agricultura-urbana-mal

Fuente: Colaje Imágenes Google

Ya hemos publicado diversos posts acerca de la agricultura urbana y periurbana. Empero casi todos tropiezan con mis tribulaciones. Piensa globalmente, actúa localmente. Se trata de un magnífico eslogan, que no practica casi nadie, incluyendo a gestores y científicos. Y en el caso que nos ocupa hoy brilla por su ausencia. Os vamos a exponer cuatro noticias. Las dos primeras proceden de notas de prensa correspondientes a sus respectivos artículos científicos, originalmente redactadas en suajili. Las dos últimas las he recogido de rotativos de la prensa general en España. Y francamente, esta vez considero que son más realistas las últimas respecto a los primeras. Empero persiste el problema, es decir en ni tan siquiera se reflexiona sobre el mentado eslogan.  

Últimamente abundan las noticias sobre un tema, más delicado aun, tras la primavera y verano de 2022 debido a la crisis energética. Son muchas las noticias que animan a los ciudadanos a iniciar o ampliar la agricultura urbana actual, mientras que otros nos advierten de “algunos” de sus riesgos.  Muy pocas mentan la agricultura ecológica, pero si hablan de “alimentos saludables”. Una de las noticias de hoy nos intenta vender que la agricultura urbana puede ser tanto o más productiva que la tradicional en pleno campo. Otra de ellas, alega que la contaminación por plomo sería “relativamente” fácil de solucionar, pero, aunque este fuera el caso, se soslaya que el ploma tan solo es uno de los múltiples contaminantes que “enriquecen” la calidad del aire sobre las grandes urbes. Las notas de prensa española son más escépticas. Del mismo modo, el contexto, y la procedencia geográfica sesgan las conclusiones. Para abundar en la confusión diversas noticias hacen énfasis sobre la agricultura urbana hidropónica,  y otros sobre la vertical. Lamentablemente, al menos en mi ciudad, existe un cultivo que ya se lleva a cabo y sobre el que se tiene experiencia, aunque es ilegal, al menos en la mayoría de los casos. Hablamos de la mariguana. El gasto de energía es enorme y a menudo “sus bondadosos agricultores”  chupan enormes cantidades de energía gratis de sus vecinos, por métodos ilegales. Mal asunto, hoy, por la crisis energética. Maña Dios Dirá. Otro tema, es que se siembren sobre espacios verdes o espacios grises, ya que los últimos son muy variopintos y posiblemente en muchos casos peligrosos.

Los dos estudios científicos, pecan del mismo defecto de miopía.  El analizar lo que ocurre con un contaminante concreto, no garantiza lo que puede estar acaeciendo con los demás. Tal extrapolación es, a todas luces inaceptable. También se habla de cultivar en paredes verticales, que, de tratarse de fachadas de edificios, demanda a demás un entrenamiento de alpinismo de élite. Del mismo modo, cada cultivo y suelo, absorbe nutrientes y contaminantes de modo diferencial. Aquí si se demandara, o como mínimo sería rentable, la agricultura de precisión ¿verdad? Pronto editaré un post sobre la experiencia en el jardín de mi piso, que os hará reflexionar y mucho. Son ya 20 años de experiencia mediante ensayo y error. Pero el problema tiene aún mucha más enjundia.

No todas las ciudades tienen el mismo tamaño, ni semejantes urbanismos. La diferencia en repensar el problema en una mega-urbe (varios millones de personas), una ciudad de pocos cientos de miles de personas o las poblaciones con unos pocos miles de ellos no resulta trivial en absoluto. Cuando la agricultura urbana en los centros de los grandes núcleos de población se lleva a cabo en la periferia, con chalets con espacios verdes de las urbanizaciones exige una perspectiva diferente a la que acaece en los centros repletos de grandes edificios y una calidad del aire deplorable. Por lo tanto, importan y mucho, el tamaño del poblamiento, su localización y la distancia a las fuentes más contaminadoras. Tampoco es recomendable, cultivas alrededor de empresas que emiten muchos gases contaminantes, aunque estén aisladas en el campo ¿verdad?  Desconozco por qué no se dedica la debida atención a los contaminantes orgánicos, al igual que sucede con los metales pesados, así como de otras fuentes que no proceden precisamente del tráfico rodado. No lo entiendo.

