Los Inicios de la Protoagricultura: O Como el Pueblo Kawésqar Descubrió Accidentalmente las “Papas” (Antrosoles Paleolíticos)

Ya os comentamos en un post anterior, la tragedia de la cultura del pueblo Kawésqar o alacalufes. El antropólogo físico Eugenio Aspillaga Fontaine, nos la narró cerca del círculo polar ártico, es decir en las rías meridionales de la región patagónica chilena (bordeando los denominados campos de hielo sur (o cerca de ellos). Cuando llegamos a Puerto Edén, Eugenio y nosotros nos separamos, pero allí pude ver alguno de la decena de indígenas resignados a su propia extinción a causa de la ineptitud del hombre “civilizado” ¿?. En este otro post os narramos los inicios de la protoagricultura, con especial énfasis en los indígenas que ocupaban Norteamérica (a excepción de México, de los que hablamos en varias contribuciones, con anterioridad) antes de la llegada del “hombre blanco”.  Era un paso imprescindible con vistas a explicaros hoy la historia que Eugenio nos comentó. Intentaré recordar lo que nos dijo, aunque ya advierto que puedo cometer algún error (que espero que nuestro antropólogo físico corrija en sus comentarios). Es obvio que, el pueblo Kaweskar se encontraba ya entrado el siglo XX aun muy lejos de los avances de las primeras sociedades protoagrícolas. Su medio ambiente no era propicio para tales exquisiteces. Sin embargo, involuntariamente, su minúsculo impacto ambiental propició la aparición de un tipo de protosuelos antrópicos que comenzaron a modificar en parte su cultura y alimentación. Paleolítico cultural puro y duro. ¿Qué ocurrió? Veámoslo.

 

 

 

Glaciar Desembocando en una Ría de la

Región Patagónica Chilena. Foto: Juan José Ibáñez

 

Ya incidimos en el primero de los dos post mentados como las mujeres Kaweskar, entre otras actividades, se responsabilizaban del marisqueo. Con tal motivo, sumergían sus cuerpos desnudos en las gélidas aguas de las rías, buceando para extraer los apreciados moluscos que constituían una parte importante de la dieta de estos poblados nómadas que se desplazaban en canoas. Una vez ingeridos, los habitantes de estas pequeñas aldeas dejaban las conchas o caparazones de los bivalvos en las ensenadas que ocupaban sus emplazamientos temporales (concheros). Eugenio nos enseño, desde el barco, como distinguir los sitios con restos conchíferos de los que los que carecían de tales vertederos. Y aquí arranca esta breve historia, digna de emular las que pudieron acaecer en otros miles de lugares del planeta milenios atrás. Sin embargo antes de proseguir, un pequeño inciso sobre el valor del consumo de marisco.

 

 

 

Posibles concheros de las ensenadas de las

rías de la Región Patagónica Chilena.

Foto: Juan José Ibáñez

 

El 19 de diciembre de 2008, la versión electrónica del rotativo “El País” publicada la noticia “alimentos funcionales” en la que se podía leer lo siguiente.

 

Michael Crawford, director del Instituto de Química Cerebral y Nutrición Humana, de Londres, sostiene que la subsistencia basada en provisiones de origen marino, provenientes del marisqueo, ha sido clave en la evolución del cerebro del Homo sapiens. Esta teoría se fundamenta en que en la sabana no es posible obtener los nutrientes necesarios para el desarrollo cerebral. El papel del ácido graso Omega 3 es básico para el desarrollo del cerebro en el feto humano.

 

 

 

Laderas sin ensenadas de las rías de la Región Patagónica Chilena.

Foto: Juan José Ibáñez


No soy experto en dietética. Sin embargo, si esta aseveración tiene algún viso de ser cierta (y no tengo porque dudarlo), no debe extrañarnos que estos “vertederos conchiferos” se encuentren en los restos arqueológicos de una considerable parte de los asentamientos paleolíticos del mundo (en España se han detectado a lo largo y ancho de casi toda su costa; en Chile tan solo dicen a lo largo). Pero sigamos.

 

 


Pendientes abruptas sin ensenadas ni concheros

de las rías de la Región Patagónica Chilena.

