Historia de la Ciencia del Suelo. 3ª parte. Edafología y Química Agrícola entrelazan sus orígenes. (Salvador González Carcedo.).

El término Edafología (de las voces griegas edafos, suelo y logos ciencia o tratado) abarca una ciencia que estudia la génesis, evolución, propiedades y distribución geográfica de los suelos, las relaciones entre suelo y planta; suelo y cultura  (cultivos), considerando al suelo un como cuerpo natural, continuo y tridimensional, en equilibrio energético, e integrado en el ecosistema del que forman parte.

 

A grandes rasgos, el concepto de suelo y los estudios relacionados con el mismo, se han concebido de dos formas diferentes: una basada en la naturaleza de sus propiedades y otra fundamentada en las orientaciones específicas o “usos” del suelo.  Esta última concepción ha sido la más empleada a lo largo de la Historia, debido al carácter utilitario de las relaciones que el hombre establece con el suelo, y a la importancia económica de la agricultura para todas las civilizaciones, hecho que relegó cualquier consideración analítica del concepto de suelo hasta épocas recientes.

 

Dada la proximidad del día de la Madre debo de recordar, en honor a los lectores de Iberoamérica que el culto a la Pachamama (Madre Tierra) que aún subsiste, formaba parte de su cultura y de sus ritos más importantes. Al inicio y final de los ciclos productivos ofrecían sus alimentos, bebidas y coca, acompañado de bailes rituales. Los habitantes que poblaban el Centro y Sur de América practicaban una agricultura semejante a la Eurasiática por el modo de trabajar la tierra, pero totalmente distinta en cuanto a las plantas cultivadas y a la falta de animales para el laboreo.

 

Por ello, a los Edafólogos siempre nos ha salpicado una vocación, no siempre aceptada, por las producciones agrarias que nos obliga a conocer los fundamentos por los que una planta nace, crece, se multiplica y se recolecta, que configura un espectro complementario de conocimiento, que en España se define como la Química Agrícola.  Repasemos los hallazgos mas importantes que conformen esta rama de la Ciencia.

 

La coincidencia de algunos objetos relacionados con la actividad agrícola  (arados de palo, azadas de piedra, palos y cuchillos de madera para siembra) y la similitud de ciertos métodos de cultivo (encontrados en las Yungas o selvas del Perú y Bolivia), así como las terrazas y andenerías de cultivo en las laderas de las montañas asociadas a los asentamientos defensivos o Pucaras (La Puna de Atacama en Perú; Tilcara en Jujuy y Quilmes en la Rioja Argentina), la práctica del riego (el sistema prehispánico de captación e irrigación en Alfarcito) y el uso de abonos (bostas de camélidos), muestra, en algún tipo de relación cultural entre los indígenas americanos y las antiguas civilizaciones europeas.  Pero no todo se cultivaba sobre suelo. Los jardines colgantes de Babilonia, los jardines flotantes de los aztecas en Méjico y los de la China imperial, son ejemplos de cultivos hidropónicos, existiendo también jeroglíficos egipcios fechados cientos de años antes de Cristo, que describen el cultivo de plantas, en agua.

 

Según Yarilov (1913), Hipócrates, (autor de la aproximación holística a los problemas, es decir, de la aproximación que proporciona las soluciones a través de la síntesis de diferentes puntos de vista),  tuvo un alumno anónimo que escribe sobre el suelo:

 

“La tierra sería el estómago de las plantas y éstas reciben de ellas el alimento en forma de fácil digestión. La tierra posee una enorme cantidad de fuerzas que nutren a las plantas. La fertilidad o infertilidad de un suelo es función de la presencia, carencia o ausencia de la humedad necesaria para las plantas. Las características del suelo que coordinan su fertilidad varían fácilmente de un lugar a otro”.

 

Este alumno anónimo, considerado el primer redactor de escritos de Edafología, parece que tenía construido un aparato para hacer el análisis mecánico del suelo, y se habría apercibido de la noción de estructura del suelo, de las diferencias de humedad y temperatura, de las relaciones de la humedad con la evaporación y el nivel de la capa freática, así como de la noción de perfil térmico del suelo. Como ven mi empeño en distinguir las estructuras texturales y agregacionales tiene un fondo lejano en la Historia de la Ciencia del Suelo.

 

Sin el deseo de pasar por historiador pero recordando a nuestro Lucio Junio Moderato Columela (70 años a. C.), en sus palabras “la tierra es la madre común de todas las cosas, porque ella es la productora de todas y está destinada a producirlas constantemente”.  sin apercibirse que también se podían construir casas de forma mucho mas rentable a producir alimentos, en su libro “De Re Rustica”, clasificó los suelos en función de su bondad para el desarrollo de las plantas, agrupándolos en seis categorías: grasos y magros, húmedos y secos, y blandos y fuertes. La mezcla de esas propiedades daba una infinita variedad de tierras (Boulain, 1989), lo que responde a la pregunta de nuestros jóvenes lectores.

