En un post anterior avancé una idea acerca de una nueva subdisciplina que personalmente he propuesto y a la que he bautizado como Megaedafología. Nuestro amigo Régulo, me solicitó hace unos días unas palabras sobre el concepto de megaedafología y la diversidad de suelos o edafodiversidad, otro de mis juguetes. Creo que sobre el último vocablo se ha hablado suficiente, por lo que me centraré en el primero, así como sobre otro  que se deriva inmediatamente de el: edafoma, so pena que me acuséis de actuar justamente como algunos de aquellos investigadores a los que denuncio, es decir de acronimofilia. Adelanto que esta vez no es un post para estudiantes no adiestrados, sino para aquellos amantes de la reflexión y especulación científica. Luego que la legión de jóvenes que lo lean no se dedique a insultarme, que ya les conozco cuando no encuentran a la primera lo que buscan para cumplir con sus tareas escolares.

 

 

 

Los Suelos y la Vida

Portal del Medio Ambiente 14 diciembre 2006

 

Sinceramente detesto la acronimofilia. Empero cuando uno propone una nueva línea de investigación, debe acuñar un término o más. No hay más remedio. El problema surge cuando de inmediato, los colegas te solicitan una definición. Generalmente suele pensarse que tal demanda es razonable. Sinceramente, no sostengo la misma opinión. Las razones ya las expuse en un post precedente, cuando explicaba la confusión acaecida en ecología a la hora de definir el concepto de diversidad biológica. Una cuestión es ofrecer una idea clara (que creo que es lo que realmente quiere Régulo) y otra bien distinta apresurarse a definir formalmente el concepto. Ya abundamos sobre este asunto en el último enlace mentado, al hablar sobre las teorías científicas como sistemas (o estructuras complejas). Hacerse entender o dejar claro lo que se ofrece es imperioso. Ahora bien, formalizar un concepto cuando tu propuesta es una hipótesis, o una teoría poco madura puede causar más inconvenientes que ventajas: “pillarse los dedos”, como decimos en España.

 

Como vamos viendo en nuestro curso sobre filosofía y sociología de la ciencia, las teorías científicas nacen, se desarrollan y perecen, como casi todo en esta vida. Pues bien, definir al  “bebé” a las pocas horas del parto resulta un tanto “prematuro” (¿?), ¿o no? Resulta conveniente esperar a ver como se va desarrollando o creciendo, antes de comenzar a imponerle todo tipo de calificativos. En mi opinión, lo realmente importante de los conceptos en ciencia resulta ser su heurística, es decir, su capacidad para generar nuevas vías de investigación y/o nuevas perspectivas del objeto de estudio. El resto irá surgiendo por añadidura. Así pues: “piano, piono” (en italiano, tranquilo, despacio, o algo así). Creo que tal estrategia, además de conveniente desde un punto de vista meramente científico, atesora la ventaja estratégica de invitar a otros a que añadan contenido o conocimiento, y por tanto, a hacerles cómplices de tu empresa. Sé que muchos de mis colegas no piensan así, empero este es el valor del pluralismo epistemológico, frente a las mentes constreñidas que invaden la comunidad científica en la actualidad. Pero vayamos el meollo de la cuestión.    

 

En el susodicho post sobre  Megaedafología, narramos literalmente:

 

(..) Así pues, la megaedafología es (o mejor dicho podría definirse como): el estudio de la edafosfera y sus propiedades a escala global, tomando como unidades de estudio las grandes regiones edafogeográficas y/o edafomas (este vocablo sí lo he he introducido yo tras mil rodeos en un capítulo de libro). La unidad básica con vistas a describir tales ensamblajes son los tipos de suelos o edafotaxa, mientras que los métodos de análisis lo son numéricos. Las causaciones son abordadas a posteriori, ya que si no estaríamos haciendo un análisis descriptivo, es decir, geografía de suelos clásica (…).

