El Fuego y su Ineludible Importancia en los Ecosistemas (Incendios Forestales)
El Fuego en el MIndo; Fuente: Managing the human component of fire regimes: lessons from Africa By Sally Archibald; http://rstb.royalsocietypublishing.org/content/371/1696/20150346
Hoy es un lunes de verano cualquiera. El domingo anterior pase varias horas buscando una tabla que había utilizado en alguna conferencia, hace más de 20 años, con vistas a demostrar a los asistentes que los incendios son recurrentes en todos los biomas del mundo desde hace cientos de millones de años, si bien las cifras que buscaba tan solo daban cuenta de los periodos de retorno en ecosistemas representativos de los mentados biomas (tundra, taiga, bosques templados, mediterráneos, subtropicales, tropicales, etc.). Lamentablemente no la encontré, ya que era antigua y no debí digitalizar la diapositiva. ¡Lo lamento!, no obstante los contenidos que os ofrecemos hoy dan cuenta de todo ello.
La diferencia entre unos ecosistemas y otros no estriba en que unos sean eventualmente pasto de las llamas y otros no, sino en los respectivos periodos medios de recurrencia o retorno. Así, en los bosques boreales, o en los templados la frecuencia es obviamente mucho menor que en los mediterráneos. Empero cabe señalar que si la memoria no me falla, no ningún caso superaban los cien años. En algunos ambientes, como en los bosques subtropicales secos y en los aludidos mediterráneos, los periodos de retorno no superaban más que unos pocos decenios. Por lo tanto, la existencia de grandes bosques muy longevos sería más cuestión de serendipia (acontecimientos afortunados) y/o condiciones microclimáticas muy longevas que de sus propiedades idiosincrásicas.
De hecho, el artículo que ha dado lugar a la noticia de hoy ha sido publicado en la revista Fire Ecology, con un modesto factor de impacto de 1.4. Sorprende pues que un hecho que debía ser archiconocido por los expertos, sea publicado a bombo y platillo como si fuera un descubrimiento relevante. La revista en cuestión es estadounidense, lo cual no deja de ser una paradoja. Los investigadores y técnicos forestales yanquis, han sido pioneros en el uso del fuego para el control de la biomasa de los Chaparrales americanos, parte de cuyas limpiezas eran realizados por reclusos vigilados. Obviamente, en los bosques templados de aquél país los periodos de retorno son más prolongados que en los matorrales y bosques mediterráneos de California. El objetivo de un incendio controlado resulta doble (i) mantener los ciclos naturales del fuego y (ii) evitar que una excesiva acumulación de la biomasa, excedido tal periodo de retorno, diera lugar a incendios devastadores y mucho más peligrosos que los naturales. De hecho, en el susodicho artículo se defiende que el fuego es necesario para mantener la salud de los ecosistemas forestales a largo plazo, dictamen que ya defendimos aquí hace más de diez años, ya que las evidencias ya eran palmarias en las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado.
Obviamente, la acción humana ha alterado los ciclos naturales del fuego en numerosos ecosistemas, generalmente incrementando su frecuencia, aunque a veces induciendo el proceso contrario, especialmente en parques naturales y espacios protegidos, que nos gustaría que no fueran pasto de las llamas, hasta que les correspondiera de promedio. En este último caso, tendemos a proteger/aislar el combustible de la mecha, por lo que a la larga el problema resulta ser más grave. El abandono de tierras, la expansión urbana hasta el límite de los bosques, la construcción de residencias y urbanizaciones rodeadas de masas arboladas, turistas sin la debida cultura, etc., son algunas de las razones que generan gravísimos incendios, así como la pérdida de vidas humanas e infraestructuras, que no el fuego en si mismo. Ya escribimos sobre estos temas hace varios años, como podéis constatar en esta bitácora.
A la vista de lo expuesto, los investigadores, armados con nuevas instrumentaciones no disponles cuando se elaboró la tabla aludida, deberían ir afinando los periodos de recurrencia y actuar en consecuencia cuando llega el momento. Del mismo modo los gestores de urbanismo necesitan inexcusablemente impedir que las construcciones humanas sobrepasaran los límites a los que anteriormente nos referíamos. Más aún, tampoco se debía dejar que ciertos propietarios o instituciones oficiales reforestaran sin elaborar planes previos acerca de la ecología del paisaje que eviten que las llamas se propaguen a lo largo y ancho de grandes extensiones. Ahora bien, el fuego ha sido compañero, que no enemigo de la naturaleza, cientos de millones de años antes de que el hombre apareciera sobre la faz del Planeta.
