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El Bosque Rojo de Chernóbil. Fuente: Blog Abadia Aljarafe

La tragedia del accidente de la Central nuclear de Chernóbil  (hace más de 25 años) ha dado lugar a que los científicos puedan testar que ocurre en un ecosistema cuando las comunidades microbianas del suelo y otros organismos descomponedores desaparecen. En realidad, no se trata de una erradicación absoluta. Sin embargo es lo suficiente grave como para monitorizar que ocurre cuando son severamente diezmadas. La Noticia que os expondremos hoy resulta ser bastante ilustrativa, por lo que merece la pena leerla detenidamente. En esta introducción tan solo esbozaremos algunos rasgos. Troncos que apenas se descomponen, ciclos biogeoquímicos severamente alterados hojarasca que se acumula sobre los horizontes órgano-minerales del suelo, etc. Todo ello redunda en un mayor riesgo de propagación de los incendios forestales y la de la propia radioactividad allí acumulada hacia ecosistemas más o menos colindantes. Por todo ello, la falta/ralentización en el reciclado de nutrientes impide o frena que crezca adecuadamente nueva vegetación, alterando toda la cadena trófica y la sucesión ecológica. Hablamos del conocido Bosque rojo o “red forest”.

El análisis, aun siendo interesante, “parece” (por el contenido de la nota de prensa) que no han sido analizadas las comunidades biológicas del suelo, sino tan solo las repercusiones en lo concerniente a la descomposición de la materia orgánica vegetal, ya que la animal debe brillar por su ausencia. Cuando en un ecosistema desaparece o se diezma el metabolismo del suelo, su reciclado también queda severamente dañado, convirtiéndose en otro que podemos llamar “vertedero”, es decir repleto de residuos. ¡Tremendo!. Podéis seguir leyendo el estudio detenidamente más abajo.

Era de esperar, lo previsto, si bien al leerlo uno sigue pensando que las tecnologías humanas actuales son más peligrosas que las propias guerras y enfermedades convencionales (no se habla en el texto los gravísimos y a menudo mortíferos efectos de la radiación sobre la población humana que he leído y visionado en documentales televisivos). Ya veremos que ocurre en amplias zonas agrícolas de Japón, tras el accidente nuclear de Fukushima. Prefiero no pensarlo.

Juan José Ibáñez  

Peligrosa ausencia de microbios en el Bosque Rojo de Chernóbil

El 26 de abril de 1986, la ciudad ucraniana de Chernóbil se vio afectada por el que se considera uno de los mayores desastres medioambientales de la historia: el accidente de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, situada a 18 kilómetros de la ciudad.

FUENTE | Tendencias21 21/03/2014

 La explosión de esta central provocó en su momento la muerte de 31 personas, y la evacuación de cientos de miles de afectados. Extensas áreas permanecieron deshabitadas durante años. Pero los humanos no fueron los únicos que sufrieron este desastre. Los pinos de un área de cuatro kilómetros cuadrados en las cercanías del reactor adquirieron un color marrón dorado y murieron, dando lugar al llamado «Bosque Rojo«. Además, en un radio de unos 20 ó 30 kilómetros alrededor del reactor se produjo un aumento de la mortalidad de plantas y animales.

¿Qué pasó con los microbios? Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Carolina del Sur (EE.UU.), estos también se vieron afectados por la radioactividad. Las consecuencias de este daño se pueden notar aún hoy día, casi 30 años después de la tragedia.

DETRITOS VEGETALES ACUMULADOS

La investigación ha revelado en concreto que la desaparición de microbios en la zona de Chernóbil frenó la descomposición de la hojarasca y otras materias vegetales. En consecuencia, en ella se han acumulado detritos sueltos y secos que incrementan el riesgo de incendios forestales. Estos incendios, a su vez, podrían impulsar la propagación de la radioactividad a otras zonas.

Tim Mousseau, profesor de biología y codirector de una iniciativa de investigación sobre Chernóbil y Fukushima de la Universidad de Carolina del Sur, analizó a fondo el Bosque Rojo, que se extiende unos 10 kilómetros cuadrados alrededor de la central nuclear de Chernóbil. En este análisis, Mousseau y su colaborador Anders Møller, de la Universidad Paris-Sud, notaron algo inusual: los troncos de los árboles muertos allí por la explosión seguían bastante enteros, a pesar de los años que habían pasado. En una situación normal, un árbol muerto puede descomponerse por completo en una década.

Para tratar de averiguar qué ocurría, los científicos evaluaron la velocidad a la que el material vegetal se descomponía en el Bosque Rojo, en función de la radiación. Lo hicieron colocando cientos de muestras de hojarasca no contaminada (agujas de pino y roble; y hojas de arce y abedul) en mallas, en toda la zona. Los lugares fueron escogidos para cubrir una amplia gama de dosis de radiación; y las muestras fueron recuperadas tras nueve meses al aire libre, informa la Universidad de Carolina del Sur en un comunicado.

RESULTADOS OBTENIDOS

El análisis estadístico de la pérdida de peso de cada muestra tras ese tiempo demostró que
la radiación más alta estaba relacionada con una menor pérdida de peso de la hojarasca. En las zonas más contaminadas por radiación, la pérdida de peso de ésta fue un 40% menor que en otras zonas ucranianas con niveles de radiación corrientes.

El equipo llegó a la conclusión de que las bacterias y hongos que descomponen la materia vegetal en ecosistemas sanos habrían sido obstaculizados por la contaminación radioactiva. Este efecto nocivo fue menor para pequeños invertebrados, como las termitas, que también contribuyen a la descomposición de la biomasa vegetal.

CONSECUENCIAS

Según Mousseau
, la descomposición más lenta de los detritos vegetales probablemente haga más lento también el crecimiento de otras plantas, puesto que los productos de la descomposición vegetal son nutrientes para nuevas plantas. Este punto quedó demostrado en un estudio previo de Mousseau y su equipo, con Pinus sylvestris localizados cerca de Chernóbil. Los científicos constataron que, en el caso de estos árboles, la radiación habría reprimido sus tasas de crecimiento e interactuado con otros factores medioambientales y características fenotípicas para influir en sus trayectorias de crecimiento.

Pero hay otra consecuencia derivada de la pérdida microbiana en la zona, mucho más peligrosa, pues ésta podría propiciar la propagación de la radioactividad. La razón sería la siguiente: la hojarasca acumulada supone un aumento del peligro de incendios catastróficos, cuyo humo podría trasladar las partículas radioactivas que queden a zonas pobladas. «Esta acumulación de hojarasca que hemos medido, y que probablemente es una consecuencia directa de la reducción de la actividad de descomposición microbiana, es como leña. Es seca, ligera y se quema muy fácilmente. Hace que sea más probable que se den incendios forestales de un tamaño catastrófico», concluye el investigador.

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Un comentario

  1. Entonces, ¿Los árboles de la zona, han recogido la radiación? y ¿Los los organismos microbianos, detritus, no viven por la radiación de la materia vegetal, contaminada?

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