 

Conviene precisar que no se trataba de una definición formal, sino de explicar una idea a desarrollar en un futuro, en el caso de que cuajara o fuera bien recibida entre los edafólogos (pero como hasta la fecha no he hecho propaganda….).

 

Sin embargo, quizás ya dijera más de la cuenta. ¿Por qué? Sencillamente porque al especificar las unidades de estudio (edafomas y o regiones de suelos) y los ensamblajes que las constituyen (edafotaxa o tipos de suelos), constriño a la criatura recién nacida a abordar el tema desde un punto de vista taxonómico, impidiendo (o al menos así parece desprenderse del texto) que elija su propio camino cuando atraviese su primera y adolescente crisis.

 

Puede concebirse una megaedafología sin tener que exigir el uso de taxonomías, es decir tratando a la edafosfera como un continuo (otra cosa bien distinta son las pretensiones de muchos edafometras, que se pasan de rosca). Desde ciertos puntos de vista, la categorización y clasificación  son necesarias en la mayoría de los casos, pero no siempre.

 

Imágenes satelitales y otros sensores remotos, nos pueden permitir imaginar estudios basados en otras entidades, como paisajes de suelos o unidades edafogeográficas caracterizadas mediante variables “ad hoc” de interés en una investigación concreta (como por ejemplo, unidades espaciales de respuesta hidróloga homogéneas, si es que existen). Empero el principal problema de la idea que expuse consiste en que obliga, al menos en cierta medida, a analizar el objeto de estudio mediante un proceso denominado de escalamiento ascendente (scaling up en anglosajón), es decir a comenzar por una entidad de tamaño pequeño (los edafotaxa), e ir agregando estos en unidades de mayores dimensiones (paisaje de suelos, megapaisajes, regiones y edafomas, por ejemplo) paso a paso. También podríamos hacer uso del procedimiento inverso. Me estoy refiriendo a los escalamientos descendentes (scaling down, en suahili), mediante los cuales comenzamos analizando las propiedades globales de la edafosfera, para continuar subdividiéndola en entidades de menor tamaño, paulatinamente. En realidad soy de la opinión de que es la conjunción de ambas aproximaciones la que ofrecen más garantías, es decir jugar con el scaling up y scaling down al mismo tiempo. Mi amigo Dick Arnold (USDA) comenta que la taxonomía de suelos americana se hizo mediante un scaling up (las unidades jerárquicas de menor rango-series de suelos- se fueron agregando para dar lugar a las familias, estas a los grupos y así sucesivamente hasta alcanzar el rango de orden), pero que debe aplicarse siguiendo un procedimiento de scaling down.  Creo que muchos de vosotros podéis ir viendo mi manera de pensar y proceder.

 

Ahora bien, si asumimos el enfoque taxonómico, el párrafo mentado adolece de una grave deficiencia: hacer sinónimos regiones biogeográficas y edafomas. Sinceramente tal sentencia puede causar cierta confusión. Veamos por qué:   

 

 Los ecólogos denominan biomas de múltiples formas. Como podéis observar en wikipedia (ver también en la enciclopedia libre la definición del vocablo región biogeográfica, ya que no está definida ni en ingles ni en español, a pesar de su amplio uso): ¡caos total! Y aquí la culpa no proviene de sus autores, aunque las definiciones que muestran son confusas y confundentes. El problema estriba en que los expertos no se ponen de acuerdo. Sí podemos afirmar que en el peor de los casos, algunas proposiciones las utilizan como sinónimos, que es lo que yo hice en el post de Megaedafología. Por lo general, el vocablo bioma resulta ser aplicado a unidades territoriales de mayores dimensiones, mientras que estos suelen dividirse en regiones biogeográficas. Por tanto, soy de la opinión de que la siguiente secuencia de categorización jerárquica sería la más apropiada:

 

Edafosfera ?edafoma ?región edafogeográfica ?……… ?  paisajes de suelos ? tipos de suelos