Sin embargo merece la pensa que os adelante unas líneas de la primera noticia: “Las estimaciones actuales sugieren que entre el 5% y el 10% de las legumbres, verduras y tubérculos se cultivan en entornos urbanos, y entre el 15% y el 20% de los alimentos mundiales se producen en las ciudades. Es decir, muy probablemente, cuando compramos en estos productos en un supermercado, procedan ¡ya! De una agricultura urbana, tan importante, al parecer como mal estudiada. Y retornando a la crisis energética, el precio de la electricidad de ser muy elevada acarrearía su baja rentabilidad o incluso ruina.  Y podría seguir y seguir, hurgando en detalles pero que muy relevantes.

En definitiva, generalizar sin tener encuentra todo este entramado, en el que incluso intervienen los conflictos geopolíticos, de deja de ser más que un acto de irreflexión irresponsable.

Pensemos globalmente y actuemos localmente en función de las condiciones de cada enclave.

Os dejo hoy pues con una gran cantidad de material.

Juan José Ibáñez

Continúa……….

Los cultivos urbanos pueden tener rendimientos más altos que la agricultura convencional

por American Geophysical Union

La agricultura urbana puede utilizar tanto espacios verdes, como este jardín comunitario, como espacios «grises» como tejados y paredes verticales para cultivar alimentos para la ciudad.

 

A medida que las poblaciones urbanas crecen, la agricultura urbana se considera cada vez más como una fuente local de alimentos y una forma de ayudar a combatir el acceso desigual a los alimentos. Pero se sabe poco sobre cuán productiva es la agricultura urbana en comparación con la agricultura rural convencional. Un nuevo estudio profundiza, encontrando que los jardineros urbanos y la hidroponía pueden cumplir y, a veces, exceder los rendimientos de las granjas rurales.

«A pesar de su creciente popularidad, todavía hay mucho que no sabemos sobre la agricultura urbana, como si los rendimientos son similares a la agricultura convencional, o incluso qué cultivos se cultivan comúnmente«, dice Florian Payen, científico ambiental de la Universidad de Lancaster y autor principal del estudio, publicado hoy en la revista Earth’s Future de AGU.

El nuevo estudio recopila estudios sobre agricultura urbana de 53 países para averiguar qué cultivos crecen bien en las ciudades, qué métodos de cultivo son más efectivos y qué espacios se pueden utilizar para el cultivo. Los investigadores encuentran que los rendimientos urbanos de algunos cultivos, como pepinos, tubérculos y lechugas, son de dos a cuatro veces más altos que la agricultura convencional. Muchos otros cultivos urbanos estudiados se producen a tasas similares o más altas que en entornos rurales. La rentabilidad sigue siendo una cuestión abierta pero importante.

La mayoría de los estudios sobre agricultura urbana se han centrado en espacios verdes, como jardines privados y comunitarios, parques y operaciones de cultivo de campo. El trabajo de Payen incluye espacios «grises«, lugares en ciudades que ya están construidos pero que podrían usarse para crecer, como techos y fachadas de edificios. Tanto en espacios verdes como grises, el estudio examina un conjunto de cultivos cultivados en suelos versus hidroponía, agricultura horizontal versus vertical y condiciones naturales versus controladas.

«Sorprendentemente, hubo pocas diferencias entre los rendimientos generales en espacios interiores y espacios verdes al aire libre, pero hubo diferencias claras en la idoneidad de los tipos de cultivos para diferentes espacios grises«, dice Payen. Ciertos cultivos como las lechugas, la col rizada y el brócoli son más adecuados de forma natural para ser cultivados verticalmente en espacios interiores que otros. «No se pueden apilar exactamente los manzanos en una cámara de crecimiento de cinco o diez capas», dice, «aunque encontramos un estudio que logró cultivar trigo apilado así».

