el paraguas de la agricultura  e incluso son muchos que la han tratado como una subdisciplina de aquella. ¿Resultado? Cuando los intereses políticos y ciudadanos se desplazaron hacia el medio ambiente, se han topado con una comunidad científica poco preparada, es decir que mantenía el chip agronómico en sus cerebros individuales y colectivo, por mucho que lo disfrazaran. Por esta razón, hemos sufrido una grave crisis de credibilidad. Por esta razón somos ya muchos los que comenzamos a defender la reorientación de la edafología como una disciplina básica de las geociencias y biociencias. Las aplicaciones llegan por sí solas. Simplemente se trata de un mero problema de oferta y demanda. No estuvimos preparados para la demanda. Parece que comienzan a aparecer síntomas de que el color de la orina del enfermo mejora poco a poco.  

 

El suelo, por ejemplo, es un recurso natural con sus propias leyes de autoorganización por lo que merece una investigación básica equiparable a la de la ecología, hidrología, geología, etc. Sin embargo, falta mucho camino e interés público-social, para que se otorguen los proyectos de investigación necesarios con vistas a recuperar el tiempo perdido. Se requiere también una nueva masa crítica con el mencionado cambio de chip. Muchos colegas, tan torpes como influyentes, proclaman desplazar el paradigma agronómico por el medio ambiental. ¡Lamentable!. No han aprendido de los errores del pasado. La edafología es la edafología y punto. Obviamente, lo mismo ocurre casi todas las disciplinas. Diferenciar a un biólogo molecular de un biotecnólogo es casi ya cuestión de matiz. ¿Y a un investigador de nanociencias de un nanotecnólogo?. Parece ya que se emplea el último vocablo para abarcar a ambos, cuando en realidad la nanociencia precede a la nanotecnología, o al menos los expertos pueden investigar solo temas básicos, aplicados o abordar ambos casi simultáneamente. Vayamos pues ya a leer otras opiniones.

 

 

 

Imágenes fractales (1) Fuente: Stella Renders

 

Tomaremos prestados tan solo algunos comentarios que aparecen en posiciones muy altas del ranking de Google, al añadir primero “Ciencia Básica” y después (en búsqueda avanzada) “Ciencia Aplicada”

 

Así en el Blog Ojo de Mosca se dice lo siguiente en el post: ¿Ciencia Básica o Ciencia Aplicada?

 

Todo mundo lo ha escuchado alguna vez: “En un país como el nuestro, con tantas carencias, no parece justificado invertir el dinero de nuestros impuestos en aquella ciencia que no aborde los Grandes Problemas Nacionales: pobreza, desigualdad social, enfermedades, desnutrición, falta de agua u otros servicios…”

Esto implica que la investigación científica que aborda los problemas llamados “básicos”, es decir, aquellos que no tienen una aplicación directa (la referencia clásica es a aquellos científicos que “estudian la pata de la mosca”), debería quedar, naturalmente, en segundo lugar en la agenda de desarrollo de la ciencia nacional. Y como el presupuesto rara vez alcanza, y jamás sobra, esto querría decir con frecuencia que los fondos para aplicar la ciencia básica nunca llegarán.


Pero ya Louis Pasteur dijo alguna vez que no existe la ciencia aplicada; sólo las aplicaciones de la ciencia. Y el científico mexicano Ruy Pérez Tamayo añade que la ciencia —actividad humana que busca comprender la naturaleza y cuyo único producto es el conocimiento— no se ocupa de resolver problemas sociales, laborales, de salud y ni siquiera tecnológicos, sino solamente problemas científicos.


Visto así, parecería que la distinción entre ciencia básica y ciencia aplicada es más bien una falacia, o al menos un malentendido. Según Pérez Tamayo (y Pasteur parecería apoyarlo), una cosa es generar conocimiento acerca de la naturaleza y otra muy distinta es aplicar dicho conocimiento, por ejemplo para resolver los Grandes Problemas…


¿Qué hay entonces de la investigación que se hace, y que indudablemente resulta importante, para desarrollar medicinas, máquinas, tratamientos o procesos que permiten abordar esos problemas y quizá encontrar soluciones para algunos de ellos, elevando así el nivel de vida del ciudadano? Simplemente, que no se trata de investigación científica, sino tecnológica, médica o social. Investigación que, por supuesto, también es importante apoyar, pero que se nutre de los resultados —del conocimiento— que produce la “ciencia básica”, o mejor dicho, la investigación científica. Pretender realizar sólo ciencia aplicada es como querer obtener manzanas sin primero cultivar los árboles que las producen.


