El Saber campesino unido a la ingeniería agrícola: la cañahua y Trigidia Jiménez (cultivos para ambientes extremos, sequias……)

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Fuente: Imágenes Google

¿Quien es de Trigidia Jiménez?. ¿Qué es la cañahua?. Hoy os lo vamos a explicar someramente. Esta mujer andina merece una estatua sobre un enorme pedestal. El coraje de una mujer, en un ambiente machista, para revelarse, obtener el título de ingeniería y dedicar toda la vida, contracorriente, mostrando de lo que es capaz la cultura Andina al ofrecer al mundo, sin dinero, pero con pasión, tenacidad e ingenio este tipo de alimento. Sobran estupideces como “cultivo inteligente” o “alimento del futuro”, para promocionar lo que se vende por sí solo. Ya mentaban “alimento del futuro” al comenzar a promocionar la quinua, como os mostramos en nuestro post: De Comida para Salvajes a Superalimentos Postmodernos. Las Enseñanzas de la Agricultura Inca (Maca, Quinua, etc.) . Trigidia muestra al mundo un ejemplo del soslayado acervo que se encuentra en la etnobotánica y etnoagricultura andina y lo que puede ofrecer a la soberanía alimentaria mundial. Una nueva alegría en tiempos en las que escasean. Esta vez, si se ha hecho justicia, siendo merecidamente galardonada y convirtiéndose en un símbolo de lo que el sexo femenino latinoamericano logró a lo largo de los tiempos en materia de agricultura. la Quinua comenzó a comercializarse, a aquí en España, no hará mucho más de 10 años, y ya ha alcanzado un cierto éxito entre los consumidores.  

Leí hace años que tradicionalmente las mujeres andinas eran adiestradas desde tiempos inmemoriales a jugar desde niñas hibridando plantas con vistas a obtener nuevas variedades. Excelente manera de enseñar a los infantes para colaborar en las tareas comunitarias. Como comentamos en varias ocasiones, seguramente, de ellas es el fruto de los cientos de variedades de papas y de otros alimentos de la tierra, que hoy se consumen y palian el hambre alrededor de todo el mundo.    La Ingeniera Jiménez ha estudiado intensivamente, a lo largo de casi toda su vida la cañahua, una especie alimenticia que medra en las condiciones más adversas, como sequías prolongadas, inundaciones, fríos, suelos difíciles, siempre teniendo en cuenta la salud del medio edáfico, etc.

Una vez más, tenemos un nuevo ejemplo, de que no resulta necesario, invertir ingentes cantidades de dinero y movilizar numerosos equipos de científicos, tecnología con vistas a obtener alimentos que se adapten a condiciones extremas. Y de este modo, nos liberamos del yugo de las multinacionales de la agroindustria, que escudándose en las cuantiosas inversiones que han tenido que realizar con vistas a lograr “super-alimentos”, “tocando los genes” tras onerosas pruebas de campo y bla, bla, bla.

No os voy a adelantar nada más. Abajo os reproduzco la noticia que versa sobre esta mujer y la cañahua procedentes de varios rotativos latinoamericanos y Españoles. Muchas gracias Trigidia Jiménez, por tu labor abnegada y vida repleta de sacrificios en pro de la soberanía alimentaria, no solo en Bolivia, sino que esperemos que para todo el mundo.

Leer porque no tiene desperdicio.

Juan José Ibáñez

Continúa……..

De acuerdo a Wikipedia Chenopodium pallidicaule, de nombre común cañahuacañihua o kañiwa (del quechuaqañiwa), es una especie del género Chenopodium similar en su composición a la quinua. Es nativa de la región andina con más de 200 variedades y se cultiva en el Altiplano andino, especialmente en Perú y Bolivia, desde hace milenios. Entre sus características específicas se encuentra la especial tolerancia a las condiciones específicas de alta montaña, el alto contenido en proteínas y fibra dietética y rico contenido fenólico. Es especialmente resistente a sequías e inundaciones.  (….) Se ha distribuido ancestralmente en los Andes de Bolivia y Perú.1​ En el sitio de La Barca en el departamento de Oruro Bolivia, se han encontrado evidencias bioarqueológicas del siglo XIII a. C.2​. Se cultiva entre los 3600 a 4500 msnm.3​.