Otros cultivos, como las verduras acuosas (por ejemplo, tomates) y las verduras de hoja verde, se desempeñaron bien en ambientes hidropónicos. Y los cultivos cultivados en ambientes totalmente controlados se pueden cultivar durante todo el año, lo que permite que las cosechas ocurran más veces al año que en ambientes al aire libre, lo que conduce a mayores rendimientos anuales. Pero los científicos tendrán que seguir estudiando estos sistemas para planificar soluciones agrícolas rentables.

El hallazgo de que la agricultura urbana puede tener rendimientos similares o mayores a la agricultura convencional «es exactamente lo que hemos estado esperando en la comunidad de investigación de agricultura urbana», dice Erica Dorr, científica ambiental de AgroParisTech que no participó en el estudio.

Datos en crecimiento

Las estimaciones actuales sugieren que entre el 5% y el 10% de las legumbres, verduras y tubérculos se cultivan en entornos urbanos, y entre el 15% y el 20% de los alimentos mundiales se producen en las ciudades. Pero controlar la cantidad de alimentos que una ciudad podría producir para sí misma es difícil sin obtener información como los datos presentados en el estudio de Payen. Payen y sus colaboradores son parte de un equipo interdisciplinario que construye evidencia y comprensión del valor del cultivo urbano para la seguridad alimentaria, la salud y el medio ambiente.

«Este es el primer paso», dice Payen. Una vez que los científicos tienen estimaciones precisas de los rendimientos de los cultivos urbanos, pueden trazar un mapa de las áreas de cultivo potenciales de una ciudad y calcular la cantidad de alimentos que se podrían producir allí. «Esa es la fuerza de este conjunto de datos, para que los planificadores y los responsables políticos puedan ver si vale la pena invertir en jardines en la azotea o invernaderos, por ejemplo, o si los sistemas hidropónicos serían mejores». Los estudios futuros también podrían usar los datos para estimar el potencial de las ciudades para satisfacer la demanda futura de alimentos y la probabilidad de que las ciudades puedan ser autosuficientes en términos de producción de alimentos.

La falta de datos a veces ha retrasado el progreso en la implementación de una agricultura urbana efectiva y funcional.

«A medida que nos involucramos y hablamos con diferentes partes interesadas, como agencias gubernamentales y consejos locales, nos dimos cuenta de que la ausencia de datos sólidos y completos sobre los rendimientos agrícolas urbanos les impedía seguir adelante y apoyar el desarrollo y la implementación del cultivo de alimentos urbanos«, dice Payen. «Necesitamos entender de manera realista cuánto podría contribuir esta forma de cultivo a la seguridad alimentaria para ayudar a hacer el caso de negocio para ello«.

La ampliación también es un punto clave para Dorr. «¿Qué porcentaje del consumo de verduras y frutas de una ciudad puede proporcionar la agricultura urbana? Los estudios ya han estimado esto, pero con datos de rendimiento de menor calidad que los que proporciona este nuevo estudio. Pero, necesitamos considerar no solo la cantidad de alimentos que se podrían producir, sino a qué costo ambiental«.

Queda por ver si el cultivo de alimentos en las ciudades tiene una huella de carbono general más pequeña o más grande que la agricultura convencional; es probable que la respuesta varíe. Los investigadores también están estudiando cómo los alimentos cultivados en las ciudades podrían verse afectados por la contaminación. Y algunos cultivos incluidos en la revisión de la literatura del estudio carecían de los números para ser incluidos en los análisis estadísticos, lo que apunta a la necesidad de más investigación sobre cultivos urbanos como frutas y cereales.