Según Pérez Tamayo, más que distinguir entre ciencia básica o aplicada, importa apoyar la ciencia bien hecha. Es decir, la que produce nuevo conocimiento confiable, de calidad, que ya luego podrá ser aplicado para beneficio de la sociedad. Y la historia nos muestra que el conocimiento científico, aun aquel que parece más abstracto, llega tarde o temprano a generar aplicaciones útiles.


Aunque en realidad, y parafraseando al famoso físico Richard Feynman, “la ciencia es como el sexo: algunas veces tiene aplicaciones prácticas, pero no es por eso que la hacemos”.

 

 

Del mismo modo, en nuestro blog vecino “Bio (Ciencia + Tecnología), Francisco Martín sostiene la misma opinión, como podéis leer en otro post con el mismo Título “Ciencia Básica o Ciencia Aplicada”, para terminar señalando que:

 

No podemos (ni debemos) olvidar que la ciencia básica es fundamental para que el famoso I+D+I español sea lo que queremos que sea. Los primeros países en investigación no solo lo son porque invierten más dinero, sino porque han sido capaces de aprovechar los conocimientos generados por muchos científicos que trabajaban sin ningún fin aplicado, sólo por el gusto de conocer más nuestro mundo.

 

Una posición un tanto más convencional, aunque también nos avisa de que la dicotomía mentada genera confusión la podéis encontrar en post del Blog Complejidad de Miguel Angel Sanjuan que lleva por Título: Ciencia Básica, Aplicada, Teórica o Experimental.

 

Del  mismo modo, Rodolfo Miranda, al hablar de la nanotecnología nos informa de que:

 

En estos tiempos de tanto debate improductivo sobre si es preferible financiar ciencia básica o aplicada, tal vez convenga recordar que la primera fotografía en color fue realizada por James Clark Maxwell, universalmente recordado por sus contribuciones a la teoría electromagnética, la cual, a su vez, tuvo una importancia trascendental para que en 1908 Gustav Mie explicara por qué el color de los vidrios dependía del tamaño y composición de las nanopartículas incluidas en ellos.

 

Ante a teste tipo de opiniones, a las cuales me sumo, se enfrenta la perspectiva ortodoxa y irreflexiva que enfrenta lo básico a lo aplicado, tal es el caso por desgracia de este enlace de Wikipedia.

 

A su vez, la ciencia puede diferenciarse en ciencia básica y aplicada, siendo esta última la aplicación del conocimiento científico a las necesidades humanas y al desarrollo tecnológico.

 

Siempre hay posiciones intermedias en el espectro del continuo entre lo básico y aplicado, como en los siguientes párrafos de MéxicoTop.Com, cuando señala:

 

La ciencia básica no se deja amarrar a metas empresariales (a diferencia de la ciencia aplicada, que trabaja orientada al servicio de la empresa).


La ciencia básica no se apresura, sólo observa e interpreta el universo (de qué están hechas las manzanas, pero también en qué consiste el átomo, qué es el Cosmos, qué el cuerpo humano, qué es la vida, la inteligencia, la sociedad, el lenguaje, el arte, la religión, la comunicación social y la cultura, la atmósfera, la música, las rocas o los volcanes, las matemáticas, la cibernética, la historia, en fin…) mediante hipótesis que, en términos generales, se prueban o falsean en la comparación de la teoría reinante o paradigma – lo que los científicos u observadores detectan – con los acontecimientos que pasan a diario.


Usualmente no se obtiene ningún resultado inmediatamente aplicable a la industria (al servicio de la cual se orienta la ciencia aplicada) o de beneficio siquiera predecible para la sociedad proveniente de los campos de la ciencia pura a corto plazo; pero es la ciencia pura o básica, mucho más que la ciencia aplicada, la que rinde frutos de incuestionable valor, y de un significado tal, que casi podemos asegurar que los adelantos más importantes de nuestra civilización provienen de los descubrimientos realizados a través de la investigación en ciencia básica.


