Tras visitar varias zonas de los territorios áridos litorales del «pacífico latinoamericano», y especialmente al contactar con los colegas edafólogos de Arequipa, llegué a la conclusión de que sus bellos paisajes desérticos atesoran un gran potencial agrícola. Tal hecho era ya sobradamente conocido por las culturas precolombinas de la zona, como la  paracas o la mochica de la que ya os hablamos en nuestro post “Agricultura de Riego en los Desiertos: Hidrologías Precolombinas”. Sin embargo, resulta difícil de imaginar que aquellas hermosas y gigantescas obras hidráulicas que canalizaban el agua desde los Andes se llevaran acabo en el mundo actual.  Durante el otoño de 2009, en Perú, existía una agria polémica sobre la construcción de un embalse que derivaría agua de la cuenca del Amazonas (obviamente desde su cabecera en los Andes) hacia las costas áridas de aquél país. Aun a sabiendas de que puedo equivocarme, tal iniciativa se me antojaba arriesgada, además de enormemente costosa. Y hablo de riesgos debido a que la amenaza de los seísmos de la zona es muy elevada, pudiendo dar al traste con la empresa, e incluso de acaecer un terremoto de cierta intensidad inducir alguna catástrofe tanto humanitaria, como de la infraestructura mentada. Todo ello sin contar con los daños ambientales que allí se discutían y que no deben despreciarse. Debe quedar claro que no dispongo de los datos suficientes como para corroborar rotundamente tales aseveraciones, al margen de la magnitud y coste del susodicho embalse o presa.  Me acordé entonces de la tecnología que ha propiciado que la zona más árida del SE español se convirtiera en un territorio de altísima producción agraria. Hablamos de los cultivos enarenados bajo plástico de Almería, Granada y Murcia. Cabe señalar que estos también generan problemas ambientales que debieran ser tenidos en cuenta antes de iniciar tal andadura. Sin embargo, el tórrido SE español pasó de ser un espacio geográfico de desheredados a otro de los más rentables de la agricultura en el Estado. Inmediatamente comenté este hecho a los colegas peruanos. Claro está que, tras visitar someramente el Cañón del Colca (cultura collaguas y otras) súbitamente me percaté que por allí se habían logrado proezas parecidas desde tiempos remotos (ver post policultivos terrazas y microclimas: los andenes de las culturas andinas precolombinas). Ahora bien, el dilema estriba de donde obtener el agua de la manera más rentable y económicamente viable. Para el caso de los cultivos bajo plástico bien pudieran extraerla de plantas desalinizadoras desde el mar, pudiendo utilizarse varios tipos de energías renovables para verterla en tierra como  lo son la eólica, solar o la mareal.  Si se minimiza el impacto ambiental, los habitantes de la zona y colonos que llegan del interior lograrían obtener varias cosechas al año. Sin embargo, hace unos días observé que los chilenos ya plantean hacer algo parecido en sus territorios litorales áridos (ver noticia al final de este post). Desafortunadamente, al margen de la agricultura, al menos en Chile, se demanda agua para la minería y la explotación inexcusable de Pascua Lama, un verdadero crimen ambiental. Un potencial desastre ambiental, injustificable.

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Costas en el Desierto de Paracas, Perú. Foto: Juan José Ibáñez

