Hace ya unos meses, tras visionar el interesantísimo documental Inside Job, me percaté de que la afamada Escuela de Chicago, tenía mucho que ver con la visión económica que nos ha conducido a la crisis financiara actual. Algunos de sus más reputados líderes, al margen de publicar artículos y libros a cerca de las bondades de la desregularización del mercado, mostraban un palmario conflicto de intereses con bancos, empresas y las agencias de “des”-calificación que nos han subsumido en la situación actual. Dicho de otro modo, a demás de haber errado en sus sesudos estudios, varios de ellos se beneficiaban de sabrosas consultorías, asesorías etc. Todo hace pensar que, si no eran unos negados, el fraude, o al menos la mala praxis científica, impregnaba a parte de estos científicos-académicos. Reflexionando, me retrotraje a una pequeña publicación que había llevado a cabo para un libro de la Fundación EOI (Escuela de Organización Industrial). Un día antes de escribir este post, David Barrado, en su Cuaderno de Bitácora Estelar, también mostraba su contribución (Cultiva el gusto por lo relevante). Alfonso González, actual director de la EOI y hasta 2008 “alma máter” de todo el entramado de mi+d en el que se encuentra situado el sistema de bitácoras, nos había invitado a varios blogueros del mismo a elaborar reseñas para una monografía en acceso abierto titulada “El  arte de aprender: Soluciones Desde la Prudencia (comentarios al arte de la prudencia de Baltasar Gracián)”. Tal obra, no conocida tradicionalmente en el mundo anglosajón, despertó inusitadas expectativas y ventas en EE.UU. no hace mucho tiempo, al ser traducida al suahili. El Arte de la Prudencia de Baltasar Gracián, ya había influenciado la obra de existencialistas y posmodernos como como La Rochefoucauld y Schopenhauer. El aforismo que debía analizar no resultaba ser “demasiado polémico”. Ahora bien, echando un vistazo a otros me percaté de su encubierta y sibilina esencia. Abajo os muestro el mío, tras corregir algún que otro gazapo propio y de la edición.

La conclusión a la que legué es la siguiente. Existe un serio dilema entre lo que se enseña a nuestros líderes y la educación que recibimos los ciudadanos en el contexto de la tradición judeo-cristiana (y probablemente de otras muchas religiones). No me extenderé mucho sobre el tema. Tan solo indicar que algunos de sus aforismos, como se dice en España, no son de “buenos cristianos”. Al final de mi narración, ya denuncio como alentar a que nuestros futuros líderes (políticos, empresarios, etc.)  consideren legítimo que paguen justos por pecadores (entre otras lindezas), puede tener como resultado los desmanes a los que estamos padeciendo los ciudadanos en estos momentos. Por tanto, resulta imperativo reflexionar sobre la educación que se ofrece en muchas escuelas de negocios y controlar sus contenidos, como en cualquier otra materia educativa. Eso sí, desearía aclarar que, hasta donde yo tengo conocimiento, Alfonso González y la OEI están ofreciendo una docencia digna de encomio, al inculcar a sus alumnos a entender y asumir que son parte de un una sociedad a la que deben rendir respeto y tributo, que no usurparles sus logros sociales y las ya maltrechas economías familiares. Ya os hable del personaje y la entidad, al ofreceros mis impresiones sobre el 15-M. Ahora bien, leer entero el aforismo 149, sobre el que hablo al final de mi reseña, y extraer vuestras propias conclusiones. ¿Hasta que punto muchas escuelas de negocios forman líderes sociópatas y amorales (excluyo aquí a la OEI)? ¿Puede defenderse a expertos y profesores universitarios como los de La Escuela de Chicago?. No hablamos pues tan solo de empresarios o financieros corruptos, la Academia también se encuentra seriamente implicada.

Juan José Ibáñez

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Baltasar Gracían. Fuente: Universidad de Valencia

Pd. Justamente un día después de redactar este post,  y unas pocas horas entes de editarlo, la prensa comunicaba la dimisión del secretario general de una importantísima escuela de negocios por su presunta implicación en un caso de corrupción que ha conmocionado a la opinión pública española. De hecho uno de los ya  imputados, al parecer, también se encontraba relacionado con dicho centro docente. En fin para que abundar másen el tema, ¿verdad?

Aforismo 98. Controla bien la voluntad. Quien actúa con pasión, abre a los demás las puertas de su verdadero sentir. La más inteligente conversación es la que consigue disimular tus verdaderas intenciones. Lleva riesgo de perder quien deja ver las claves con que juega. La serenidad del recatado hace pareja ideal con el cuidado del hombre previsor. El mejor discurso es de quien controla su interior. Que no sepan tus propósitos para que no les antepongan la respuesta: unos para contradecirlos y otros para querer aprovecharse de ti con falsas lisonjas.

