Los candidatos de la tortura

Juan Manuel Fernández Fernández-Cuesta

Grupo de Investigación en Historia de las Relaciones Internacionales

A estas alturas del siglo XXI los políticos de Estados Unidos todavía discuten si asfixiar a un prisionero, metiendo su cabeza bajo el agua hasta que ceda en su resistencia a declarar, es o no una forma de tortura. Incluso el presidente Obama desde Hawai ha tenido que repetir lo evidente: que sí, que esa técnica, conocida como waterboarding, es ilegal y es tortura. Respondía así a los candidatos republicanos que, en su último debate, en Carolina del Sur, habían declarado que esa modalidad de tortura, practicada asiduamente a los acusados de terrorismo durante el mandato de Bush, era correcta y eficaz. Entre los ocho participantes, sólo dos la rechazaron, Ron Paul y Jon Huntsman. (Véase post anterior).

La defensa de la tortura por parte de los aspirantes del partido Republicano ha desencadenado las críticas de los medios liberales. El New York Times, en su editorial del 14 de noviembre, decía: “Por difícil que sea de creer, los candidatos republicanos parece que han aprendido muy poco de las calamidades morales de la Administración Bush”. (http://www.nytimes.com/2011/11/15/opinion/the-torture-candidates.html?src=recg)

Algunos de sus columnistas se apresuraban a recordar la ilegalidad de la medida propuesta por los republicanos. Andrew Rosenthal escribía: “Se viola los tratados internacionales, la ley estadounidense y el Código de Justicia militar. Quienes lo autorizaron violaron la ley y actuaron de forma inmoral”. Frank Bruni planteaba la siguiente contradicción: “Si de verdad creemos que somos excepcionales, un modelo para el mundo y un ejemplo para la Historia ¿por qué practicar la tortura?”

No todos los republicanos sostienen la misma opinión sobre el tema, aunque es cierto que quienes aspiran a la Casa Blanca muestran pocas diferencias entre sí. Una de las excepciones es John McCain, que se enfrentó a Obama en 2008 y sobrevivió a las cárceles de Hanoi en la guerra de Vietnam. El veterano senador ha querido desmarcarse de sus compañeros de partido, más jóvenes pero mucho más radicales y violentos. Escribió en Twitter al término del debate: “Estoy decepcionado con sus declaraciones. Eso es tortura”.

El editorial del Washington Post formulaba una pregunta a los candidatos partidarios de esa violación de los Derechos Humanos: “¿Qué harían Cain o Bachmann si fuera un soldado americano el que fuera sometido al  waterboarding? (…) Desde la Inquisición española esa técnica está considerada una forma de tortura”. (http://www.washingtonpost.com/opinions/the-problem-with-republican-support-for-waterboarding/2011/11/14/gIQA4pmIMN_story.html

Esta brutal manera de obtener la confesión de un detenido dejó de emplearse en Estados Unidos en 2003, si bien se había realizado innumerables veces sobre sospechosos de terrorismo en los dos años anteriores. El departamento de Justicia de Bush autorizó tal práctica para los interrogatorios de la CIA a presos especialmente peligrosos. En concreto, Khalid Sheikh, acusado de dirigir los ataques del 11-S, fue sometido al waterboarding en 2003 hasta en 183 ocasiones, según se supo años después. Otro dirigente de Al Qaeda, Abu Zubayda, detenido en Pakistán, fue torturado, siguiendo el mismo procedimiento, más de 80 veces en agosto de 2002. (Antecedentes de los procedimientos extrajudiciales empleados por el gobierno norteamericano en la lucha contra el terrorismo, en: http://www.foreignpolicy.com/articles/2009/04/22/the_torture_timeline)

En 2009, varias encuestas preguntaron a los ciudadanos su opinión sobre estas técnicas de interrogatorio. Para la mayoría eran una forma de tortura, pero cerca de la mitad de los encuestados consideraba que, en algunos casos, estaban justificadas. (Resumen de sus resultados en: http://www.washingtonpost.com/blogs/the-fix/post/no-republican-consensus-on-waterboarding/2011/11/14/gIQA1pELLN_blog.html).

 

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