Junto con la nota de prensa que ha dado lugar a este post, os mostramos el enlace a un artículo que nos informa del papel del fuego en la biosfera desde tiempos remotos, así como otros datos de interés. Y reflexionemos, el fuego no es el problema, sino que casi como siempre los conflictos los generamos nosotros, mediante nuestras acciones e inacciones.
Juan José Ibáñez
Understanding forest fire history can help keep forests healthy
by Staff Writers; Columbia MO (SPX) Jul 07, 2016
Revista Fire Ecology (Ecología del Suelo) con un factor de Impacto 1.422
For nearly a century, forest fires have been viewed by scientists and the public as dangerous and environmentally damaging disasters. However, recent research has shown that forest fires are vital to maintaining healthy forests. While people in the western portions of the U.S. experience forest fires often and know of their value, many people on the eastern side of the U.S. do not know of their importance. In a new study, University of Missouri researchers have studied tree rings throughout Oklahoma and Tennessee to determine the history of fires in those areas.
Michael Stambaugh, assistant research professor in the MU College of Agriculture, Food and Natural Resources, says understanding this history is important for managing and improving the ecology of forests in the future.
«Many forest ecosystems are fire-dependent, meaning that in order to maintain their health and vibrancy, they must be subjected to fire on a regular basis,» said Stambaugh, who is a member of the Missouri Tree-Ring Laboratory at MU. «By understanding how fire has maintained forest ecosystems in the past, we can determine the best ways to use fire to maintain those forests in the future.»
To study the history of fire in Oklahoma and Tennessee, Stambaugh examined tree rings from 332 trees in eight different sites throughout both states. Stambaugh found 843 different fire scars embedded within the tree rings and was able to determine when and how often each site experienced forest fires over the last 300 years.
He found that despite having a wetter, cooler climate, forests in Tennessee experienced higher fire frequency than Oklahoma. He also found that fires existed in those areas long before Euro-American settlement, showing that fire has been important to those forests for centuries.
«The history of fire in America also is the history of humans on this continent,» Stambaugh said. «Humans have been here for more than 12,000 years and everywhere we see humans move, we see fires follow or be altered. This has been a constant for so long that forest ecology has become dependent on these fires, if they already weren’t before humans arrived.
«However, many parts of the U.S., especially in the eastern half of the continent, have not experienced forest fires in more than 150 years because humans have worked hard to prevent those fires. Many of those forests are now suffering because of the lack of fire to help renew the ecology.»
In order to understand the effects of fire around the U.S., Stambaugh and his fellow MU researchers are cataloging the history of fire by studying tree rings from trees throughout the entire country.
The study, «Scale Dependence of Oak Woodland Historical Fire Intervals: Contrasting the Barrens of Tennessee and Cross Timbers of Oklahoma, USA,» was published in Fire Ecology. The study was coauthored by MU Associate Professor Richard Guyette along with Joseph Marschall and Daniel Dey of the USDA Forest Service Northern Research Station located at MU.
Interesante document de la FAO
Juli G. Pausas Incendios necesarios: El fuego en los ecosistemas terrestres: ahora y siempre. (El del CUDE, Valencia)
A Burning Story: the role of fire in the hisotry of life
Burning Story: The Role of Fire in the History of Life (Biogeosciences)
JULI G. PAUSAS AND JON E. KEELEY
Ecologists, biogeographers, and paleobotanists have long thought that climate and soils controlled the distribution of ecosystems, with the role of fire getting only limited appreciation. Here we review evidence from different disciplines demonstrating that wildfire appeared concomitant with theorigin of terrestrial plants and played an important role throughout the history of life. The importance of fire has waxed and waned in association with changes in climate and paleoatmospheric conditions. Well before the emergence of humans on Earth, fire played a key role in the origins of plant adaptations as well as in the distribution of ecosystems. Humans initiated a new stage in ecosystem fire, using it to make the Earth more suited to their lifestyle. However, as human populations have expanded their use of fire, their actions have come to dominate some ecosystems and change natural processes in ways that threaten the sustainability of some landscapes.