 

La ingeniera quechua que rescató del olvido el grano que resiste al cambio climático

La agrónoma boliviana Trigidia Jiménez combina saberes científicos y ancestrales en Bolivia para la producción de cañahua

ANDRÉS RODRÍGUEZ; La Paz – 31 JUL 2022 – 01:44 CEST

La vida de Trigidia Jiménez siempre estuvo ligada al campo. El contacto con la tierra, con el sol y la naturaleza son lo suyo. Sus primeros recuerdos con la agricultura provienen de su padre, quien le transmitió el amor por la producción de alimentos cuando vivían en Mina San José, en Oruro, donde sembraban papa. Por eso no es raro que cuando le pusieron por primera vez en su mano una semilla de cañahua, ella sintió una conexión inmediata: “Es un poco complicado explicarlo, es como si me hubiera pasado una corriente eléctrica”. Fue amor a primera vista. 20 años después, la ingeniera agrónoma boliviana, gracias a la combinación de saberes científicos y ancestrales, se ha convertido en un referente internacional por su trabajo en la producción, transformación y comercialización de este cultivo inteligente que diferentes especialistas consideran como el superalimento del futuro.

La cañahua, “prima hermana” de la quinua, es considerada un cultivo inteligente por su alta resiliencia al cambio climático, sequías e inundaciones sin perder su capacidad productiva. Jiménez produce este grano en Granja Samiri, su emprendimiento, ubicado en el municipio de Toledo, en el departamento de Oruro, en el suroeste de Bolivia. Las condiciones agroecológicas de esta localidad, según la ingeniera, son “muy adversas”, debido al frío, a los suelos pesados y la corriente de viento. Sin embargo, a pesar de ser un grano “tan pequeñito, es poderoso. Según explica, el “único objetivo” de la cañahua cada ciclo agrícola es producir grano para alimentarnos. “A futuro va a ir empeorando esto del cambio climático, con pocas lluvias y más frío. Estas especies que tienen esa gran adaptabilidad a los cambios bruscos nos van a alimentar a futuro”, afirma Jiménez a América Futura a través de una videollamada.

Cuando Jiménez comenzó su relación con la cañahua no existía un mercado para este producto y la producción llegaba a ocupar una media hectárea de terreno, suficiente para el consumo anual de una familia. Dos décadas después, el cultivo ha hallado un mercado en el subsidio para la lactancia que reciben las madres en Bolivia, gracias a las 1.500 familias que se ocupan de producir el grano en 2.000 hectáreas, o su equivalente a aproximadamente 2.800 canchas de fútbol reglamentarias. Esto fue en gran parte resultado del “trabajo hormiga” de la ingeniera quechua para darle una revalorización a este cultivo, no solo en el tema de la producción primaria, sino también en aspectos como la transformación del producto y en hallar un mercado.

Estos logros de la ingeniera de 54 años, una de las impulsoras de la Red Nacional de Saberes y Conocimientos en Cañahua, no pasaron desapercibidos. El pasado mes de abril fue reconocida como una de las “Líderes de la Ruralidad” de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. El premio, denominado “Alma de la Ruralidad”, es parte de una iniciativa para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, región clave para la seguridad alimentaria, nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.

“Ser productor de alimentos es la carrera más sacrificada y la menos reconocida. Las familias que están dedicadas a la producción de alimentos son personas que aman lo que hacen y no abandonan su tierra. El reconocimiento no solo es a mí, sino a todos los productores de cañahua que tienen esa fortaleza de no dejar lo que les apasiona”, afirma.

Los logros alcanzados en los últimos años han permitido la industrialización de la cañahua para ser consumida como harina, pito (harina precocida en Bolivia), insuflados, barras energéticas, galletas y sopas, entre otros usos. La Granja Samiri, cuyo espacio de producción abarca entre las 80 a 100 hectáreas, colabora con el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal hace más de 10 años. En este tiempo se ha trabajado en cuatro ecotipos de cañahua, de los cuales variedades como la Wila y la Samiri ya han sido liberadas. El grano también se produce en países como Ecuador, Chile y Perú. Solo en Bolivia existen más de 800 ecotipos de este cultivo. “Hemos podido ver que cada color de la cañahua tiene una vocación de transformación, que puede ser específicamente para diferentes usos en la industria de alimentos”, precisa.