Explora más a fondo

Revisión sistemática de la literatura sobre los beneficios socioculturales de la agricultura urbana

Más información: Florian Thomas Payen et al, ¿Cuánta comida podemos cultivar en las zonas urbanas? Producción de alimentos y rendimientos de cultivos de la agricultura urbana: un meta-análisis, Earth’s Future (2022). DOI: 10.1029/2022EF002748. Información de la revista: Earth’s Future; Proporcionado por American Geophysical Union 

Un estudio encuentra que el lavado elimina efectivamente el plomo de las verduras cultivadas en suelo urbano

por Adityarup Chakravorty, Sociedad Americana de Agronomía

Lechuga que crece en suelos bajos en plomo en Brooklyn, Nueva York. El tratamiento con mantillo (geotextil) se aplicó al suelo alrededor de la lechuga, y se utilizaron prácticas de manejo como el acolchado y las casas de aro, o pequeños invernaderos para reducir la contaminación por plomo. Debido a las intrincadas superficies en las hojas de lechuga, las hojas pueden atrapar partículas de suelo que contienen plomo que pueden ser difíciles de lavar.

Los huertos urbanos ofrecen muchos beneficios para la salud individual, las comunidades y los ecosistemas. Promueven la agricultura sostenible, reducen los costos de transporte de alimentos y reducen la escorrentía de agua. Sin embargo, los jardineros urbanos también enfrentan varios desafíos, uno de los cuales es lidiar con contaminantes como el plomo.

El plomo es una neurotoxina que puede dañar múltiples sistemas de órganos. «Es increíblemente importante saber si los jardineros urbanos están expuestos al plomo cuando consumen sus productos«, dice Sara Perl Egendorf, investigadora de la Universidad de Cornell.

Egendorf es el autor principal de un nuevo estudio que muestra que lavar la lechuga cultivada en jardines urbanos puede eliminar la mayor parte de la contaminación por plomo. El estudio fue publicado en el Journal of Environmental Quality, una publicación de la American Society of Agronomy, Crop Science Society of America y Soil Science Society of America.

Los jardineros urbanos cultivan una amplia variedad de cultivos. Este estudio se centró en la lechuga porque predecir los niveles de plomo en las verduras de hoja verde, como la lechuga, puede ser complicado.

«Las verduras de hoja verde a menudo tienen superficies intrincadas«, dice Egendorf. Estas superficies pueden atrapar partículas de suelo que contienen plomo que pueden ser difíciles de lavar. «Realmente no sabíamos si lavar la lechuga podría eliminar efectivamente el suelo contaminado«.

Egendorf y sus colegas cultivaron lechuga en un jardín comunitario urbano en Brooklyn, Nueva York y en un sitio de campo rural en Ithaca, Nueva York. La lechuga se cultivó en suelos que contenían niveles altos o bajos de plomo. Los investigadores probaron diferentes estrategias de lavado: enjuagar con agua del grifo, remojar en agua, remojar en vinagre o remojar en una solución comercial de lavado de vegetales.

Un desglose visual del estudio y sus hallazgos. La combinación de prácticas de manejo efectivas y lavado dio los mejores resultados. Juntos, el acolchado y el lavado redujeron los niveles de plomo que se encuentran en la lechuga en aproximadamente un 97%.

¿La conclusión? El lavado eliminó eficazmente la contaminación por plomo de las hojas de lechuga. «Todos los métodos de lavado que probamos funcionaron», dice Egendorf. «También encontramos que lavar la lechuga cultivada en suelos bajos en plomo seguía siendo importante para reducir los niveles de plomo antes de consumirla«. Algunas lechugas sin lavar cultivadas en suelos bajos en plomo tenían niveles elevados de plomo. Todas las lechugas sin lavar cultivadas en suelos con alto contenido de plomo tenían niveles de plomo por encima de los estándares gubernamentales. El lavado redujo los niveles de plomo por debajo de estas pautas en todos los casos.

El estudio también mostró que las prácticas de manejo como el acolchado y el uso de casas de aro, o pequeños invernaderos, son efectivas para reducir la contaminación por plomo en la lechuga al mantener las partículas contaminadas lejos de las plantas.