Foto: Juan José Ibáñez

 

En la siguiente página Web sobre el Parque Nacional de Tierra del Fuego se comentan en general los hábitos de los aborígenes de a zona, no solo de los que tratamos aquí:

 

 Los habitantes instalaban sus campamentos en las playas para aprovechar los recursos marítimos. Se desplazaban sobre canoas, construidas con varillas y planchas de corteza de lenga, dedicándose a la caza de lobos marinos y a la recolección de moluscos, principalmente mejillones y cholgas. Tales recursos eran importantes para su alimentación, y se pueden encontrar a lo largo de la costa montículos de valvas de forma circular llamados “concheros”, que representan los restos acumulados de tal consumo. Vivían en chozas provisorias de troncos y ramas, de forma cupular y su vestimenta se limitaba a una capa corta de cuero de lobo marino.


La desaparición de estos grupos se relaciona con la llegada de los primeros colonos criollos y europeos hacia 1880. Las epidemias parecen haber las determinantes en la extinción de esta cultura. Otros factores, según varias crónicas, fueron los “ejercicios de tiro” de los exploradores europeos y el envenenamiento, por parte de los colonos y loberos, para la libre explotación del lobo marino.:

  

Los sustratos litológicos de la zona son bastante ácidos y pobres en nutrientes. La orografía es muy accidentada. El clima francamente gélido. No había ninguna razón como para propiciar el enésimo redescubrimiento de la agricultura. No obstante, con el tiempo, los montículos con los restos conchíferos se iban aplanando y enriqueciéndose en los materiales que apartaba el río, la vegetación colindante y la erosión de las  vertientes muy abruptas que los circundaban: materia orgánica y sedimentos más o menos finos. Esto ocurría una vez los poblados habían sido abandonados, al menos temporalmente. A aquellos vertederos paleolíticos también se desecharan los restos del pescado y otra fauna que cazaban los varones (como se indica en este artículo de la región patagónica argentina, cerca de Punta Arenas, es decir del lugar del que hablamos), añadiendo fósforo y otros nutrientes esenciales. También cabe señalar que las conchas o cáscaras del marisco son ricas en calcio, un elemento químico muy escaso en los suelos y protosuelos de aquellos lares patagónicos. Por lo tanto, con el tiempo, los vertederos se constituían en suelos fertilizados “accidentalmente”, o al menos sin premeditación.

 

 

 

Conchero en la Patagonia argentina (excavación arqueológica) cerca de Punta Arenas

 

Y aquí entramos en el meollo de la cuestión. Según recuerdo de la conversación con Eugenio, los propágalos de “las Papas” acarreadas por el viento o animales (tampoco estoy seguro acerca de este punto) encontraron un ambiente más propicio para desarrollarse, y así lo hicieron. Tarde o temprano el pueblo Kaweskar se percató de que se trataba de un alimento muy nutritivo y útil. Nunca lo llegaron a cultivar, empero comenzaron a entender cuando en los restos conchíferos de sus antiguos asentamientos en las ensenadas, a las orillas de los cauces, comenzaban a  aparecer tales plantas. En consecuencia, retornaban a ellas para recolectarlas y consumirlas. Desconozco si algún experto ha encontrado evidencias de cierta dispersión premeditada de las papas por parte de los Kaweskar. Posiblemente ya sea demasiado tarde pero…. ¿Quién sabe?      

 

 

Suelos hidromórficos turbosos acaecen en las escasas zonas

planas cercanas a las Rías de la Región Patagónica Chilena.

Foto: Juan José Ibáñez

 

Así pues, podemos hablar de un tipo de antrosoles o suelos antrópicos “accidentales” de culturas paleolíticas que fomentaron el uso de una dieta algo más vegetariana y variada en una cultura esencialmente carnívora (aunque posiblemente consumieran algas y macrofitas, ya que es usual por allí: yo también las he probado). Y así comenzaron a ampliar el uso de las plantas y de su alimentación, gracias a su propia intervención sobre el ambiente.

 

 

 

Millares de pequeñas islas jalonan las rías

Patagónicas. Foto: Juan José Ibáñez

 

Se trata pues de un estadio de la evolución cultural muy arcaico, anterior a lo que hoy se denomina protoagricultura. Pero como ya vimos al hablar de esta, así se empieza. Fue tal hábito de crear vertederos la que generó unos suelos inusuales en su ambiente, que a la postre les permitió recolectar alimentos vegetales de gran valor nutritivo y estratégico.

 

¿Cuántas veces habrán acaecido procesos similares en otras culturas paleolíticas? ¿En cuantas de ellas intervino la alteración involuntaria de las propiedades de los suelos? Posiblemente en innumerables ocasiones.

 

 

Juan José Ibáñez

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5 comentarios

  1. america latina en genral y argentina en particular , muy bonita la naturaleza espero poder visitar algun dia

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