Mientras dudo si hablar sobre los nacionalismos en general, por tratarse de un asunto que siempre suscita controversias e irrita a los más susceptibles, me topo con la nota de prensa sobre la que se basará nuestra desiderata de hoy. Francamente no me ha gustado el tratamiento que ofrece la prensa, que no el hallazgo en si mismo. Los nacionalismos, en el ámbito del medio ambiente, se centran a menudo en unos pocos tópicos con vistas a ensalzar los valores patrios, ya sean de Estados, Nacionalidades o Regiones, etc. Son muchísimos los jóvenes lectores de nuestra bitácora que preguntan a cerca de la biodiversidad (en general) de sus países respecto a los de sus vecinos. Del mismo modo, la prensa (y no solo la general, sino también la científica)  se vanagloria  de que el país de donde se descubre mucha biodiversidad de un determinado taxum tenga más que otros que cita (soslayando muchos que no convienen mencionar en el ranking, con vistas a conseguir sus objetivos patrioteros). Pues sí, el número de especies de un Estado, Nacionalidad o Región ensalzan y alimentan los orgullos nacionalistas, cuando es posible (es decir si la diversidad de algún grupo taxonómico es muy abultada). Cabría recordar, como ya hemos denunciado en otros post, que los inventarios actuales padecen de las suficientes deficiencias como para no tomarse muy en serio sus cifras, al menos en la mayor parte de los grupos taxonómicos que conforman el árbol de la vida. Y uno de los mayores defectos procede de la falta de muestreos adecuados para realizar comparaciones rigurosas. Nuestro último post sobre este tema llevaba por título: “La Biodiversidad Del Suelo y su Subestimación por la Ciencia Contemporánea”, aunque hemos escrito muchos más, como este otro que data de hace seis años: “El Nacionalismo y la Ciencia (La Ciencia de los Nacionalismos): Bibliografía Sobre la Historia de la Edafología”. La identidad nacional es algo que llevamos en nuestros genes y memes. Incluso científicos de la talla de Bertrand Rusell, Whitehead y Ludwig Wittgenstein, que compartieron su esfuerzo por reducir la ciencia a los principios de la “lógica”, se vieron envueltos o cayeron en este tipo de comportamientos, muy poco lógicos, se mire por donde se mire. Sus diferentes posturas ante la primera guerra mundial, son mostradas de una manera divertida y amena en esa magnifica obra de divagación denominada “Logicomix”.  Pero a lo que vamos.. No resulta muy difícil encontrar nuevas especies si se muestrean hábitats poco o nada muestreados, o si se hace uso de nuevas técnicas con vistas a determinar lo que, por ejemplo, ahora denominan especies crípticas o el concepto críptico de especies. Dudo mucho que los autores del estudio que mostramos hoy tuvieran en cuenta tal valoración nacionalista en el artículo científico sobre que se basa la susodicha nota de prensa. Empero los plumillas encontraron un filón en algún que otro comentario (…). Lo único que me extraña del estudio reside en que se hable de Andalucía como centro de especiación del taxa de nematodos del suelo estudiado. Siento pena por este tipo de patrioterismos que desvirtúan el valor de un estudio ante la opinión pública. Entiendo que como casi todos los seres humanos, los investigadores tenemos instintos innatos territoriales de pertenencia a un determinado Estado, Nacionalidad o Región y bla, bla, bla.  Ahora bien, en la ciencia no debieran tener ningún lugar. Uno siente la tentación de postularse como apátrida ante tanta tontería. Y ahora permitirme mostrar “que fácil” resulta detectar nuevas especies”, así como que la aparente biodiversidad de especies nuevas de nematodos en el área que escogí para llevar a cabo mi tesis doctoral, me obligó (en parte) a desistir de tal empresa (analizar en profundidad la ecología de los mismos).

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Especie del género Trichodorus. Fuente: Universidad de Davis, California