«La lechuga cultivada en suelo desnudo puede contaminarse con plomo de diferentes maneras«, dice Egendorf. Las plantas pueden absorber pequeñas cantidades de plomo a través de sus raíces. Las partículas del suelo contaminadas con plomo pueden salpicar las plantas, por ejemplo, durante el riego. Finalmente, las partículas de plomo de los contaminantes en la atmósfera pueden aterrizar en las hojas de lechuga. La buena noticia es que gran parte de este plomo se puede lavar. Según este estudio, el 97% del plomo de las salpicaduras y el 91% de la deposición atmosférica se lavaron de la lechuga.

Cubrir el suelo alrededor de la lechuga puede evitar que las partículas de suelo contaminadas con plomo salpiquen. Las casas de aro pueden proteger las plantas de los contaminantes de plomo en la atmósfera o los polvos arrastrados por el viento. Ambas prácticas reducen la contaminación por plomo de la lechuga cultivada en huertos urbanos. «Encontramos que estas prácticas de manejo son efectivas para prevenir las salpicaduras del suelo y la deposición de plomo en las plantas«, dice Egendorf.

La combinación de prácticas de manejo efectivas y lavado dio los mejores resultados. Por ejemplo, el acolchado solo redujo los niveles de plomo en la lechuga sin lavar en un 76%. El lavado solo redujo los niveles de plomo en un 85% adicional. Juntos, el acolchado y el lavado redujeron los niveles de plomo que se encuentran en la lechuga en casi un 97%.

Reducir la exposición al plomo es de suma importancia, dice Egendorf. Los niños están especialmente en riesgo de exposición al plomo porque el plomo puede causar un daño importante al desarrollo del cerebro. En los adultos, la exposición a largo plazo al plomo puede causar muchos problemas, que incluyen daño renal y una disminución en la salud cardiovascular y del sistema nervioso. Se ha demostrado que la exposición al plomo causa más de 400,000 muertes prematuras por año en los Estados Unidos.

Egendorf y sus colegas están compartiendo sus hallazgos con organizaciones, agencias y especialistas en extensión. «Queremos alentar a los jardineros urbanos a seguir haciendo su importante trabajo», dice Egendorf. «También queremos asegurarnos de que tengan acceso a estrategias para una jardinería segura y efectiva».

Más información: Sara Perl Egendorf et al, Efectividad del lavado en la reducción de las concentraciones de plomo de la lechuga cultivada en suelos de jardines urbanos, Journal of Environmental Quality (2022). DOI: 10.1002/jeq2.20357

Proporcionado por Sociedad Americana de Agronomía 

¿Afecta la contaminación de la ciudad al cultivo de un alimento?

HUERTOS URBANOS

Aunque los huertos urbanos se enfrentan a un ambiente muy hostil, podemos tomar medidas para mitigarlo

Los huertos urbanos podrían no ser tan buena idea

CLAUDIA LORING; 24/03/2018 00:05Actualizado a 24/03/2018 01:02

Los intentos por integrar la vida del campo en la ciudad mediante la creación de huertos urbanos que generen una conciencia ecológica colectiva y pongan en marcha prácticas que contribuyan al desarrollo de una ciudad sostenible, no evitan los peligros a los que se enfrentan proyectos de tales características en toda urbe. ¿Cómo se explica que pese a todos nuestros buenos propósitos, la ciudad no sea el lugar ideal para el cultivo?

Elisa Blazquez, responsable del Departamento de Nutrición y Dietética de CMI (Clínica Medicina Integrativa), ofrece algunas pistas para responder a estas preguntas. “Los cultivos que se encuentran cerca de las grandes urbes pueden estar más contaminados de metales pesados. La contaminación por plomo es una de las más comunes, también de zinc, mercurio o cadmio. Los metales pesados se filtran a la tierra y el agua de estas plantaciones

Estos metales pueden llegar al alimento a través de la contaminación de la tierra y del agua de riego. Algunos estudios demuestran que las plantas pueden absorber entre el 20 y el 25% del total de plomo disponible en el suelo y por deposición atmosférica en las hojas puede llegar a ser un 73 a 95% del contenido de plomo total”.

