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Gran Extinción de la Megafauna por los cazadores Neolíticos. Fuente Telegraph

Como ya os comentamos en un post anterior, hace aproximadamente 45.000 años, la llegada de ciertas culturas paleolíticas al continente australiano tuvo como resultado que en un plazo de pocos miles de años se exterminara una gran parte de su megafauna generando una enorme pérdida de biodiversidad  que afectó a más de sesenta especies gigantes y una plétora de criaturas de menores dimensiones. Como señala Tim Flannery en su maravilloso libro “Aquí en la Tierra: Argumentos sobre la esperanza” en aquellas extensas tierras,  no quedó un animal de dimensiones mayores que el canguro rojo. Todo ocurrió tan rápidamente que ha sido denominada  una extinción-relámpago, y posiblemente pudo acaecer en el transcurso de unos pocos siglos. Dicho evento obligó a una gran reorganización de los ecosistemas, así como de los paisajes de los que formaban parte. La carencia de grandes herbívoros, tales como los marsupiales gigantes, al dejar de consumir pastos, dio lugar al desarrollo de una vegetación que resultó ser fácil presa de los fuegos. Y así los estiércoles de aquellos rebaños dejaron de fertilizar los suelos, descendiendo el secuestro de carbono, la retención de agua por los suelos y aumentando la temperatura superficial de los mismos. Como muchos de vosotros sabéis, las cenizas no son un buen sustituto de las enmiendas orgánicas y/o deposiciones de la fauna, cuando abundan en grandes cantidades. Del mismo modo, la frecuencia de los incendios desencadenó que parte de la cobertura vegetal desapareciera temporalmente, propiciando la pérdida de suelos por erosión. Se calcula que la productividad de aquellos ecosistemas pudiera haber descendido entre 10 y 100 veces, aunque se trata de conjeturas, y tales cifras se me antojan un tanto desproporcionadas.  Tal desolación ecosistémica, que iba en detrimento de lo que hoy se denomina calidad del suelo, trasformó su edafosfera, que paso de secuestrar a emitir carbono a la atmósfera 

Australia,a pesar de ser el continente de menor tamaño, no deja de ser un espacio geográfico enorme, de casi 8 millones de Km2, por lo que cabe pensar que tal mutación de la vegetación no acarrearía graves cambios climáticos a escala global, aunque plausiblemente si ocurrió a nivel regional. Flannery nos informa de que con anterioridad a la llegada de aquellos paleolíticos todo el norte del conteniente se encontraba cubierto de un tipo de selva tropical, posiblemente de hoja caduca, como consecuencia a la xericidad invernal, hecho que también ocurre en otras zonas tropicales del Planeta. Tales extensiones debieron, como actualmente es el caso de la Cuenca Amazónica, inducir una gran cantidad de lluvia conectiva al  expulsar a la atmósfera, mediante su evaporación, ingentes cantidades del agua almacenada en el suelo y cuerpos lacustres, al margen de la propia transpiración de las plantas. En consecuencia, el clima se tornó más árido, secándose numerosas zonas húmedas (lagos, lagunas y algunos ríos).   Por lo tanto, la aridez actual que domina buena parte del territorio australiano no parece ser natural, sino inducida por el impacto humano de unos “modestos” cazadores-recolectores.

Vemos pues como la Tierra, en los últimos milenios, muta por la acción antrópica, sin necesidad de apelar a las repercusiones de la tecnología actual. Si el caso de Australia y gran parte los archipiélagos polinesios y melanesios hubieran sido eventos puntuales, podría argumentarse que la alteración de la biosfera por la acción de las culturas paleolíticas fue importante aunque no traumática a escala global.  Sin embargo no es así. En próximos post os mostraremos que todo el norte de Laurasia también fue arrasado por la misma causa. El hombre paleolítico, con su caza, trasformó la estepa del Mamut en la yerma tundra que vemos actualmente, existiendo posiblemente otros eventos de enorme magnitud aun por identificar (o que yo omito por pura ignorancia) en otros lares. Resumiendo, las evidencias disponibles apuntan a que Australia no es árida “por naturaleza (o al menos como actualmente ocurre) sino que unos modestos cazadores-recolectores conformaron sus climas, vegetación y suelos, antaño más húmedos y productivos, hasta su estado actual. Si queréis saber más, en plan divulgativo, os tenemos que recordar de nuevo que acudáis a Tim Flannery y su monografía “Aquí en la Tierra” ya que expone muchos más ejemplos de la devastación paleolítica de la biosfera, que aprecedió a la revolución agraria Neolítica, a la que actualmente achacamos de muchos de los males de la humanidad.

Juan José Ibáñez

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