 

Como farmacéutico quiero recordar a Galeno (131-201), que respecto a los suelos tenía además de sus categorías, integradoras del pensamiento Aristotélico, las siguientes y curiosas reflexiones:

 

·       La regeneración de los suelos es natural.  «Para plantar un árbol es necesario hacer el agujero un año antes para que la tierra se haga».

·       La montaña es la imagen de un elemento seco y frío. «Todo lo que la montaña tiene de bueno se transporta monte abajo».  Los suelos del pie del monte y del valle son los mejores porque los elementos están combinados en una proporción justa.

·       El calor es indispensable:  «la tierra madurará bajo la influencia del sol y de la lluvia».

 

Haciendo un gran salto en el tiempo, la Edad Media nos conduce al secretismo de la Alquimia, pero los árabes influirán tremendamente en la agricultura, al mostrarnos como las plantas podía crecer mejor con la aplicación de técnicas sencillas y un manejo racional del agua.

 

En su primera parte, en la Europa cristiana, los eruditos tradujeron y recopilaron numerosos códices y trabajos.  Algunas figuras son dignas de mención. En la España Visigoda, San Isidoro de Sevilla (570-636) sintetiza buena parte del saber de la agricultura tradicional en el libro XVII de sus Etimologías, al tiempo que recoge las descripciones de suelo (como soporte sólido) y pedión (suelo en sentido rural, opuesto al urbano) ya diferenciadas en su día por Virgilio en sus Geórgicas.  Geber, en el siglo VII ú VIII, señala que “la potasa es un constituyente de las plantas”, y que “el agua, el aceite y las sales son alimentos necesarios para las mismas”.  Ibn Wahschiad (siglo X) es el autor de una compilación de obras anteriores denominadas “la Agricultura Nabatea”, conjunto de recetas sobre la elección de fertilizantes y su utilización. En Bizancio, Cassius Bassus (siglo X) escribe las “Geopónicas ”, serie de 20 libros, en cuyo segundo tomo sintetiza y reproduce los conocimientos preexistentes sobre la clasificación de los suelos.

 

Pero el principal impulso experimentado por la agricultura de la época, proviene del mundo islámico, al introducir numerosos medios técnicos y mejoras en las prácticas agrícolas respecto a las conocidas hasta entonces. Los agrónomos hispano-árabes fueron capaces de aunar las concepciones teóricas del suelo, propias de los autores grecolatinos, con las descripciones vivas de suelos observadas en la realidad, siguiendo su mentalidad oriental. Estos sabios pudieron caracterizar los suelos tanto en términos de cualidad, como mediante denominaciones globales, próximas a las descripciones de tipos de suelos. Aunque esta unión entre lo teórico y lo experimental no fue suficiente para edificar una ciencia, los estudios sobre el suelo y la agricultura tuvieron en el Al-Andalus (actual Andalucía) un foco destacado, representado por eruditos tales como Abú Zacaría, Ibn Hedyuady, Ibn Basal, Abul Kjair y otros.

 

Los musulmanes han dominado como nadie el manejo del agua y la ingeniería del riego dejando una buena muestra de ello en sus casas, palacios y campos. “El Libro de Agricultura” de Abú Zacaría es una excelente recopilación de los conocimientos manejados en el área mediterránea.  En su capítulo 1 se ocupa del “Conocimiento de las especies de las tierras buenas, medianas o inferiores para plantíos y sementeras por medio de ciertas señales indicantes de estas cosas…”. Su extensa bibliografía (más de 100 autores) y el ser un experto cultivador, hacen que este libro tenga mucho de acertado y poco de erróneo.  Aboulkhayr autor de “El libro del cultivo”  describe las tradiciones agrícolas de la antigüedad, añadiendo el empirismo andalusí.  Ibn al Awan (1145) es autor de un Tratado de Agricultura, que contiene un sumario de los conocimientos del mundo mediterráneo en materia agrícola durante la Edad Media. En él se encuentran nociones próximas al concepto actual de edafogénesis, de tipología de suelos, así como sobre el  régimen hídrico y la forma de realizar pruebas de diagnóstico.

 

Los conocimientos químicos de la China pasan a Tebas y Menfis, en donde los sacerdotes,  de un modo reservado, enseñaban en sus templos la química con el nombre de Arte Sagrado. En Bizancio se llamará Alquimia y se extenderá por toda Europa en la Edad Media. A España llega en el siglo VII de la mano de los árabes. Las escuelas de Córdoba, Toledo, Sevilla, Granada y Murcia fueron las más afamadas, y desde ellas se irradió el conocimiento al resto de Europa. Raimundo Lulio, Arnaldo de Vilanova, Caravantes y «el Iluminado» son los exponentes más importantes de aquella Alquimia hispana.

 

El periodo de recolección de información experimental se enlazó con otro, en el que el entendimiento humano se da a lo sobrenatural, y de ahí, el origen de tantas doctrinas tan poco razonables que emergen en la Edad Media.  A aquella época le sucede el periodo actual en que la ciencia adquiere un carácter más definido, y habla a la razón con los hechos, no con la imaginación, “que halla deleite en la variedad de las cosas”. Ya no habrá afirmaciones como la de Jorge Agrícola, quien suponía que “en las galerías de las minas existían espíritus malignos que mataban a los operarios ”, sino que en ellas hay un gas irrespirable que causa la muerte por ahogo. Aún así, este hombre es capaz de resumir sus conocimientos prácticos sobre el cultivo de la tierra, los cuales fueron insuperables hasta la llegada del siglo XVI.