Keywords: fire regime, fire history, fire ecology, plant evolution, human evolution
Tradicionalmente los incendios forestales se han visto como un proceso de destrucción de nuestros ecosistemas, como un desastre ecológico. Una visión negativa de los incendios que se aprecia tanto en personas de la calle como en muchos profesionales del medio ambiente. La idea básica de esta posición se fundamenta en que los incendios son causados por los humanos y, por tanto, en condiciones «naturales» (sin humanos) no deberían producirse. También se basa en las observaciones del ecosistema justo después del paso del fuego («el desastre»), sin tener una visión dinámica y a medio o largo plazo. Sin embargo, cada vez tenemos más evidencias de que los incendios de la vegetación son procesos naturales que han ocurrido en la naturaleza desde hace millones de años, probablemente desde que aparecieron las plantas terrestres. Durante la historia de la vida los fuegos han contribuido a modelar la naturaleza, las características de las plantas, la estructura de las comunidades, la distribución de los biomas y la diversidad de las flores.
Ciertamente, la aparición de los humanos ha generado cambios en los regímenes de incendios en muchos ecosistemas, tanto incrementando la frecuencia (con incendios provocados) o intensidad, como disminuyéndola (con la extinción de incendios producidos por causas naturales). Estas desviaciones con respecto a los regímenes de fuego históricos pueden tener consecuencias negativas para la biodiversidad. Sin embargo, como veremos a lo largo del artículo, este hecho no quiere decir, ni mucho menos, que los incendios no sean un proceso natural en nuestros ecosistemas o que sean negativos para la biodiversidad.
Un pasado que quema
Para que haya fuego hacen falta tres componentes: ignición, oxígeno y combustible. En nuestro planeta siempre ha habido fuentes de ignición (rayos, volcanes, etc.). El combustible apareció en el Silúrico (hace 450 millones de años) con la colonización de la vida terrestre por las plantas, que son también la fuente de oxígeno de la biosfera. Se han encontrado carbones fósiles que indican la existencia de incendios desde los inicios de las plantas terrestres, y existe una gran acumulación de carbones fósiles durante el Carbonífero (hace 359 millones años). De hecho, durante esta época la concentración de oxígeno llegó a valores muy elevados (aproximadamente al 31%, comparado con el 21% actual), condición que confería inflamabilidad a la vegetación en condiciones de humedad que actualmente harían difícil que ardiese. Después, durante toda la historia de la vida, el régimen de incendios ha ido variando, tanto por cambios climáticos como por cambios en la fauna (consumidores de combustible) y, durante el último período de la historia, por cambios relacionados con la humanidad (cambios socioeconómicos, gestión de los ecosistemas, etc.). Pero de lo que no cabe duda es de que incendios ha habido siempre durante la historia evolutiva de las plantas y, por tanto, se puede esperar que muchas plantas hayan adquirido características y estrategias que les permitan vivir en zonas que se incendian frecuentemente. Es más, actualmente se piensa que la explosión y dominancia de las angiospermas durante el Cretáceo (entre 145 y 65 millones de años) fue posible gracias a los fuegos recurrentes.
El fuego se da en casi todos los ecosistemas del mundo, porque hay rayos (que a menudo caen en períodos secos) y biomasa combustible en casi todas partes. Incluso en zonas áridas, como por ejemplo en el centro de Australia, los ecosistemas no se pueden entender sin considerar los fuegos. Esta gran importancia de los fuegos en el mundo hace que los incendios sean uno de los procesos más importantes a la hora de entender los ciclos globales de CO2 y de nutrientes. La diferencia principal es que el régimen de fuegos varía entre ecosistemas. Por ejemplo, la zona donde los incendios son más frecuentes son las sabanas tropicales, donde los intervalos entre fuegos pueden ser de entre uno y cinco años. Esta elevada recurrencia no permite que se acumule mucha biomasa combustible y hace que los incendios en estos sistemas sean de intensidad baja. En cambio, en las zonas boreales, los incendios son poco frecuentes –con intervalos de decenas o cientos de años– sin embargo, cuando se dan, alcanzan mucha intensidad. En los ecosistemas mediterráneos estamos en una situación intermedia, con frecuencias de pocas decenas de años. Es cierto que los humanos han incrementado las igniciones de incendios, pero también han reducido la extensión a causa de la fragmentación del territorio (agricultura y urbanismo) y a la extinción. Al gestionar los bosques, los humanos también han modificado los tipos de incendios. Por ejemplo, la prevención y extinción de fuegos en zonas típicas de incendios de superficie ha reducido la frecuencia de incendios, pero cuando hay un incendio la intensidad es mucho más elevada debido a la mayor acumulación de combustible.