 

¿Cuál es la razón de los puntos suspensivos? Cuando en el Buró Europeo de Suelos intentamos conseguir una jerarquía desde lo que denominamos cuerpo edáfico (aun no explicado en esta bitácora, pero que provisionalmente podéis hacerlo equivalente a edafotaxa o tipo de suelo), nos dimos cuenta de que, en la práctica, entre las últimas entidades mentadas y las regiones de suelos, debíamos incluir como mínimo un nivel jerárquico adicional para hacer un scaling up decentemente viable. En aquel caso, trabajábamos a escalas 1: 1.000.000. Empero en megaedafología, como mínimo lo haríamos entre las escalas 1:5.000.000-1.10.000.000. Por tanto, presupongo que a nivel operacional harían falta como mínimo dos niveles jerárquicos adicionales.

 

Una cuestión es proponer una idea y otra bien distinta llevarla a la práctica. Para ello necesitamos los datos, barajar varias alternativas y observar cual de ellas ofrece mejores resultados y el por qué.

 

Resumiendo, mi idea es dividir la edafosfera planetaria en unos números no mayores a 6-15 edafomas, para luego subdividirlo en otras tantas regiones edafogeográficas, y así sucesivamente, hasta el nivel de edafotaxa. ¿Cuál es la razón de tal rango de fragmentación? Se trata de un tema aún pendiente de explicar, y que será incluido en un post sobre taxonomías y clasificaciones. Sin embargo, os adelanto que se trata de no exceder un número concreto de subdivisiones por nivel jerárquico, con vistas a poder memorizar fácilmente la clasificación. Hablo de la Regla de Miller y el número mágico 7 (eso sí, ampliando un poco el intervalo, ya que estudios posteriores parecen inducir a pensar que hasta unas 15 categorías por nivel jerárquico son memorizables sin mucha dificultad).  Junto con mis amigo Dick Arnold y Juan Sánchez (CIDE), comprobé que a esta regla se ajustan tanto las clasificaciones biológicas como las edafológicas (mejor las últimas), si bien ciertos taxa se escapan de ellas.  Ya abundaremos sobre el tema.

 

Régulo lo siento, me pediste media cuartilla y te ofrezco 3 paginas sin responder a tu pregunta. Simplemente es lo que me ha surgido de mi cabezón obtuso pero verborreico.

 

Y es que definir sin testar la información y conocer las escalas de trabajo, las cuales dependen más de los datos disponibles que de nuestras mejores intenciones, se me antoja más que temerario. La jerarquía megaedafológica dependerá de estos factores y circunstancias (…) ¡Piano, Piano!

 

Juan José Ibáñez

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3 comentarios

  1. Juanjo, gracias por intentar resolver mis inquietudes. A mediados del siglo pasado trabajé con el levantamiento fisiográfico, creo que conceptos como Faceta, Sistema Terrestre o Región Fisiográfica pudieran complementar a la megaedafología. Si bien el levantamiento fisiográfico no lo es de suelos, si consideramos a la mayoría de los factores de formación de suelos. Así el sistema terrestre es la agrupación geográfica de facetas con un material parental común. La introducción de conceptos como procesos pedogenéticos daría mas soporte holístico a esa propuesta. Inclusive facilita los trabajos de etnoedafología y la fotointerpretación. Esta última es la herramienta básica del levantamiento fisiográfico.

    Dicen que la cabra siempre tira al monte y creo fue lo que me ocurrió en este caso.

  2. Hola Régulo, veo que te refieres más o menos al sistema del SCIRO australiano. Pues sí, tienes razón. Ten en cuenta que mi tesis era de ecología del paisaje y tenía una estructura similar. Sin embargo, como te comentaba, finalmente son las escalas a las que el material esta disponioble la que dictarían los criterios aq elegir que siempre deben depender de la escala. Pero sí, la filosofía es la misma.

    Cordiales saludos

    Juanjo

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