Reseña

No me considero un apasionado de los aforismos y menos aun de las sentencias polisémicas en materia de principios morales y éticos. Siempre se me han antojado confusas, confundentes y peligrosas, por cuanto dan lugar a múltiples interpretaciones, irreconciliables. Frente a tal aprensión defiendo la belleza y armonía de la simplicidad, tan propias de las matemáticas como de las artes. En las primeras los equívocos y ambigüedades no son permitidas, mientras que las segundas tan solo persiguen generar “emociones”, que no razones. Eso sí, de poder elegir narraciones polisémicas me decanto por los cánticos de Juan de la Cruz, por cuanto nos intentan guiar por el sendero que conduce a la perfección personal, anteponiéndola a la social. Tanto unos como otros me retrotraen a un universo fractal, ya que sus sentencias parecen ser invariantes a los cambios de escala en el espacio y tiempo.

Como persona criada entre industriales, preferí dedicarme a la búsqueda de la verdad (mi verdad), siempre subjetiva, relacionándome con el mundo apasionadamente, sin tapujos, desmarcándome de lo políticamente correcto para arremeter contra la injusticia social que percibo. Pero también, al igual que Einstein, aunque sin su talento, busqué evasión y refugio en la ciencia. Con el tiempo descubrí que tal empresa no deja de ser más que otro constructo social, y como tal, alberga a una comunidad de practicantes que interactúan entre si, sujetos al mismo tipo de normas de conducta que cualquier otro colectivo.

Algunos podrán considerar a Baltasar Gracián como un adelantado a su época. Otros podríamos alegar que “nada ha cambiado” desde entonces, por desgracia. Como me ocurre con Maquiavelo, vislumbro luces y sombras, contradicciones y angustias, en definitiva, esa pasión que tanto critica. Aunque nada de ello me es extraño, al entender la vida como un proceso que se despliega en el espacio y deviene en el tiempo, transformándote mientras intentas transformarla, generalmente en vano.

Fiel a unos principios, el devenir de mi carrera profesional se ha visto salpicado de avatares en un mundo repleto de hipocresía, codicia y vanidad. Y es aquí en donde “ciertos” aforismos de Gracián resultan aleccionadores, a la hora de desenvolverse en sociedad. Este es uno de ellos. Eso sí, también pudiera reconocerme como su contrapartida jánica en otros. El contexto brinda el verdadero significado de lo expresado a través del lenguaje. Si los conceptos fueran los nodos de una red, la semántica devendría en sus conectores (un grafo), dando sentido preciso a nuestras sentencias. El éxito no es un término absoluto, sino un objetivo marcado por nuestros intransferibles proyectos vitales.

“Controlar bien la voluntad” no resulta ser útil, sino imprescindible. La pasión pura ciega. Sin embargo, debemos matizar entre una plétora de pasiones y razones que el autor no discierne. Nos dice Gracián que “quien actúa con pasión, abre a los demás las puertas de su verdadero sentir”. ¿Se trata de una actitud recriminable? ¿Es estúpido quien se sincera ante sus semejantes? Entiendo que hablamos de una virtud, aunque a la par de un arma de doble filo. El liderazgo debe sustentarse en la, prudencia, serenidad y reflexión. Controlar voluntades deviene imperativo. Empero si atiendo a ciertos de los ambiguos dictados de algunos aforismos de Gracián, se hiela la sangre en mis venas. Bastará con extraer el siguiente a colación.

Aforismo 149 Ten siempre un escudo contra los malintencionados. (…)Es la gran habilidad de los gobernantes (…) es necesario tener a una persona en quien caiga la censura por tus errores y sobre el que recaiga el murmurar de la gente (…).

Otros en cambio resultan inocuos. Del mismo modo, detecto sentencias contradictorias. De haber seguido “algunos”de los dictados de Gracián, mi devenir social y profesional hubiera sido más liviano y exitoso. Ahora bien, ¿sería yo? ¿No me hubiera convertido en lo que detestaba? Cuando un individuo se adentra por un camino urdido hacia la búsqueda de paz espiritual, uno que reconcilie en nuestro interior las inherentes fuerzas antagónicas que albergamos, posiblemente verá recompensado sus esfuerzos cuando no desee nada, no atesore bien alguno y su propio ser se diluya plácidamente en el cosmos del que forma parte indisoluble. Si nuestro objetivo es triunfar en la gobernanza, Gracián brinda algunos consejos atinados. Y es que los principios sociales e individuales en que nos adoctrinan no suelen congeniar bien.

Entiende Gracían que la pasión es un defecto al que, como en este aforismo, contrapone la razón. No comparto el antónimo pasión/razón, por cuanto depende del contexto, problema del que adolecen las sentencias parcas y contundentes. Los científicos son seres tan apasionados como los artistas. De tales pasiones nacen los grandes descubrimientos y las obras de arte magistrales. No hay “razón”, sino una fuerza casi animal que nos impele a crear. ¿Qué hay de malo en ello? Como Levý-Leblond rechazo las antonimias, por tratarse de falsas dicotomías que obnubilan las mentes. Por ejemplo, cabría pensar que el arte de enseñar exclusivamente se sustenta en la razón. Empero la pasión que transmite un maestro a sus alumnos detona más que reprime sus futuras vocaciones. Pasión y razón yuxtapuestas, que no contrapuestas, distinguen al buen del mal docente.  ¿No ocurre algo similar con los políticos y líderes empresariales?

Juan José Ibáñez

Centro de Investigaciones Sobre Desertificación (CSIC-UVA-Valencia)

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