Sin embargo, lo que discutimos aquí, es evitar el agotamiento de loa acuíferos y la intrusión de aguas marinas que salinizarían los suelos de los cultivos, dejándolos en pocos decenios inutilizables. El uso de desaladoras apelando a energías renovables podría ser un motor de desarrollo de muchas zonas aumentando el bienestar ciudadano, garante de la soberanía alimentaria y fuente interesante de ingresos para los países que la desarrollaran. En el caso de los cultivos bajo plástico del SE Español, la sobreexplotación de acuíferos se estaba convirtiendo en un  serio problema. Empero con la implantación de las desaladoras el problema se resolvió, aun cuando aparece el impacto ambiental de sus salmueras, si no son bien gestionadas. Ya sabéis que soy muy crítico con las tecnologías de la agricultura industrial. Ahora bien, en este caso concreto creo que la generación de riqueza sería incuestionable. Del mismo modo, de acaecer algún fatídico seísmo que destruyera tales infraestructuras en el mar (más valen varias pequeñas que pocas de gran tamaño) la reinstalación de las desaladoras resulta mucho más rápida y económica que la de las gigantescas presas, onerosas, y que adicionalmente requieren años para su puesta en marcha. De eso no cabe duda. Cuando los paisanos sobreviven mal que bien, no podemos olvidar este tipo de alternativas, en modo alguno. Eso sí, su masificación puede generar impactos ambientales indeseables. Todo debe planificarse adecuadamente cuidando y respetando el entorno. La tecnología está ahí, bien desarrollada por empresas españolas (esto no es publicidad, sino una realidad incuestionable) y a la espera de ser exportada para generar riqueza (varias cosechas al año por familia haciendo uso de terrenos de dimensiones muy reducidas) entre los ciudadanos-campesinos que actualmente que no la atesoran. Las presas, en zonas sísmicas, en cambio no me parecen una solución afortunada, por las razones previamente aludidas. Eso sí, reiteremos que las explotaciones mineras como la de Pascua Lama y más aun en concesiones a empresas multinacionales sin escrúpulos devienen en comida para hoy  y en hambre y veneno para mañana.

¿Y que caber con la salmuera generada por las desaladoras? Existen soluciones para diluirla en el propio océano. Ahora bien,  en la zona litoral del desierto de Paracas, me mostraron, para mi sorpresa, que podría existir otra alternativa. Francamente no se si sería viable económicamente, pero de ser el caso, extraerla del mar y utilizarla como materiales para la creación de infraestructuras. Pero esto ya os lo comentaré en otro post.

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Asentamientos de colonos ilegales ocupando parcelas en los lares escogidos para la su puesta en cultivo cuando la presa del Perú comentada en el texto se ponga en marcha (Entre los Desiertos de Tica y Paracas). Foto Juan José Ibáñez

Juan José Ibáñez

Agua para Atacama

Atacama es mundialmente conocido como el desierto más árido del planeta. Esta región al norte de Chile, que confina al este con la cordillera de los Andes-República Argentina y al oeste, con el Océano Pacifico, tiene desde sus orígenes una marcada vocación minera.

FUENTE | La Razón digit@l ; 12/10/2011

Sus especiales condiciones geológicas han convertido esta tierra en zona rica en oro, cobre, plata y hierro. No en vano la minería aporta a esta región el 36 por ciento de su PIB, según datos del Ministerio de Minería. De aquí salen el 50 por ciento de la producción nacional de hierro del país y la cantidad promete aumentar en la próxima década: «El plan de inversión minera que anunciamos hace pocas semanas alcanza a más de 52.000 millones de euros a 2020», explicaba a la Prensa el ministro chileno de Minería, Hernán de Solminihac. Según informa el Ministerio, hay cinco grandes proyectos aprobados con rangos de inversión entre los dos y los cuatro mil millones de euros.

Cerro Negro, Pascua Lama, Cerro Casale, El Morro y Caserones, entre otras explotaciones, contarán con el apoyo de nuevas infraestructuras energéticas, como la planta Termoeléctrica Castilla y de tipo hídrico. El aumento de las explotaciones mineras, unas condiciones pluviométricas ya de por sí escasas en esta región árida y la contribución de fenómenos como La Niña, que también han aportado su granito de arena a la sequía, han hecho al Gobierno replantearse soluciones alternativas a la explotación de los acuíferos de Atacama y del Valle del Copiapó (provincia central y sede de la capital regional). La solución pasa por la desalación; una manera de permitir el crecimiento de la industria sin aumentar el histórico 20 por ciento de derechos sobre el agua de Copiapó reservada a la minería, según fuentes de la Dirección Regional de Aguas (DGA) de Atacama.

