Ya os he comentado que los Premios Nobel son como los Oscar de Hollywood. Nunca puede serse objetivo al cien por cien, pero en algunos casos las decisiones que se han tomado en ambos casos se me antojan escandalosas. El que en el año 2011 se premiara  con el Nóbel a  un investigador como Daniel Shechtman, por el descubrimiento y/o aportaciones al estudio de los cuasicristales (relacionados en cierta medida con los fractales) se me antoja una sabia decisión. Daniel pertenece a esos casos, ya comentados en nuestro blog, de investigadores honestos que fueron masacrados en su momento por el establishment científicoHasta fue expulsado de un laboratorio por tal hallazgo, que indigno a parte de la comunidad de investigadores. Son muy abundantes los “verdaderos” héroes de la ciencia que han padecido la misma suerte como:   Ludwig Boltzmann (se suicidó) Alfred Wegener (padre de la deriva continental y como corolario de la tectónica de placas), Alan Turing (se suicidó), el matemático Ruso Grigori Perelman (que ha mandado a la mierda a todo el establishment científico) o el de Lynn Margulis, entre otros muchos. Tampoco debemos olvidarnos del sangrante caso de Rosalind Franklin, precursora del descubrimiento del ADN por el que Watson y Crick fueron galardonados con el Nóbel. De hecho la actitud que tuvo con esta brillante científica un machista y racista como Crick, debió ser merecedora de descrédito profesional no de un premio. Ella murió machacada antes de que a este “sisebuto” se le otorgara tal recompensa. La historia de Daniel Shechtman, bien narrada en la nota de prensa que os expongo a continuación, es de esas que pone en evidencia como se las gastan los científicos con sus colegas. Muchos innovadores son brutalmente maltratados por la mediocridad y mezquindad de los que se autoproclaman sacerdotes de la ciencia. Tan solo a unos pocos afortunados, se les reconoce el mérito de sus descubrimientos en vida, mientras que en otros muchos casos, como veis, los ataques fueron tan sangrantes que terminaron induciendo al suicidio a tales genios desdichados que así, pasaron a disfrutar de “una mejor vida”. Daniel Shechtman tuvo que llevar a cabo parte de su trabajo aislado, solitario, y denostado. Ya os narré la importancia de estar  bien conectado con visitas a alcanzar fama y gloria. No fue el caso de Daniel. Su aportación al estudio de los  cuasicristales se me antoja bellísimo al margen de soberbio. También la relación del mismo con esos maravillosos, sencillos y enigmáticos números áureos (proporción áurea) que tanto han intrigado a científicos y artistas desde hace bastantes siglos. Mi propio tío, Eusebio Sempere, también los empleaba en algunas de sus composiciones artísticas. Valga este premio para acodarnos de todos aquellos, abundantes y geniales investigadores cuya vida ha sido jalonada de injusticias y agravios gracias a sus “fraternales” colegas. No suele ser muy frecuente que galardones de tal importancia les premien una vida repleta de sin sabores por sus “objetivos” colegas.  Daniel Shechtman, ¡muchas felicidades, usted sí se lo merece!. Por una vez, se hace justicia.  

quasicrystal

Cuasicristales. Fuente: Discover Magazine

 

Comparen esta historia que narramos en el post que escribimos ayer (7/1021011). La verdadera ciencia no es negocio en si mismo, sino conocimiento puro y duro. Otra cuestión bien distinta es su aplicación y, peor aun su comercialización. Más aun la ciencia y la tecnología suelen regirse por reglas distintas. A la entrega de ayer debemos remitirnos una vez más. Hay quien se empecina incluirlas en el mismo saco tendenciosamente, en aras de confundir a la ciudadanía.   

Juan José Ibáñez

Nobel de Química 2011 para los cuasicristales

Daniel Shechtman, científico del Instituto de Tecnología de Haifa (Israel), recibe este año el Premio Nobel de Química, en solitario, por el descubrimiento de los cuasicristales, según ha anunciado la Real Academia de Ciencias Sueca.

FUENTE | El País Digital 06/10/2011

Shechtman, nacido en Tel Aviv hace 70 años, hizo el descubrimiento en 1982, trabajando en Estados Unidos durante un año sabático, en el NIST (U.S. National Institute of Standars and Technology), ha comentado el comité Nobel al presentar el galardón.

«En los cuasicristales encontramos los fascinantes mosaicos del mundo árabe reproducidos al nivel de átomos: patrones regulares que nunca se repiten a sí mismo», explica la Academia sueca. «Sin embargo la configuración descubierta en los cuasicristales se consideraba imposible y Shechtman tuvo que luchar una dura batalla contra la ciencia establecida», añaden los académicos. El ahora trabajo premiado alteró fundamentalmente la concepción de los químicos acerca de la materia sólida.

Se creía que en la materia sólida los átomos estarían dentro de los cristales siguiendo un patrón simétrico que se repetiría periódicamente una y otra vez. Para los científicos, se requería la repetición para obtener un cristal. Por ello, cuenta la Fundación Nobel que la imagen que surgió en el microscopio electrónico ante los ojos de Shechtman, en la mañana del 8 de abril de 1982, contradecía las leyes de la naturaleza. Los átomos en el cristal de esa imagen formaban un patrón que no podía repetirse y que, en teoría, era imposible. El descubrimiento fue, por supuesto, muy controvertido, hasta el punto de que, ante la defensa insistente que hizo el galardonado con la máxima distinción de la ciencia en su especialidad, se le pidió entonces que abandonara el grupo de investigación. Finalmente la comunidad científica tuvo que capitular ante la evidencia y reconsiderar el concepto que se tenía de la naturaleza de la materia.

«Cuando los científicos describen los cuasicristales de Shechtman, utilizan un concepto derivado de las matemáticas y del arte: el número áureo, que despertó el interés incluso de los matemáticos de la Antigua Grecia. En los cuasicristales, por ejemplo, la relación entre distancias entre átomos está relacionada con ese número áureo«, continúa la explicación del Premio Nobel. Tras el descubrimiento de Shechtman, otros investigadores han hecho distintos tipos de cuasicristales en laboratorio e incluso han descubierto algunos en la naturaleza, en muestras de minerales de un río en Rusia. Los cuasicristales también han saltado al mundo industrial.

D. P. DiVincenzo and P. J. Steinhardt, eds. 1991. Quasicrystals: The State of the Art. Directions in Condensed Matter Physics, Vol 11. ISBN 981-02-0522-8.

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