La ingeniera es consciente de que aún queda trabajo por delante y explica que, para domesticar y liberar una subespecie silvestre, se necesita de seis a siete ciclos agrícolas (siembra y cosecha –una vez al año–) para alcanzar un cultivo con 99% de pureza varietal. “Bolivia tiene un potencial genético en lo que es la cañahua. Hay mucho todavía por trabajar en los ecotipos hasta lograr y manifestar su máxima expresión genética”, agrega.

Una de las columnas para el éxito de Granja Samiri, según Jiménez, fue la fusión del conocimiento ancestral y el científico, una combinación fundamental para lograr un emprendimiento rural sostenible. A quienes guarda mucho respeto y recuerda con gran cariño es a sus suegros. Ambos, con una “conexión directa con la naturaleza” y un conocimiento “exquisito” sobre la cañahua, le enseñaron sobre los procesos de producción y transformación. “A veces las universidades son muy cuadradas. Te dicen que uno tiene todo el poder de solucionar las cosas. Mi suegro me enseñó a respetar y a pedir permiso a la madre tierra para que nos dé una buena producción, a respetar el espacio que tiene cada ser viviente en el ecosistema porque cada uno cumple un rol y una funciónSon conocimientos que hay que recuperar”, afirma.

El machismo en la ruralidad

Nada fue sencillo para Jiménez, desde la elección de su carrera en la universidad en la década de los ochenta. En el seno de su familia creían que la ingeniería agrónoma era una carrera exclusiva para varones y “muy dura” para una que una mujer afronte a la par de la que consideraban su “obligación” de formar un hogar. El único que la apoyó fue su padre. Asimismo, con la Granja Samiri fue muy difícil poder lograr que la gente entienda que una mujer es capaz de liderar una empresa. Dice que su esposo fue su “mejor socio”, pero que, tras su fallecimiento a causa de la covid-19 hace dos años, todos pensaron que su emprendimiento “iba a morir”.

“En el área rural, se vive aún más fuerte el machismo. Sientes las dudas hacia tus capacidades y menosprecio. Lo que no se dieron cuenta es que detrás de la imagen de mi esposo había una mujer que estaba construyendo sus sueños poco a poco. Me hice cargo al 100% y salí a seguir jalando el carro con el apoyo de mis hijos”, dice Jiménez.

Hace dos o tres años Jiménez decía que fue ella quien eligió a la cañahua para que escribieran una historia juntas. Pero se equivocó: “Estoy convencida de que [la cañahua] me eligió a mí”. Dice que en ese momento era una mujer sumisa, que no creía en sí misma, y ahora puede decir que es una mujer de pollera “orgullosamente quechua, fuerte y poderosa como la cañahua”. “La cañahua me ha enseñado a ser una mujer resiliente al machismo dentro de mi familia y dentro de mi comunidad, que puede tener objetivos bien claros y concretos en la vida. He aprendido mucho de ella y gracias a este cultivo soy una mujer feliz”.

LA BOLIVIANA TRIGIDIA JIMÉNEZ, QUIEN RESCATÓ UN CULTIVO ANCESTRAL ESTRATÉGICO PARA LA SEGURIDAD ALIMENTARIA, ES RECONOCIDA POR EL IICA COMO “LÍDER DE LA RURALIDAD”

Cuando Trigidia Jiménez empezó a cultivar la cañahua, esta solo era utilizada para autoconsumo en Bolivia, pero hoy es producida por más de 1.500 familias que la comercializan.

San José, 25 de abril de 2022 (IICA). La ingeniera agrónoma boliviana Trigidia Jiménez, quien combinó saberes científicos y ancestrales en Bolivia para potenciar el cultivo de la cañahua, fue reconocida como una de las “Líderes de la Ruralidad” de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

Jiménez es una mujer quechua que se propuso rescatar un grano de alto valor nutritivo cuyo cultivo fue desarrollado por los pueblos indígenas en tiempos prehispánicos pero luego fue desplazado por alimentos introducidos en Bolivia. Cuando ella empezó a cultivar la cañahua, esta solo era utilizada para autoconsumo, pero hoy es producida por más de 1.500 familias que la comercializan.

El premio, denominado “Alma de la Ruralidad”, es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, región clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.

Trigidia se crió en el campo y heredó de su padre la pasión por la agricultura. Desafiando los estereotipos de género, realizó estudios universitarios y trabajó durante años en la ciudad, pero a los 45 años, casada y con cuatro hijos, decidió volver al campo para reencontrarse con sus raíces.