Datos como estos desmienten en cierto modo la trascendencia de iniciativas, cada vez más comunes, que buscan recuperar el verde en la ciudad. Por ejemplo, en abril de 2015, el Ayuntamiento de París aprobaba una ley, como medida concreta del llamamiento a las ciudades en favor de la economía circular realizado meses antes, según la cual sus ciudadanos podrían reverdecer el entorno y cultivar comida en cualquier lugar de la ciudad (hogares, oficinas, jardines públicos, paredes, tejados, etc.).

Los beneficios de la ciudad frente al laboratorio

Sin embargo, pese a que el cultivo de la ciudad no parece la mejor solución por los productos contaminantes que se adhieren, siempre nos parecerá mucho más sano consumir un alimento fabricado con nuestras propias manos, aunque las condiciones no sean idóneas, que los alimentos creados en laboratorios y manipulados con productos químicos para su conservación.

“Los alimentos cultivados con pesticidas y conservados con aditivos sintéticos deben ser evitados por contener compuestos potencialmente dañinos para la salud”, comenta la especialista. Por lo tanto, la prioridad parece clara: lo más adecuado es consumir frutas y verduras que provengan de cultivos ecológicos alejados de las ciudades.

Pero como no siempre y no todos podemos evitar el bombardeo de este tipo de productos adulterados, debemos preguntarnos si existen formas alternativas de cultivo que se puedan poner en marcha en la ciudad. “Se pueden tomar medidas para disminuir la contaminación en los cultivos como aumentar la alcalinidad de la tierra y dificultar la absorción de estos metales, utilizar aguas no contaminadas y lavar bien los vegetales antes de su consumo”, recomienda Blazquez. “No obstante, los huertos urbanos se enfrentan a un ambiente hostil que hace que sea muy complicado evitar la contaminación por completo”.

Comer alimentos saludables es más sano para nosotros… y para nuestro entorno

Así pues, parece necesario pensar en toda una serie de medidas y procedimientos que den continuidad a los buenos propósitos con los que tratamos de proceder con el cultivo urbano. ¿Por qué es tan necesario esto? La cuestión es que nuestra dieta y el cambio climático podrían tener una relación más estrecha de lo que pensamos, y que lo que cada uno de nosotros comamos puede afectar al devenir de la Tierra.

Un estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad de Santa Bárbara y publicado en la revista Climatic Change, afirma que comer alimentos más saludables podría reducir las emisiones de gases del efecto invernadero. En EEUU, el sistema alimentario propicia el 30% de las emisiones totales de gases del efecto invernadero, y la mayor parte de ellos provienen de alimentos de origen animal.

Existe una estrecha relación entre nuestra dieta y el cambio climático

El director del estudio, David Cleveland, se mostraba exultante por la novedad y repercusión de un estudio de estas dimensiones: “Se había analizado qué efecto tienen las dietas tanto en el clima como en la salud, pero nunca se había examinado el potencial para cambiar el cambio climático a través del sistema alimentario y del sistema de salud. La comida tiene un impacto importantísimo en el medio ambiente, lo que significa que hay un margen enorme para que los alimentos tengan efectos positivos sobre nuestro entorno”.

Por si no teníamos motivos suficientes para adoptar una dieta saludable, Cleveland y sus colegas nos dan una clave importantísima: la dieta personal de cada uno es una cuestión social, y ello debería hacer reflexionar también a quienes fabrican alimentos, desde nosotros con nuestros pequeños cultivos caseros hasta las grandes compañías: adoptar un enfoque que se centre en la protección de nuestro planeta supondría una victoria por partida doble.

El peligro de los huertos urbanos: te comes toda la contaminación de la ciudad

En los últimos años están proliferando los espacios dedicados a los cultivos en las ciudades, pero también los estudios que advierten de su peligro.

23 noviembre, 2019 02:31GUARDAR

  1.  CONTAMINACIÓN, HUERTO, VEGETALES

José Pichel  @josePichel

Es un fenómeno en auge. En los últimos años los huertos urbanos están proliferando por todo el mundo y en España ya se cuentan por miles. Según los expertos, a lo largo de la historia la aparición de la horticultura en las ciudades está relacionada con las crisis económicas, pero probablemente en esta ocasión tenga mucho más recorrido por tratarse de una actividad ligada al ecologismo, la preocupación por la salud y los movimientos sociales.