Las operaciones en el nuevo yacimiento de Cerro Negro Norte del Grupo CAP permitirán un aumento de cuatro millones de toneladas métricas a partir de 2013. Junto al aumento de la capacidad de producción del Valle del Huasco, el grupo espera «duplicar su producción de mineral de hierro actual antes del término de la presente década», explica Ernesto Escobar, gerente de Asuntos Corporativos del Grupo CAP. El nuevo yacimiento va unido a la construcción de una nueva desaladora en las proximidades del Puerto Punta Tortoralillo, entre los ríos Loa y Copiapó. La empresa Acciona ha sido la seleccionada para construir, poner en marcha y operar durante 20 años esta ‘solución hídrica’ beneficiosa para un crecimiento industrial sin explotación de los ya dañados acuíferos.

MINERÍA Y AGRICULTURA

Con una inversión de 45 millones de irán hasta la mina de Cerro Negro, mientras que el resto se repartirán entre explotaciones mineras, agricultores y ganaderos, sectores que tienen un 60 por ciento de los derechos de uso del agua de la zona, según la DGA de Atacama. De esta manera descenderá su presión sobre los acuíferos. «La desaladora está diseñada para abastecer las necesidades de la operación de la nueva mina Cerro Negro Norte y además respaldar el suministro para la planta de concentración magnética ubicada en la comuna de Tierra Amarilla propiedad de la Compañía Minera del Pacífico (propiedad de CAP). Además nos permite cumplir de acuerdo al desarrollo sostenible lo convenido con la autoridad regional», explica Ernesto Escobar, gerente de Asuntos Corporativos del Grupo CAP.

El agua se captará a una profundidad de 17 metros del Océano Pacífico y a una velocidad limitada (un metro por segundo) para no absorber a los peces; desde allí será bombeada a 2m/s hasta la planta, situada a unos 800 metros de la línea de costa (el total de volumen captado es de 100.000 m3). El proceso elegido para eliminar las partículas sólidas y la salmuera es el de ósmosis inversa, una fórmula en la que la compañía tiene sobrada experiencia. Se trata de darle la vuelta al principio de la ósmosis por el que dos líquidos de concentración salina diferente tienden a igualarse cuando entran en contacto. En este caso, se interpone una membrana, de manera que el agua pase a través de unas membranas o filtros a gran presión para aislar los sólidos en suspensión, también llamados ‘salmuera de rechazo’. Dicha salmuera es devuelta al mar, a unos 200 metros de la costa y a una profundidad de 20 m, mediante difusores cada cinco metros. De esta manera se consigue devolver al mar la sal remanente, asegurando su correcta mezcla y sin aumentar peligrosamente la salinidad del agua. De cada 100 litros de agua de mar que se extraen, 45 se convierten en agua desalada y el resto, 55 litros, se devuelve al océano.

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3 comentarios

  1. Estimado Juan Jose
    Muy ciertas tus apreciaciones sobre la construcción de la represa para trasvasar las aguas del río Apurímac (nacientes del río Amazonas), el impacto negativo de esta gran represa son muy grandes, sobre todo aguas debajo de la presa que afectara ecosistemas únicos en las partes altas de los Andes.
    Actualmente ya se vienen llevando aguas de las partes altas de la sierra hacia los desiertos a través de costosas infraestructuras; sin embargo mucha de esa agua se desperdicia por el mal manejo del riego así como la contaminación, y los suelos se encuentran ahora en proceso de salinización. Creo que Arequipa antes de pensar en hacer un nuevo trasvase debe pensar en hacer un uso eficiente del agua que dispone actualmente y ver otras alternativas más viables económicamente y de menos impacto como las que propones.
    Un saludo de un colega biólogo, desde Cusco, Perú

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