Es una de las impulsoras de la “Red Nacional de Saberes y Conocimientos en Cañahua”, organización que busca darle visibilidad a este cultivo, dada su importancia para la seguridad alimentaria y sus cualidades resilientes al cambio climático.

La Red tiene el apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y una amplia participación de actores.

El Premio Líderes de la Ruralidad otorgado por el IICA es un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia.

El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.

Trigidia Jiménez, la mujer que con la agricultura aprendió a ser resiliente

Trigidia Jiménez nació en una familia boliviana de agricultores que se vio obligada a abandonar el campo cuando ella era niña, debido a que surgieron obstáculos para vender el trigo que producían.

Así, ellos dejaron la comunidad de Chaupi Molino, en el departamento de Chuquisaca, y su padre comenzó a trabajar como minero en la mina San José, en Oruro. Sin embargo, nunca abandonó su amor por la naturaleza y por la agricultura y todos los fines de semana, al pie del cerro San José, enseñaba a su pequeña hija a cultivar papa y a reconocer y valorar las propiedades nutritivas y medicinales de las plantas nativas.

Jiménez heredó así la pasión por el campo y a los 18 años se atrevió a abordar una aventura que parecía vedada para la mayor parte de las mujeres en Bolivia: ir a la universidad y estudiar ingeniería agronómica.

Ese fue el comienzo de un largo camino que la llevó a ser considerada hoy la mayor promotora y productora en el país de cañahua, un grano andino de extraordinarias propiedades nutritivas que es cultivado de manera orgánica con el saber ancestral de los pueblos indígenas.

Muchos no conocen la cañahua, porque si bien su cultivo tiene una tradición milenaria, había sido relegado al olvido en tiempos de la colonia.

Muchos no conocen la cañahua, porque si bien su cultivo tiene una tradición milenaria, había sido relegado al olvido en tiempos de la colonia. De hecho, cuando Trigidia comenzó, la cañahua se cultivaba en Bolivia únicamente para el autoconsumo. Después de diez años se ha generado una dinámica económica virtuosa, gracias a la cual hoy más de 1.500 familias la producen y la comercializan.

Soy una mujer quechua boliviana orgullosa de sus raíces que ha logrado descubrir sus propias capacidades al romper los estereotipos machistas. En el área rural de Bolivia muchas veces se considera que una mujer no puede liderar una empresa o un emprendimiento, pero yo demostré que se puede ser una mujer feliz y realizada”, dice Trigidia, creadora de la granja Samiri, en el municipio andino de Toledo, donde empezó cultivando apenas una hectárea y hoy trabaja sobre 80.

“Quiero que la cañahua se posicione en la canasta familiar de los bolivianos, porque es un súper alimento, pero muchos no lo saben”, se entusiasma ella, que en 2017 fue una de las impulsoras de la “Red Nacional de Saberes y Conocimientos en Cañahua”.

Esta organización, que tiene el apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y una una amplia participación de actores, busca darle visibilidad a la cañahua, dada su importancia para la seguridad alimentaria y sus cualidades resilientes al cambio climático.

El regreso al campo

Trigidia conoció a su esposo, también hijo de agricultores, en la universidad, en la ciudad de Oruro. Ambos se graduaron como ingenieros agrónomos, se casaron, tuvieron cuatro hijos y se desempeñaron en distintos trabajos en la función pública y en consultorías.

Durante las vacaciones ellos iban a la zona rural a colaborar con los suegros de Trigidia en las tareas agrícolas y ella comenzó a sentirse cada vez mejor. “Me di cuenta –explica- que quería estar en contacto con la tierra. No quería seguir con un trabajo de escritorio. Comencé a conectarme con la naturaleza y a preguntarme si era feliz en la ciudad”.

Fue entonces cuando su suegro le contó a Trigidia sobre el cultivo y el valor nutritivo de la cañahua, grano sobre del cual él tenía un gran conocimiento adquirido de manera ancestral.

Es una de las impulsoras de la “Red Nacional de Saberes y Conocimientos en Cañahua”, organización que busca darle visibilidad a este cultivo, dada su importancia para la seguridad alimentaria y sus cualidades resilientes al cambio climático.