 

Los alquimistas europeos, perseguidos por los poderes religioso y político, se organizan en sectas que se reunían en los claustros de las catedrales. Allí definieron las reglas de la práctica experimental, la observación y la inducción,  y las aplicaron a su trabajo (Galileo, Bacon, Descartes, Palassy y Boyle las harían famosas siglos después). La búsqueda de la piedra filosofal permitió conocer y manejar los ácidos minerales más importantes y multitud de compuestos de Hg, Ag, Cu, Fe, As y S.  Purificaron el alcohol y los álcalis, fijaron con perfección los colores y obtuvieron el ácido sulfúrico.

 

Alberto el Magno (1193-1280), estableció que la nutrición de las plantas se basa en tres principios: «La diversidad de alimentos, su paso a la solución y la necesidad de la corrupción, es decir, el retorno al suelo de los restos vegetales para su descomposición» (idea que surge posiblemente de su observación sobre el comportamiento de los estiércoles). Raimundo Lulio (1232-1315) en su Ars Magna introduce la idea de que ninguna cosa puede ser engendrada en ausencia de sales.  Destaca un verdadero agrónomo, el italiano Pietro de Crescenzi (1230-1320) autor de “De agricultura vulgare”.  Su “Opus ruralium commodorum, libri duodecimun,” resulta ser una de las recopilaciones medievales más leídas al condensar los conocimientos agrícolas del mundo romano y ser uno de los primeros libros impresos. Sin embargo su atención a los suelos es pobre, al tener solo dos páginas de referencias a los conocimientos antiguos.

 

Con el Renacimiento llega el verdadero resurgir de la Ciencia. Se pone en tela de juicio los conocimientos que fueron legados, se hace una crítica profunda de todo, y sólo se reconoce como cierto lo que se podía confirmar con la experimentación propia. Este espíritu saca a la Ciencia de los estrechos límites en que estaba confinada y la lanza a un camino de progreso que ya no se detendrá. Tres químicos lideran este movimiento científico del siglo XV: Paracelso, que aplica la Química a las Ciencias médicas, Jorge Agrícola, que lo hace a la metalurgia y Bernard Palissy a la industria.

 

Paracelsus (1493-1541) es el primero en darse cuenta de que las ciencias de la naturaleza son ciencias experimentales. Cree en la Química como método para conocer los secretos de la naturaleza y ve en la experimentación la única vía para intentar conocer el mundo que le rodea. Por él se conocen el  Zn y el As y aplica procedimientos analíticos para determinar las proporciones de S, Hg y sales en sus compuestos. Según su criterio, «el suelo era uniforme en su naturaleza y en el contenido de sus componentes: materia orgánica, agua y materia mineral». Bernard Palissy (1510-1590) desarrolló el arte de la cerámica, tuvo grandes conocimientos de cristalografía física, química, y agricultura, y destacando del suelo «su capacidad como suministrador de sales minerales para la planta».

 

En España, el clérigo Gabriel Alonso de Herrera escribe en 1513, a instancias del Cardenal Cisneros, la Obra de Agricultura. Presenta como aspectos más relevantes, los dedicados a la calidad de las tierras, los caracteres que definen su bondad o sus defectos, etc.. Tiene capítulos como “de los sitios y calidades de las tierras”, “de las señales para conocer la malicia y bondad de las tierras “ y “de los defectos de las tierras“, exponentes todos ellos del evidente pragmatismo con que aborda los temas agrícolas, casi sin conocerlos. Difundido en letra de imprenta, fue muy leído en la época.

 

En el ámbito de la taxonomía vegetal, Jerome Boch (1539) clasificó las plantas por su relación o parecido haciendo de este concepto una forma de clasificación natural. Gesner (1541) distinguió géneros de especies y ordenes de clases en su clasificación vegetal, y con su Opera Botánica e Historia Plantarum, influyó decisivamente sobre los taxónomos tales como Linnaeus y Cuvier.  Bauhin (1596) utilizó un sistema binomial en la clasificación de plantas.

 

La alquimia, a finales del siglo XVI no llegó a encontrar la transmutación de los elementos en oro, pero sí la piedra filosofal de las naciones cultas: la Química. Generó una legión de tenaces experimentadores que permitieron la apertura de la Europa de las Ciencias, casi tal y como ahora la tenemos estructurada, y una profunda sobreexcitación, en la misma medida en que se iban alcanzando nuevos descubrimientos…

 

 

Que los dejamos para el próximo post

Saludos cordiales,

 

Salvador González Carcedo

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2 comentarios

  1. por favor si tiene documentos acerca de los cultivos hidroponicos de las diferentes etapas, renacimiento, edad media y actual gracias, muyt amable mporsu valiosa colaboración

  2. Abu Zacaria y Ibn al Awwan son la misma persona. Su trabajo es extraordinario.

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