No es del todo correcto postular un concepto de ciencia pura, como insinuando algo impuro en la ciencia. La ciencia es una, el conocimiento es uno; se prefiere decir ciencia básica o ciencia aplicada.

 

 

Os pondré dos ejemplos de mis propias investigaciones que demostrarán la falacia subyacente a tal distinción. Uno procede de los estudios teóricos que realicé sobre los patrones espaciales de edafodiversidad en comparación con los de biodiversidad, mientras que el otro deviene de los análisis pioneros (y no es inmodestia) que comparaban la estructura matemática de las clasificaciones biológicas y edafológicas. Mientras la primera línea de investigación (totalmente teórica y básica) dio lugar a la optimización de diseños con vistas a la creación de reservas naturales para la preservación de la biodiversidad del suelo y plantas vasculares (ciencia aplicada), el segundo (con independencia de poder mejorar la comprensión de nuestras estructuras cognitivas, es decir, ciencia básica pura y dura) a la optimización de los diseños de estructuras taxonómicas que maximizan los flujos de información. Y reitero, que me considero, y me consideran, que trabajo en ciencia básica y más aún, que soy un teórico.

 

 

 

Imágenes fractales (2) Fuente: Stella Renders

 

En el peor de los casos, la ciencia básica (cuando atesora calidad) dará lugar tarde o temprano a ciencia aplicada y tecnología de calidad. Se trata de un dictado de la historia de la ciencia y no de un posicionamiento epistemológico, más aun cuando la mayor parte de los grandes cerebros científicos apoyarían sin dudar la postura que defendemos en nuestro post, ya trabajaran en un instituto científico o en un centro tecnológico. Así pues: ¿A que viene tanto dislate? ¿Porqué los voceros de la globalización dan tanto énfasis a lo aplicado; su verborrea que repercute en nuestras cabezas como un martillo: talento, innovación, desarrollo tecnológico, y bla, bla, bla. Simplemente porque no atesoran ni la menor idea de cómo funciona la empresa científica. ¿Saben ustedes como nació, por ejemplo, Internet, una de las mayores revoluciones tecnosociales del siglo XX?. Busquen la historia en Internet y recapaciten.

 

No obstante, en algunas de las nuevas disciplinas científicas, como la biología molecular y las nanociencias, el tránsito del conocimiento básico al aplicado es tan rápido que casi no caben distinciones. Más aun, proyectos de orientación aplicada deben resolver retos de la investigación básica, y a menudo con mucho éxito. Pero no ocurre en otras ciencias, como la astronomía, por citar tan solo un ejemplo. En ciertas áreas del conocimiento se tarda más. Sin embargo, sería totalmente erróneo  atender a criterios de velocidad e inmediatez, con vistas a clasificar una disciplina como ciencia básica o aplicada.    

 

Recuerdo hace años cuando un Presidente del CSIC recriminó al Coordinador del Área de la Ciencia de los Materiales por la insistencia de los investigadores de la institución en dar más importancia a la publicar papers que a hacer patentes, cuando tal área de conocimiento había sido creada con vistas a resolver problemas de innovación tecnológica…. Hoy en día, la ciencia de los materiales en España ha comenzado a rendir sus frutos y demostrar su categoría a nivel internacional. Si lo que desea el poder es que la comunidad científica se oriente más hacia lo aplicado, no se trata de insistir en ello, sino de cambiar los criterios de promoción y valoración científica imperantes, ya que detrás de la ciencia aplicada siempre está la Básica.

 

Los criterios ISI incluyen a que edafología como apéndice de la agricultura. Lamentable. Mientras tanto, en el CSIC, acertadamente, comenzaron a cambiarse en su día las denominaciones de las Áreas de conocimiento. Por ejemplo, hoy se habla de la de Ciencias y Tecnologías Agrarias, etc. Se me antoja mucho más acertado. Si le preguntaran sobre este tema, no sólo a Pasteur, sino a Einstein, Heisenberg, etc., seguro que les partirían la cabeza a los defensores de una dicotomía tan perniciosa.

 

Pero vivimos en la era de la bobalización global, y muchos científicos, como seres humanos, no han sido inmunes a esta pandemia silenciosa.

 

Juan José Ibáñez

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