Con toda la familia, Trigidia decidió entonces mudarse al campo, donde iniciaron la trabajosa construcción de la granja Samiri. Al volver a la ruralidad, a los 45 años, Trigidia volvió a ponerse las polleras que son el símbolo de la mujer campesina en Bolivia y tuvo la satisfacción de reencontrarse con sus raíces.

Nos propusimos ser los primeros productores de cañahua para comercialización de Bolivia Hice un diagnóstico de todas la fortalezas y debilidades que tenía el cultivo. Nos pusimos objetivos a diez años y durante los primeros cinco años solo invertimos y fuimos construyendo  la granja paso a paso”, cuenta.

Trigidia recuerda que lo primero que tuvo claro es que, más allá de su saber técnico como ingeniera agrónoma, resultaba imprescindible rescatar el conocimiento ancestral y también respetar el medio ambiente.

La cañahua estaba olvidada por muchos factores. Antes de la conquista era un alimento principal, pero luego fue reemplazado por otros introducidos en nuestro continente y se lo cultivaba a escondidas. Hasta las décadas de 1960 o 1970 no tenía un valor comercial. Cuando nosotros arrancamos, los campesinos solo cultivaban cañahua para autoconsumo, pero yo le dije a mi suegro que íbamos a lograr exportar”.

El trabajo en la granja Samiri logró identificar cuatro variedades de las cuales ya se han registrado dos y están liberadas para la comercialización. También consiguió mejorar los rendimientos, ya que se obtenían entre 7 y 8 quintales por hectárea y hoy, gracias a la combinación de conocimiento ancestral y científico, se llega hasta a 22. Así, hoy la cañahua se comercializa en presentaciones de pito (harina con azúcar y especies), harina, pipocas (palomitas), barras energéticas, api (bebida caliente), sopas instantáneas, galletas y cup cakes.

Granja Samiri es la suma de muchas organizaciones que nos han apoyado. Hemos tenido que superar muchos obstáculos. Entendimos que teníamos que desarrollar productos de acuerdo con el gusto del consumidor final. Y también supimos que debíamos hacerlo con un uso sostenible de los suelos, por lo que producimos tres años y luego el suelo descansa. Además, en Samiri está prohibido matar cualquier animal, porque entendemos que todos los seres vivientes tienen su función en la naturaleza”, dice Trigidia.

“Hicimos un seguimiento agronómico del cultivo –agrega-, y descubrimos que tiene mucha resiliencia climática, ya que hace 20 años llovía más que ahora. Yo lo considero un cultivo inteligente porque es resistente a las heladas y ha logrado adaptarse al cambio climático”.

El esposo de Trigidia falleció recientemente, a causa de la pandemia.

Cuando le preguntan si se considera una mujer empresaria, Trigidia, quien durante la pandemia sufrió el durísimo golpe de la muerte de su esposo a causa de Covid-19, responde que es una mujer soñadora.

“Renuncié a un trabajo que no me satisfacía y me arriesgué a empezar de cero, lo que no ha sido fácil porque ya teníamos cuatro hijos. En Bolivia, especialmente en el área rural, todavía hay mucho machismo. Una mujer tiene que cocinar, lavar y ser buena hija. Yo no confiaba en mí misma, necesitaba el aval de mi esposo y para todo. Tenía temor de que mi matrimonio no funcionara si descuidaba el hogar”, recuerda.

“La cañahua –concluye- me hizo ser una mujer fuerte, guerrera.  Ver este cultivo tan pequeñito con capacidad de sobreponerse a factores climáticos tan adversos, que nunca se rinde y sigue adelante, me enseñó a amarme a mí misma y a entender que tenía la capacidad de hacer en la vida lo que me propusiera”.

Más información:

Gerencia de Comunicación Institucional

comunicacion.institucional@iica.int

Mujeres rurales

Trigidia Jiménez, la ingeniera quechua que combinó ciencia y saberes ancestrales para rescatar un cultivo olvidado

Se trata de la cañahua, de alto valor nutritivo. Gracias a la profesional, hoy la producen y comercializan 1.500 familias. Fue distinguida internacionalmente por su labor.

La ingeniera desafió a todos los prejuicios y mandatos para concretar su proyecto y ser feliz. 26/04/2022 9:40 Clarín.com Rural

Mujer, ingeniera agrónoma, boliviana, quechua. Trigidia Jiménez es dueña de saberes científicos y ancestrales que la llevaron a rescatar del olvido a la cañahua, un cultivo de alto valor nutritivo desarrollado por los pueblos originarios en tiempos prehispánicos.

