Los Escrúpulos de la Ciencia: En los Brazos de Morfeo
Muchos investigadores defienden que la ciencia es una empresa objetiva. Personalmente considero que “mucho menos de lo que a la mayoría de ellos les gustaría”. Tal actividad se encuentra claramente sesgada por la cosmología “occidental”. A lo largo de la historia, los científicos han desdeñado, cuando no “ridiculizado”, los remedios curativos (entre una multitud de conocmientosmuy dispares) y otras prácticas tradicionales procedentes, ya sea de diferentes civilizaciones, ya de culturas aborígenes aun más ancestrales. Un ejemplo palmario se muestra en una de las obras seminales de la antropología. Hablamos de “La Rama Dorada”. Lo que el autor denosta a menudo como superchería, se ha constatado con el paso del tiempo que no era así. Lo mismo ha ocurrido con la medicina oriental (ver nuestro post: “Ciencia y Civilizaciones: El ejemplo de la Medicina China”). La ciencia contemporánea la tildaba de arcaica hasta que los países en donde imperaba se sumaron a las hordas del capitalismo globalizante. Así, al incorporarse parte los jóvenes investigadores procedentes de aquellos lares a los laboratorios del mundo occidental, fueron demostrando que muchos de sus principios curativos no resultaban ser supercherías, aumentando el arsenal de los productos naturales que hoy atesoramos con vistas a combatir ciertas enfermedades. Lo mismo comienza a ocurrir con los “remedios ancestrales” de ciertos pueblos aborígenes Latinoamericanos de los que también comienzan a verificarse sus bondades (ver diversos post incluidos en nuestras categorías “etnoedafología y conocimiento campesino” y “los suelos y la salud”). Cuando era joven, muchos nutricionistas renegaban de la dieta mediterránea, mientras que hoy la consideran la “quita maravilla del mundo”. Pero resulta que con la modernidad, los pueblos mediterráneos hemos perdido, casi irremediablemente, aquellos “buenos hábitos alimentarios”. El Nóbel de literatura Camilo José Cela, amante de las tradiciones y costumbres de su país, disfrutaba con la siesta, a la que denominada el yoga ibérico”, mientras que desde el mundo sajón tal “placer” ha sido tradicionalmente tildado como una muestra más de la vagancia latina. Y ahora resulta que hasta NASA, entre otras instituciones comienza a alabar tal “fiestorro” de placer (ver abajo la noticia que hoy os ofrecemos: La NASA se apunta a la siesta). No hay más necio que el que no quiere entender todo lo que le es ajeno (algo muy anglosajón y centroeuropeo), más ciego que el que no desea ver, más sordo que él que ni se molesta en escuchar, ni más estúpido que un sabelotodo. Empero justamente los investigadores, debiéramos estar desnudos de tales prejuicios, como demanda el método científico. La historia de la Ciencia ha dejado abundantes rastros de tal racismo impenitente. ¿Por qué?
En Brazos de Morfeo. YB en mi casa por las tardes. Fuente: Foro InfoSpyware