Ya os comente en un post precedente como en unas pocas muestras de una turbera de la alta montaña del Sistema Central (España) de las cuales ofrecí una parte a un experto en colémbolos del suelo, se detectaron varias especies nuevas para la ciencia (una lleva mi nombre) e incluso un género. Se trataba de una catena hidromórfica ubicada sobre un nicho glaciar, que no había sido previamente muestreado. Así de fácil. Pero a lo que vamos (…). Inicialmente mi tesis debía tratar la estructura de las comunidades de nematodos (nematocenosis) en ecosistemas naturales. El objetivo estribaba en intentar elaborar un catálogo de bioformas (morfología) que diera cuenta de la estructura general de esas nematocenosis en ecosistemas sometidos a diferentes grados de perturbación y degradación. Pues bien, tras comenzar a coleccionar muestras mi director de tesis, Antonio Bello, agroecólogo, pero también taxónomo de nematodos fitoparásitos, empezó a olfatear especies nuevas por doquier. En consecuencia, me sugirió que había que estudiarlas y corroborar/refutar sus sospechas. La taxonomía de muchos grupos de invertebrados resulta ser bastante compleja como requerir un alto grado de adestramiento y especialización. Más aun, por aquel entonces,  incluso pintar con cuidado las características morfológicas de cada nueva especie requería pericia. Y aquí me topé con un dilema. Por un lado, mi pretensión era hacer una tesis de ecología, que no de taxonomía, por lo cual cada vez que Antonio me insistía  en analizar detalladamente algunos de aquellos bichos, más me desalentaba. Por otro lado, desde mi más tierna infancia se constató que lo del dibujo no era lo mío (soy un desastre: al pintar una botella me salían más curvas que la voluptuosa silueta de la Gina Lollobrigida; palabras textuales de mi profesor cuando yo tenía 10 años). Resumiendo, entre mi creciente desánimo y algún que otro acontecimiento, me decanté por cambiar el tema de mi tesis doctoral (que finalmente también viró por tercera vez hacia otro tópico). ¿Qué estaba pasando? Simplemente, debido a que varios nematodos fitoparásitos generan pestes o epidemias en los cultivos, con serias repercusiones en las producciones agrarias, la mayor parte de los expertos en su taxonomía se dedicaban al estudio de estos bichitos en sistemas agrarios, soslayando los ecosistemas naturales.  Por tanto la biodiversidad de estas formas de vida en la naturaleza menos alterada se desconocía en gran medida. Como corolario, al estudiar muestras de suelo en bosques, prados de montaña, etc., no era de extrañar que pudieren encontrarse nuevas especies sin mucha dificultad, a los ojos de un experto meticuloso, porque yo (…). Adicionalmente, las nuevas técnicas biomoleculares dicen que ahora podemos discernir mejor las diferencias en las denominadas especies crípticas (concepto críptico de especies). Estoy completamente convencido que, a igualdad de intensidad de muestreo y con el auxilio de estas novedosas instrumentaciones analíticas, se detectarán también muchas especies en otros territorios. ¿Más que en Andalucía? Probablemente en algunos espacios geográficos sí. ¡A saber! Permítanme pues dudar de si puede hablarse de Andalucía como centro de especiación en un género que, como también ocurre con casi todos los nematodos del suelo, se sospecha que son taxones muy, pero que muy antiguos, tanto como para que ni tan siquiera la Península Ibérica fuera por aquellos remotos tiempos una entidad geográfica como lo es hoy. He leido también que Teruel en lo concerniente a los dinosaurios (…) empero habría que recodar una vez más que nuestra Península y menos aun Teruel, existían de forma alguna en el Mesozoico. Una cuestión es que esta provincia ofrezca un registro fósil envidiable y otra bien distinta la nacionalización patrimonial de (….). Todo esto se me antoja espantoso. Y Dicho esto, felicito a los autores del trabajo que han llevado a cabo para  la detección de tantas nuevas especies. No se quien son los firmantes pero seguro que algun antiguo amigo figura. ¡Qué no lo duden!. ¡felicidades!.

 

Juan José Ibáñez    

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Especie del género Trichodorus. Fuente: Nine-mile Prairie 

Andalucía alberga la mayor biodiversidad de un grupo de gusanos nematodos

Un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto siete nuevas especies de gusanos nematodos que parasitan las raíces de diversas plantas naturales y cultivadas en Andalucía. El hallazgo de los parásitos, que no ponen en riesgo las plantas, confirmaría que España alberga la mayor biodiversidad mundial del género Trichodorus. Los resultados aparecen publicados en la revista Nematology.

FUENTE | CSIC 15/09/2012

Los nematodos han sido hallados en las raíces de vid, olivo, acebuche, alcornoque, castaño, eucalipto y pino. Se caracterizan por un cuerpo cilíndrico de 0,6 a 1,1 milímetros de longitud y de 21 a 51 micras de anchura. Tienen un estilete o aguja para atravesar las células vegetales, además de una cola redondeada. Se alimentan de la raíz de las plantas y pueden aparecer en el suelo que rodea esas raíces o anclados a ellas.

Las nuevas especies descubiertas son: Trichodorus andalusicus n. sp., Trichodorus asturanus n. sp., Trichodorus silvestris n. sp., Trichodorus parasilvestris n. sp., Trichodorus onubensis n. sp., Trichodorus iliplaensis n. sp. y Trichodorus paragiennensis n. sp. «Con un total de 15 especies citadas, España presenta la mayor biodiversidad mundial de Trichodorus, y aparentemente constituye un centro de especiación para este grupo de nematodos«, explica el coordinador del estudio, el investigador del CSIC en el Instituto de Agricultura Sostenible, Pablo Castillo.

Asimismo, el trabajo confirma la existencia de especies crípticas, es decir, indistinguibles morfológicamente, pero distantes desde un punto de vista filogenético. El estudio ha contado con la colaboración de científicos del Museo de Ciencias Naturales y de la Universidad de Gante (Bélgica), de la Escuela Superior Agraria de la Universidad de Coimbra (Portugal), de la Universidad do Minho de Braga (Portugal), y del Instituto de Protección de las Plantas del CNR en Bari (Italia).

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