Cuando Trigidia decidió empezar a estudiar la cañahua, solo era utilizada para autoconsumo y hoy, gracias a su labor de una década, más de 1.500 familias la producen y comercializan. Por eso, fue reconocida como una de las “Líderes de la Ruralidad” de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) que reconoce a personas que dejan huella en el campo, trabajando para garantizar la seguridad alimentaria y resguardando la biodiversidad.

Trigidia proviene de una familia boliviana de agricultores. De niña se crió en el campo, en la comunidad de Chaupi Molino, en Chuquisaca, hasta que su padre se tuvo que ir a trabajar como minero a Oruro debido a que no podían vender el trigo que producían. A los 18 años, desafiando todos los prejuicios, decidió estudiar ingeniería agronómica. Allí, cursando la carrera en la ciudad, conoció a su marido con el que tuvo cuatro hijos y ambos se desempeñaron en distintos trabajos en la función pública y en consultorías.

Pero a los 45, decidió volver a la ruralidad para reencontrarse con sus raíces. “Me di cuenta que quería estar en contacto con la tierra. No quería seguir con un trabajo de escritorio”, cuenta. Fue entonces cuando su suegro le contó sobre el cultivo y el valor nutritivo de la cañahua. Junto a su familia, Trigidia decidió mudarse al campo, y comenzaron la construcción de la granja Samiri en el municipio andino de Toledo, donde empezó cultivando apenas una hectárea de cañahua y hoy trabaja sobre 80. Más allá de su conocimiento como ingeniera agrónoma, era imprescindible rescatar el conocimiento ancestral. “Nos propusimos ser los primeros productores para comercialización de Bolivia. Nos pusimos objetivos a diez años y durante los primeros cinco solo invertimos construyendo la granja paso a paso”, recuerda.

En Samiri logró identificar cuatro variedades de las cuales ya registró dos y están liberadas para la comercialización. También consiguió mejorar los rendimientos, pasando de 7 quintales por hectárea a 22. Actualmente, la cañahua se comercializa en presentaciones de pito (harina con azúcar y especies), harina, pipocas (palomitas), barras energéticas, api (bebida caliente), sopas instantáneas, galletas y cup cakes.

“Granja Samiri es la suma de muchas organizaciones que nos han apoyado. Hemos tenido que superar muchos obstáculos. Entendimos que teníamos que desarrollar productos de acuerdo al gusto del consumidor final. Y también supimos que debíamos hacerlo con un uso sostenible de los suelos, por lo que producimos tres años y luego el suelo descansa”, dice Trigidia.

Prejuicios, temores y mandatos arcaicos

“En Bolivia, especialmente en el área rural, todavía hay mucho machismo. Una mujer tiene que cocinar, lavar y ser buena hija. Yo no confiaba en mí misma, necesitaba el aval de mi esposo y para todo. Tenía temor de que mi matrimonio no funcionara si descuidaba el hogar”, confiesa Trigidia.

Hoy se reconoce como “una mujer quechua boliviana orgullosa de sus raíces que ha logrado descubrir sus propias capacidades al romper los estereotipos machistas. En el área rural de Bolivia muchas veces se considera que una mujer no puede liderar una empresa o un emprendimiento, pero yo demostré que se puede ser una mujer feliz y realizada”, sostiene.

 

Trigidia junto a integrantes de la red de productores.

En 2017, Trigidia impulsó la Red Nacional de Saberes y Conocimientos en Cañahua. Hoy, la ingeniera es considerada la mayor promotora y productora de este cultivo andino milenario del que se obtiene un grano de extraordinarias propiedades nutritivas y es cultivado de manera orgánica con el saber ancestral de los pueblos indígenas.

“Quiero que la cañahua se posicione en la canasta familiar de los bolivianos, porque es un súper alimento, pero muchos no lo saben”, destaca la ingeniera.

“La cañahua –concluye- me hizo ser una mujer fuerte, guerrera. Ver este cultivo tan pequeñito con capacidad de sobreponerse a factores climáticos tan adversos, que nunca se rinde y sigue adelante, me enseñó a amarme a mí misma y a entender que tenía la capacidad de hacer en la vida lo que me propusiera”, subraya.

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