De hecho, los huertos urbanos parecen una gran idea desde muchos puntos de vista: reducen la huella ecológica de nuestra alimentación porque ofrecen productos de proximidad y, por lo tanto, evitan emisiones y contaminación; cambian el paisaje urbano, aportando zonas verdes; promueven el asociacionismo; tiene beneficios terapéuticos, educativos y sociales; y en algunas zonas pueden servir incluso para evitar escorrentías y riesgos de inundación.

Sin embargo, hay un punto débil revelado por numerosos estudios: los alimentos que se cultivan en los huertos urbanos están tan rodeados de contaminación que podrían ser mucho menos sanos de lo que parece.

Un estudio del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, centro del CSIC) dio la voz de alarma hace tan solo unos meses tras analizar los productos del Parque de Miraflores de la capital andaluza. Los investigadores hallaron que tanto en los suelos como en lechugas y habas había una concentración de plomo por encima del Nivel Genérico de Referencia (NGR) indicado por la Junta de Andalucía y por las normativas europeas.

No obstante, consideraban que no había motivo para la preocupación, ya que es necesario un consumo continuado y muy prolongado en el tiempo para que la toxicidad por metales pesados llegue a afectar a las personas. Además, ofrecían una explicación para los altos niveles registrados de contaminación

registrados en estos huertos sevillanos: el terreno que ocupan fue un depósito de escombros que podrían contener pintura blanca en cuya composición antiguamente se usaban productos con plomo que en la actualidad están prohibidos. Probablemente por eso en otros huertos urbanos analizados en el mismo estudio el problema era menor.

En cualquier caso, los estudios internacionales no son muy alentadores. El hecho de que haya tráfico intenso junto a los cultivos hace que el contenido en metales supere los estándares europeos, según una investigación realizada en 2012 en los barrios del centro de Berlín (Alemania). Para los expertos esto ponía en duda que los productos obtenidos pudieran ser más saludables que los del supermercado. Lo mismo encontraron otros científicos en Bolonia (Italia) en 2015 al comparar huertos urbanos y rurales.

Los huertos de Madrid

Cuando investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid se pusieron a recoger muestras en jardines de la ciudad comprobaron que las concentraciones de metales variaban mucho según la ubicación y el historial de uso del suelo. El plomo y el cromo eran los elementos más peligrosos, según publicaron en 2015 en la revista Chemosphere. En general, concluían que no existía un gran peligro, pero dadas las diferencias entre unos lugares y otros, advertían de que en el peor de los casos la agricultura urbana podría presentar un «riesgo inaceptable». Ante esta situación, el experto Andrés Rodríguez optaba por la idea de realizar estudios previos

antes de lanzarse a poner huertos en cualquier lugar de la ciudad.

En un estudio más reciente, publicado a comienzos de este año, los mismos investigadores vuelven a advertir de que los cultivos más cercanos al tráfico acumulan más elementos nocivos, pero proponen darle la vuelta a la idea: esas plantas podrían convertirse en bioindicadores, es decir, pueden servir para medir la contaminación.

Tendencia favorable

No obstante, una tendencia juega a favor de los huertos urbanos y, probablemente, hará que en los próximos años disminuya el posible peligro que puedan entrañar: las ciudades se están tomando en serio el problema de la contaminación. Cada vez son más restrictivas con el tráfico y cada vez se venden menos coches diésel.

Probablemente, todo esto se notará en los suelos, que progresivamente presentarán mejores condiciones para la agricultura. De hecho, un reciente estudio realizado en Nueva Orleans (Estados Unidos) así lo indica. Aunque esta investigación no está directamente relacionada con los huertos urbanos, muestra cómo en los últimos años se ha reducido tanto el nivel de plomo en el suelo como en la sangre de los niños que viven en la ciudad.

Compartir:

Un comentario

Deja un comentario